Un republicano desencantado sintoniza con Obama
Por Amy Goodman*
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David Iglesias es un republicano evangélico e hispano –en efecto, el mismísimo ex fiscal federal de Nuevo México destituido el año pasado– y tiene cosas positivas que decir acerca de Barack Obama.
Entrevisté a Iglesias la mañana posterior a que Obama se convirtiera en el casi seguro candidato presidencial del Partido Demócrata: “Obama representa la mejor promesa que Estados Unidos ofrece: un hombre mestizo, que proviene de una familia rota, puede progresar y tener grandes posibilidades de convertirse en nuestro próximo presidente”. Cuando le pregunté si apoyaba a Obama, me respondió: “No estoy apoyando a nadie. Nuestro país ha elegido durante los últimos 230 años más o menos a hombres blancos cuyos orígenes se remiten a países del norte de Europa. Esto por fin indica que el máximo cargo del gobierno estadounidense está realmente abierto a toda persona, y creo que es un poderoso mensaje no sólo para los estadounidenses, sino para todo el mundo”.
A pesar de que a Iglesias no le desagrada John McCain, el candidato de su propio partido, sus comentarios tratan directamente sobre la estrategia de campaña de Obama contra McCain. Tal como sugieren los resultados de las elecciones primarias de Puerto Rico, Obama aún tiene que mejorar su llegada a la comunidad latina. El estado natal de Iglesias, Nuevo México, es un estado en el que hay “mayoría de minorías” – es decir, la cantidad de gente de color del estado es superior a la cantidad de blancos (otros estados similares son California, Texas y Hawaii).
Iglesias también representa a otro colectivo social que desempeña un papel importante en estas elecciones: los republicanos desencantados.En su nuevo libro “In Justice: Inside the Scandal That Rocked the Bush Administration” (Injusta justicia: una mirada desde adentro del escándalo que hizo temblar el gobierno de Bush), Iglesias retrata a un Departamento de Justicia altamente politizado, que supuestamente sigue la estrategia planteada por el Partido Republicano de procesar a gente que es acusada de fraude electoral, en aquellos casos en los que el votante registrado se podría considerar como favorable a los candidatos demócratas. Iglesias no elevaba a juicio estos supuestos casos de fraude electoral, cosa que no cayó bien a los republicanos de Nuevo México. Al Gore ganó en Nuevo México en el año 2000 por tan sólo 366 votos, y en 2004 George Bush venció a John Kerry en el mismo estado por alrededor de 6.000 votos. Nuevo México es definitivamente un estado decisivo y de voto volátil. En las elecciones de 2006, la congresista Heather Wilson apenas pudo conservar su puesto en el Congreso. En Nuevo México, cada voto cuenta y los republicanos lo saben: los tres escaños de la Cámara de Representantes se pondrán en juego en noviembre, así como también el escaño del Senado que dejará vacante Pete Domenici. Wilson va a renunciar a su banca en la Cámara de Representantes para intentar acceder a este último.
Mientras que los casos de fraude electoral que irritaron a los republicanos eran inconsistentes, Iglesias me habló de tácticas de supresión de votantes que le preocupan, aquellas que benefician a los candidatos republicanos. La principal de ellas es la táctica conocida como “vote caging”, una exclusión selectiva de votantes que, según explica Iglesias, “ocurre cuando se envía información para el votante a un grupo de personas de las que se cree que ya no residen en las direcciones que se tienen consignadas, como personal militar en el extranjero o estudiantes de universidades con mayoría de alumnos afroestadounidenses. Cuando la carta es devuelta al remitente porque no ha podido ser entregada, el partido usa esa información para suprimir a esa persona de la lista de electores, alegando que ya no viven allí. Es una práctica reprochable. No había oído hablar de ella hasta después de dejar mi puesto”.
Iglesias prevee que el Partido Republicano se verá frenado como consecuencia del escándalo por los despidos de fiscales:
“Espero que los medios sigan dirigiendo su atención a grupos como el American Center for Voting Rights (Centro Estadounidense para los Derechos de los Votantes), que ha estado realizando este tipo de acción de supresión de votantes, especialmente apuntando a ancianos y minorías. Si uno es ciudadano estadounidense y no es un criminal, tiene derecho a votar. Espero que en los estados decisivos de voto incierto como Missouri, Wisconsin, Nuevo México y unos cuantos más... desearía que el Partido Demócrata y los medios verdaderamente observen muy de cerca estas prácticas y ejerzan la presión necesaria”.
El padre de David Iglesias pertenece al pueblo indígena Kuna de Panamá. David creció en Panamá, Oklahoma y Nuevo México. Como la joven promesa del Partido Republicano que fue alguna vez, Iglesias tiene mucho que enseñar a ambos partidos en esta crucial y volátil temporada política.
David Iglesias es un republicano evangélico e hispano –en efecto, el mismísimo ex fiscal federal de Nuevo México destituido el año pasado– y tiene cosas positivas que decir acerca de Barack Obama.
