Oportunidad única
Oscar Espinosa Chepe
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LA HABANA - Cuba / El General Raúl Castro se refirió por primera vez al proceso de debate iniciado hace semanas sobre las cuestiones abordadas por él en su discurso del 26 de julio pasado, al responder preguntas de la prensa cuando despedía al presidente José Eduardo Dos Santos, el 23 de septiembre, y puntualizó como objetivo que "el pueblo lo discuta con valentía y sinceridad".
Al respecto subrayó que "existe un dispositivo para recoger las intervenciones de cada una de las asambleas, especialmente en la base. Es importante la opinión de todos y cada uno de los ciudadanos, y ese cúmulo de criterios nos va a ayudar mucho".
El discurso del General Raúl Castro el 26 de julio fue muy crítico acerca de la situación del país. Reconoció que los salarios son insuficientes, y a su vez indicó que el principio socialista de distribución sobre la base del aporte personal a la sociedad no funciona. Además de fuertes críticas al estado de la agricultura, señaló la posibilidad de cambios estructurales y de conceptos, lo cual convirtió su intervención en una de las más importantes efectuadas en Cuba en los últimos años.
La situación económica, política y social es sumamente seria, después de tantos años de crisis, agravada ahora por la salida de Fidel Castro, quien fuera durante muchos años el símbolo del proceso iniciado en 1959. Por eso, puede afirmarse que este debate es una oportunidad única para encontrar soluciones a la crisis e iniciar la reconstrucción de la nación. Un elemento imprescindible para lograrlo es la participación activa y sin exclusiones de todos los ciudadanos, incluidos los disidentes, quienes desde hace mucho tiempo han venido planteado los problemas citados por Raúl Castro, a causa de lo cual muchos de ellos cumplen largas penas en prisión a pesar de sus posiciones pacíficas y constructivas.
Resulta comprensible que muchos ciudadanos sean escépticos ante estos debates. En el pasado fueron realizados procesos similares, sin que condujeran a soluciones. Sin embargo, el nivel alcanzado por la crisis y otras circunstancias internas, hacen de esta ocasión una oportunidad que podría propiciar la búsqueda de consensos iniciadores de un real camino hacia la reconciliación y el inicio de necesarias transformaciones estructurales.
Las informaciones existentes sobre esas reuniones muestran que han sido expresados criterios dirigidos a exponer las verdadera raíz del problema: un sistema paralizador de la creatividad de los cubanos; brindándose propuestas de posibles soluciones. Sería justo que esas opiniones fueran dadas a conocer a la población, lo cual enriquecería el debate y contribuiría a buscar mejores opciones.
Cuba cuenta con un considerable potencial para remontar la crisis. En particular, una población relativamente bien preparada, que con incentivos ha demostrado ser laboriosa y creativa. Por supuesto, los cambios serían graduales, dada la magnitud de los asuntos a resolver y el calamitoso estado de la economía y la sociedad en su conjunto. Imaginarse que de un día para otro nos despertaremos en una sociedad semejante a la de los países más progresistas y desarrollados del mundo, es utópico.
La política es el arte de lo posible, y a eso tenemos que atenernos. Sería positivo iniciar un proceso de medidas graduales y por etapas. Se debería priorizar la producción de alimentos mediante la distribución de más de un millón de hectáreas de tierras ociosas a las personas que deseen cultivarlas con libertad, así como crear las condiciones para que las cooperativas trabajen como tales, sin el pesado fardo de la intervención burocrática estatal y, si sus participantes lo prefirieran, se distribuiría la tierra para que sus integrantes la cultivaran individualmente.
Esto no significa que paralelamente pudieran continuar existiendo ciertas extensiones de tierra de propiedad pública que trabajen en un marco legal que brinde posibilidades de decisión a los directores y los trabajadores. En esta etapa también se requeriría otorgar libertad a los ciudadanos que deseen ser cuentapropistas o crear pequeñas y medianas empresas, a lo que podría contribuir el estado con una favorable política crediticia e incentivos para que un por ciento del dinero proveniente de las remesas llegadas de familiares en el extranjero sea dedicado a esos fines, entre otras medidas dirigidas a promover las PYMES, fuentes indiscutibles de riqueza, puestos de trabajo, movilidad y poder de adaptación del conjunto de la economía al mercado.
