Un plan revolucionario
[Texto gentileza de “Señal de Alerta”, de Herbert Mujica Rojas, Perú]
Mariano Moreno. El Plan Revolucionario de Operaciones y la Revolución Nacional, Popular y Americana de la Patria Grande. El secreto más guardado
"El 11 de marzo de 1811 Mariano Moreno es asesinado en alta mar por el capitán de un barco británico y su cadáver arrojado al océano"
A fines del siglo XIX un investigador argentino, Eduardo Madero, quien estudiaba en el Archivo de Indias en Sevilla la historia del puerto de Buenos Aires, halló por casualidad un documento que cambiaría la mirada sobre la Revolución de Mayo, su carácter, los hechos allí ocurridos y particularmente modificaría sustancialmente la opinión sobre el rol y el pensamiento de quien, a no dudarlo, es uno de nuestros héroes mayores: el doctor Mariano Moreno. Dicho documento se denominaba: “Plano que manifiesta el método de las operaciones que el nuevo gobierno provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata deve poner en práctica hasta consolidar el grande sistema de la obra de nuestra livertad e independencia”.(1) El ejemplar hallado era una copia manuscrita del original redactado en 1810 por Moreno, por encargo de la Primera Junta de gobierno, la que en sesión secreta del 15 de julio de 1810 había aprobado un pedido del general Manuel Belgrano, en el sentido de preparar un Plan (o Plano) de operaciones que hiciera frente a la grave situación que se cernía sobre la revolución.
El 27 de junio La Gazeta había reclamado una acción punitiva contra la contrarrevolución que se reagrupaba en Córdoba, bajo el mando de Liniers a la espera de refuerzos del Alto Perú. El 28 de julio Moreno firma la orden de fusilar a Liniers y demás cabecillas de la sedición ‘donde se los encontrase’. El 26 de agosto Domingo French fusila a Liniers. Luego del pedido de Belgrano la Junta encargó a su secretario de Guerra, Mariano Moreno, la redacción de dicho Plano. El 30 de agosto Moreno finalizó la redacción del Plano que fue aprobado por unanimidad de la Junta en sesión secreta. El 12 de septiembre Moreno impartió las órdenes secretas a Castelli para que se hiciera cargo del Ejército del Norte y fusilara a los contrarrevolucionarios de Potosí y el Alto Perú y tratara de marchar hasta Lima. El 7 de noviembre el Plan comienza a dar frutos y las fuerzas patriotas derrotan a los realistas en Suipacha. El 15 de diciembre Balcarce, cumpliendo sus instrucciones, fusila a De Paula Sanz y J. Córdoba, jefes de la represión a los levantamientos altoperuanos de 1809 y brutales esclavistas de indios. El 18 de diciembre el jefe de la Primera Junta, el terrateniente, encomendero y propietario de minas de Potosí don Cornelio de Saavedra logra derrocar a Moreno, quien sería asesinado en alta mar en marzo de 1811.
El Plan maldito
Sabedor de la importancia que poseía el documento hallado, Madero lo envió al general Mitre, quien por entonces se hallaba escribiendo sobre Moreno. La existencia de dicho Plan –minuciosamente ocultado por Mitre, Vicente Fidel López y el Deán Funes- trastocaba toda la ideología escrita como Historia argentina por los vencedores de Caseros y particularmente de Pavón. El contenido del Plan negaba toda la construcción teórica realizada por el genocida del pueblo paraguayo y de los paisanos federales. Negaba todo sentido a la línea Mayo-Caseros urdida por Mitre y Sarmiento y la historiografía de los vencedores de la nación federal. Por el contrario, el Plano vinculaba mucho más a la Revolución de Mayo con el accionar de San Martín en Mendoza, en Chile y en el Perú y especialmente con el gobierno del general Rosas –al punto que los dos más estrechos colaboradores de Moreno, el general Tomás Guido y su hermano Manuel –que fueron quienes estuvieron junto a su lecho de muerte cuando fuera envenenado en alta mar- serían estrechos colaboradores de toda la ‘dictadura’ legal de don Juan Manuel.
El Plano negaba de cuajo el anatema colonial de ‘civilización o barbarie’ inventado por Sarmiento, el primer Alberdi, Echeverría y los asesinos de Dorrego. Por el contrario, ubicaba a un Moreno claramente antiliberal, americanista, antibritánico, hispanoamericano, proteccionista, popular e indigenista. Un Moreno que proponía sumar a la revolución a José Gervasio Artigas –jefe de los gauchos y los indios Orientales y Guaraníes- y era partidario del terror revolucionario para enfrentar al terror contrarrevolucionario. Terror que Moreno conocía en detalle desde la brutal represión del levantamiento del Inca Túpac Amaru, continuado luego con la represión a Túpac Katari y por la forma terrible con que Abascal había aplastado la Revolución de La Paz de 1809. Conocedor entonces de la barbarie imperial española, Moreno respondía con el terror revolucionario al mejor estilo de Oliver Cronwell, Maximiliano Robespierre, el general Rosas.
