Barack Obama, un líder carismático
por Rafael Luis Gumucio Rivas
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Antes del comienzo de las elecciones primarias en el Partido Demócrata casi ningún analista político creía en el triunfo, en varios Estados, de Obama sobre Hillary Clinton. Podía ser un prometedor senador, pero jamás se vislumbraba la posibilidad de que fuera candidato a la presidencia de los Estados Unidos. Hillary Clinton tenía las de ganar y, de hecho se sentía, por diversos motivos, la triunfadora de los comicios: primero, contaba con la herencia del buen gobierno de su marido, Bill Clinton; segundo, poseía mayor experiencia política que Obama; tercero, contaba con el aparato de su Partido. Como a la historia le gusta hacer bromas, a pesar de todo este capital, hasta ahora Barack Obama ha logrado tener más Electores de Hillary Clinton.
¿Es Barack Obama un líder carismático? ¿Es posible que Estados Unidos sea gobernado por un afro-americano? ¿Provocará una conspiración similar a la que llevó al asesinato de John F. Kennedy? ¿Se puede equiparar el carisma de Obama con el de Franklin Delano Roosevelt o con el del presidente Kennedy? ¿Corresponde el liderazgo o Obama a las categorías weberianas de la legitimidad carismática? El sistema presidencial de los Estados Unidos se basa en una serie de balances y contrabalances entre el Ejecutivo y el Congreso. Los dos Partidos, Demócrata y Republicano, no poseen marcadas diferencias ideológicas, en cierto grado son transversales: se puede ser liberal y conservador en ambos partidos. Los temas de las elecciones presidenciales son, en su mayoría, simbólicos y valóricos: no se exige al candidato un programa o un proyecto país, sino que sea capaz de despertar esperanzas sobre los temas centrales que preocupan a los ciudadanos.
Max Weber, en sus libros Economía y sociedad, Sociología de la religión y La ética protestante y el espíritu del capitalismo, define las características de la dominación carismática. En La sociología de la religión Weber dedica el tercer capítulo al protestantismo y capitalismo: relata un viaje a Norteamérica en el cual constata que, a pesar de estar separado el Estado de la iglesia, en la Constitución del país del norte son las diferentes sectas religiosas protestantes las que dominan el Estado y la sociedad civil; para conseguir un crédito el mejor aval es la pertenencia a alguna secta protestante; para asegurar, por ejemplo, el pago de los honorarios a un médico, basta con decir que pertenece a alguna secta - sea metodista, bautista o cuáquero u otros – pues el ateísmo es inconcebible –equivale a estar marginado de la sociedad-
George W. Bush explotó esta vena ultrarreligiosa de los protestantes americanos para triunfar en los dos períodos en que logró la presidencia, ya que se presentaba como el comandante de la lucha entre el bien y el mal –este último encarnado en el terrorismo-. Actualmente, el candidato republicano Mike Huckabee representa a los sectores ultraconservadores y para él “Dios creó el mundo en siete días; Adán del barro y Eva de su costilla”- todo esto en forma literal y dogmática, que no da lugar a ninguna otra interpretación evolucionista-.
Para Weber, hay tres tipos de dominación: la patriarcal, la racional, legal y burocrática y la carismática; la tercera la toma de la religión: supone un hombre dotado de poderes extraordinarios, un profeta, un mago, un santo. Este concepto lo traslada a la sociología: un líder carismático es un hombre excepcional que seguido con confianza ciega, provoca obediencia, no respeta las normas económicas vigentes y crea nuevas reglas de vida.
El liderazgo carismático ha sido atribuido a distintos gobernantes, sean dictadores, demócratas, u otros; así, se puede definir como líderes carismáticos a Julio César, Napoleón, Benito Mussolini o Adolfo Hitler; también a demócratas como Balmaceda, Arturo Alessandri, Roosevelt o John Kennedy. Un líder carismático no puede iniciar una empresa sin una situación carismática, es decir, una crisis profunda de una forma de vida determinada, por ejemplo, Hitler no hubiera triunfado de no haber mediado la humillación alemana, después del Tratado de Versalles, o la crisis capitalista de 1929; lo mismo vale para Mussolini: surge del miedo de la burguesía ante la toma de fábricas en Turín, de parte de los socialistas. El Nuevo trato de Roosevelt no se explica sin la corrida bancaria del “martes negro”, y así de podría multiplicar, al infinito, los ejemplos.
