ESCARBANDO en LQ Somos
El primitivismo animal, causa de la insolidaridad
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Las leyes de la dialéctica materialista parte de que todo lo que existe es materia, de ahí su afirmación sobre la unidad y lucha de los contrarios, el paso de lo cuantitativo a lo cualitativo, y la negación de la negación de toda forma en que se manifiesta la materia. Como dijo Heráclito todo fluye, todo cambia, nada permanece. “No podemos bañarnos dos veces en el mismo río”.
La materia humana, la materia más evolucionada y compleja también manifiesta esas contradicciones cuando carece de la necesaria formación con base científica que permite la dialéctica materialista, esa lucha entre lo viejo y lo nuevo, y viceversa por conservar el caduco orden capitalista. La falsa interpretación en la lucha por la supervivencia, sobre la negación y muerte como forma en que se manifiesta la materia pretendidamente infinita en su forma, con un desarrollo en espiral positivo y negativo poco comprendido, que vemos a donde nos está conduciendo.
Lo que nos diferencia de la materia inorgánica y las demás materias orgánicas es la capacidad de abstracción y pensamiento para incidir en nuestro propio cuerpo y en el conjunto de la naturaleza. Prolongar la vida o destruirla influyendo en su curso armónico natural.
El ser humano primitivo no fue comunista por convicción filosófica, sino por necesidad material que el momento histórico demandaba. La supervivencia del grupo dependía de la supervivencia de cada individuo, lo que les hacía ser solidarios y que los frutos del trabajo mediante la caza se asumiesen solidariamente para que todos los miembros que lo componían se alimentaran.
Pero cuando se llegó a cierto grado de desarrollo productivo y se generaron excedentes que no se consumían en el momento, debían ser almacenados y guardados, los tribunos salvadores, los sacerdotisas de la época aprovechando su influencia mística sobre el conjunto de la tribu se erigieron en sumo guardadores, y ante los intentos de robo de otras tribus surgieron los ejércitos comandados por los tribunos de cada época.
Lo que en su desarrollo dio lugar a las religiones asentadas en diferente partes del mundo y las patrias guardadoras, con los correspondientes tribunos salvadores y la suficiente capacidad de mantener la alienación del pueblo para erigirse en los protagonistas mandatarios, los reyes por naturaleza divina, o los modernos presidentes o jefes de gobierno que nos dicen elegimos democráticamente cada equis años, a través de un papelillo depositado en la ¡urna de cristal!.
Las religiones en la época moderna se encargan de convencernos de que los males que padecemos son obra del diablo que se aposenta en nuestro cuerpo, así mismo de que no seamos rebeldes y sumisos, aceptemos a los tribunos que nos gobiernan en la creencia de que lo harán lo mejor posible, que los malos pagarán por sus pecados en el infierno y los buenos sumisos ciudadanos respetuosos con la forma de vida impuesta basada en la insolidaridad y la competencia, si no conseguimos las prebendas que nos anuncian y nos hacen felices en el mundo capitalista, las disfrutaremos a plenitud en el otro mundo cuando muramos. En el cielo infinito y milagroso, cuando muramos, hará feliz a nuestra alma, aunque resulta un tanto difícil de comprender como puede disfrutar un alma sin cuerpo sensitivo.
El todo material, el espiritual y material visible han sido ideológicamente separados. De esa división, de la parte espiritual se encarga las religiones, y de la otra parte material tan visible, los gobiernos terrenales, los estados colgados del cielo que aparentemente están por encima de la sociedad dividida en clases sociales antagónicas, y que también lo son por gracia del dios divino y poderoso que los alumbra.
Las ciencias sociales se separan de las ciencias técnicas productivas, vayan cada una a su aire sin ninguna interrelación. Ello permite que se admita como algo natural la insolidaridad y la competencia entre los seres humanos y el conjunto de la naturaleza como base pretendidamente aseguradora del progreso en el complejo mundo terrenal.
Con ello la unidad dialéctica del todo material queda hecha trizas. Los seres humanos, alimentados por los tribunos y las religiones que nos hacen sumisos, en aras del progreso y la filosofía insolidaria que nos alimenta, hace que nos matemos, al mismo tiempo que destruimos la naturaleza pretendiendo dominarla infinitamente.
La ciencia material, la visible, la que vemos a través de las modernas tecnologías, los cohetes que llegan a la luna y que también portan poderosas bombas que pueden aterrizar en Hiroshima o Nagasaki, es fruto de la capacidad creativa del ser humano primitivo desarrollado tecnológicamente, pero limitado en su conocimiento científico para poder comprender la unidad de todo con el todo material, el espiritual que denominamos pensamiento y que desde el conocimiento teórico y vida experimentada nos permite actuar de una u otra forma, y el mundo material visible y palpable en forma de objeto de consumo o evasión. También de supervivencia natural, no exageremos.
En resumen, la competencia y la insolidaridad, base en la que se asienta la filosofía capitalista, evidencia que los seres humanos no hemos sido capaces de superar el primitivismo animal de supervivencia para poder imponernos como seres racionales, solidariamente, con una forma de vida basada en la filosofía con base científica que es la marxista leninista, desarrollada al actual momento histórico, que tenga en cuenta el grado de desarrollo tecnológico mediático que encadena nuestras mentes y objetivamente nos hace victimas y cómplices de los males que padecemos, y que como estamos comprobando nos está abocando a la autodestrucción con tantas guerras de destrucción masiva, pretendidamente justificadas bajo la excusa de lucha contra el terrorismo (antes era el coco comunista, ahora el ejercito imperial, que es la OTAN, capitaneado por yanquilandia dice luchar contra el coco terrorista), y el mayor de los males que amenaza a los propios amos del mundo con el cambio climático que su insolidaria tecnología provoca, y que dicen luchar contra él, pero que nada hacen, ya que ello supondría acabar con la filosofía insolidaria capitalista basada en la competencia y el consumismo estúpido y alienador.
Ya lo dijo Marx, el burgués es tan insolidario y aberrante que destruye hasta su propia familia. No le importa lo que deja a sus herederos, mientras vive intenta saciar su constante avaricia. Nunca será solidario, siempre egoísta e impositivo. Su pensamiento se hace callo cerebral de difícil erradicación a través del razonamiento filosófico humano y científico.
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LQSomos/10/09/2009
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