La verdad sobre Afganistán
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Traducido por Caty R.
Traducido por Caty R.
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En el mes de marzo de 2003, el ejército de Estados Unidos invadió Iraq. El presidente estadounidense George W. Bush afirmaba que tenía información segura de la presencia de armas de destrucción masiva en territorio iraquí. Éste fue en realidad su principal motivo para desencadenar la ofensiva. Varios meses más tarde, con los marines enfangados en una guerra civil, se descubre que Sadam Husein nunca poseyó armas de destrucción masiva, una amarga verdad para la opinión pública estadounidense. Hasta ahora el conflicto de Iraq ha causado miles de muertes y seguramente esa es la razón por la que se olvidó toda la polémica que envuelve a otro país que probó la receta estadounidense: Afganistán.
En efecto, tras los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, el ejército estadounidense bombardeó Afganistán manteniendo que era para luchar contra la amenaza terrorista. ¿La operación «libertad duradera», que debía compensar por los 2.986 civiles muertos en los atentados de las torres gemelas era «noble», como la calificaron durante los bombardeos? ¿Realmente Bush lanzó bombas sobre ese país para empezar su lucha contra el terrorismo? Antes incluso de responder a esas preguntas es necesario saber qué es lo que se entiende al hablar de terrorismo, puesto que el concepto difiere de unas sociedades a otras. Por ejemplo, en Occidente, se describe el terrorismo como el «uso sistemático de actos violentos por una organización política, con el fin de crear un clima de inseguridad». No obstante, en los países árabes se sostiene que se trata de una «concepción militar política forjada por EEUU y la CIA, como pretexto para intervenir militarmente allí donde su interés lo exige». Por lo tanto es interesante señalar que si se adopta el pensamiento oriental se puede, aquí y ahora, afirmar que la lucha contra el terrorismo que emprendió el presidente Bush con el bombardeo de Afganistán, no es más que una fachada para conseguir sus objetivos hegemónicos. Pero como sería simplista conformarse con estas explicaciones, es necesario también apoyarse en las causas económicas, políticas e ideológicas que rodean la presencia de Estados Unidos en el territorio afgano.
Al principio, tras los atentados de Nueva York en septiembre de 2001, los países miembros de la OTAN se concertaron con el fin de ver de qué manera había que responder a esta salvaje agresión. En efecto, 19 miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte alegaron el artículo V que sostiene que una agresión a un Estado miembro de la organización constituye un ataque contra todos. El derecho a la réplica defensiva también está reconocido en el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas. En la historia de la OTAN fue la primera vez que se recurrió a dicho artículo desde la creación de la asociación en 1949. En conjunto, 16 de los 19 países miembros contribuyeron de distintas maneras a la campaña de Afganistán aunque no era una operación oficial de la OTAN. Además Rusia, China y algunos Estados de Oriente Próximo y Asia aportaron una ayuda suplementaria. En resumen se podía pensar que el ataque del ejército estadounidense, en primer lugar, estaba justificado por la presión política de los Estados miembros de la organización defensiva occidental.
A continuación algunos expertos se adhirieron a la idea de que la lucha contra el Islam extremista que llevaba a cabo Estados Unidos desde hacía 5 años, responde a una necesidad de confrontación ideológica. En realidad, si se recuerdan los principales combates de los estadounidenses desde la Segunda Guerra Mundial, esta afirmación es plausible. De entrada, en el marco de la guerra de 1939, libró una batalla contra el régimen nazi en el ejército aliado. Luego, en los años siguientes, se aplicó a luchar contra el comunismo durante la Guerra Fría enfrentando al Este con Occidente. A principios de los años noventa, la supremacía de los Estados Unidos y del capitalismo buscaban en vano una ideología a combatir para explicar su presencia hegemónica en Europa. Desde este punto de vista la utilización extremista y nihilista de la religión islámica, así como su expansión, justifican el tercer desafío totalitario de la administración estadounidense. Sin embargo el presidente Bush prefiere decir que lucha contra el terrorismo, porque si afirmase que tiene la intención de librar una guerra contra el Islam, eso le pondría en un serio peligro. Mientras tanto, algunos especialistas árabes llegan a afirmar que Estados Unidos manipuló inteligentemente al grupo Al Quaeda con el fin de obtener un determinado control sobre Rusia, la India y China, y así llegar a apropiarse de los recursos petroleros de Asia.