¿Está pasando Estados Unidos por una crisis carismática? Creo que sí. George W. Bush no sólo ha fracasado en la guerra contra “el terrorismo”, sino que también condujo a su país a la más grave crisis económica de la posguerra: junto a la recesión, la inflación ha crecido, el dólar cada día vale menos y la FED está incapacitada para actuar, pues la recesión y la inflación actúan en forma contraria: una exigiendo la baja de las tasas de interés para palear la recesión y, la otra, el alza para combatir la inflación. La confianza de los ciudadanos en la economía y en su presidente se encuentra en su más bajo nivel – menos del 20%-, ya no es un pato cojo, sino que también manco y ciego.
Barack Obama interpreta, en cierto grado, esta situación carismática: es un mestizo, de padre keniano y de madre norteamericana – el primero, negro como el carbón y, la segunda, blanca como la leche, según los describe él mismo-. Obama se educó en las mejores universidades y, ahora, es un brillante senador, de 45 años. Ha publicado dos libros de títulos muy sugerentes: La audacia de tener esperanza y Sueños de mi padre. Sus republicanos le niegan su carácter de afro-americano. Es difícil relacionar los discursos unitarios de Obama con aquellos de los grandes luchadores por los derechos civiles, como Martín Luther King, sin embargo, este candidato ha logrado el apoyo de la mayoría de las comunidades negras. No sabemos si esta virtualidad carismática, latente en algunos aspectos, aflore en su totalidad. Es difícil convertir los atractivos discursos políticos en un programa de gobierno.
¿Es Barack Obama un líder carismático? ¿Es posible que Estados Unidos sea gobernado por un afro-americano? ¿Provocará una conspiración similar a la que llevó al asesinato de John F. Kennedy? ¿Se puede equiparar el carisma de Obama con el de Franklin Delano Roosevelt o con el del presidente Kennedy? ¿Corresponde el liderazgo o Obama a las categorías weberianas de la legitimidad carismática? El sistema presidencial de los Estados Unidos se basa en una serie de balances y contrabalances entre el Ejecutivo y el Congreso. Los dos Partidos, Demócrata y Republicano, no poseen marcadas diferencias ideológicas, en cierto grado son transversales: se puede ser liberal y conservador en ambos partidos. Los temas de las elecciones presidenciales son, en su mayoría, simbólicos y valóricos: no se exige al candidato un programa o un proyecto país, sino que sea capaz de despertar esperanzas sobre los temas centrales que preocupan a los ciudadanos.
Max Weber, en sus libros Economía y sociedad, Sociología de la religión y La ética protestante y el espíritu del capitalismo, define las características de la dominación carismática. En La sociología de la religión Weber dedica el tercer capítulo al protestantismo y capitalismo: relata un viaje a Norteamérica en el cual constata que, a pesar de estar separado el Estado de la iglesia, en la Constitución del país del norte son las diferentes sectas religiosas protestantes las que dominan el Estado y la sociedad civil; para conseguir un crédito el mejor aval es la pertenencia a alguna secta protestante; para asegurar, por ejemplo, el pago de los honorarios a un médico, basta con decir que pertenece a alguna secta - sea metodista, bautista o cuáquero u otros – pues el ateísmo es inconcebible –equivale a estar marginado de la sociedad-
George W. Bush explotó esta vena ultrarreligiosa de los protestantes americanos para triunfar en los dos períodos en que logró la presidencia, ya que se presentaba como el comandante de la lucha entre el bien y el mal –este último encarnado en el terrorismo-. Actualmente, el candidato republicano Mike Huckabee representa a los sectores ultraconservadores y para él “Dios creó el mundo en siete días; Adán del barro y Eva de su costilla”- todo esto en forma literal y dogmática, que no da lugar a ninguna otra interpretación evolucionista-.
Para Weber, hay tres tipos de dominación: la patriarcal, la racional, legal y burocrática y la carismática; la tercera la toma de la religión: supone un hombre dotado de poderes extraordinarios, un profeta, un mago, un santo. Este concepto lo traslada a la sociología: un líder carismático es un hombre excepcional que seguido con confianza ciega, provoca obediencia, no respeta las normas económicas vigentes y crea nuevas reglas de vida.
El liderazgo carismático ha sido atribuido a distintos gobernantes, sean dictadores, demócratas, u otros; así, se puede definir como líderes carismáticos a Julio César, Napoleón, Benito Mussolini o Adolfo Hitler; también a demócratas como Balmaceda, Arturo Alessandri, Roosevelt o John Kennedy. Un líder carismático no puede iniciar una empresa sin una situación carismática, es decir, una crisis profunda de una forma de vida determinada, por ejemplo, Hitler no hubiera triunfado de no haber mediado la humillación alemana, después del Tratado de Versalles, o la crisis capitalista de 1929; lo mismo vale para Mussolini: surge del miedo de la burguesía ante la toma de fábricas en Turín, de parte de los socialistas. El Nuevo trato de Roosevelt no se explica sin la corrida bancaria del “martes negro”, y así de podría multiplicar, al infinito, los ejemplos.