Entrevisté a Iglesias la mañana posterior a que Obama se convirtiera en el casi seguro candidato presidencial del Partido Demócrata: “Obama representa la mejor promesa que Estados Unidos ofrece: un hombre mestizo, que proviene de una familia rota, puede progresar y tener grandes posibilidades de convertirse en nuestro próximo presidente”. Cuando le pregunté si apoyaba a Obama, me respondió: “No estoy apoyando a nadie. Nuestro país ha elegido durante los últimos 230 años más o menos a hombres blancos cuyos orígenes se remiten a países del norte de Europa. Esto por fin indica que el máximo cargo del gobierno estadounidense está realmente abierto a toda persona, y creo que es un poderoso mensaje no sólo para los estadounidenses, sino para todo el mundo”.
A pesar de que a Iglesias no le desagrada John McCain, el candidato de su propio partido, sus comentarios tratan directamente sobre la estrategia de campaña de Obama contra McCain. Tal como sugieren los resultados de las elecciones primarias de Puerto Rico, Obama aún tiene que mejorar su llegada a la comunidad latina. El estado natal de Iglesias, Nuevo México, es un estado en el que hay “mayoría de minorías” – es decir, la cantidad de gente de color del estado es superior a la cantidad de blancos (otros estados similares son California, Texas y Hawaii).
Iglesias también representa a otro colectivo social que desempeña un papel importante en estas elecciones: los republicanos desencantados.En su nuevo libro “In Justice: Inside the Scandal That Rocked the Bush Administration” (Injusta justicia: una mirada desde adentro del escándalo que hizo temblar el gobierno de Bush), Iglesias retrata a un Departamento de Justicia altamente politizado, que supuestamente sigue la estrategia planteada por el Partido Republicano de procesar a gente que es acusada de fraude electoral, en aquellos casos en los que el votante registrado se podría considerar como favorable a los candidatos demócratas. Iglesias no elevaba a juicio estos supuestos casos de fraude electoral, cosa que no cayó bien a los republicanos de Nuevo México. Al Gore ganó en Nuevo México en el año 2000 por tan sólo 366 votos, y en 2004 George Bush venció a John Kerry en el mismo estado por alrededor de 6.000 votos. Nuevo México es definitivamente un estado decisivo y de voto volátil. En las elecciones de 2006, la congresista Heather Wilson apenas pudo conservar su puesto en el Congreso. En Nuevo México, cada voto cuenta y los republicanos lo saben: los tres escaños de la Cámara de Representantes se pondrán en juego en noviembre, así como también el escaño del Senado que dejará vacante Pete Domenici. Wilson va a renunciar a su banca en la Cámara de Representantes para intentar acceder a este último.
Mientras que los casos de fraude electoral que irritaron a los republicanos eran inconsistentes, Iglesias me habló de tácticas de supresión de votantes que le preocupan, aquellas que benefician a los candidatos republicanos. La principal de ellas es la táctica conocida como “vote caging”, una exclusión selectiva de votantes que, según explica Iglesias, “ocurre cuando se envía información para el votante a un grupo de personas de las que se cree que ya no residen en las direcciones que se tienen consignadas, como personal militar en el extranjero o estudiantes de universidades con mayoría de alumnos afroestadounidenses. Cuando la carta es devuelta al remitente porque no ha podido ser entregada, el partido usa esa información para suprimir a esa persona de la lista de electores, alegando que ya no viven allí. Es una práctica reprochable. No había oído hablar de ella hasta después de dejar mi puesto”.
Iglesias prevee que el Partido Republicano se verá frenado como consecuencia del escándalo por los despidos de fiscales:
“Espero que los medios sigan dirigiendo su atención a grupos como el American Center for Voting Rights (Centro Estadounidense para los Derechos de los Votantes), que ha estado realizando este tipo de acción de supresión de votantes, especialmente apuntando a ancianos y minorías. Si uno es ciudadano estadounidense y no es un criminal, tiene derecho a votar. Espero que en los estados decisivos de voto incierto como Missouri, Wisconsin, Nuevo México y unos cuantos más... desearía que el Partido Demócrata y los medios verdaderamente observen muy de cerca estas prácticas y ejerzan la presión necesaria”.
El padre de David Iglesias pertenece al pueblo indígena Kuna de Panamá. David creció en Panamá, Oklahoma y Nuevo México. Como la joven promesa del Partido Republicano que fue alguna vez, Iglesias tiene mucho que enseñar a ambos partidos en esta crucial y volátil temporada política.
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*Amy Goodman es la presentadora de Democracy Now!, www.democracynow.org, noticiero internacional diario emitido en más de 700 emisoras de radio y TV en Estados Unidos y el mundo.
© 2008 Amy Goodman
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Inglés: Traducido por: Ángel Domínguez y Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org / www.democracynow.org/es
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Democracy Now! - USA/07/06/2008
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