1/5/07

Chile:Ominami y Altamirano, que también tenía razón

Opinión
Roberto Avila *

Uno de los mitos más difundidos de la política chilena lo constituye aquél que plantea la actuación del Partido Socialista durante el gobierno de la Unidad Popular como una constante oposición al Presidente Allende, que habría sido determinante en su caída. Este mito no tiene sólo una connotación histórica, sino que es un fantasma que se agita con excelentes resultados inhibitorios cada vez que el PS formula planteamientos de izquierda, ya sea en el plano económico-social interno o en el ámbito de las relaciones internacionales.

Los resultados son formidables. Junto con otros factores, por cierto, este fantasma del pasado permite a nuestra sociedad de desigualdades escandalosas tener el socialismo más acrítico de América Latina.

En días recientes, el senador Carlos Ominami ha sido comparado con Carlos Altamirano ante su negativa a aumentar las ya gigantescas ganancias de las grandes empresas por la vía de rebajarles los impuestos mediante el mecanismo tributario de la depreciación acelerada. El perverso silogismo instalado por la derecha opera de inmediato, el que critica al modelo neoliberal perjudica al gobierno. Bien cabría preguntarnos, desembarazándonos de los sofismas de la derecha, ¿ocupamos los socialistas cargos de representación popular para defenderles la platita a los ricos?

Un PS saboteador de Allende y causante de su caída difunde la mitología oficial. Pero, las cosas ocurrieron de otro modo.

La primera piedra del mito es que los socialistas no querían a Allende. Lo que en realidad ocurre es que a partir de que Raúl Ampuero asume la conducción del PS, en la segunda mitad de la década del 50, no sólo se produce la reunificación y recuperación orgánica, sino también el florecimiento de un pensamiento político extraordinariamente original y en sintonía con los tiempos que se viven. En ese marco, surgen liderazgos muy potentes, entre los que, además de Ampuero, se deben contar Salomón Corbalán, fallecido tempranamente, Aniceto Rodríguez, Adonis Sepúlveda, Clodomiro Almeyda y Salvador Allende.

Fueron líderes de talento político excepcional. Cualquiera de ellos en situación de asumir el desafío presidencial. Cuando el pleno del Comité Central debe definir entre Allende y Aniceto no es tarea fácil. Allende tiene ya tres derrotas presidenciales que pesan. Hay abstenciones a la hora del cómputo, pero de ahí en adelante el PS no registra vacilaciones en el respaldo a su candidato. Es un mito dentro del mito sostener que los comunistas apoyaron desde siempre a Allende, ellos tenían su candidato: Pablo Neruda.

Cuatro eran los ejes estratégicos del proyecto de la Unidad Popular: 1).- Que era posible y necesario iniciar la construcción del socialismo en Chile, 2).- Que ese proceso era posible llevarlo a cabo en los marcos que una legalidad democratizada por decenios de lucha social, la cual sería garantizada en lo esencial por las fuerzas armadas, 3).-Que era necesario crear una nueva legalidad a través y con los procedimientos legales existentes, que dieran especio a las nuevas realidades sociales. 4).- Que la modernización de Chile implicaba necesariamente la nacionalización del cobre y la reforma agraria. Esos cuatro ejes estratégicos fueron compartidos por el presidente Allende y el PS, en la teoría y en la práctica.

Los norteamericanos operaron en gran escala durante la elección presidencial de 1964 por impedir el triunfo electoral de Allende, repitieron su ilegal intervención el 70, y se asesinó al general Schneider, todo ello mucho antes que Carlos Altamirano y su dirección asumieran la conducción del PS el 71. Simultáneamente decenas de oficiales chilenos eran instruidos en la Escuela de Las Américas de Panamá en brutales técnicas represivas que terminaron sufriendo miles de chilenos y cuyos resultados últimos afectaron a sus propios autores, según dan cuenta hoy miles de procesos judiciales.

El presidente del 70 al 73, y como siempre, asistió a todos los actos y eventos del PS como de su juventud, lo cual da cuenta de una relación fluida aunque no exenta de contradicciones como en todo proceso revolucionario. Allende explicitó su relación con el PS señalando: “Todo los que soy se lo debo a mi partido, a la Unidad Popular y a los trabajadores. Allende no era un advenedizo en el PS, era uno de sus fundadores, y participaba en sus debates consiguiendo revertir situaciones políticas adversas como en el pleno de Coya.

La imagen de una dirección socialista enloquecida que sin cálculo de riesgo alguno propone el enfrentamiento armado contra las Fuerzas Armadas, revisado los hechos con rigor histórico se nos muestra como una simple imagen producto de la guerra sicológica desatada por los adversarios de la izquierda chilena.

