|  En junio del 2009 un trabajador inmigrante sin papeles tuvo  un accidente laboral. Sus patrones tiraron su brazo amputado a un cubo de basura  y a él lo dejaron clandestinamente en las puertas de un hospital. Esta es la  estampa insoportable del capitalismo salvaje. Este sistema es un monstruo que  hace que el panorama del mundo sea un espanto. 
 El estado moderno  consagró jurídicamente -contra el poder jerárquico de la nobleza- la igualdad  que pregonaba de la especie humana. Siendo este es uno de sus fundamentos  originarios, son innegables las políticas de desigualdades que desarrollan los  estados modernos, como innegable es que el mercado impone las desigualdades.
 
 Y en esta distribución determinada por los intereses económicos, el  concepto de ciudadano no engloba universalmente a todos los “nacidos libres e  iguales” (Art. 1. Declaración DDHH: "Los hombres nacen y permanecen libres e  iguales en derechos").
Ahondando  en la realidad que abruma, el racismo y la xenofobia resquebrajan aún más el  concepto de la igualdad natural humana, acotando los limites a la noción de  ciudadano; sutil –quizás- en determinadas condiciones económicos sociales, pero  en situaciones de confrontación y de crisis, los ya de por sí restringidos  márgenes se convierten en los muros de las fronteras o en las alambradas  separadoras. Se justifica, se expande el eliminar y apartar al otro desigual de  las posibilidades de vida, mermadas ya por la comercialización del estado del  bienestar, y reforzada esta conducta a su vez en la dimensión de “soberanía”. 
 Desigualar al otro, deshumanizarlo, excluirlo, expulsarlo del horizonte  cotidiano y aferrarse a un sentimiento identitario de absurda propiedad: mi  barrio, mi ciudad, mi país…
 
 Esta proclama necia de mi verdad, de una  identidad coyunturalmente “corporativa”, reducida, exigua, se enfrenta a las  diferencias y a la diversidad como al enemigo devastador de la parcela  individualista, separatista y aferrada a la creencia que le mantendrá a flote  del naufragio económico, social y moral, que le arrastra irremisiblemente al  fondo de su propia y común miseria.
 
 Transitamos insoportablemente el  concepto de “fascismo societario” que Boaventura de Sousa Santos definiera como  la introyección en capas sociales de una mentalidad fascista, una situación que  afecta a todos los pueblos de la región y del mundo.
 
 Quizás todo esto se  resuma en que el mundo es un espanto, porque es una y otra vez en que el  desarrollo de la xenofobia y la barbarie atenta al más elemental sentido de  reciprocidad.
 
 En recientes estudios sociológicos se constata el aumento  de ciudadanos españoles reacios hacia el colectivo de inmigrantes. El ascenso de  esta xenofobia, como es obvio se potencia con el incremento del desempleo. El  haber ensamblado delincuencia con inmigración desde los medios de comunicación e  instancias gubernamentales, ha atizado el rechazo y la culpabilización de los  efectos de la crisis económica a la población inmigrante. En las oficinas de  empleo, en los ambulatorios de salud, en los autobuses, en el metro… en todos  los avatares de la rutina urbana han germinado comportamientos racistas y  xenófobos, algunos de ellos con dramáticos desenlaces. En tiempos de crisis  debería urgir el reforzamiento de los servicios públicos básicos e impedir que  los mismos pierdan calidad, como también sería responsabilidad gubernamental la  invocación que los inmigrantes han contribuido al crecimiento económico que se  disfrutaba no hace demasiado.
 
 Pero este irrespirable panorama no es  exclusivo del Estado español, ni siquiera se limita a los países de la Vieja  Europa donde avanzan las leyes de extranjerías berlusconianas, sarkozianas… en  el Estado de Maryland, considerado uno de los más progresista de EEUU, en el año  2008 se debatieron más de 25 proyectos de leyes contra inmigrantes, con  propuestas tan excluyentes como aberrantes que los niños ilegales no puedan  acudir a ninguna escuela y que ningún indocumentado reciba la más elemental  asistencia sanitaria.
 
 Este maldito cáncer xenófobo no se concentra  solamente en Europa o en los países desarrollados, el Observatorio contra el  racismo y la xenofobia de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH)  declara la preocupación por el aumento de conductas discriminatorias y violentas  en Argentina, Chile, Venezuela, Perú, México….
 
 En Argentina se  multiplican los motes despectivos de “bolitas”, “paragüas”, “boligüayos”… siendo  el ejemplo más bestial del odio a los inmigrantes, el asesinato de la obrera  boliviana Marcelina Meneses y su bebé de 10 meses, arrojados desde el tren en un  barrio obrero del gran Buenos Aires. En Chile durante la dictadura de Pinochet  se fomentó al paroxismo el odio al extranjero, y cuál colonia de bacterias  residentes, perduran en la médula social de quienes a su vez son emigrantes en  Argentina donde sufren la discriminación y se les denomina despreciativamente  «chilotes». Los conflictos políticos y fronterizos entre Colombia, Venezuela y  Ecuador, han generado y multiplicado odios xenofóbicos. En Perú pasa algo  similar que en Chile… También en el Caribe y Centroamérica.
 
 A la  discriminación por causas socio-económicas y políticas, se anexa la  discriminación racista, que cuenta con abyectas teorías de diferencias y  desigualdades biológicas que tanto horror y muerte han provocado en la historia.  Así en los grandes medios de comunicación, siguen siendo invisibles o  menospreciados los indígenas, tanto los del llano como en gobiernos, empresas de  opinión que chapotean a diario en lo zafio y soez con el objetivo de cuotas de  audiencia.
 
 Un inmigrante o un joven que no acepta las condiciones  impuestas y las infringe para buscar espacios de libertad individual y/o  colectiva, es potencialmente un subversivo, y mucho más frente a quienes aceptan  la exclusión y el rechazo como fenómenos naturales, como situaciones normales,  donde la melancolía y la nostalgia son enfermedades curables o no, ya que este  estadío depende del grado de aceptación, sumisión o rebelión de anular su propia  identidad.
 
 Es el espacio convivial donde confluyen experiencias de todo  tipo, signadas por la violencia y la repulsión en sus diferentes circunstancias,  enmarcadas en la barbarie domesticadora, y por mecanismo reflejo, la  incertidumbre y la sumisión se infiltran en todos los poros sociales y  personales, y la impunidad entonces se propaga a falta de contención y freno en  cualquiera de los ámbitos de la actividad humana. No hay garantías para no  terminar en un cubo de basura.
 
 La náusea se agolpa frente a este  panorama que sin demasiada imaginación, traza la deriva de la desaparición moral  de la humanidad sino se reparan con premura los acontecimientos que golpean  inmisericorde a la conciencia colectiva, que a su vez soporta la vergüenza de  los desertores de las grandes utopías.
 
 En este mundo infectado por el  individualismo sectario, este mundo invivible que se asemeja cada día más a la  tragedia de Antígona, apremia ensanchar nuestra fuerza vital disidente, aceptar  sólo la reciprocidad como andares, la alteridad como identificación, que el  quehacer sea solamente el renovar las pasiones, las ideas y el latido  recuperando las promesas fracasadas, las alegrías postergadas.
 - - LQSomos/13/11/2009 |