8/9/07

Rajoy tiene un plan

08/09/2007
Opinión
SIN ENMIENDA
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Si no fuera porque sabemos que las crisis del PP siempre son un invento de los otros y que nos hallamos ante un partido que ha desterrado los personalismos hasta alcanzar esa Arcadia feliz en la que sus dirigentes trabajan al unísono a mayor gloria de su líder y de la piel de toro. Si no fuera porque se trata de una organización en el que las grietas se tapan con aguaplast y espátula antes de que aparezcan. Si no fuera, en definitiva, porque no se puede derrochar tanta estulticia junta a seis meses de las elecciones, tendríamos que convenir que algo ocurre en aquella casa, donde –una de dos- o huele a fiambre o se ha producido un abandono masivo de desodorantes.
Seguro que no hay motivo de alarma porque la cúpula de la derecha domina tanto la estrategia política como Noé las tormentas, pero el resto, pobres mortales, asiste perplejo a una pelea en donde –como dice Bono, en afortunada adaptación del refranero- eran pocos y parió la abuela, que en este caso es abuelo, se llama Fraga y apenas se le entendía últimamente cuando hablaba hasta que ha balbuceado un "haga usted testamento, Mariano" que ha sonado lapidario, lógicamente.
En este trance notarial nos encontramos, con un muerto que quisiera gozar de buena salud y no lo consigue a tenor de su aspecto, y con una corte que presiente que su destino está escrito en las pirámides: si las elecciones se llevan por delante al faraón tendrán que acompañarle en el tránsito y mascar arena. Por descifrar el jeroglífico, si hay óbito será múltiple, y Acebes y Zaplana –por poner un par de ejemplos de sacerdotes yendo al matadero- aún se creen jóvenes para emprender el camino del más allá.
Tratándose del PP no hay que preocuparse, ya que todo apunta a que se trata de una celada para pillar desprevenido a Zapatero, que es tan bobo que se ha puesto a prometer subidas de pensiones a tutiplén, se está laminando a la cúpula de ETA y le ha regalado Navarra a UPN envuelta en papel de celofán. Pero a los escépticos les caben dudas sobre una maniobra que consiste en presentar a Rajoy como un pobre hombre que ejerce su liderazgo en la intimidad, un sitio solo recomendable para conversar en catalán con Jordi Pujol.
La lógica hubiera aconsejado tener al partido preparado para ganar las elecciones, sí, pero también para perderlas, y ello pasa por situar a todas sus figuras en los puestos más convenientes por si se cumplen los malos augurios y hay que velar al difunto. En este sentido, lo extraño no es que Ruiz-Gallardón se postule para ser diputado sino que se vea forzado a hacerlo y a pedir después perdón por la osadía. Aunque más insólito aún es que Rajoy afirme que, respecto a las listas, decidirá lo más adecuado para él y para el PP como si se tratara de dos cosas distintas.
De no ser porque tenemos la certeza de que todo responde a un plan perfectamente estudiado por los cerebros de la derecha para desconcertar al adversario, llegaríamos a la conclusión de que los tres años y medio que el gallego lleva en la poltrona sólo han servido para confirmar que el dedo de Aznar fallaba más que una escopeta de feria.
Desde luego, Rajoy no es un líder clásico. La mayoría del partido cree, de hecho, que ni siquiera es un líder. Tiene, en cambio, otras virtudes. Es buen conversador, cuenta unos chistes muy graciosos y cuida estupendamente las hortensias. Debe de tener las manos delicadas porque sigue siendo incapaz de dar un puñetazo en la mesa y poner a cada uno en su sitio. Dicen que es una buena persona, por lo que es casi seguro que se le llorará brevemente cuando falte.
Como va sobrado, en vez de explicarnos con detalle qué hará cuando llegue al Gobierno, ha dedicado estos últimos días a demostrar que manda mucho y hasta se ha montado un acto para que le proclamen candidato a toda prisa. Rato le ha dicho que nones, pero eso no le ha desanimado. Se ha marchado a Ronda el fin de semana para hacerse una foto con Sarkozy en la plaza de toros y ponerla en su despacho y en las portadas de los periódicos. El César de la derecha disfruta del circo mientras los Brutos del partido afilan los cuchillos para darse matarile entre ellos. O es un ardid o estos romanos se han vuelto locos.

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