Debemos aprender del éxito económico de los chinos
Miguel Argüello Oviedo
El autor es especialista en Comercio Internacional.
¿Qué puede aprender Nicaragua del extraordinario éxito de China en los últimos 25 años? La respuesta es simple, aprender a hacer las cosas mejor. Nicaragua entre 1960 y 1978 tuvo un desempeño económico respetable. Crecimos y exportamos a lo que actualmente crecemos y exportamos. En general la región latinoamericana estaba a la zaga del este de Asia, pero lamentablemente sobrevino la década perdida de los ochenta; guerras, confrontaciones, corrupción, atropellos, dictaduras, desiertos económicos y sociales en los países. Nicaragua no fue la excepción y pareció unirse al clan latinoamericano de la búsqueda incesante de derribar el desarrollo social y económico y comprometerse en ideologías sin principio ni fin.
Por el contrario, el ascenso de China es casi milagroso: la economía en su conjunto aumentó a tasas que muchos economistas hubieran considerado inimaginables hace tres décadas. Suele pensarse que China era un gigante dormido que se despertó por una buena dosis de reforma económica de libre mercado. Sin duda, el rol de los mercados como guías, o más precisamente, el énfasis puesto en los incentivos privados desde 1978 no pueden subestimarse. Actualmente China capta alrededor de 60 mil millones de dólares anuales en inversión extranjera directa mientras América Latina alrededor de 40 mil millones de dólares. En Nicaragua se estiman ingresos netos de IED de 290 millones de dólares en 2006, lo que significa un aumento del 20 por ciento respecto del año anterior.
China ha desconocido muchas reglas convencionales: no privatizó, se abrió paulatinamente y controló severamente la inversión en el país. Sin embargo, lo ha hecho de manera responsable y con eficiencia. Si fuera tan sólo cuestión de liberalizar la economía, a Nicaragua le estaría yendo mucho mejor. No cabe duda que el gigante de un mil doscientos millones de personas cuenta con visión de desarrollo y renovación económica y que están procurando efectos a la población en términos generales. En la última década cerca de 250 millones de ciudadanos chinos han salido de la pobreza (en promedio anual tienen un PIB per cápita entre 18 mil y 36 mil dólares). Está usando a las inversiones extranjeras como columna para buscar la mejora de su pueblo y ha otorgado a los inversionistas la seguridad jurídica, la legislación necesaria, la mano de obra calificada en muchos casos y la previsibilidad adecuada para maximizar el potencial desarrollo de sus regiones.
En Nicaragua, alrededor del 60 por ciento de los ciudadanos viven en las zonas urbanas, nuestra tasa de crecimiento anual de la población es alrededor del 2.2 por ciento, alrededor del 38 por ciento pertenece a las edades comprendidas entre 0 y 14 años y el 59 por ciento de nicaragüenses tienen entre 15 y 64 años (información suministrada en la página web del Banco Mundial). Nuestro PIB per cápita es alrededor de 867 dólares y así es difícil obviar que somos el segundo PIB per cápita más bajo de América Latina. Es deprimente ver los índices de pobreza que actualmente tiene nuestro país, el 80 por ciento de la riqueza nacional se coloca fácilmente en el 20 por ciento de la población y tan sólo el 20 por ciento de la riqueza llega a quedar en manos del 80 por ciento de los nicaragüenses.
Una diferencia de China con Nicaragua es el enfoque explícitamente productivista de sus políticas económicas, entendido como la perspectiva de los diseñadores de política económica y líderes políticos de ocuparse en primer lugar de la salud de los productores reales: las empresas, industrias y sectores económicos, no de la salud política de sus pueblos. El mejoramiento de la estructura de producción y las capacidades tecnológicas locales no se deja a las fuerzas del mercado. Son objetivos públicos prioritarios.
En Nicaragua ha sido como una palabra proscrita el término “desarrollo de una política de visión industrial”, la visión de los gobiernos de turno en el último cuarto de siglo sólo ha generado el empobrecimiento de los nicaragüenses. La pobreza no ha sido sólo producto de políticas “neoliberales”, como expresan algunos, por el contrario ha sido consecuencia de una deficiente, mala y miope visión por parte de todos los actores de la sociedad de lo que realmente es importante, indispensable y necesario para Nicaragua; la educación, confianza, seguridad jurídica y el compromiso en el respeto de políticas públicas eficientes. Tengamos la certeza que aquello por lo cual un país lucha en su producción, determinará la salud económica y social a largo plazo.
