27/4/08

Tragicómix

Pedro Méndez Suarez
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Rebelión/27/04/2008

Indígenas y mestizos

Andrés Solíz Rada
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Enfrentar a indígenas y mestizos en un país como Bolivia es un delito de lesa Patria. Es tan absurdo como separar de la sangre los glóbulos rojos de los blancos y pretender que continúe dando vida al cuerpo humano. Nacimos a la vida independiente de la fusión entre la Rebelión indígena de Tupaj Katari, de 1781, que debilitó al poderío hispano, y de los gritos libertarios indomestizos en el Alto Perú, a partir de 1809. Su expresión más contundente fue la Junta Tuitiva de La Paz, presidida por el mestizo Pedro Domingo Murillo e integrada también por los indígenas Katari Inkacollo de Yungas, Gregorio Roxas de Omasuyos y José Sanco de Sorata. Los herederos del coloniaje usufructuaron estas gestas heroicas que parieron la bolivianidad.
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La separación entre indígenas y mestizos acabó siempre en tragedias. La oligarquía minero feudal, al impedir que los indígenas presten el servicio militar, dejó al país indefenso en las guerras del Pacífico (1879) y del Acre (1901-1904). La unidad indomestiza, en cambio, permitió la sobre vivencia de Bolivia en la fratricida contienda del Chaco (1932-1935), impulsada por la Standard y la Shell. En 1899, los mestizos abandonaron al caudillo aymara Pablo Zárate Willca y facilitaron el acceso al poder, por más de medio siglo, de terratenientes y barones del estaño. Dirigentes quechuas, al respaldar al general pro norteamericano, René Barrientos Ortuño, entre 1964 y 1969, hicieron posible las masacres de trabajadores mineros y el mayor control imperialista de la minería y el petróleo.
Las culturas precolombinas hacen de Bolivia un país diferente en el mundo. Por esto debemos defenderlas. La simbiosis indo mestiza nos impulsa a rescatar, de manera selectiva, las ideas, avances científicos y tecnológicos de otras latitudes que fortalezcan la bolivianidad. Infelizmente, ideólogos “afrancesados”, como anota Mauricio Ochoa Urioste, forzaron la aprobación de una Constitución, que si bien ataca la oproviosa exclusión social, pretende crear 36 fronteras étnicas, para complacencia de ONG y transnacionales que respaldan el separatismo en el oriente boliviano.
El texto constitucional del MAS, cuyas consecuencias serán funestas, en caso de no ser revisado a profundidad, ya provocó sangrientas pugnas entre comunarios indígenas y cooperativistas mineros, tan indígenas y mestizos como sus ocasionales adversarios. Tales enfrentamientos favorecen, de manera inevitable, a intereses foráneos y sus agentes internos. Lo paradójico es que nadie ha sido capaz de mostrar la línea de separación entre un indígena y un mestizo. Por el contrario, su articulación es el único camino para evitar que Bolivia desaparezca.
Al enfrentar a “ponchos y corbatas” (de acuerdo a la feliz caracterización de Evo Morales), se ha quebrado la base de convivencia social. La soberbia de los ideólogos del indigenismo a ultranza, tan amigos de Soros como de las ONG, precipitó al país en el rentismo de los bonos, en la exportación de capitales y en el desgobierno, así como, de acuerdo al recuento de Alex Contreras, ex vocero de la Presidencia de la República, en la corrupción, la división interna, la violencia, la censura de prensa y la desinformación.
La ruptura de esa convivencia ha brindado a la oligarquía de Santa Cruz el pretexto que necesitaba para impulsar su viejo anhelo separatista y manipular en su beneficio el legítimo anhelo de autonomía del departamento con unidad nacional del pueblo cruceño. Ha permitido que el gobierno, que decía ser la muralla de la unidad nacional, se ufane de llamar en su auxilio a los cancilleres de Brasil, Argentina y Colombia, así como a representantes de organismos internacionales. A su vez, la oposición de derecha pidió auxilio a EEUU y el senador Oscar Ortiz, de PODEMOS (el partido político más conservador del país), fue a pedir ayuda al Presidente peruano Alan García. Unos y otros pretenden ignorar que el Nuevo Orden Mundial ha decidido hacer desaparecer a los Estados nacionales de los países periféricos. Y Bolivia corre el riesgo de ser la primera víctima de ese perverso objetivo en nuestro continente.
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*Andrés Solíz Rada: Abogado y periodista y ex parlamentario. En los últimos 30 años fue uno de los más destacados defensores de los recursos naturales en Bolivia. Fue el primer ministro de Hidrocarburos de la gestión de Evo Morales.
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Bolpress - Bolivia/27/04/2007

ESCARBANDO...LQ somos.

