“No tuvieron problemas en aceptar el genocidio”
DANIEL CABEZAS, HIJO DE THELMA JARA, SOBRE EL JUICIO A PARA TI
Su madre, de 82 años, es la ex detenida desaparecida que inició un juicio contra los responsables de Editorial Atlántida durante la última dictadura. Los acusa de complicidad por el falso reportaje que fue publicado en Para Ti mientras estaba secuestrada en la ESMA.
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Por Gustavo Veiga
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Daniel es el hijo y la voz de Thelma Jara de Cabezas, una mujer que le puso el cuerpo a la represión de la dictadura militar y que ahora, a los 82 años, quiere ver juzgados a algunos de sus cómplices civiles: los integrantes del directorio de Editorial Atlántida y quienes eran jefes de redacción de la revista Para Ti en 1979. Tiene sus razones y las expuso en una denuncia judicial ya adelantada por PáginaI12: “La acción psicológica de los represores incluía la realización de reportajes periodísticos falsos”, como uno que le hicieron a ella cuando estaba detenida-desaparecida en la ESMA para que cuestionara a sus propios familiares y a los organismos de derechos humanos.
Aquella entrevista apócrifa, con todo, derrumbó una incertidumbre: le permitió constatar a Daniel que su madre estaba viva mientras se encontraba exiliado en México. Su testimonio refleja cómo el régimen de Jorge Rafael Videla pretendía contrarrestar la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA (CIDH) adulterando la historia y valiéndose de Thelma, quien ya tenía un hijo desaparecido –Gustavo– desde el 10 de mayo de 1976.
–¿Cómo se gestó el reportaje que el represor Cavallo le exigió hacer a su madre?
–Ella me contó que después de las sesiones de tortura en las que participaba Cavallo, le hicieron una propuesta: “Vamos a hacer entrevistas periodísticas. Queremos saber si vas a acceder... si no, ya sabés”, le dijeron. En ese momento la disyuntiva era: o accedía o la mataban. Pero después se imaginó que yo me iba a enterar en México de que ella estaba viva.
–O sea, ¿pensó que la entrevista le permitiría dar una señal de vida?
–Sí. Nosotros supimos rápidamente que estaba desaparecida y empezamos una campaña internacional a los pocos días. Creo que el grupo operativo de la ESMA la detectó y esto generó una primera decisión de dejarla con vida. Y aprovecharon esa circunstancia para su campaña hacia la población que pretendía desacreditar a todos los organismos de derechos humanos. Tengamos en cuenta que en 1979 se hacia la visita de la CIDH.
–¿Su madre le atribuyó a Cavallo la idea del reportaje?
–Es él quien se lo propone. Con los sobrevivientes logramos reconstruir que, incluso, hasta Cavallo pudo haber escrito la nota.
–¿Qué otras precisiones le dio sobre cómo se desarrolló la entrevista?
–Todo lo que conversó con los periodistas no tuvo nada que ver con lo que salió en Para Ti. Mi madre comenzó a contar la situación de mi hermano, a hablar mucho sobre Gustavo. Entonces se produjo una tensión entre el fotógrafo y el periodista, como que uno le decía al otro: “No te das cuenta que la señora está hablando de la desaparición de su hijo”. Lo que nosotros no conocemos es qué sabrían ellos exactamente. Si el fotógrafo sabía que estaba retratando a una secuestrada o no. Eso no lo sabemos.
–Al periodista que entrevistó a su madre, ¿ella podría recordarlo por alguna seña particular?
–Exactamente no sé, nunca hablamos de la descripción física. Lamentablemente, ya no puede declarar Lázaro Gladstein, el Ruso, otro secuestrado que simulaba ser pariente de mi mamá cuando la sacaron para la entrevista en la confitería Selquet y que después falleció. Pero hace muy poco empezamos a conversar con sobrevivientes como Enrique Fukman y nuestro abogado Pablo Llonto estuvo con Miriam Lewin para saber cómo funcionaba la estructura de prensa de la ESMA en esa campaña. Suponemos que había una oficina que sería como un punto de encuentro de medios, periodistas o empresarios.
–En ese momento, cuando usted estaba en México, ¿se enteró de lo que publicó Para Ti?
–Así es. La revista Para Ti llegó a México. Además, a mi madre la llevaban los fines de semana a ver a mi familia. Y teníamos un contacto telefónico. Yo sabía que estaba en la ESMA. Y mi primo y su esposa también porque estaban desaparecidos ahí. Ella sospechaba que las comunicaciones telefónicas se grababan. Entonces hablaba medio en clave.
–¿Cree que puede prosperar una causa que involucra a presuntos cómplices civiles de la dictadura?
