19/5/08

¿Será que Dios se olvido de Africa?

Ángel Andrés Fernández, un joven venezolano, cuenta sus experiencias en Zambia en este reportaje especial para El Diario de Guayana
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Angel Andrés Fernández con niños africanos
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Hace un par de años me encontraba vagabundeando por unos acogedores callejones en las periferias de Piazza Navona, sin ningún motivo, razón, o destino cuando por aburrimiento decidí entrar a un diminuto cine y ver una película franco africana de los noventas. Entre el sueño, la segunda cerveza Peroni que cargaba en el bolsillo izquierdo del chaleco, y la melancolía que me arropaba del frío esa noche no le pude prestar mucha atención a la película. Cuestión que se complicaba aún más, dado que la proyección era algo indefinida, el guión era lento, y escuchar la película en francés y leerla en Italiano en ese preciso momento requería más energía, entusiasmo, e impulso del que poseía. Inclusive, no fue sino hasta el penúltimo monólogo de la película cuando me di cuenta de que el protagonista, cuyo semblante hasta ese entonces había confundido erróneamente con el de Gerard Depardieu, se parecía más bien al de Sylvester Stallone.
En ese mismo instante, al darme cuanta que la película estaba por terminar y al percatarme que sería una gran ofensa para los dos "bohemios" que me acompañaban en esquinas opuestas de la sala, hice el esfuerzo sobrehumano de prestar algo de atención. Me espabilé, nada más ni nada menos para escuchar a "Rocky Balboa" vociferar descorazonadamente la gloriosa oración épica del film, "hace mucho tiempo que Dios se olvido de África". Por diversas razones que no acabo de comprender esa oración se me quedó grabada por mucho tiempo y es con esta misma frase en mente, cuya naturaleza es algo superficial y compleja, que pienso guiar o enfocar mi análisis de esta experiencia en Zambia. Usaré esta frase como guía o estimulo así sea para desenterrar una verdad que indique que no es más que una opinión cobarde y cínica o para, lamentablemente, aceptar como un hecho lo dicho. Lo más complicado y probable de esta tarea que me propongo, es que tengo cierto presentimiento de que en algún momento, aunque vaya en contra de mi naturaleza que es inquieta e intensa, tendré que optar por reconciliar estas dos opiniones absolutistas y aprender a quedar satisfecho viendo las cosas a distintos tintes de gris en vez de en blanco y negro. Pero me imagino que ahí comienza la auténtica madurez y lucidez o la verdadera sabiduría y conciencia, que a la vez nos conduce a la débil aceptación y al inevitable silencio.
El tiempo en Zambia se me ha pasado de una manera sumamente rápida pero a la vez han sido unos días de alto rigor. Ya llevo tres meses desde que salí de San francisco y por fin tengo unos minutos para sentarme y escribir algo de lo que siento. Creo que es algo anticipado ponerme a escribir aquí todo lo que he sentido y todo lo que he visto, dado que ni yo mismo he podido comenzar a digerirlo todo. También pienso que una conversación, una carta, y hasta un silencio en grupo, independientemente del tema, no es más que presuntuoso si dura mucho tiempo. Y con eso en mente, trataré de ser breve y de escribir nada más de vez en cuando.
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Despertar en África
Por otro lado, me di cuenta de lo rápido que ha pasado el tiempo acá. Hoy mismo, cuando al despertar me pregunté al igual que todas las mañanas desde que llegué, ¿Será que de verdad me encuentro en el corazón de África cobijado por esta extraña sensación de paz y alegría? ¿Será que todo ésto me lo estoy inventando por soñador eterno y mañana mismo me despertaré tarde, apresurado y atormentado porque tengo un trabajo que entregar para la clase de economía y no he terminado la bendita bibliografía? Al analizar estas inquietudes pienso en dos cosas, 1) ¡Como que la academia de verdad que me traumatizo! y 2) Hablando en serio, ¿Dónde carajo en el mundo es que me encuentro ahora?
Irónicamente, cuando "individuos" desconocidos y por lo general bien pendejos comienzan párrafos, emails, o cartas diciendo, "creo que es prematuro escribir todo lo que he sentido hasta ahora" en realidad están preparando al lector (e implícitamente a ellos mismos) para hacer justamente lo opuesto, pero con la ventaja de que si fracasan y no han escrito algo lo suficientemente encantador, no tienen de que inquietarse porque ya advirtieron que no serían más que unas pocas líneas sin mayor trascendencia.
Con esto dicho, acá se termina la poco ortodoxa introducción y continúan de manera desorganizada los cortos relatos de las experiencias más urgentes.
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Nivel de pobreza
El campamento de refugiados acá en Kala, está compuesto en su mayoría por refugiados de la República Democrática del Congo. Todas sus casitas están hechas a mano por ellos con barro, algunos ladrillos, y grama seca para los tejados.