Médicos suicidas
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Con ese título presenta la revista Newsweek del 28 de abril un comentario de David Noonan sobre una tragedia "invisible" hasta esa fecha, el suicidio en USA de 300 a 400 médicos cada año, uno cada día. "Ninguna otra profesión tiene un índice tan alto de suicidas", anota. Tras unas 500 palabras en que cita autoridades gringas sobre este problema, Noonan se apresura a designar la causa primera del mismo, la inescapable depresión que acosa a millones en el globo. Para redondear su comentario anuncia que los médicos y las autoridades están diseñando métodos para detectar la depresión en estudiantes de medicina y lograr el objetivo de "sane y siga sano", simplicidad que además de infantil es imposible, como sabe todo depresivo, mal sobre el que me declaro lego expertísimo.
El atribuir los suicidios a la depresión es también un tonto error. Es como atribuir el estornudo al resfrío. El nudo gordiano aquí es la causa de la depresión, de la noia, la saudade, esa "tristeza infinita que siente por la muerte de su perro alguien que jamás tuvo un perro", definición de este mal que, aunque usted no lo crea, usan a menudo los médicos y los textos médicos.Habiendo alcanzado mi séptima década, cosa que algunos creerán hazaña pero yo considero a menudo un error, puedo decir con cierta autoridad, sobre todo a los depresivos, que la depresión no se cura nunca. Añado que, aunque ha diseminado la infelicidad a diestra y siniestra, es un instrumento muy útil para los entes creativos, los que a menudo cultivan, alimentan y aprecian su depresión con harto cuidado.Pero acá habremos de limitarnos a la depresión que ataca a los médicos de USA y sus probables causas. No tengo más referencia para estas opiniones que 65 años de experiencia directa con este insidioso enemigo que ahora mismo asoma sobre mi hombro derecho y me empuja a tirarme de panza y abandonar estas líneas.
Una de las conclusiones a las que llegué apenas perdí la última cana me dice que la depresión se alivia en relación directa con la reducción del amor propio, la vanidad y la importancia que se da a si mismo el paciente. Esto es, cuanto más fácil es aceptar que uno no es más que uno (nada) entre los seis mil millones de seres humanos que actualmente molestan a los demás, la depresión se debilita y se convierte en apenas un malestar. No me considero un genio por este descubrimiento, pues ya lo enseñaba Buda cuando Jesús era cadete: la felicidad es producto de la renuncia a todo, hasta a la facultad de pensar y la conciencia de ser uno en el universo. Así se conquista la felicidad de que gozan las piedras, idea que me impide hacerme budista. Pero algo que distingue a los médicos en USA, y no sólo en USA, es el desmedido valor que se atribuyen a si mismos y ese andar de obispo laico con que se pasean por los hospitales. Aquí, en el paraíso del trabajador, es ya evidente los médicos son mecánicos del cuerpo y por tanto no necesitan hablar ni considerar a sus pacientes como si fueran iguales a un médico. Usan una infinidad de maquinarias y análisis químicos para conocer el contenido de cada cuerpo humano y la proporción entre esos componentes, miran de reojo los informes y hacen su Rx como si inventaran la pólvora, tal y como hace un mecánico para cargarnos la cuenta antes de avisarnos que dos bujías necesitan reemplazo.
Antes de continuar debo recordar un error reciente y mío y decir que NO TODOS los médicos del mundo son iguales. Existen aún esos que llamábamos médicos de familia cuando yo jugaba fútbol en las calles de mi ciudad natal y que son como parientes buenos de las afortunadas familias a las que sirven. Ahora sigo.Los médicos de familia ya no existen entre los médicos de USA, pues que de ellos hablamos. Los seguros que deben comprar los médicos en USA contra las demandas legales por errores ciertos o falsos son tan caros que han acabado con esa "especialidad". Hoy los médicos trabajan asociados con hospitales y entidades enormes a las que protege la ley capitalista: nadie puede demandarlas por los errores que cometen sus médicos y causan más de cien mil muertes "accidentales" cada año. No es raro que esos médicos miren al resto de la humanidad como ganado.
Existe otro factor que contribuye a la insensibilidad del médico ante los sufrimientos de sus pacientes: como los militares, los médicos sufren un periodo bastante largo en que se someten a un proceso llamado "internado"que es en verdad un experimento en despersonalización. Todo recluta sabe que su cabo lo trata como acémila durante un tiempo largo porque lo que busca es destruir la persona anterior que "vivía" dentro de ese recluta para crearle otra "persona" capaz de asesinar ancianos in vacilar. Mi lector recuerda la media docena de películas que ilustran ese fenómeno estos días, la transformación de un adolescente con acné en una maquina de matar. "En el Valle de Hilea" es una.En cierto sentido, también los médicos son máquinas de matar. Si no mataran no aprenderían su oficio. Tienen la ventaja, como los militares, de que pueden enterrar sus errores sin gran bulla. Por eso los vemos salir de una operación en que las cosas salieron mal haciendo lo que Pilatos, se lavan las manos y nos miran cansados desde detrás de una máscara. A estas alturas mi lector creerá que yo creo malvados a todos los médicos del universo. Pues no. Sucede que algunos creyeron en verdad en el juramento aquel que les impedía hacer daño al prójimo y siguen su oficio como una vocación, se dedican en serio a tratar de aliviar los dolores humanos. Es entre estos honestos trabajadores del bisturí que se da la mayoría de los casos de suicidio. Un factor tal vez determinante de esta tragedia es la verdad, "invisible" también, que nos indica que el capitalismo brutal que rige la plutocracia más grande del planeta impide a esos médicos, los médicos de vocación, el ejercicio de su oficio.
