Salvador González Briceño
  
 “La  violencia es el último recurso del incompetente”: Isaac Asimov  (1920-1992).
  
 Está claro que  Israel nunca ha querido la paz en Medio  Oriente. Para él y su principal socio geopolítico en la región, los Estados  Unidos, siempre ha sido más negocio la guerra que la paz. Desde que fue  creado en 1948 el Estado de Israel por las Naciones Unidas, mediante la  resolución 181 que dividió el territorio Palestino y le dejó el 55 por ciento  para asentar sus reales, se ha impuesto con el uso de la fuerza entre los  árabes.
  
 Verbigracia,  al año siguiente de su creación se  había apoderado ya del 75 por ciento del territorio. Y en la Guerra de los Siete  Días de 1967, contra los vecinos Egipto, Siria y Jordania, habría invadido El  Sinaí, la franja de Gaza, Cisjordania, los Altos del Golán y la parte oriental  de Jerusalén. Israel desacata, entonces sí, a la ONU para devolver los  territorios. Los usa luego para legitimarse, devolviendo algunos, pero no  todo.
  
 En ese tenor,  diez años después, Menahem Begin apoya  el asentamiento israelí de los territorios ocupados. Reconocida la Organización  para la Liberación de Palestina (OLP) por la ONU en 1974, como representante del  pueblo Palestino, comienzan los estira y afloja para la paz. Los llevados y  traídos procesos de negociación inacabados. Porque prevalece el ambiente de  guerra entre vecinos, israelíes y árabes.
  
 El manejo  siempre es político. En 1978 el  presidente egipcio, Anwar el Sadat, con la intermediación de Jimmy Carter, logra  en los acuerdos de Camp David, consigue la firma de Begin para la devolución de  El Sinaí. Pero en la buena voluntad mostrada está siempre el arrebato. Como  tirar la piedra y esconder la mano; con todo y que lo menos que lanza el  ejército son piedras. Todo lo contrario.
  
 Lo que sigue  son guerras desiguales entre el  ejército de Israel y la guerrilla palestina. Vienen los ataques contra Líbano,  sede del cuartel general de la OLP que encabeza Yasser Arafat, en 1982. Comienza  la trifulca que cuesta cientos de vidas de uno y otro bando. Pero siempre  pierden los más débiles. Por ejemplo, ese mismo año, se da el ataque por  milicianos cristianos libaneses simpatizantes de Israel y masacran a entre 800 y  2000 refugiados en los territorios de Sabra y Chatila. Cuando Jordania renuncia  a la Cisjordania, Israel sigue creciendo, siempre con el reconocimiento y apoyo  militar de EU.
  
 En las  llamadas primera (1987-1991) y segunda  (2000-2005) intifadas, se presenta la lucha desigual entre un ejército  bien entrenado y equipado con tanquetas, y la población palestina que defiende  las ofensivas con piedras lanzadas con resortera. El belicismo de Israel es de  utilidad regional, porque sirve para contener la ofensiva árabe hacia el  Occidente. Además, negocios como la venta de armas que son parte importante de  esa alianza estratégica.
  
 Por eso ahora,  que se ha presentado el muy grave  incidente que tiene al mundo de pestañas en contra de Israel, por el ataque a la  “flotilla de la libertad” ocurrido en alta mar la madrugada del lunes, la Casa  Blanca sólo ha dicho estar “preocupada”. Pero no condena el ataque  militar en contra de los pacifistas, que llevaban la ayuda humanitaria a los  habitantes de la franja de Gaza, donde hubo muertos y heridos y también había  ciudadanos estadounidenses.
  
 El ataque fue  como meter leña al fuego. Las condenas  no se hicieron esperar. Reacciones, pronunciamientos de presidentes y  manifestaciones ciudadanas de repudio. Los calificativos son fuertes para Israel  y el ejército: “genocida”, “terrorismo de Estado”, “violador de derechos  humanos”, etcétera. Por los actos de violencia injustificados. Como algo muy  propio de un Estado bárbaro en pleno siglo XXI. Antes, durante las  intifadas, eran contra niños armados con piedras. Ahora no es  diferente.
  
 Las agresiones  del ejército israelí a la flotilla de  barcos con ayuda humanitaria que se dirigía a la franja de Gaza desde Turquía,  no se justifica. En primer lugar, porque en los barcos no había armas. En  segundo, porque iban en son de paz. Era, eso sí, el primer intento internacional  de “romper el bloqueo marítimo israelí a Gaza”, desde que el ejército terminó la  operación Plomo profundo el 18 de enero de 2009, luego de 22 días de  ataque. Pero es legítimo.
  
 Hasta el  momento de redactar esta nota, el  ejército israelí había reconocido la muerte de diez activistas. Pero para otras  fuentes los muertos van desde 14 hasta 60, más los heridos. El dato se desconoce  todavía; es una secrecía entre los agresores. Pero ya se conoce la condena  internacional a semejante ataque. La “flotilla”, compuesta de 750 personas,  portaba ayuda humanitaria para Gaza, en seis barcos con 750 toneladas, e iba en  son de paz.
  
 “Los militares  bajaron de los helicópteros abriendo  fuego”, dijeron los testigos. ¿Podría darse alguna resistencia sin armas? Con  todo y que el portavoz israelí argumenta lo contrario. Pero a ojos vistos, no se  trataba de un “enemigo” armado, sino de una caravana con fines pacíficos y  humanitarios. Claro está que el ministro de defensa de Israel culpa a otros del  atentado: “a los miembros de la flotilla”. Se culpa a la ONG que organizó la  caravana: Humanitarian Relief Foundation (IHH).
  
 En tanto para  los palestinos se trata de una  “masacre”. Para Damasco es “un crimen de lesa humanidad”. En Ginebra tiene lugar  una reunión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU; hay “conmoción”. La jefa  de la diplomacia de la Unión Europea demanda una “investigación completa”. En  cambio para Turquía representa el mayor agravio. Pese a sus 30 años de  relaciones más o menos normales, porque para Israel, Turquía es un territorio  para sus aeronaves y para ésta aquél le vende y capacita en armamento. Esto  desbordó todo acto previsible. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu,  de visita en Canadá, suspende su paso por Washington.
  
 Otros tantos  países han convocado a los embajadores  de Israel para pedir explicaciones, como la propia Turquía, España, Grecia.  Barack Obama tiene otro reto enfrente que resolver. A ver cómo le va con los  israelíes, los aliados de la derecha republicana, más que del gobierno de  EU.
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