–Sí, porque considero que el compromiso de estos empresarios con la dictadura fue total. Ellos pusieron toda su capacidad, todo su conocimiento profesional al servicio de los militares y no tuvieron ningún problema en aceptar el genocidio y la represión. Sus revistas se instalaron en la sociedad, han formado una cultura. Las revistas Gente o Para Ti hasta el día de hoy siguen existiendo, aunque ya no les pertenezcan a ellos y sean de Televisa. Me parece que es fundamental que el grueso de la sociedad los identifique.
–La denuncia de Thelma, ¿a quiénes compromete más? ¿Al directorio de Atlántida de aquella época?, ¿A los jefes de redacción de Para Ti? ¿A los periodistas que hicieron la nota?
–Mire, no lo puedo contestar con exactitud hoy. Nosotros vamos a ir contra todos los que en esa época tenían una responsabilidad y tomaban decisiones. Un jefe de redacción, los responsables del directorio, ellos eran socios de los militares...
–¿Qué conclusión saca sobre el episodio que le tocó vivir a su madre, ese intento por enmascarar la realidad con una entrevista falsa, de cinco páginas, en una revista de modas a una detenida-desaparecida?
–La dictadura tenía un plan muy organizado que además contemplaba trabajar desde el exterior. Estaba el Centro Piloto en París, aunque lo fundamental lo hacía dentro de los medios de comunicación. Si uno revisa La Nación, las revistas de la época, había una connivencia con el régimen. Son muy pocos los casos en que un medio lograba sacar algo: el Buenos Aires Herald, por ejemplo. Por algo son tantos los periodistas desaparecidos durante la dictadura. Eso demuestra el control que ellos tenían. A mí me parece que fue efectivo y la campaña de ellos también: la gente terminó creyendo lo que decían.
–¿Usted inició una campaña internacional desde México por la liberación de su madre que fue respaldada por Julio Cortázar?
–Sí, él se sumó con un artículo que publicaron los diarios. En El País de España salió el 21 de agosto de 1979. Mi madre era la secretaria de organización de la Comisión de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas. Y había tomado una decisión difícil: aparecer en algún medio al margen de lo que ellos dijeran. Pero lamentablemente, los organismos de derechos humanos y mucha militancia se dividió con respecto a la actitud de ella. Muchos fueron críticos porque aceptó la entrevista, como si hubiera sido tan fácil decidirlo. Pero el tiempo demostró que resultó importante por todo lo que permitió conocer después. Todo lo que logramos a partir de que ella se expuso y lo que averiguamos hasta el día de hoy sobre la participación de los medios de comunicación junto a la dictadura.
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Por Gustavo Veiga
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Daniel es el hijo y la voz de Thelma Jara de Cabezas, una mujer que le puso el cuerpo a la represión de la dictadura militar y que ahora, a los 82 años, quiere ver juzgados a algunos de sus cómplices civiles: los integrantes del directorio de Editorial Atlántida y quienes eran jefes de redacción de la revista Para Ti en 1979. Tiene sus razones y las expuso en una denuncia judicial ya adelantada por PáginaI12: “La acción psicológica de los represores incluía la realización de reportajes periodísticos falsos”, como uno que le hicieron a ella cuando estaba detenida-desaparecida en la ESMA para que cuestionara a sus propios familiares y a los organismos de derechos humanos.
Aquella entrevista apócrifa, con todo, derrumbó una incertidumbre: le permitió constatar a Daniel que su madre estaba viva mientras se encontraba exiliado en México. Su testimonio refleja cómo el régimen de Jorge Rafael Videla pretendía contrarrestar la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA (CIDH) adulterando la historia y valiéndose de Thelma, quien ya tenía un hijo desaparecido –Gustavo– desde el 10 de mayo de 1976.
–¿Cómo se gestó el reportaje que el represor Cavallo le exigió hacer a su madre?
–Ella me contó que después de las sesiones de tortura en las que participaba Cavallo, le hicieron una propuesta: “Vamos a hacer entrevistas periodísticas. Queremos saber si vas a acceder... si no, ya sabés”, le dijeron. En ese momento la disyuntiva era: o accedía o la mataban. Pero después se imaginó que yo me iba a enterar en México de que ella estaba viva.
–O sea, ¿pensó que la entrevista le permitiría dar una señal de vida?
–Sí. Nosotros supimos rápidamente que estaba desaparecida y empezamos una campaña internacional a los pocos días. Creo que el grupo operativo de la ESMA la detectó y esto generó una primera decisión de dejarla con vida. Y aprovecharon esa circunstancia para su campaña hacia la población que pretendía desacreditar a todos los organismos de derechos humanos. Tengamos en cuenta que en 1979 se hacia la visita de la CIDH.
–¿Su madre le atribuyó a Cavallo la idea del reportaje?
