15/11/07

El Islam y las naciones occidentales

Estos súbditos de la corona británica tienen "sensibilidades diferentes"
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Mientras que los roces entre las poblaciones mayoritaria y minoritaria vienen siendo un rasgo característico de las sociedades democráticas y en realidad de todas las sociedades a lo largo de la historia, las turbulencias actuales constituyen un desafío único al sistema de nación-estado. Esto se debe a que gran parte de la lucha interna entre las poblaciones mayoritaria y minoritaria dentro de los estados hoy se financia y con frecuencia se dirige desde fuera del país
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Por Caroline Glick
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Por todo el mundo, una de las causas más frecuentes de guerra, terrorismo e inestabilidad política es el presente debilitamiento del sistema de nación-estado. Existen varios motivos de que la nación-estado como unidad política de soberanía se encuentre amenazada. Una de las causas más básicas de esta continua erosión del poder nacional por todo el mundo es la transformación de enclaves dominados por minorías dentro de naciones-estado en zonas ingobernables en las que el poder del estado o no se aplica, o se aplica de una manera puntual y no constructiva en general.

Mientras que los roces entre las poblaciones mayoritaria y minoritaria vienen siendo un rasgo característico de las sociedades democráticas y en realidad de todas las sociedades a lo largo de la historia, las turbulencias actuales constituyen un desafío único al sistema de nación-estado. Esto se debe a que gran parte de la lucha interna entre las poblaciones mayoritaria y minoritaria dentro de los estados hoy se financia y con frecuencia se dirige desde fuera del país.

Tradicionalmente, las minorías solían utilizar diversos medios locales para echar un pulso a la población mayoritaria en una apuesta por influenciar a la dirección política o las normas culturales de la nación estado. Los ejemplos clásicos de esta tensión tradicional minoría-mayoría son el movimiento negro de los derechos civiles en los Estados Unidos en los años 60 y los movimientos sindicales de Occidente a lo largo del siglo XX. En general, estos movimientos fueron protestas nacionales constituidas a través de sensibilidades nacionales incluso si disfrutaban del apoyo de gobiernos extranjeros

Mientras que movimientos similares siguen floreciendo hoy, ahora están siendo reemplazados por un tipo nuevo de minoría desafiante a la mayoría nacional.

Este desafío no es principalmente resultado de injusticias nacionales, sino consecuencia de la agitación extranjera. Las raíces de estos desafíos minoritarios se encuentran fuera de los estados que son objetivos. Y sus objetivos no se limitan a un llamamiento a la reforma de la política o las instituciones nacionales. En su lugar ponen sus miras en debilitar a las instituciones nacionales y erosionar la soberanía nacional.

Las minorías musulmanas de todo el mundo están siendo financiadas e ideológicamente formadas en mezquitas y centros islámicos de financiación saudí y emiratí. Estas minorías se comportan de manera llamativamente similar en todos los países en los que están emplazadas por todo el mundo. Por una parte, sus líderes políticos locales exigen derechos extraordinarios para la comunidad, derechos que no están recogidos ni siquiera para la mayoría nacional ni para las demás poblaciones minoritarias. Por la otra, los vecindarios musulmanes, particularmente en Europa pero también en Israel, las Filipinas y Australia, se hacen cada vez más ingobernables al tiempo que las armas del estado, como la policía o las autoridades fiscales, son objeto de ataques cuando intentan hacer valer el poder del estado en estos barrios musulmanes.

La lógica indicaría que los estados amenazados responderían a la amenaza a su autoridad a través de una estrategia dual. Por una parte, harían valer con firmeza su autoridad implementando las leyes tanto contra los particulares que violan la ley como contra las instituciones subversivas y extranjeras que incitan al derrocamiento de sus gobiernos y su reemplazo con gobiernos islámicos. Por la otra, buscarían llegar a y dotar de poder a los musulmanes locales que aceptan la autoridad y la legitimidad de sus estados y su Estado de Derecho.

