Política cultural igual a venta de garaje
10/07/2007
Opinión
PABLO ESPINOSA
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La política cultural de la nueva administración panista en el poder va desnudando con los días sus verdaderos intereses: vender, vender, vender a toda costa. La consolidación del negocio cupular entre el gabinete calderonista y un magnate suizo es la prueba más reciente de que la cultura es lo que menos le importa a Calderón, quien participó directamente en la campaña comercial que compromete al patrimonio cultural mexicano en manos de una trasnacional, una franquicia internacional cuyo único objetivo es la ganancia millonaria en este negocio redondo y que reduce a Chichén Itzá a un referente icónico para vender camisetas, promociones turísticas y demás chucherías que la actual administración gusta en llamar merchandise.
El supuesto “éxito” de esta campaña comercial disfrazada de acción cultural tuvo como eje una suerte de chantaje sentimental y nacionalismo mal entendido y del aprovecharse de la buena fe de las personas, mediante el poder abusivo de algunos medios de comunicación y de la ignorancia de muchos que le entraron a promover desde sus trincheras esta campaña, creyendo que estaban “informando” y de otros muchos que votaron inclusive pagando “orgullosamente” dos dólares por voto.
El ciudadano común esperó y festejó los resultados de este “logro” en la máxima indefensión que significa escuchar, ver y obedecer, como autómatas, lo que la televisión comercial les dicte. Pero no sólo los comerciantes: el gobierno mismo está involucrado en este engaño.
La actitud permisiva y ambigua de las autoridades culturales mexicanas deja una grieta grave en cuanto a la confiabilidad, el prestigio y la credibilidad de lo que será en lo sucesivo todo tipo de acciones “culturales”.
La política cultural de la nueva administración panista en el poder va desnudando con los días sus verdaderos intereses: vender, vender, vender a toda costa. La consolidación del negocio cupular entre el gabinete calderonista y un magnate suizo es la prueba más reciente de que la cultura es lo que menos le importa a Calderón, quien participó directamente en la campaña comercial que compromete al patrimonio cultural mexicano en manos de una trasnacional, una franquicia internacional cuyo único objetivo es la ganancia millonaria en este negocio redondo y que reduce a Chichén Itzá a un referente icónico para vender camisetas, promociones turísticas y demás chucherías que la actual administración gusta en llamar merchandise.
El supuesto “éxito” de esta campaña comercial disfrazada de acción cultural tuvo como eje una suerte de chantaje sentimental y nacionalismo mal entendido y del aprovecharse de la buena fe de las personas, mediante el poder abusivo de algunos medios de comunicación y de la ignorancia de muchos que le entraron a promover desde sus trincheras esta campaña, creyendo que estaban “informando” y de otros muchos que votaron inclusive pagando “orgullosamente” dos dólares por voto.
El ciudadano común esperó y festejó los resultados de este “logro” en la máxima indefensión que significa escuchar, ver y obedecer, como autómatas, lo que la televisión comercial les dicte. Pero no sólo los comerciantes: el gobierno mismo está involucrado en este engaño.
La actitud permisiva y ambigua de las autoridades culturales mexicanas deja una grieta grave en cuanto a la confiabilidad, el prestigio y la credibilidad de lo que será en lo sucesivo todo tipo de acciones “culturales”.
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La Jornada-México/Opinión
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