Entonces, el establecimiento de tropas militares en Afganistán permite a Estados Unidos supervisar las maniobras de Irán y, eventualmente, la posibilidad de intervenir rápidamente en caso de crisis. Algunos encontrarán paradójico el hecho de que la primera potencia mundial no coopere con Irán, vecino de Afganistán, que, por un lado condena los atentados del 11 de septiembre, y por otro quiere combatir al régimen talibán. En realidad, si los estadounidenses se niegan a hacer equipo con Irán, es simplemente porque este país forma parte del «eje del mal» establecido por la administración Bush. Así pues, la voluntad de aislar a Irán regionalmente aparece desde hace unos años por la subida de la influencia de Estados Unidos en algunas Repúblicas de Asia Central, por la presencia militar en la región del Golfo Pérsico y por la amistad de Estados Unidos con Turquía, sin olvidar la exclusión de los intereses iraníes en los proyectos petroleros del Mar Caspio. Pero Irán no está dispuesto a dejarse tratar de esta forma e intenta salir del aislamiento negociando acuerdos comerciales con algunos Estados del norte. Por ejemplo, Armenia y Azerbaiyán se convirtieron en los principales socios comerciales del gobierno iraní, rompiendo en esa ocasión el muro tras el que los estadounidenses pretendían confinarlo. En resumen, al ocupar militarmente Afganistán e Iraq, Estados Unidos cerca a Irán y se resiste a los deseos de los países ocupados, con un ejército no estatal, con lo que los elimina de la competencia acercándose al Golfo Pérsico.
Además Estados Unidos puede sacar varias ventajas de la localización geográfica de Afganistán. Al establecer tropas militares de la OTAN en suelo afgano tiene, por supuesto, la posibilidad de actuar rápidamente en Irán, pero también en otros países que podrían mostrarse amenazadores. Se habla entre otros de Pakistán y la India, donde los estadounidenses debieron intervenir en 1998 para evitar que se utilizase el arma atómica en el marco de las tensiones en torno a la región de Cachemira. Luego, aunque la Guerra Fría finalizó con la caída de la URSS, la gran potencia mundial puede, con su presencia en Afganistán, supervisar de cerca las actividades de Rusia y sus países satélites. Además el auge económico de China tiene algo de inquietante para Occidente. Si China se volviese demasiado peligrosa sería más fácil intervenir desde Afganistán. En resumen, el emplazamiento geográfico del territorio que los estadounidenses se lanzaron a ocupar tras el 11 de septiembre de 2001 les permite tener a la vista los países como Irán, Pakistán, la India, Rusia y China.
Finalmente, los intereses estadounidenses en la operación Libertad duradera, son sobre todo de orden económico. En efecto, la economía de Estados Unidos en este principio del siglo XXI, se basa principalmente en el petróleo. Afganistán representa pues un lugar estratégico para desempeñar el papel de vía de transporte del petróleo y el gas de Asia Central hacia el Océano Índico. Por otra parte, las guerras en territorio afgano en los últimos años de la Guerra Fría no eran extrañas a este asunto. Desde 1991, aunque no se haya convenido ningún acuerdo definitivo, Rusia, Estados Unidos e Irán se disputan el control del transporte de los hidrocarburos del Mar Caspio hacia los mercados asiáticos y europeos. Los principales objetos de deseo de esta región del mundo son el gas de Turkmenistán, el petróleo del Mar Caspio, el oro de Uzbekistán y el algodón de Kirguizistán. Además hay que tener en cuenta que se descubrieron importantes yacimientos en otros países de la antigua URSS, como Azerbaiyán y Kazajstán.
Al contrario de lo que se podría pensar, no todos los países de esta región rica en hidrocarburos se oponen a la presencia estadounidense. En realidad, la influencia de Estados Unidos incluso es bienvenida, puesto que sirve para regular algunos litigios y permite hacer negocios concretos. Es el caso, en particular, de las repúblicas de Asia Central que, con el apoyo táctico de los estadounidenses, quieren retirarse de la red que cruza Rusia y desean evitar pasar por Irán. Está también el caso de Turkmenistán que pretende exportar su gas natural haciéndolo transitar por Afganistán. Naturalmente, para poder realizar esta operación sin problemas, las compañías turcomanas necesitan la paz en el vecino Afganistán, sea quien sea el ganador. Así, la intervención estadounidense en suelo afgano adquiere todo su sentido.