–Es él quien se lo propone. Con los sobrevivientes logramos reconstruir que, incluso, hasta Cavallo pudo haber escrito la nota.
–¿Qué otras precisiones le dio sobre cómo se desarrolló la entrevista?
–Todo lo que conversó con los periodistas no tuvo nada que ver con lo que salió en Para Ti. Mi madre comenzó a contar la situación de mi hermano, a hablar mucho sobre Gustavo. Entonces se produjo una tensión entre el fotógrafo y el periodista, como que uno le decía al otro: “No te das cuenta que la señora está hablando de la desaparición de su hijo”. Lo que nosotros no conocemos es qué sabrían ellos exactamente. Si el fotógrafo sabía que estaba retratando a una secuestrada o no. Eso no lo sabemos.
–Al periodista que entrevistó a su madre, ¿ella podría recordarlo por alguna seña particular?
–Exactamente no sé, nunca hablamos de la descripción física. Lamentablemente, ya no puede declarar Lázaro Gladstein, el Ruso, otro secuestrado que simulaba ser pariente de mi mamá cuando la sacaron para la entrevista en la confitería Selquet y que después falleció. Pero hace muy poco empezamos a conversar con sobrevivientes como Enrique Fukman y nuestro abogado Pablo Llonto estuvo con Miriam Lewin para saber cómo funcionaba la estructura de prensa de la ESMA en esa campaña. Suponemos que había una oficina que sería como un punto de encuentro de medios, periodistas o empresarios.
–En ese momento, cuando usted estaba en México, ¿se enteró de lo que publicó Para Ti?
–Así es. La revista Para Ti llegó a México. Además, a mi madre la llevaban los fines de semana a ver a mi familia. Y teníamos un contacto telefónico. Yo sabía que estaba en la ESMA. Y mi primo y su esposa también porque estaban desaparecidos ahí. Ella sospechaba que las comunicaciones telefónicas se grababan. Entonces hablaba medio en clave.
–¿Cree que puede prosperar una causa que involucra a presuntos cómplices civiles de la dictadura?
–Sí, porque considero que el compromiso de estos empresarios con la dictadura fue total. Ellos pusieron toda su capacidad, todo su conocimiento profesional al servicio de los militares y no tuvieron ningún problema en aceptar el genocidio y la represión. Sus revistas se instalaron en la sociedad, han formado una cultura. Las revistas Gente o Para Ti hasta el día de hoy siguen existiendo, aunque ya no les pertenezcan a ellos y sean de Televisa. Me parece que es fundamental que el grueso de la sociedad los identifique.
–La denuncia de Thelma, ¿a quiénes compromete más? ¿Al directorio de Atlántida de aquella época?, ¿A los jefes de redacción de Para Ti? ¿A los periodistas que hicieron la nota?
–Mire, no lo puedo contestar con exactitud hoy. Nosotros vamos a ir contra todos los que en esa época tenían una responsabilidad y tomaban decisiones. Un jefe de redacción, los responsables del directorio, ellos eran socios de los militares...
–¿Qué conclusión saca sobre el episodio que le tocó vivir a su madre, ese intento por enmascarar la realidad con una entrevista falsa, de cinco páginas, en una revista de modas a una detenida-desaparecida?
–La dictadura tenía un plan muy organizado que además contemplaba trabajar desde el exterior. Estaba el Centro Piloto en París, aunque lo fundamental lo hacía dentro de los medios de comunicación. Si uno revisa La Nación, las revistas de la época, había una connivencia con el régimen. Son muy pocos los casos en que un medio lograba sacar algo: el Buenos Aires Herald, por ejemplo. Por algo son tantos los periodistas desaparecidos durante la dictadura. Eso demuestra el control que ellos tenían. A mí me parece que fue efectivo y la campaña de ellos también: la gente terminó creyendo lo que decían.
–¿Usted inició una campaña internacional desde México por la liberación de su madre que fue respaldada por Julio Cortázar?
–Sí, él se sumó con un artículo que publicaron los diarios. En El País de España salió el 21 de agosto de 1979. Mi madre era la secretaria de organización de la Comisión de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas. Y había tomado una decisión difícil: aparecer en algún medio al margen de lo que ellos dijeran. Pero lamentablemente, los organismos de derechos humanos y mucha militancia se dividió con respecto a la actitud de ella. Muchos fueron críticos porque aceptó la entrevista, como si hubiera sido tan fácil decidirlo. Pero el tiempo demostró que resultó importante por todo lo que permitió conocer después. Todo lo que logramos a partir de que ella se expuso y lo que averiguamos hasta el día de hoy sobre la participación de los medios de comunicación junto a la dictadura.
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Página/12 Web - Argentina/02/11/2008
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