Lamentablemente, con la notable excepción del gobierno Howard de Australia, en país tras país, los gobiernos responden a este desafío intentando apaciguar a los irredentes musulmanes y sus patrocinadores estatales. Los británicos respondieron a los atentados del 7 de julio de 2005 concediendo a los representantes de la Hermandad Musulmana un papel oficial en la redacción y la realización de políticas contraterroristas.

En el 2003, el presidente francés Jacques Chirac enviaba al entonces Ministro del Interior Nicholas Sarkozy a Egipto a pedir permiso al jeque Mohammed Tantawi, de la mezquita islamista Al-Azhar, para el plan del Parlamento francés de ilegalizar el hiyab en las escuelas francesas.

En los Estados Unidos, tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, el FBI solicitaba al Consejo de Relaciones Americano-Islámicas, vinculado con el terror, que llevase a cabo formación de sensibilización para agentes del FBI.

El año pasado en Holanda, el gobierno holandés expulsaba en la práctica a la político anti-islamista Ayaan Hirsi Ali en interés de ganarse el favor de la inquieta minoría musulmana de Holanda.

El aspecto de la política exterior en la prisa por apaciguar tiene dos vertientes. Primero, los estados objetivo rechazan apoyarse entre sí cuando gobiernos particulares intentan utilizar las herramientas de las fuerzas del orden para capear su amenaza yihadista nacional. Por ejemplo, los estados europeos han criticado duramente la Patriot Act norteamericana, mientras Estados Unidos criticaba la decisión francesa de prohibir el hiyab en las escuelas públicas.

Más llamativamente, los estados objetivo lideran la carga a la hora de pedir la creación de estados exclusivamente musulmanes. Estados Unidos y la Unión Europea están encabezando hoy la iniciativa hacia el establecimiento de un estado palestino y la creación de un estado independiente de Kosovo.

En cuestión de dos semanas, la Secretario de Estado norteamericana Condolizza Rice celebrará la conferencia de Anápolis, donde junto con sus homólogos europeos y árabes ejercerá enorme presión sobre el gobierno Olmert con el fin de acordar el establecimiento de un estado palestino yihadista en el centro de Israel con su capital en Jerusalén y su soberanía extendida sobre el lugar más sagrado del judaísmo, el Monte del Templo.

El establecimiento del buscado estado palestino vaticina la limpieza étnica de un mínimo de 80.000 israelíes de sus casas y comunidades, simplemente por ser judíos. A los judíos por supuesto se les prohibirá residir en Palestina.

Por su parte, la dirección palestina a la que se espera que Israel comunique su aceptación del establecimiento del estado palestino es criminal por una parte y yihadista por dos. Como han dejado claro el líder de Fatah y rais de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbás y sus colegas de Fatah, mientras que están dispuestos a aceptar las concesiones de Israel, no están dispuestos a aceptar a Israel. Este es el motivo de que rechacen reconocer el derecho de Israel a existir como estado judío.

Un extraño consenso existe hoy en Israel. De la extrema derecha a la extrema izquierda, de la Inteligencia del ejército a la Mossad, todo el mundo está de acuerdo en que la conferencia de Anápolis fracasará en cuanto a traer un acuerdo de paz. Puesto que el enfoque de Rice para alcanzar exactamente un acuerdo así ha sido aplicar incesante presión sobre Israel, está bastante claro que va a culpar a Israel del fracaso anticipado de la conferencia y provocará un mayor deterioro de las relaciones norteamericano-israelíes.

Mientras que se supone que Israel tiene que aceptar una Palestina libre de judíos, no hace falta decir que su propia minoría árabe del 20% seguirá disfrutando de todos los derechos de la ciudadanía israelí. Pero una de las consecuencias directas del establecimiento de un Estado de Palestina pro-yihadista libre de judíos será la mayor radicalización de los árabes israelíes. Intensificarán su actual rechazo a la identidad nacional de Israel.