En este campamento los niños corren a todas horas con sonrisas llenas de esperanza, ojos hambrientos y lagrimosos y sus pequeños estómagos inflados. Cada vez que uno pasa a pie o en bicicleta los niños comienzan a correr hacia ti gritando "Muzungu Muzungu Makuta Makuta" (hombre blanco en el Swahili local y makuta quiere decir dinero) y te agarran la mano o la bicicleta. Son todos muy cariñosos. Los adultos todos también son muy amables y respetuosos y siempre saludan con un "Hamjambo habari" (buenos días, ¿todo bien?).
Lo más impactante es el nivel de pobreza en el campamento. Pero también impresiona las ganas de vivir que tiene la gente. Muchos perdieron sus familias a punta de machete, por malnutrición, o por enfermedades, pero aunque muy pocos quieren hablar de su pasado, todos mantienen ferozmente unas ganas de ver hacia un futuro más próspero, más humano. Increíblemente, muchos se han casado de nuevo, y ahora tienen nuevos hijos. Lo que yo me pregunto es ¿qué es lo que mantiene a estos refugiados con ganas de seguir adelante y poner un pie delante del otro todas las mañanas? ¿Será una fuerza interior y un nivel de espiritualidad más avanzado? ¿O será simplemente ese instinto animal de sobrevivencia que de algún modo poseemos todos? Lo más probable es que sea una combinación de las dos fuerzas. No tengo muy claro todavía cuál es el porcentaje o la distribución de cada uno de esos estímulos, sobre la conciencia de cada uno de estos seres.
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Limitaciones
En el campamento estoy encargado de 25 empleados y de varios programas. El centro de computación, que no tiene internet y solo electricidad con generadores por 3 horas al día, el centro de repatriación, la oficina central de Forge, el centro de salud, el pequeño periódico de Kala, "la biblioteque de la Paix", y los 4 pre-schools. A los empleados que trabajan tiempo completo (40 horas a la semana) se les paga solamente 40 dólares al mes (por mandato de la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas). Ellos y toda su familia tienen que subsistir con ese monto. Hay mucha miseria pero todo el mundo hace lo que puede con sus pocos recursos. Personalmente he sentido mucha alegría y mucho dolor a la vez. Todos los días la gente viene a pedirme cosas, los niños me piden lápices, señores me piden que les enseñe a escribir, otros me piden que forme distintos proyectos o programas. La gente está desesperada por estudiar, por prepararse, por aprender algún oficio y generar algún ingreso. En poco tiempo me he dado cuenta de que la vida de los refugiados puede ser una de las más difíciles en el mundo, porque en realidad no tienen muchas oportunidades. Como refugiados en Zambia, no tienen ningún derecho de trabajar afuera del campamento. No sólo eso, tampoco pueden salir del campamento legalmente, y a los pocos que lo intentan, los meten en la cárcel por varios días. Los niños no tienen ningún derecho a estudiar, y tienen muy poco acceso a medicinas o a cualquier protección de la ley. A la vez, me he enterado que el gobierno de Zambia cuando escoge donde situar los campamentos para los refugiados, usualmente lo hacen en los lugares más desolados y rurales, con la simple excusa de que así pueden asegurarse de que los refugiados no se queden a largo plazo. Pero con todo esto, los refugiados tienen grupos clandestinos de lectura, de política, de arte, de deporte. Tienen radios escondidos para escuchar las noticias de sus países, tienen reuniones secretas, en fin, ganas no les faltan y rendirse no es una opción. AAF
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La vida diaria
La mayoría de los adultos y de los niños caminan por 2 o 3 horas al día (dentro del campamento) para buscar agua, carbón, o para comprar algo de maíz, bajo el sol, cargando sacos pesados pero con muy poco resentimiento. No solo eso, los detalles más insignificantes para uno son de extrema dificultad acá. Como ir al baño, bañarse, ir al mercado, pelar y limpiar toda la comida, cocinar al carbón el arroz y los frijoles, lavar la ropa, montar bicicleta dos horas de ida y dos horas de vuelta, al pueblo más cercano para comprar los artículos esenciales que no se encuentran acá en el mercadito del pueblo. A lo que voy es que todos los detalles cotidianos nos cuestan tanto esfuerzo y tiempo que al fin y al cabo uno tiende a apreciar los mas mínimos detalles. Como un vaso de agua, un plato de frijoles, o simplemente poder recostarse al final del día. El sentimiento de cansancio y de satisfacción es tan grande al final de la jornada que a uno le queda muy poco tiempo para crisis existenciales o para preocuparse en filosofar. Quizás ese sea el VERDADERO secreto, quizás esa sea la recompensa divina que balancea el sufrimiento de estos pueblos y estas comunidades.
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El Diario de Guayana - Venezuela/19/05/2008

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