Por lo tanto se puede concluir sin dudas, que el argumento alegado por la administración Bush tras los sucesos del World Trade Center no se mantiene. Dado que el terrorismo es un objetivo móvil e inasible, es imposible que el bombardeo de un país permita erradicar tal fenómeno. Por otra parte, estamos en condiciones de afirmar, 5 años después, que la ocupación de Afganistán no ha hecho que disminuyan los actos terroristas. Al contrario, se registra un recrudecimiento de los actos de violencia por motivaciones políticas dirigidos contra civiles. Se puede decir por tanto, que el pretexto de guerra contra el terrorismo invocado por Estados Unidos no es más que una fachada y es necesario buscar un poco más lejos para definir los verdaderos motivos de la ocupación de Afganistán. Así pues, como expuse anteriormente, se puede suponer, e incluso afirmar, que los intereses políticos, ideológicos, económicos, geográficos y hegemónicos son la base de las operaciones militares.
En resumen, el artículo V de la OTAN, la lucha ideológica contra el Islam, el aislamiento de Irán, la proximidad geográfica de algunos países y la garantía de suministro de petróleo están en el origen de la intervención estadounidense en Afganistán. La historia nos ha demostrado una vez más, con las intervenciones en Iraq y Afganistán, que no hay que conformarse nunca con las explicaciones de los dirigentes. Hay que mirar más lejos para descubrir la verdad y exponerla a la luz.
En el mes de marzo de 2003, el ejército de Estados Unidos invadió Iraq. El presidente estadounidense George W. Bush afirmaba que tenía información segura de la presencia de armas de destrucción masiva en territorio iraquí. Éste fue en realidad su principal motivo para desencadenar la ofensiva. Varios meses más tarde, con los marines enfangados en una guerra civil, se descubre que Sadam Husein nunca poseyó armas de destrucción masiva, una amarga verdad para la opinión pública estadounidense. Hasta ahora el conflicto de Iraq ha causado miles de muertes y seguramente esa es la razón por la que se olvidó toda la polémica que envuelve a otro país que probó la receta estadounidense: Afganistán.
En efecto, tras los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, el ejército estadounidense bombardeó Afganistán manteniendo que era para luchar contra la amenaza terrorista. ¿La operación «libertad duradera», que debía compensar por los 2.986 civiles muertos en los atentados de las torres gemelas era «noble», como la calificaron durante los bombardeos? ¿Realmente Bush lanzó bombas sobre ese país para empezar su lucha contra el terrorismo? Antes incluso de responder a esas preguntas es necesario saber qué es lo que se entiende al hablar de terrorismo, puesto que el concepto difiere de unas sociedades a otras. Por ejemplo, en Occidente, se describe el terrorismo como el «uso sistemático de actos violentos por una organización política, con el fin de crear un clima de inseguridad». No obstante, en los países árabes se sostiene que se trata de una «concepción militar política forjada por EEUU y la CIA, como pretexto para intervenir militarmente allí donde su interés lo exige». Por lo tanto es interesante señalar que si se adopta el pensamiento oriental se puede, aquí y ahora, afirmar que la lucha contra el terrorismo que emprendió el presidente Bush con el bombardeo de Afganistán, no es más que una fachada para conseguir sus objetivos hegemónicos. Pero como sería simplista conformarse con estas explicaciones, es necesario también apoyarse en las causas económicas, políticas e ideológicas que rodean la presencia de Estados Unidos en el territorio afgano.