¿Está pasando Estados Unidos por una crisis carismática? Creo que sí. George W. Bush no sólo ha fracasado en la guerra contra “el terrorismo”, sino que también condujo a su país a la más grave crisis económica de la posguerra: junto a la recesión, la inflación ha crecido, el dólar cada día vale menos y la FED está incapacitada para actuar, pues la recesión y la inflación actúan en forma contraria: una exigiendo la baja de las tasas de interés para palear la recesión y, la otra, el alza para combatir la inflación. La confianza de los ciudadanos en la economía y en su presidente se encuentra en su más bajo nivel – menos del 20%-, ya no es un pato cojo, sino que también manco y ciego.
Barack Obama interpreta, en cierto grado, esta situación carismática: es un mestizo, de padre keniano y de madre norteamericana – el primero, negro como el carbón y, la segunda, blanca como la leche, según los describe él mismo-. Obama se educó en las mejores universidades y, ahora, es un brillante senador, de 45 años. Ha publicado dos libros de títulos muy sugerentes: La audacia de tener esperanza y Sueños de mi padre. Sus republicanos le niegan su carácter de afro-americano. Es difícil relacionar los discursos unitarios de Obama con aquellos de los grandes luchadores por los derechos civiles, como Martín Luther King, sin embargo, este candidato ha logrado el apoyo de la mayoría de las comunidades negras. No sabemos si esta virtualidad carismática, latente en algunos aspectos, aflore en su totalidad. Es difícil convertir los atractivos discursos políticos en un programa de gobierno.
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Los grandes pensadores afro-americanos
He tenido diversos acercamientos al tema de la negritud: durante un tiempo trabajé, como profesor de didáctica de la historia, en la universidad Eduardo Mondlane, en Maputo, Mozambique; me entusiasmé en el estudio de los diversos líderes y pensadores de la liberación africana: Amílcar Cabral, de Cabo Verde, Julius Nyerere, de Tanzania, Eduardo Mondlane, de Mozambique, y otros. Posteriormente, viajé a Haití, en 1990, con ocasión de las elecciones en que ganó Jean Beltrand Aristide, donde pudo conocer la obra Así hablaba el tío, de Jean Price-Mars en que explora, desde el punto de vista etnográfico, el hecho cultural de la negritud. La historia de Haití está movida por tres fuerzas fundamentales: el origen africano, el idioma criollo y el aporte francés.
William Edwards Dubois es el padre del panafricanismo. Pertenecía a una aristocracia mulata, de la Nueva Inglaterra; se educó en las mejores universidades y era admirador de la Alemania de Bismarck. Su teoría racial es exactamente la antípoda de la obra de Gobineu, sustituyendo la raza negra como tipo ideal frente a la blanca. Dubois fue becado en Alemania y tuvo como maestros a los famosos socialistas de salón, cuyo líder era Alfred Wagner, quien sostenía que el capitalismo era la adoración de mamón y que Wall Street era el reinado de la civilización materialista que había destruido la cultura. Para Dubois, el negro es la mejor expresión de la cultura y, el opuesto, la decadente civilización occidental. En 1917, Dubois se ilusiona con la Revolución Rusa que, según él, es el triunfo de los hombres de piel oscura; después de Rusia vendrán la India y China.
Dubois estaba entusiasmado con la idea de un mundo utópico en África: relata su experiencia en el continente negro con caracteres románticos de un mundo nuevo descubierto. Publicó El negro de Filadelfia y, posteriormente, Princesa oscura. En 1919 se realiza, por primera vez, en París el Congreso Panafricano. Estando ya muy viejo, en 1961, se decide a militar en el partido comunista, pues entendía que esta era una ideología liberadora, sin embargo, como intelectuales de la época, fue un admirador de Stalin.