Lo hace convirtiéndolos en tornillos y tuercas de enormes maquinarias desalmadas, esas entidades gigantescas que llamamos hospitales y HMO. Estos HMO son organizaciones a menudo a nivel nacional que han hecho un milagro: han metido un intermediario entre medico y paciente de modo tal que los pacientes sufren un pésimo servicio y los médicos son asalariados como cualquier vecino. El milagro: los intermediarios se han hecho ricos más allá de toda medida. Además, la medicina en USA es el lujo más caro del universo. Para los médicos, que no son todos unos lumbreras, la vida se reduce a una rutina asesina que va privándoles poco a poco de toda esperanza de practicar su ciencia como alguna vez soñaran que podrían hacerlo. Son, algunos, agentes de tráfico: reciben al paciente, le dan la lata por nunca más de quince minutos y lo envían a un especialista. El paciente debe esperar entre dos y tres semanas para visitar al tal especialista. A menudo está sano ya cuando lo visita, o muerto.El especialista dispone de quince minutos para cada caso y practica su arte haciendo el mudo. Algunos se pasan la vida metiendo un dedo entre los glúteos de la humanidad para hallarle un cáncer allí, al fondo. Otros recetan drogas que saben ineptas para curar nada serio: el resfrío, la gripe y las alergias dominan el mundo, como mi lector sabe. Algunos lo convierten todo en una payasada y se pasan la vida cuidando de su vestido, su peinado u su dentadura falsa hasta parecer actores de cine. Los que sirven centros de psiquiatría parecen más pacientes que médicos, son los que peores depresiones sufren. ¿Tienen alguna alternativa? No. Si tratan de independizarse, los seguros liquidan sus ahorros. Si se emplean, la vida pierde todo sentido aunque ganen salarios más o menos aceptables. Sólo los de gran prestigio hacen lo que quieren y ganan lo que exigen.
Usted, que es depresivo: no reconoce aquí las causas principales de su depresión? La primera, la pérdida de toda esperanza en cuanto al futuro. Sólo basta con aguantar 30 años para jubilarse y salir a jugar golf. Un médico dedica casi veinte años de su vida a aprender su ciencia.¿ Cómo se sentirá al ver que quince minutos no le alcanzan ni para conocer el nombre de su paciente? Pide entonces un análisis químico, exige rayos X, escaneos y torpedeos atómicos, determina que un cáncer se come posiblemente el pulmón de ese tipo, se lo pasa a un especialista y se va a casa a comer espaguetis. En dos palabras, no puede practicar "en serio". Su vida es un absurdo y sus días una pesadilla. Algunos toman entonces una jeringa, se diagnostican un ataque de desesperación y despiertan frente a San Pedro.
Si digo que he conocido a mil médicos durante los 65 años de mi depresión y otros males, doy una cifra baja. Mi espíritu aventurero y juguetón me ha puesto en situaciones de las mas variadas en cuanto a tiempo y lugar: conocí los hospitales para pobres, los dedicados a la clase media y los que sirven a ricachos. He estado en esos lugares a toda hora con diversos males, desde una herida de bala hasta una venérea contagiada en un convento. Dada mi edad, mi vida social incluye visitas periódicas a esos lugares. ¿Puedo decir que tuve la suerte de conocer a un gran medico y apreciar sus milagros? No. Si algo se hoy es que los médicos no hacen milagros y se contentan con dejarnos en esa frontera rara entre la enfermedad y la salud en la que todos nos debatimos. Y apuesto a que la causa de esa depresión que mata médicos es la frustración ante el fracaso de su vida y la imposibilidad de rebelarse ante un sistema que le ha convertido en una ficha sin valor ni importanciaalguna.
Pero eso un columnista gringo nunca podría decirlo. Para él, el problema es la depresión a secas. Buscar la causa de esa depresión en un capitalismo salvaje le causaría una feroz depresión después de privarlo de su empleo, su esposa, su hogar y hasta de su celular. Eso es lo que pasa a los periodistas desobedientes de la prensa de USA. No se haga el inocente. No me diga que no lo sabía.Iba a decir que los dentistas presentan índices muy similares a los de los médicos en USA en cuanto al suicidio, pero no lo digo. Tratándose de dentistas, hay gente que hasta se pondría contenta al saberlo. En cuanto a los psiquiatras, mejor ni digo pum.
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LQSomos. Arturo von Vacano. Abril de 2008
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