PUERTO RICO: La torpeza se vistió de azul
Manuel de J. González
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Si Luis Fortuño, suponiendo que ganara las elecciones, se desempeña como gobernador de la misma manera como actuó ante el “problema de De Castro Font”, al País le esperan tiempos malos. El mismo augurio se impone si los personajes del PNP que dominaron el escenario durante esa confrontación –Thomas Rivera Schatz y Edwin Mundo– asumen roles de importancia en el nuevo gobierno de los anexionistas. Análisis de NoticiasEl desempeño del PNP en el asunto De Castro se define con una sola palabra: torpeza. Fueron torpes al desatar el conflicto, en su conducción y en el desespero por terminarlo. Lo que proyectaron fue un liderato débil y confundido que terminó enredándose en su propia telaraña.El enredo lo comenzó el propio candidato Fortuño cuando, tras confirmarse que el senador Jorge de Castro Font era objeto de una investigación criminal por parte del FBI, corrió a solicitarle la renuncia como portavoz en el Senado y como candidato a ese cuerpo en las próximas elecciones. El anuncio lo hizo a la carrera creyéndose que así ganaba políticamente. Meses antes le había exigido lo mismo al gobernador Aníbal Acevedo Vilá cuando éste fue imputado de delito por el mismo FBI. Al salir disparado con su pedido pasó por alto que De Castro aún no ha sido acusado de nada. Tampoco tomó en cuenta la posible reacción del senador.En la física hay una ley elemental que también se aplica a la política: toda acción tiene su reacción. Por eso a la hora de actuar hay que medir antes lo que vendrá desde el otro lado. Obviamente, Fortuño no hizo ese elemental ejercicio de evaluación. Pensó que ponía una pica en Flandes cuando lanzó el reclamo sin percatarse de que se lo estaba haciendo a alguien muy difícil de controlar que, en su caída, arrastrará con él a unos cuantos más. Pudo haber esperado a que se presentaran acusaciones criminales o pudo haberse limitado a solicitarle su renuncia a la portavocía del Senado, pero quiso ir más allá y terminó trasquilado.Luego vino el segundo acto de torpeza: dejar que otros actuaran por él y que sus enemigos internos en el partido determinaran el curso que se debía seguir. El paso más importante en esta etapa fue la “querella” presentada por Rivera Schatz que increíblemente fue acogida por el liderato del PNP, siguiendo un curso accidentado y que terminó descarrilándose en el Tribunal Superior de San Juan.La “base” para la querella de Rivera Schatz es que De Castro había “ofendido a Fortuño”. Leyeron bien. El mismo personaje que el pasado año ofendió a todo el mundo, incluyendo de manera destacada al actual Presidente del PNP, le imputó lo mismo a De Castro. La reputación del querellante debió ser razón suficiente para desestimar la querella, pero eso no ocurrió.Rivera Schatz pudo haber actuado por una de las siguientes dos razones: para proyectarse como gladiador en pro de la moral de cara a las elecciones o para fastidiar un poco más a Fortuño. Él sabía muy bien que con su querella jamás podría lograr sacar de la papeleta a un candidato que ganó una primaria y que, además, ni siquiera ha sido imputado de delito. Sólo en caso de una condena firme la ley contempla la descalificación y en este caso ni siquiera se ha producido una imputación.En lugar de impedir que ese proceso continuara, aún cuando era muy fácil predecir su desenlace, el Directorio del PNP acogió la querella y procesó internamente a De Castro. Luego titubearon en acudir ante el tribunal, pero como ya la guerra estaba anunciada hacia allá se dirigieron.Entonces fue que ocurrió lo mejor porque apareció en escena uno de los personajes más torpes del PNP, Edwin Mundo, el mismo que hace unos años parecía políticamente liquidado y ahora resucitó gracias a Fortuño. Este señor no sólo presentó el recurso judicial para intentar descalificar a De Castro, sino que complicó el panorama intentando recusar al juez a quien le tocó el caso. Si era inalcanzable el primer objetivo el segundo lo era más.El desenlace ya todos lo conocemos. Como predijo todo aquel que tenía dos dedos de frente y conoce un poquito de leyes, tanto el juez como De Castro se quedaron y Fortuño y el PNP terminaron haciendo un verdadero papelote.El PNP tuvo más de una oportunidad para terminar este asunto, pero optó por seguir enredándolo. Lo pudieron haber terminado luego de las primeras declaraciones de Fortuño. No lo hicieron y entonces vino la querella de Rivera Schatz. Luego de ésta pudieron terminar con el tema en la siguiente reunión del Directorio, pero optaron por hacerle el juego a Rivera Schatz y procesar a De Castro. Tras el “juicio” interno, tuvieron la tercera oportunidad para parar el curso zigzagueante y optaron por acudir al tribunal. Una vez allí decidieron complicarlo un poquito más con el pedido de inhibición al juez.Curiosamente, en esta última etapa Rivera Schatz no dio cara. Una vez le echó gasolina al fuego con su querella, se echó a un lado dejándole el rol protagónico a Edwin Mundo. Por algún lugar debe estar riéndose con satisfacción de los enredos de Fortuño.El resultado de todo eso fueron dos semanas de noticias negativas para el PNP, una campaña desarticulada y un De Castro en la calle comportándose como hiena herida. Esa fiera conoce muy bien todos los entuertos de la Legislatura y del PNP. Que se preparen.
mjgon@prtc.net
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Claridad - Panamá/18/09/2008
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