18/9/08

ESCARBANDO...LQ somos.

Apuntes sobre la crisis económica
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El sábado por la mañana participaré en un debate sobre la situación económica organizado a la Cámara de comercio. Este es el guión de mi intervención:
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La crisis actual es más que una crisis bancaria. Tiene un alcance internacional. Confluyen una pluralidad de aspectos: económicos, financieros, industriales, alimentarios y energéticos. Ha estallado a partir de la ruptura de la burbuja inmobiliaria y ha provocado una reacción en cadena que mina los fundamentos del modelo de crecimiento económico que a nivel global -y de una manera muy especial en los EE.UU. se había impuesto durante los últimos años.
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Se trataba de un modelo –que tiene muchos puntos de contacto con el que ha prosperado en nuestro país- y que se ha fundamentado en un doble mecanismo: El primer mecanismo ha sido la disminución de la fracción salarial. A casi todo el mundo, la proporción de riqueza producida que se destina a remunerar los asalariados está disminuyendo, y los países emergentes no son una excepción a esta tendencia. El aumento de la ganancia empresarial, por el contrario, se incrementa, pero una parte se desvía hacia el ámbito financiero. En otras palabras, el drenaje de los salarios no se ha utilizado íntegramente para invertir más en la economía productiva. El segundo mecanismo ha sido el endeudamiento, que ha permitido estirar del consumo.
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Este doble mecanismo ahora no puede operar debido a la ruina de millones de hogares, del endeudamiento generalizado que se ha hecho insostenible, de la situación de subconsumo dónde todavía resta una mayoría de la población mundial, del incremento del paro, y de la disminución del valor del patrimonio de activos de aquellos que han podido acceder a una vivienda en propiedad.
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Esto limita la capacidad de compra de la población. La máquina disminuye la marcha puesto que una parte de las mercancías producidas, o posibles de producir, teniendo en cuenta la capacidad productiva instalada, tienen dificultades para ser vendidas. Las entidades financieras endurecen las condiciones de préstamo retardando la inversión y el consumo. Pero los capitales siguen buscando el beneficio fácil y tan alto como sea posible. Se invierte en aquellos bienes que hay garantías de que se podrán vender: durante unos años fue la vivienda. Ahora la atención se desplaza hacia otras necesidades esenciales como la energía (el petróleo y la electricidad) y los productos alimentarios. Esta especulación se auto alimenta, permite acumular más y más beneficios y nos precipita hacia nuevas burbujas especulativas.
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Cuanto más suben los precios, más suben los beneficios, y hacia estos productos es dónde las expectativas de beneficio se dirigirán de nuevo, las inversiones de los capitales especulativos, y así los precios todavía subirán más. En esto consiste la burbuja especulativa.
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Un montón de capitales en Bolsa han abandonado la burbuja inmobiliaria para precipitarse sobre las primeras materias. Hoy la especulación alimentaria mata de hambre a millones de personas en el tercer mundo y reduce el poder adquisitivo en todo el planeta. La burbuja especulativa petrolera incrementa el precio de la inmensa mayoría de las mercancías y hace cada vez más costoso el pago de la factura energética para la mayoría de las familias. Pero como las burbujas especulativas precedentes, corre el peligro de estallar. Y entonces la crisis financiera contaminará a la economía productiva, un golpe más.
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La crisis no sólo somete a la población asalariada a una inflación de la cual los asalariados únicamente son las víctimas, sino que también los coloca en la amenaza de las reestructuraciones y despidos.
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En un primer momento, el Gobierno español va subestimar la gravedad de esta crisis. No dio demasiada importancia a las consecuencias que podía generar en la economía internacional. Un año después, ya admito que el que antes consideraban “un ajetreo bancario”, nos afecta de pleno. El crecimiento económico afloja, como también lo hace la creación limpia de ocupación. Por el contrario, el consumo privado se deteriora.
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Teniendo un alcance internacional, la crisis actual no repercute a todos los lugares del mismo modo. Así, en numerosos países del Tercero Mundo, el alza del precio de los alimentos ha significado un aumento importante del número de víctimas de la desnutrición. Esta ha sido la factura por las políticas agrícolas neoliberales que dan prioridad a las exportaciones promovidas por los grandes grupos multinacionales y destruyen la agricultura tradicional.
