25/6/09

Demasiados cabos sueltos en plan de reforma financiera de Obama

La capacidad reguladora del Gobierno será fortalecida y podrá tomar posesión de entidades insolventes. Foto: Reuters
-
Por Andrés Mejía Vergnaud*
-
"Una cultura de la irresponsabilidad se arraigó desde Wall Street, hasta Washington, hasta Main Street". Con estas palabras, Barack Obama anunció la muy esperada aparición de su plan de reforma financiera, y respondió así a una de las más grandes expectativas que había en cuanto a su gobierno: la creación de un nuevo marco de reglas para evitar que los excesos ultrasofisticados de Wall Street, permitidos por la indiferencia reglamentaria de las autoridades en Washington, extiendan sus efectos nefastos hacia la vida normal del ciudadano común.

Ese primer diagnóstico es casi irrefutable. Nadie dudaría hoy de que en la génesis de esta crisis hubo un importante elemento cultural: una disposición exagerada e irresponsable a tomar riesgos en pos de obtener ganancias. Tampoco nadie dudaría de que esa cultura, originada en la frenética marcha de los corredores del mercado de valores, llegó hasta las tranquilas calles de los suburbios, donde los ciudadanos abandonaron la tradicional cultura del ahorro en virtud de una nueva cultura del endeudamiento irracional. El presidente Obama añadió que el marco actual de reglas es obsoleto, pues fue diseñado en épocas en que la sofisticación contemporánea de las finanzas era desconocida. Reglas que datan de la primera mitad del siglo XX, cuando la institución preponderante en el mundo financiero era todavía el banco comercial, con sus grandes oficinas llenas de cajeros y de empleados que hacían anotaciones contables a mano, supervisados por rigurosos gerentes que evaluaban con severidad el riesgo de cada operación.

Terminada la fiesta, y calmado el entusiasmo por las palabras de Obama, la evaluación fría de su plan ha dejado mucho qué desear. No porque carezca de aciertos y medidas bien pensadas sino, sobre todo, por la cantidad de temas cruciales que deja sin resolver.

Aciertos y cabos sueltos

Para hacer justicia, hay que empezar por recordar cuáles son los aciertos principales del plan de Obama. Sin duda, el mayor es la obligación de todas las instituciones financieras a someterse a la vigilancia y la regulación del Estado. Esto incluye a empresas que, como Wal Mart, desarrollan actividades financieras de manera secundaria. La capacidad reguladora del Gobierno será fortalecida y podrá, incluso, tomar posesión de entidades que amenacen insolvencia. Habrá también autoridad para regular y vigilar operaciones que, pese a involucrar gigantescas sumas y riesgos significativos, se hacían de manera informal, casi como en un mercado de víveres. Es el caso, por ejemplo, del mercado over-the-counter (sobre el mostrador) de derivados.

El plan se queda corto, en primer lugar, en las propuestas sobre la estructura de las autoridades reguladoras, que han despertado cuestionamientos porque si bien todos estarán sometidos a la regulación, Obama desistió de su propuesta anterior de crear una sola autoridad para tal efecto y ahora propone que un grupo de agencias ejerza este papel, supervisadas por una especie de comité central. Esto no solo puede producir ineficiencia en la labor de vigilancia y control, sino llevara a que las entidades vigiladas modifiquen deliberadamente sus reglas para quedar bajo el control de la oficina que más les guste.

También hay decepción en lo relativo a las calificadoras de riesgo, que realizan una tarea fundamental en el sistema financiero, pues sus dictámenes deben comunicar lo que al público le resulta imposible de saber: la situación técnica financiera de una determinada entidad.

Es crucial que esa labor sea digna de confianza, pues esa confianza se debilitó en la reciente crisis porque quedó en evidencia que algunas agencias fueron laxas en sus evaluaciones. En el plan de Obama no hay una definición clara al respecto, como tampoco respecto a los factores que aceleraron la "cultura de irresponsabilidad", en particular la remuneración de altos ejecutivos. Como observó el Nobel Paul Krugman ( The New York Times, junio 19), la propuesta contiene una descripción de cómo deberían ser las cosas y no un plan concreto para que sean así.

Pero, además, el plan no propone medidas concretas y ambiciosas en cuanto a las célebres entidades Fannie Mae y Freddie Mac, empresas casi mixtas dedicadas a respaldar el mercado hipotecario, en el que precisamente se originó la crisis. Al proponer una "amplia iniciativa para desarrollar recomendaciones", el plan le saca el cuerpo a un tema difícil y polémico. Y hay dudas serias sobre el papel de la nueva Agencia de Protección al Consumidor Financiero: al calor de la crisis actual, habrá la tentación de darle poderes excesivos, que podrían terminar entorpeciendo la innovación financiera y la oferta de productos novedosos.

Ha habido mala creatividad, no hay duda, pero en el esfuerzo de impedirla no debe aniquilarse de paso la creatividad buena. Tal vez estas deficiencias se deban a que el equipo de Obama desea evitar conflictos muy duros cuando el Congreso tenga que desarrollar el plan. No es descabellado porque, pese a que la crisis ha mostrado la necesidad de mayor regulación, la cultura norteamericana sigue y seguirá siendo muy adversa al crecimiento del control estatal. El plan, no cabe duda, enfrentará grandes controversias.
-
*Instituto Libertad y Progreso
-
Cambio - Colombia/25/06/2009

No hay comentarios:

Locations of visitors to this page