Alexander Crummell era un pastor, líder de los afroamericanos; a diferencia de Dubois, no cree en la decadencia de occidente, ni en el predominio de la cultura sobre la civilización, por el contrario, sostiene que en la medida en que el capitalismo avance, los negros alcanzarán más libertad. El jamaicano Marcus Gervy plantea la maldad del blanco y la superioridad del negro y quiere fundar una comunidad ideal en África; fue tomado preso, en Estados Unidos bajo una acusación baladí, para después de liberado, seguir su propaganda en Jamaica. Franz Fanonn nacido en las Antillas francesas, se convirtió en el filósofo e ideólogo de la liberación de las colonias africanas. Para Fanon el negro colonial es un “no ser”, o “un ser para otro”, en términos sartrianos; sólo la rebelión violenta puede sacarlo de la enajenación
En Estados Unidos, Malcom X –utilizaba esta letra como símbolo de la pérdida de identidad – relaciona a los negros con el Islam: los negros son la primera civilización y Dios favorece a los negros. Martín Luther Kng encabeza, en los años 60, la lucha no violenta por los derechos civiles de los negros. A pesar de los avances del sueño de King, en Estados Unidos, en la actualidad, la mayoría de los condenados a muerte y los reclusos son negros. Después de la liberación africana este continente continúa siendo excluido, es víctima de pandemias – por ejemplo, el sida - el hambre y el analfabetismo.
Los grandes pensadores afro-americanos
He tenido diversos acercamientos al tema de la negritud: durante un tiempo trabajé, como profesor de didáctica de la historia, en la universidad Eduardo Mondlane, en Maputo, Mozambique; me entusiasmé en el estudio de los diversos líderes y pensadores de la liberación africana: Amílcar Cabral, de Cabo Verde, Julius Nyerere, de Tanzania, Eduardo Mondlane, de Mozambique, y otros. Posteriormente, viajé a Haití, en 1990, con ocasión de las elecciones en que ganó Jean Beltrand Aristide, donde pudo conocer la obra Así hablaba el tío, de Jean Price-Mars en que explora, desde el punto de vista etnográfico, el hecho cultural de la negritud. La historia de Haití está movida por tres fuerzas fundamentales: el origen africano, el idioma criollo y el aporte francés.
William Edwards Dubois es el padre del panafricanismo. Pertenecía a una aristocracia mulata, de la Nueva Inglaterra; se educó en las mejores universidades y era admirador de la Alemania de Bismarck. Su teoría racial es exactamente la antípoda de la obra de Gobineu, sustituyendo la raza negra como tipo ideal frente a la blanca. Dubois fue becado en Alemania y tuvo como maestros a los famosos socialistas de salón, cuyo líder era Alfred Wagner, quien sostenía que el capitalismo era la adoración de mamón y que Wall Street era el reinado de la civilización materialista que había destruido la cultura. Para Dubois, el negro es la mejor expresión de la cultura y, el opuesto, la decadente civilización occidental. En 1917, Dubois se ilusiona con la Revolución Rusa que, según él, es el triunfo de los hombres de piel oscura; después de Rusia vendrán la India y China.
Dubois estaba entusiasmado con la idea de un mundo utópico en África: relata su experiencia en el continente negro con caracteres románticos de un mundo nuevo descubierto. Publicó El negro de Filadelfia y, posteriormente, Princesa oscura. En 1919 se realiza, por primera vez, en París el Congreso Panafricano. Estando ya muy viejo, en 1961, se decide a militar en el partido comunista, pues entendía que esta era una ideología liberadora, sin embargo, como intelectuales de la época, fue un admirador de Stalin.
Alexander Crummell era un pastor, líder de los afroamericanos; a diferencia de Dubois, no cree en la decadencia de occidente, ni en el predominio de la cultura sobre la civilización, por el contrario, sostiene que en la medida en que el capitalismo avance, los negros alcanzarán más libertad. El jamaicano Marcus Gervy plantea la maldad del blanco y la superioridad del negro y quiere fundar una comunidad ideal en África; fue tomado preso, en Estados Unidos bajo una acusación baladí, para después de liberado, seguir su propaganda en Jamaica. Franz Fanonn nacido en las Antillas francesas, se convirtió en el filósofo e ideólogo de la liberación de las colonias africanas. Para Fanon el negro colonial es un “no ser”, o “un ser para otro”, en términos sartrianos; sólo la rebelión violenta puede sacarlo de la enajenación
En Estados Unidos, Malcom X –utilizaba esta letra como símbolo de la pérdida de identidad – relaciona a los negros con el Islam: los negros son la primera civilización y Dios favorece a los negros. Martín Luther Kng encabeza, en los años 60, la lucha no violenta por los derechos civiles de los negros. A pesar de los avances del sueño de King, en Estados Unidos, en la actualidad, la mayoría de los condenados a muerte y los reclusos son negros. Después de la liberación africana este continente continúa siendo excluido, es víctima de pandemias – por ejemplo, el sida - el hambre y el analfabetismo.
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piensaChile - Chile/04/03/2008
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