16/4/07

Africa: Ayudas que son jeringas

Jorge Gómez Barata(especial para ARGENPRESS.info)

Tema: Situación en Africa

Ver también:

Revolución verde en blanco y negro (del 15/04/2007)

Si das pescado a un hombre come
un día; si lo enseñas a pescar, come
toda la vida


El resultado más paradójico de la “Revolución Verde” fue que sus conquistas beneficiaron primero a los menos hambrientos. Allí donde existía una agricultura más desarrollada, las nuevas variedades fueron inmediatamente asimiladas lo que favoreció sobre todo a Estados Unidos.

En los años cincuenta, Estados Unidos se encontró ante un enorme excedente de alimentos, especialmente granos y ante la alternativa de dejar funcionar la “mano invisible del mercado” que hubieran ocasionado la baja de los precios, aliviando a los países importadores, Truman optó por comprar los excedentes y crear el programa “Alimentos para la Paz.

La experiencia vino de la Gran Depresión cuando la crisis económica provocó una reducción del consumo de alimentos y ocasionó la ruina de muchos granjeros, circunstancia en la que Roosevelt otorgó créditos blandos a agricultores y aceptó el pago en granos que dedicó a opciones de solidaridad alimentaria.

Como parte de esos procesos, en diferentes momentos, se crearon programas de alimentación escolar, respaldo alimentarios a embarazadas, ancianos, indígenas y madres en período de lactancia, comedores públicos y asistencia a familias necesitadas mediante “cupones para alientos”, siempre sobre la base de la adquisición por el gobierno de excedentes de la producción agrícola.

Superada la crisis y concluida la II Guerra Mundial el gobierno utilizó parte de los fondos del Plan Marshall para adquirir excedentes agropecuarios y en 1949, Truman impulsó el programa de Alimentos para la Paz.

Desde el primer momento, la aparente generosidad del gobierno norteamericano se combinó con una transacción comercial que, consciente o no, se convirtió en una trampa. Las grandes compras de alimentos con fondos públicos crearon los llamados “precios de garantía” que, son una eficaz forma de subsidio encubierta que beneficia, no sólo a los granjeros, sino a transnacionales multimillonarias.

Aunque bienvenidas por los necesitados, las donaciones de alimentos son paliativos; nunca suficientes para aplacar toda el hambre todo el tiempo y no contribuyen a crear condiciones para prescindir de ellas; por otra parte, cuando han sido más generosas, no han logrado cubrir el 10 por ciento de las necesidades.

Las donaciones de alimentos ingresan en países con grandes carencias de infraestructuras, muchos de los necesitados viven en regiones de difícil acceso, a veces los alimentos se dañan; con frecuencia son desviadas de su destino y contribuyen a la corrupción. En ocasiones los productos no son siquiera utilizables. Para convertir la harina de trigo o de maíz en algo comestible, además del cereal se necesita sal, grasa y condiciones para elaborarla, entre ellas combustible.

Dado su magnitud, la tragedia que en 2007 puede afectar al millardo de personas, sólo puede ser enfrentada mejorando el desempeño agrícola de los países donde se padece hambre. Unicamente mediante la combinación de programas de producción de alimentos a cargo de los gobiernos y con la voluntad política para auspiciar el desarrollo rural con base en el campesinado, es posible producir comida asequible a los pobres.

Cuando estados Unidos tuvo hambre, Roosevelt compró alimentos en los Estados Unidos. Tal vez si los países donantes adquirieran alimentos en los propios países que lo necesitan, todo sería más razonable.

No es sensato pronunciarse contra la ayuda a los hambrientos pero si lo es abogar por su eficiencia. En algún momento los excedentes agrícolas subsidiados para beneficiar a los agricultores de los países ricos, pudieran ser sustituidos por políticas de reforma agraria, obras de infraestructura, apoyo a la producción de alimentos en pequeñas propiedades, transferencia de tecnologías sustentables, semillas, pies de cría y mercados para tales producciones.

El hambre es consecuencia de la pobreza y no su causa. Ninguna acción, incluso cuando fuera generosa que opere sobre las consecuencias y omita el combate a las causas será exitosa. Mientras discutimos, mil millones de personas, entre ellos 250 millones de niños pasarán hambre hoy. Parece una carga demasiado grande para la conciencia de los líderes en cuyas manos se encuentra la solución.

ARGENPRESS,info/15/04/2007

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