En cuanto a las actuales empresas estatales, la mejor opción sería la aplicación del Sistema de Perfeccionamiento Empresarial, pero sin las actuales ataduras debido a la recentralización de la economía a partir de 2003, ni la carga burocrática de los ministerios que impide a los directores y colectivos obreros tomar las mejores decisiones para incrementar la eficiencia y productividad.
Asimismo, deberá terminarse la actual política de cuadros, que privilegia el clientelismo político por encima de la capacidad y el talento de los dirigentes. La designación a los puestos claves de las empresas descansará en la búsqueda de personas con la calificación, idoneidad ética y la experiencia requeridas, incluso con convocatorias a concurso. Indudablemente, resulta un asunto complicado para el cual podrían existir otras variantes, pero siempre dirigidas a la promoción de los mejores, sin que determine las creencias políticas, religiosas o absurdas discriminaciones de otro tipo.
Estas medidas realizadas en una primera etapa, complementadas con otras iniciativas, como podría ser el incremento de la inversión extranjera, sobre las bases expuestas por el General Raúl Castro en su discurso de julio, serían una excelente plataforma para transformaciones económicas y sociales ulteriores, y un aterrizaje suave en la democracia.
En adición, este proceso crearía las bases para remover obstáculos que hoy lesionan la economía y la sociedad cubanas, tales como la doble circulación monetaria; la diversidad de precios para un mismo producto; la existencia de la contabilidad inconfiable; un racionamiento absurdo que financia a personas no necesitadas, mientras es insuficiente para las familias necesitadas; entre otros fenómenos obstructores del avance nacional. Avances que permitirían no sólo la permanencia de los progresos alcanzados en materia de educación, salud pública y seguridad social, logrados por generaciones de cubanos y hoy seriamente dañados por la crisis, los cuales deberán ser consolidados y perfeccionados para el disfrute de todos los ciudadanos.
Sin esperar milagros, este debate podría aportar soluciones, constituiría un primer paso en el camino hacia una sociedad democrática y con justicia social, donde los cubanos de adentro y de afuera podamos construir la Cuba soñada que las nuevas generaciones tienen derecho a recibir. Esta oportunidad no puede perderse. Una nueva frustración sería terrible, con consecuencias extremadamente riesgosas para el país. (www.cubanet.org)
LA HABANA - Cuba / El General Raúl Castro se refirió por primera vez al proceso de debate iniciado hace semanas sobre las cuestiones abordadas por él en su discurso del 26 de julio pasado, al responder preguntas de la prensa cuando despedía al presidente José Eduardo Dos Santos, el 23 de septiembre, y puntualizó como objetivo que "el pueblo lo discuta con valentía y sinceridad".
Al respecto subrayó que "existe un dispositivo para recoger las intervenciones de cada una de las asambleas, especialmente en la base. Es importante la opinión de todos y cada uno de los ciudadanos, y ese cúmulo de criterios nos va a ayudar mucho".
El discurso del General Raúl Castro el 26 de julio fue muy crítico acerca de la situación del país. Reconoció que los salarios son insuficientes, y a su vez indicó que el principio socialista de distribución sobre la base del aporte personal a la sociedad no funciona. Además de fuertes críticas al estado de la agricultura, señaló la posibilidad de cambios estructurales y de conceptos, lo cual convirtió su intervención en una de las más importantes efectuadas en Cuba en los últimos años.
La situación económica, política y social es sumamente seria, después de tantos años de crisis, agravada ahora por la salida de Fidel Castro, quien fuera durante muchos años el símbolo del proceso iniciado en 1959. Por eso, puede afirmarse que este debate es una oportunidad única para encontrar soluciones a la crisis e iniciar la reconstrucción de la nación. Un elemento imprescindible para lograrlo es la participación activa y sin exclusiones de todos los ciudadanos, incluidos los disidentes, quienes desde hace mucho tiempo han venido planteado los problemas citados por Raúl Castro, a causa de lo cual muchos de ellos cumplen largas penas en prisión a pesar de sus posiciones pacíficas y constructivas.
Resulta comprensible que muchos ciudadanos sean escépticos ante estos debates. En el pasado fueron realizados procesos similares, sin que condujeran a soluciones. Sin embargo, el nivel alcanzado por la crisis y otras circunstancias internas, hacen de esta ocasión una oportunidad que podría propiciar la búsqueda de consensos iniciadores de un real camino hacia la reconciliación y el inicio de necesarias transformaciones estructurales.