El autor es especialista en Comercio Internacional.
¿Qué puede aprender Nicaragua del extraordinario éxito de China en los últimos 25 años? La respuesta es simple, aprender a hacer las cosas mejor. Nicaragua entre 1960 y 1978 tuvo un desempeño económico respetable. Crecimos y exportamos a lo que actualmente crecemos y exportamos. En general la región latinoamericana estaba a la zaga del este de Asia, pero lamentablemente sobrevino la década perdida de los ochenta; guerras, confrontaciones, corrupción, atropellos, dictaduras, desiertos económicos y sociales en los países. Nicaragua no fue la excepción y pareció unirse al clan latinoamericano de la búsqueda incesante de derribar el desarrollo social y económico y comprometerse en ideologías sin principio ni fin.
Por el contrario, el ascenso de China es casi milagroso: la economía en su conjunto aumentó a tasas que muchos economistas hubieran considerado inimaginables hace tres décadas. Suele pensarse que China era un gigante dormido que se despertó por una buena dosis de reforma económica de libre mercado. Sin duda, el rol de los mercados como guías, o más precisamente, el énfasis puesto en los incentivos privados desde 1978 no pueden subestimarse. Actualmente China capta alrededor de 60 mil millones de dólares anuales en inversión extranjera directa mientras América Latina alrededor de 40 mil millones de dólares. En Nicaragua se estiman ingresos netos de IED de 290 millones de dólares en 2006, lo que significa un aumento del 20 por ciento respecto del año anterior.
China ha desconocido muchas reglas convencionales: no privatizó, se abrió paulatinamente y controló severamente la inversión en el país. Sin embargo, lo ha hecho de manera responsable y con eficiencia. Si fuera tan sólo cuestión de liberalizar la economía, a Nicaragua le estaría yendo mucho mejor. No cabe duda que el gigante de un mil doscientos millones de personas cuenta con visión de desarrollo y renovación económica y que están procurando efectos a la población en términos generales. En la última década cerca de 250 millones de ciudadanos chinos han salido de la pobreza (en promedio anual tienen un PIB per cápita entre 18 mil y 36 mil dólares). Está usando a las inversiones extranjeras como columna para buscar la mejora de su pueblo y ha otorgado a los inversionistas la seguridad jurídica, la legislación necesaria, la mano de obra calificada en muchos casos y la previsibilidad adecuada para maximizar el potencial desarrollo de sus regiones.
En Nicaragua, alrededor del 60 por ciento de los ciudadanos viven en las zonas urbanas, nuestra tasa de crecimiento anual de la población es alrededor del 2.2 por ciento, alrededor del 38 por ciento pertenece a las edades comprendidas entre 0 y 14 años y el 59 por ciento de nicaragüenses tienen entre 15 y 64 años (información suministrada en la página web del Banco Mundial). Nuestro PIB per cápita es alrededor de 867 dólares y así es difícil obviar que somos el segundo PIB per cápita más bajo de América Latina. Es deprimente ver los índices de pobreza que actualmente tiene nuestro país, el 80 por ciento de la riqueza nacional se coloca fácilmente en el 20 por ciento de la población y tan sólo el 20 por ciento de la riqueza llega a quedar en manos del 80 por ciento de los nicaragüenses.
Una diferencia de China con Nicaragua es el enfoque explícitamente productivista de sus políticas económicas, entendido como la perspectiva de los diseñadores de política económica y líderes políticos de ocuparse en primer lugar de la salud de los productores reales: las empresas, industrias y sectores económicos, no de la salud política de sus pueblos. El mejoramiento de la estructura de producción y las capacidades tecnológicas locales no se deja a las fuerzas del mercado. Son objetivos públicos prioritarios.
En Nicaragua ha sido como una palabra proscrita el término “desarrollo de una política de visión industrial”, la visión de los gobiernos de turno en el último cuarto de siglo sólo ha generado el empobrecimiento de los nicaragüenses. La pobreza no ha sido sólo producto de políticas “neoliberales”, como expresan algunos, por el contrario ha sido consecuencia de una deficiente, mala y miope visión por parte de todos los actores de la sociedad de lo que realmente es importante, indispensable y necesario para Nicaragua; la educación, confianza, seguridad jurídica y el compromiso en el respeto de políticas públicas eficientes. Tengamos la certeza que aquello por lo cual un país lucha en su producción, determinará la salud económica y social a largo plazo.
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La Prensa-Nicaragua/22/08/2007
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