Al principio, tras los atentados de Nueva York en septiembre de 2001, los países miembros de la OTAN se concertaron con el fin de ver de qué manera había que responder a esta salvaje agresión. En efecto, 19 miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte alegaron el artículo V que sostiene que una agresión a un Estado miembro de la organización constituye un ataque contra todos. El derecho a la réplica defensiva también está reconocido en el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas. En la historia de la OTAN fue la primera vez que se recurrió a dicho artículo desde la creación de la asociación en 1949. En conjunto, 16 de los 19 países miembros contribuyeron de distintas maneras a la campaña de Afganistán aunque no era una operación oficial de la OTAN. Además Rusia, China y algunos Estados de Oriente Próximo y Asia aportaron una ayuda suplementaria. En resumen se podía pensar que el ataque del ejército estadounidense, en primer lugar, estaba justificado por la presión política de los Estados miembros de la organización defensiva occidental.
A continuación algunos expertos se adhirieron a la idea de que la lucha contra el Islam extremista que llevaba a cabo Estados Unidos desde hacía 5 años, responde a una necesidad de confrontación ideológica. En realidad, si se recuerdan los principales combates de los estadounidenses desde la Segunda Guerra Mundial, esta afirmación es plausible. De entrada, en el marco de la guerra de 1939, libró una batalla contra el régimen nazi en el ejército aliado. Luego, en los años siguientes, se aplicó a luchar contra el comunismo durante la Guerra Fría enfrentando al Este con Occidente. A principios de los años noventa, la supremacía de los Estados Unidos y del capitalismo buscaban en vano una ideología a combatir para explicar su presencia hegemónica en Europa. Desde este punto de vista la utilización extremista y nihilista de la religión islámica, así como su expansión, justifican el tercer desafío totalitario de la administración estadounidense. Sin embargo el presidente Bush prefiere decir que lucha contra el terrorismo, porque si afirmase que tiene la intención de librar una guerra contra el Islam, eso le pondría en un serio peligro. Mientras tanto, algunos especialistas árabes llegan a afirmar que Estados Unidos manipuló inteligentemente al grupo Al Quaeda con el fin de obtener un determinado control sobre Rusia, la India y China, y así llegar a apropiarse de los recursos petroleros de Asia.
Entonces, el establecimiento de tropas militares en Afganistán permite a Estados Unidos supervisar las maniobras de Irán y, eventualmente, la posibilidad de intervenir rápidamente en caso de crisis. Algunos encontrarán paradójico el hecho de que la primera potencia mundial no coopere con Irán, vecino de Afganistán, que, por un lado condena los atentados del 11 de septiembre, y por otro quiere combatir al régimen talibán. En realidad, si los estadounidenses se niegan a hacer equipo con Irán, es simplemente porque este país forma parte del «eje del mal» establecido por la administración Bush. Así pues, la voluntad de aislar a Irán regionalmente aparece desde hace unos años por la subida de la influencia de Estados Unidos en algunas Repúblicas de Asia Central, por la presencia militar en la región del Golfo Pérsico y por la amistad de Estados Unidos con Turquía, sin olvidar la exclusión de los intereses iraníes en los proyectos petroleros del Mar Caspio. Pero Irán no está dispuesto a dejarse tratar de esta forma e intenta salir del aislamiento negociando acuerdos comerciales con algunos Estados del norte. Por ejemplo, Armenia y Azerbaiyán se convirtieron en los principales socios comerciales del gobierno iraní, rompiendo en esa ocasión el muro tras el que los estadounidenses pretendían confinarlo. En resumen, al ocupar militarmente Afganistán e Iraq, Estados Unidos cerca a Irán y se resiste a los deseos de los países ocupados, con un ejército no estatal, con lo que los elimina de la competencia acercándose al Golfo Pérsico.
Además Estados Unidos puede sacar varias ventajas de la localización geográfica de Afganistán. Al establecer tropas militares de la OTAN en suelo afgano tiene, por supuesto, la posibilidad de actuar rápidamente en Irán, pero también en otros países que podrían mostrarse amenazadores. Se habla entre otros de Pakistán y la India, donde los estadounidenses debieron intervenir en 1998 para evitar que se utilizase el arma atómica en el marco de las tensiones en torno a la región de Cachemira. Luego, aunque la Guerra Fría finalizó con la caída de la URSS, la gran potencia mundial puede, con su presencia en Afganistán, supervisar de cerca las actividades de Rusia y sus países satélites. Además el auge económico de China tiene algo de inquietante para Occidente. Si China se volviese demasiado peligrosa sería más fácil intervenir desde Afganistán. En resumen, el emplazamiento geográfico del territorio que los estadounidenses se lanzaron a ocupar tras el 11 de septiembre de 2001 les permite tener a la vista los países como Irán, Pakistán, la India, Rusia y China.
