Rescatar a los consumidores, salida a la crisis
Miguel Ángel Ferrer*
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El celebrado economista estadounidense Paul Krugman dice que debajo de su aparente complejidad, la actual crisis económica es de fácil comprensión. Es cuestión de separar el grano de la paja.
Y el grano es la abismal divergencia o desequilibrio entre la enorme capacidad productiva de la sociedad capitalista moderna y la siempre menor capacidad de consumo de la sociedad.
Así, la actual crisis económica mundial no es otra cosa que una clásica crisis de sobreproducción. Idéntica en sus causas, aunque distinta en sus modalidades, a la gran crisis económica que comenzó aquel jueves negro de octubre de 1929, también en Estados Unidos.
Expresado en lenguaje de economistas, podría decirse que la crisis económica del año 2008 consiste en un desequilibrio entre la oferta global de bienes y servicios y la demanda global de esos mismos bienes y servicios.
Por eso es igualmente válido hablar de una crisis de sobreproducción que de una crisis de subconsumo. Se trata, en esencia, de una producción que no encuentra compradores, eso que los comerciantes llaman mercancías sin salida.
A fin de que esas mercancías sin compradores encuentren quienes las compren, el sistema económico recurre al recurso del crédito. Y, ciertamente, esas mercancías sin salida encuentran, por la vía del crédito, consumidores.
Pero es cosa bien sabida que el crédito no aumenta el consumo, sino que sólo lo anticipa. El recurso crediticio, sin embargo, da la apariencia de un aumento de la demanda, es decir, del consumo.
Y así como el crédito anticipa el consumo, igualmente pospone, retrasa, difiere las expresiones del desequilibrio entre oferta y demanda globales.
Más temprano que tarde, sin embargo, ese desequilibrio habrá de expresarse. Y lo hace en el momento en que el extendido crédito se torna impagable. Y se torna impagable porque el crédito ha excedido la capacidad de pago del consumidor.
En Estados Unidos, la burbuja crediticia estalló en el sector inmobiliario de la economía, en tanto que en México la crisis pronto habrá de hacerse presente en el sector de las tarjetas de crédito.
Nadie, sensatamente, puede negar que la crisis de la economía estadounidense habrá de afectar a México. Y que la principal vía para estas afectaciones será la caída en las compras de Estados Unidos a México, con su cauda de desempleo y menos recursos en el gobierno y en el aparato productivo mexicanos.
Una segunda vía será sin duda, la repatriación de una cantidad todavía indeterminada de trabajadores mexicanos indocumentados en Estados Unidos, lo que generará una mayor desocupación laboral y representará más bocas que alimentar.
Mas se necesitaría estar ciego para no ver que, como ya ha ocurrido en el pasado, que la crisis, cual aconteció claramente en 1994, se hará presente con mayor virulencia por la vía del impagable crédito al consumo.
Pero conociendo la causa, se puede atacar el efecto. En consecuencia, la salida de la crisis puede encontrarse en el rescate de los consumidores endeudados, y no, como ya se hizo en 1994, con tan lamentables e injustos resultados, sólo en el rescate de banqueros y financieros. Rescatar a los consumidores endeudados debe ser la divisa.
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El celebrado economista estadounidense Paul Krugman dice que debajo de su aparente complejidad, la actual crisis económica es de fácil comprensión. Es cuestión de separar el grano de la paja.
Y el grano es la abismal divergencia o desequilibrio entre la enorme capacidad productiva de la sociedad capitalista moderna y la siempre menor capacidad de consumo de la sociedad.
Así, la actual crisis económica mundial no es otra cosa que una clásica crisis de sobreproducción. Idéntica en sus causas, aunque distinta en sus modalidades, a la gran crisis económica que comenzó aquel jueves negro de octubre de 1929, también en Estados Unidos.
Expresado en lenguaje de economistas, podría decirse que la crisis económica del año 2008 consiste en un desequilibrio entre la oferta global de bienes y servicios y la demanda global de esos mismos bienes y servicios.
Por eso es igualmente válido hablar de una crisis de sobreproducción que de una crisis de subconsumo. Se trata, en esencia, de una producción que no encuentra compradores, eso que los comerciantes llaman mercancías sin salida.
A fin de que esas mercancías sin compradores encuentren quienes las compren, el sistema económico recurre al recurso del crédito. Y, ciertamente, esas mercancías sin salida encuentran, por la vía del crédito, consumidores.
Pero es cosa bien sabida que el crédito no aumenta el consumo, sino que sólo lo anticipa. El recurso crediticio, sin embargo, da la apariencia de un aumento de la demanda, es decir, del consumo.
Y así como el crédito anticipa el consumo, igualmente pospone, retrasa, difiere las expresiones del desequilibrio entre oferta y demanda globales.
Más temprano que tarde, sin embargo, ese desequilibrio habrá de expresarse. Y lo hace en el momento en que el extendido crédito se torna impagable. Y se torna impagable porque el crédito ha excedido la capacidad de pago del consumidor.
En Estados Unidos, la burbuja crediticia estalló en el sector inmobiliario de la economía, en tanto que en México la crisis pronto habrá de hacerse presente en el sector de las tarjetas de crédito.
Nadie, sensatamente, puede negar que la crisis de la economía estadounidense habrá de afectar a México. Y que la principal vía para estas afectaciones será la caída en las compras de Estados Unidos a México, con su cauda de desempleo y menos recursos en el gobierno y en el aparato productivo mexicanos.
Una segunda vía será sin duda, la repatriación de una cantidad todavía indeterminada de trabajadores mexicanos indocumentados en Estados Unidos, lo que generará una mayor desocupación laboral y representará más bocas que alimentar.
Mas se necesitaría estar ciego para no ver que, como ya ha ocurrido en el pasado, que la crisis, cual aconteció claramente en 1994, se hará presente con mayor virulencia por la vía del impagable crédito al consumo.
Pero conociendo la causa, se puede atacar el efecto. En consecuencia, la salida de la crisis puede encontrarse en el rescate de los consumidores endeudados, y no, como ya se hizo en 1994, con tan lamentables e injustos resultados, sólo en el rescate de banqueros y financieros. Rescatar a los consumidores endeudados debe ser la divisa.
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Rumbo - México/28/11/2008
Rumbo - México/28/11/2008
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