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En Europa, la situación no es tan dramática; pero la política monetaria restrictiva del Banco central puede acabar deteriorando una vez más el poder adquisitivo de las clases trabajadoras.
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Aquí en el Estado español, además, nos encontramos en un cruce delicado. Durante más de una década hemos asistido a un crecimiento económico espectacular que ha permitido crear un volumen impresionante de nuevas ocupaciones. Pero este crecimiento, se ha sustentado sobre unos pilares - la construcción de viviendas, los servicios de bajo valor añadido y el consumo privado interno- que están siendo muy sacudidos por la crisis actual.
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Es evidente, que la gravedad de la situación exige adoptar medidas de choque y recuperar muchas de las políticas keynesianas que han sido abandonadas durante los últimos tiempos.
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Tomemos como ejemplo el inevitable retroceso de la construcción de viviendas privadas. Podemos contrarrestar sus efectos perversos con la construcción de viviendas de protección oficial de una banda, con la rehabilitación de edificios públicos y privados de la otra y también con la obra pública.
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Ahora bien, sin olvidarnos de las medidas de choque, también debemos empezar a pensar en el medio y en el largo plazo. La transición hacia un modelo de crecimiento menos caótico requeriría una distribución más igualitaria de las rentas, reordenar el comercio internacional (y también, sea dicho de paso, las emisiones de CO2) y responder mucho mejor a las necesidades sociales.
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Por lo tanto, se debe dejar claro que ya ha llegado la hora de decir basta a la especulación, a la servidumbre de la sociedad a las finanzas, a la mercantilización del mundo, a la privatización de los beneficios y a la socialización de las pérdidas.
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La desregulación financiera hace imposible controlar los flujos financieros, que viajan por el mundo en busca de beneficios cada vez más exagerados. Nos enfrentamos a un capitalismo desbocado que se escabulle del control y que hace falta regular. Hemos de atacar en el origen, la válvula que alimenta la especulación.
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Pero resulta que a la Unión Europea, cualquier transformación en esta dirección se enfrenta a la increíble protección del tratado de Lisboa, que ha concedido una libertad ilimitada al capital financiero.
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Por esta razón se necesario abolir el artículo 56 del Tratado de Lisboa que prohíbe toda restricción a los movimientos de los capitales. Este es un paso político necesario para dejar claro que se tiene voluntad de poner soluciones y para recuperar el control.
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De golpe se deberían llevar a término las medidas siguientes:
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*control estricto del movimiento de los capitales, por poder poner fin a la apertura generalizada de los mercados de capitales y de mercancías;
*situar el sistema bancario bajo control público, principalmente el Banco Central europeo y someter a controles ordinarios al resto del sistema bancario.
*supresión de los stocks-opcions y de los procedimientos similares;
*supresión de los paraísos fiscales;
*impuesto progresivo sobre el capital y sus beneficios, por tal de reducir las desigualdades; *distribuir las ganancias de productividad en las empresas entre los salarios, la protección social y las inversiones, por tal de poner un techo al acaparamiento de los dividendos;
*evitar la penetración del capital privado en los servicios públicos y en el sistema de protección social.
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Cómo hemos dicho al comienzo, el otro elemento generador de la crisis económica actual, es la creciente tasa de explotación de los trabajadores en todo el mundo. He aquí pues, una más de las potentes razones que nos llevan a luchar por la mundialización de los derechos laborales.
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Este no será un camino de rosas. Lo sabemos. Las políticas neoliberales todavía son mayoritarias y llevan a la conclusión de que los éxitos económicos son directamente proporcionales a la regresión social. Los proyectos que apuntan a regular, reordenar o humanizar el sistema económico y financiero son catalogados como utópicos. Pero no hemos de asustarnos por las grandes palabras y por las descalificaciones de cariz neoliberal. Una verdadera salida a la crisis exige subordinar las decisiones guiadas ahora por la rentabilidad y el beneficio privado, a las decisiones sociales coordinadas con el fin de lograr el bienestar de la población. Y esto último es precisamente lo que caracteriza a un verdadero proyecto ecosocialista.
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LQSomos. Antoni Puig Solé. Septiembre de 2008
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LQSomos/18/09/2008

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