Finalmente, los intereses estadounidenses en la operación Libertad duradera, son sobre todo de orden económico. En efecto, la economía de Estados Unidos en este principio del siglo XXI, se basa principalmente en el petróleo. Afganistán representa pues un lugar estratégico para desempeñar el papel de vía de transporte del petróleo y el gas de Asia Central hacia el Océano Índico. Por otra parte, las guerras en territorio afgano en los últimos años de la Guerra Fría no eran extrañas a este asunto. Desde 1991, aunque no se haya convenido ningún acuerdo definitivo, Rusia, Estados Unidos e Irán se disputan el control del transporte de los hidrocarburos del Mar Caspio hacia los mercados asiáticos y europeos. Los principales objetos de deseo de esta región del mundo son el gas de Turkmenistán, el petróleo del Mar Caspio, el oro de Uzbekistán y el algodón de Kirguizistán. Además hay que tener en cuenta que se descubrieron importantes yacimientos en otros países de la antigua URSS, como Azerbaiyán y Kazajstán.
Al contrario de lo que se podría pensar, no todos los países de esta región rica en hidrocarburos se oponen a la presencia estadounidense. En realidad, la influencia de Estados Unidos incluso es bienvenida, puesto que sirve para regular algunos litigios y permite hacer negocios concretos. Es el caso, en particular, de las repúblicas de Asia Central que, con el apoyo táctico de los estadounidenses, quieren retirarse de la red que cruza Rusia y desean evitar pasar por Irán. Está también el caso de Turkmenistán que pretende exportar su gas natural haciéndolo transitar por Afganistán. Naturalmente, para poder realizar esta operación sin problemas, las compañías turcomanas necesitan la paz en el vecino Afganistán, sea quien sea el ganador. Así, la intervención estadounidense en suelo afgano adquiere todo su sentido.
Por lo tanto se puede concluir sin dudas, que el argumento alegado por la administración Bush tras los sucesos del World Trade Center no se mantiene. Dado que el terrorismo es un objetivo móvil e inasible, es imposible que el bombardeo de un país permita erradicar tal fenómeno. Por otra parte, estamos en condiciones de afirmar, 5 años después, que la ocupación de Afganistán no ha hecho que disminuyan los actos terroristas. Al contrario, se registra un recrudecimiento de los actos de violencia por motivaciones políticas dirigidos contra civiles. Se puede decir por tanto, que el pretexto de guerra contra el terrorismo invocado por Estados Unidos no es más que una fachada y es necesario buscar un poco más lejos para definir los verdaderos motivos de la ocupación de Afganistán. Así pues, como expuse anteriormente, se puede suponer, e incluso afirmar, que los intereses políticos, ideológicos, económicos, geográficos y hegemónicos son la base de las operaciones militares.
En resumen, el artículo V de la OTAN, la lucha ideológica contra el Islam, el aislamiento de Irán, la proximidad geográfica de algunos países y la garantía de suministro de petróleo están en el origen de la intervención estadounidense en Afganistán. La historia nos ha demostrado una vez más, con las intervenciones en Iraq y Afganistán, que no hay que conformarse nunca con las explicaciones de los dirigentes. Hay que mirar más lejos para descubrir la verdad y exponerla a la luz.
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Texto original en francés:
http://www.mondialisation.ca/index.php?context=va&aid=7692
Catherine-Aimeé Roy, graduada en Historia por la Universidad de Sherbrooke y diplomada en redacción por la Universidad de Quebec (UQAM), es redactora de la publicación online www.centpapiers.com (Plataforma de Quebec de periodismo ciudadano).
Texto original en francés:
http://www.mondialisation.ca/index.php?context=va&aid=7692
Catherine-Aimeé Roy, graduada en Historia por la Universidad de Sherbrooke y diplomada en redacción por la Universidad de Quebec (UQAM), es redactora de la publicación online www.centpapiers.com (Plataforma de Quebec de periodismo ciudadano).
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Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala.
Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala.
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Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar a la autora, a la traductora y la fuente.
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