Con el apoyo palestino y el externo, intensificarán sus actividades irredentes y así ejercerán un ataque aún más devastador a la soberanía de Israel y el derecho [judío] a la autodeterminación.

Poco después de que la conferencia de Anápolis fracase, y sin duda en una apuesta por apuntalar su posición en el mundo árabe, Estados Unidos bien podría renunciar a su intención declarada de reconocer la independencia de Kosovo.

El 10 de diciembre está programado que una troika procedente de Estados Unidos, Rusia y Alemania, patrocinada por la ONU, presente su informe acerca de las actuales negociaciones, patrocinadas por la ONU, entre los musulmanes de Kosovo y el gobierno serbio en relación al futuro de la intranquila provincia de Serbia. Puesto que los musulmanes de Kosovo insisten en la total soberanía y el gobierno de Serbia rehúsa aceptar la independencia de Kosovo, esas negociaciones se encuentran en punto muerto. Puesto que Rusia se niega a aceptar la salida de Kosovo de Serbia, no hay posibilidad de que el Consejo de Seguridad de la ONU apruebe una resolución pidiendo la independencia kosovar.

La iniciativa por la independencia kosovar fue iniciada por la administración Clinton. Fue la consecuencia natural del bombardeo de Serbia por parte de la OTAN en 1999. Pero aun así, las premisas básicas de esa campaña de bombardeos han dado un vuelco en los últimos años. En 1999, Serbia era gobernada por un dictador criminal, Slobodan Milosovic. Era acusado de limpiar étnicamente Kosovo de su población musulmana, que era percibida como inocente. Hoy, gobernada por el Primer Ministro Vojislav Kostunica, Serbia está dando pasos decisivos hacia convertirse en una democracia liberal que aborrece la limpieza étnica y la violencia política. Por otra parte, los musulmanes de Kosovo, de financiación saudí, han destruido más de 150 iglesias a lo largo de los últimos años, vienen aterrorizando a los cristianos kosovares, y así conducido a su éxodo masivo de la provincia.

Como Julia Gorin documentaba en un artículo reciente en Jewish World Review, las conexiones de Kosovo con los sindicatos criminales albaneses y los yihadistas globales son incontables. Además, la independencia kosovar probablemente suscitaría movimientos irredentes entre las minorías musulmanas de cada uno de los estados de los Balcanes. En Macedonia por ejemplo, un cuarto de la población es musulmana. Estos movimientos a su vez incrementarían la inquietud por toda Europa igual que el estado palestino fomentará la intensificación de la islamización de la minoría árabe de Israel.

El gobierno de Kosovo anunciaba el mes pasado que teniendo en cuenta la coyuntura diplomática, planea declarar su independencia el mes que viene. Actualmente, la administración Bush está dando señales de su disposición a reconocer un Kosovo independiente incluso si hacerlo amenaza las relaciones norteamericano-rusas.

En una apuesta tanto por evitar que la administración Bush se vuelva contra Israel como consecuencia del fracaso de la conferencia de Anápolis como por dejar claro el propio rechazo de Israel a la noción de que "una solución" al conflicto palestino contra Israel pueda ser impuesta por potencias extranjeras, el gobierno Olmert debería inmediata y claramente exponer su oposición a la imposición de la independencia kosovar a Serbia.

En interés de defender el sistema de nación-estado sobre el que la soberanía y la política exterior norteamericanas se basan, Estados Unidos debería reexaminar la lógica de su apoyo al establecimiento de estados exclusivamente musulmanes. De igual manera debería revisar su rechazo a apoyar abiertamente el derecho de estados no islámicos como Israel, Serbia o incluso Francia a hacer valer sus derechos a defender su soberanía, su seguridad nacional y el carácter nacional frente a la subversión islámica nacional de patrocinio extranjero.
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Diario de América - USA/15/11/2007

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