11/8/07

El largo camino a la confianza

Opinión
El largo camino a la confianza
EDITORIAL
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Cuatro años de gobierno constitucional estable, tras cinco presidentes en 11 días, no han bastado para recuperar la confianza plena que requiere un país en el concierto internacional, a pesar de la notoria recuperación de su economía, emergente de una crisis sin precedentes. Una realidad macroeconómica sostenida en consecuencia por un régimen de emergencia que no logra proyectarse al largo plazo por carencia del marco político adecuado para asegurar continuidad en el tiempo; es decir, su destino histórico. Desde la Segunda Guerra Mundial fueron cíclicos los problemas argentinos de balanza de pagos en una región tan sólo superada por Africa, pero en nuestro caso el dato más incomprensible para la comunidad internacional ha sido que semejante realidad provenga de una sociedad con tan elevadas referencias culturales que la distinguen frecuentemente fuera de sus fronteras.Plagiando al ex presidente norteamericano Bill Clinton podría afirmarse: “es la política, estúpidos”. Gobiernos que habitualmente claudicaron ante la coyuntura, sin otra visión que perdurar en el poder, hijos de una clase política que fulmina al pasado sentándose en él sin siquiera cambiar sus obvias señales de identidad. El resultado fue una crisis histórica cuya dimensión no tiene antecedentes desde el nacimiento de la República, por carecer de esa virtud esencial que constituye la autocrítica para reiniciar la marcha hacia el futuro. El actual proceso electoral es la vidriera de una realidad donde el agravio y la confrontación promueven la incertidumbre y desalientan la seguridad jurídica en las inversiones de capital para consolidar el crecimiento socioeconómico. Los recientes temblores de los mercados por la crisis inmobiliaria en los Estados Unidos repercutieron localmente de tal forma que demostraron cuán frágil es nuestra recuperación económica, favorecida por un período favorable para las exportaciones agrarias. Exportaciones con cuyas fuentes el gobierno mantiene una contradictoria política de fricciones. La reciente visita de la vicejefe del gobierno español ha sido otro testimonio de las preocupaciones con que el segundo tradicional inversor en nuestro país trata de superar la congelación de tarifas que condiciona la corriente de inversiones hispanas. Tarifas y servicios que, por lo demás, el Estado subsidia a costa de recursos presupuestarios reasignados a voluntad del Poder Ejecutivo; es decir, aplicando una política económica de emergencia, cuyos controles están afectados por la fragilidad institucional. Muestra contundente de ello ha sido que los fondos provenientes del traslado de jubilaciones privadas al régimen estatal hayan sido contabilizados como ingresos corrientes del Tesoro. Tanto el presidente Kirchner como la primera dama y candidata a sucederlo reconocen como lema de campaña que el país necesita de mayor calidad institucional, pero a la vez sostienen que ha llegado el momento de invertir en su futuro. La simultaneidad de esos conceptos trata de disimular el principio de certeza con que los mercados actúan y que la manipulación estadística, paradójicamente, consolida. Es difícil aceptar que el poder político no advierta cuán incompatibles son la fragilidad institucional y la confianza, por lo que más que un mensaje para el auditorio internacional, esa posición discursiva apunta a la gran tribuna electoral. El extenso y lento camino para recuperar la confianza es bastante más complejo de lo que dibujan el discurso electoral oficial y la diversidad opositora, y su punto de partida debe ser una auténtica concertación de políticas de Estado sobre requerimientos de largo plazo.
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La Gaceta Tucumán-Argentina/11/08/2007

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