Las informaciones existentes sobre esas reuniones muestran que han sido expresados criterios dirigidos a exponer las verdadera raíz del problema: un sistema paralizador de la creatividad de los cubanos; brindándose propuestas de posibles soluciones. Sería justo que esas opiniones fueran dadas a conocer a la población, lo cual enriquecería el debate y contribuiría a buscar mejores opciones.
Cuba cuenta con un considerable potencial para remontar la crisis. En particular, una población relativamente bien preparada, que con incentivos ha demostrado ser laboriosa y creativa. Por supuesto, los cambios serían graduales, dada la magnitud de los asuntos a resolver y el calamitoso estado de la economía y la sociedad en su conjunto. Imaginarse que de un día para otro nos despertaremos en una sociedad semejante a la de los países más progresistas y desarrollados del mundo, es utópico.
La política es el arte de lo posible, y a eso tenemos que atenernos. Sería positivo iniciar un proceso de medidas graduales y por etapas. Se debería priorizar la producción de alimentos mediante la distribución de más de un millón de hectáreas de tierras ociosas a las personas que deseen cultivarlas con libertad, así como crear las condiciones para que las cooperativas trabajen como tales, sin el pesado fardo de la intervención burocrática estatal y, si sus participantes lo prefirieran, se distribuiría la tierra para que sus integrantes la cultivaran individualmente.
Esto no significa que paralelamente pudieran continuar existiendo ciertas extensiones de tierra de propiedad pública que trabajen en un marco legal que brinde posibilidades de decisión a los directores y los trabajadores. En esta etapa también se requeriría otorgar libertad a los ciudadanos que deseen ser cuentapropistas o crear pequeñas y medianas empresas, a lo que podría contribuir el estado con una favorable política crediticia e incentivos para que un por ciento del dinero proveniente de las remesas llegadas de familiares en el extranjero sea dedicado a esos fines, entre otras medidas dirigidas a promover las PYMES, fuentes indiscutibles de riqueza, puestos de trabajo, movilidad y poder de adaptación del conjunto de la economía al mercado.
En cuanto a las actuales empresas estatales, la mejor opción sería la aplicación del Sistema de Perfeccionamiento Empresarial, pero sin las actuales ataduras debido a la recentralización de la economía a partir de 2003, ni la carga burocrática de los ministerios que impide a los directores y colectivos obreros tomar las mejores decisiones para incrementar la eficiencia y productividad.
Asimismo, deberá terminarse la actual política de cuadros, que privilegia el clientelismo político por encima de la capacidad y el talento de los dirigentes. La designación a los puestos claves de las empresas descansará en la búsqueda de personas con la calificación, idoneidad ética y la experiencia requeridas, incluso con convocatorias a concurso. Indudablemente, resulta un asunto complicado para el cual podrían existir otras variantes, pero siempre dirigidas a la promoción de los mejores, sin que determine las creencias políticas, religiosas o absurdas discriminaciones de otro tipo.
Estas medidas realizadas en una primera etapa, complementadas con otras iniciativas, como podría ser el incremento de la inversión extranjera, sobre las bases expuestas por el General Raúl Castro en su discurso de julio, serían una excelente plataforma para transformaciones económicas y sociales ulteriores, y un aterrizaje suave en la democracia.
En adición, este proceso crearía las bases para remover obstáculos que hoy lesionan la economía y la sociedad cubanas, tales como la doble circulación monetaria; la diversidad de precios para un mismo producto; la existencia de la contabilidad inconfiable; un racionamiento absurdo que financia a personas no necesitadas, mientras es insuficiente para las familias necesitadas; entre otros fenómenos obstructores del avance nacional. Avances que permitirían no sólo la permanencia de los progresos alcanzados en materia de educación, salud pública y seguridad social, logrados por generaciones de cubanos y hoy seriamente dañados por la crisis, los cuales deberán ser consolidados y perfeccionados para el disfrute de todos los ciudadanos.
Sin esperar milagros, este debate podría aportar soluciones, constituiría un primer paso en el camino hacia una sociedad democrática y con justicia social, donde los cubanos de adentro y de afuera podamos construir la Cuba soñada que las nuevas generaciones tienen derecho a recibir. Esta oportunidad no puede perderse. Una nueva frustración sería terrible, con consecuencias extremadamente riesgosas para el país. (www.cubanet.org)
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Cubanet - Cuba/07/10/2007
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