La dirección que encabezaron Carlos Altamirano y Adonis Sepúlveda consiguió éxitos notables como por ejemplo, obtener un recaudo electoral del 22% nacional, una red de locales partidarios en todo el país, instaló 14 radios y 6 periódicos o revistas de difusión pública, construyó una plantilla militante y formada doctrinariamente de no menos de 80 mil personas y la mayor bancada parlamentaria de su historia, llegó incluso, y en aquellos años, a incorporar la computación en el trabajo orgánico interno y, por sobre, todo logró poner, junto a otras fuerzas de izquierda, democráticamente en cuestionamiento la existencia misma del capitalismo en Chile. Es sin lugar a dudas el momento más alto del desarrollo orgánico y político del PS.

Un grupo de irresponsables chapoteando en el delirio ideológico no habría alcanzado en menos de tres años estos enormes avances políticos y orgánicos. Esto explica, y muy bien, el que Allende no tomara decisiones sin considerar al PS, no se trataba de un gobernante pusilánime amarrado a las pretinas partidarias, sino el reconocimiento de un actor de primer orden de la política nacional.

Se ha sostenido que el Presidente Allende planteaba una transición pacífica e institucional hacia el socialismo y el PS la confrontación armada. Esto es una caricatura muy fácil de develar. El presidente Allende no descartaba la posibilidad de un enfrentamiento armado y así en el discurso del 21 de Mayo de 1971, él concibe la posibilidad del enfrentamiento pero, cree que puede evitarse y deposita su confianza en las fuerzas armadas.

El PS, por su parte, cree que el enfrentamiento era inevitable, pero, trágicamente, también cree que todo o parte de las Fuerzas Armadas defenderán la democracia y que éstas pueden/deben ser apoyadas por contingentes de trabajadores. Ninguna de las dos tácticas propone la creación de un ejército popular que ataque a las fuerzas armadas institucionales.

Es por eso que todo el trabajo del frente interno del PS se concibió como creación de una escolta presidencial que luego se extendió en la misma dirección hacia algunos dirigentes. El PS nunca emprendió el trabajo de crear milicias populares, a pesar de que el estado de ánimo de la clase obrera y su militancia lo permitían, cuando no lo exigían.

El PS nunca intentó crear un poder alternativo a la legalidad existente. Es por ello que cuando el Regional Concepción, junto al MIR y el MAPU de esa ciudad forman una Asamblea Popular, alternativa a la institucionalidad republicana, esa experiencia es inmediatamente desautorizada.

Las divergencias entre Allende y el PS se dieron en el plano de la táctica. Su mayor tensión se manifestó en relación al regional Santiago Centro que sacaba a quioscos el diario “La Aurora de Chile” y que en el plano nacional de la veintena de dirigentes del Comité Central sólo tenían recepción en tres o cuatro de sus integrantes.

Las mayores diferencias se dieron, reitero, en el plano táctico, primero en relación a la incorporación de militares al gabinete y luego del intento golpista del 29 de Junio. El presidente es partidario de descomprimir e iniciar un repliegue ordenado que impida la ofensiva golpista, esa es la táctica que se utiliza; marcha sin discursos el 4 de Septiembre, tolerar los vejámenes militares en los allanamientos a industrias y los apremios a los marinos arrestados, y proponer un plebiscito.

El PS creía que el golpe era inevitable, y que sólo cabía enfrentarlo, una contraofensiva táctica en el marco de una situación defensiva estratégica, a pesar de la desproporción de fuerzas así se plantea en el pleno de Madeco y en el Estadio Chile. El repliegue de la UP y el llamado a plebiscito sólo adelantó el golpe. Creer la tesis absurda de que el discurso del 9 de Septiembre del senador Altamirano en el Estadio Chile desata el golpe es olvidar no menos de diez años de sistemática intervención norteamericana en Chile, es no considerar los cientos de atentados terroristas de la ultraderecha, el boicot sistemático a nuestra economía, el acaparamiento para crear el desabastecimiento, el embargo de nuestra producción de cobre en el exterior, los acuerdos sediciosos de la Cámara de Diputados, la instalación sistemática de dictaduras en toda América Latina.

El PS y su militancia demostró en la hora definitiva su lealtad al presidente Allende. Todos quienes combatieron en La Moneda y sus alrededores, así como en los cordones industriales el 11 de Septiembre de 1973 son/eran militantes socialistas. Altamirano tenía razón cuando expresando la voluntad de millones de chilenos proponía la instalación democrática del socialismo en Chile, Carlos Ominami vuelve a tener razón cuando nos propone una economía que tome distancia de los dogmas neoliberales. El PS no existe para cuidarle la platita a los ricos.

ARGENPRESS.info

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