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El “extravío” de don Bartolo
La aparición del Plano Revolucionario trastocaba toda la construcción ideológica de Mitre. El general –uno de los pocos vencedores-historiadores, que dejara un diario para cuidar su futuro- no era partidario de los discursos apologéticos, irracionales y falsos al estilo de Sarmiento, que inventaba defectos inexistentes en sus enemigos. Tampoco utilizaba el sistema de Vicente Fidel López que ‘hallaba’ oportunos documentos que justificaran sus ideas elitistas, porteñistas y racistas. El general Mitre quería ser más serio y si bien sostenía suelto de cuerpo ideas tales como que la “raza criolla en la América del Sud, elástica, asimilable y asimiladora, era un vástago robusto del tronco de la raza civilizatoria índico-europea a la que está reservado el gobierno del mundo”(2). Pese a ello no estaba en condiciones de negar la autenticidad del documento. Por haber sido el vencedor de la larga guerra civil iniciada luego del derrocamiento de Moreno y que se prolongara hasta 1862-1875, dispuso seguramente de mucha documentación –negada a la posteridad argentina- que probaba la existencia de dicho Plano. Obró entonces de la manera elegante que le era característica. Simplemente “extravió” el manuscrito y por ende no pudo citarlo, ni opinar sobre él. No sería la única vez que el astuto don Bartolo extraviara importante documentación. Cuando muerto el Libertador San Martín, Balcarce, su yerno –que en sentido contrario a su suegro, se puso al servicio del partido Unitario luego de Caseros y Pavón- enviara a Mitre un baúl con todos los documentos que el Libertador dejara sobre su relación con Bolívar, su gobierno del Perú y la entrevista de Guayaquil, con expreso pedido que se publicara tras su muerte, el general Mitre también “extravió” dicho baúl con tan valiosa información. Dichos papeles, reconstruidos en parte por los historiadores a través de la correspondencia entre los Libertadores, las opiniones de Bolívar, de Monteagudo y particularmente las del general Tomás Guido- negaba de cabo a rabo las tesis de Mitre y su Historia del hacer ‘porteño’ que llevara la revolución “argentina y porteña” al resto de la América “bárbara”. San Martín decía seguramente lo que siempre había dicho y que en verdad había ocurrido: su partida del Perú y la necesidad de entregar su ejército al Libertador Bolívar se debía principalmente a la traición de Buenos Aires y del partido Directorial-rivadaviano que se negó a apoyar su expedición al Perú y particularmente a conformar la columna que debía atacar en simultáneo con su desembarco en costas peruanas por el Alto Perú, al mando del general Güemes, liquidando de un golpe la guerra de la Independencia en el corazón del poder español en América y recuperando para el Río de la Plata las Provincias Altoperuanas sometidas al genocidio realista. Constituyendo el gran estado Americano con base en el antiguo Incario, que era el plan maestro de la revolución americana. También desmentía, que la revolución fuera porteña, “civilizada” o argentina, como sostenía Mitre, sino hispanoamericana, mestiza y continental. Seguramente al igual que Moreno los papeles de San Martín sostenían que ninguno de nuestros próceres fundantes pensó jamás en las patrias chicas, que los agentes del imperialismo británico tales como Rivadavia, M. J. García, Mitre y Sarmiento construyeron sobre las ruinas de la Patria Grande Americana, concebida en el Plan continental de Miranda y esbozada por Moreno, Belgrano, Castelli, San Martín, Bolívar, Monteagudo, Artigas, Morelos, Hidalgo, Dorrego y Rosas. Por el contrario, el Plano de Moreno marcaba claramente una línea revolucionaria absolutamente diferente a la llevada adelante por el partido probritánico unitario en sus versiones rivadaviana, mitrista o roquista.
Moreno sigue allí
El conocimiento de tal documento fue negado por la historiografía liberal, llegando al paroxismo con Ricardo Levene, que hiciera realizar un estudio grafológico –de una copia manuscrita (sic)- para demostrar lo que ya había anticipado el propio Madero, que la copia no había sido realizada por Moreno. Posteriormente el hallazgo de copias similares en los EEUU y en Río de Janeiro, así como la referencia a él en casi toda la correspondencia que mantuvieron entre ellos los miembros de la Primera Junta y de la Logia Revolucionaria. El propio Alberdi señalaría que “el Plan de Moreno es un aporte de Buenos Aires a la revolución americana” (3). Tales hechos obligaron a la historiografía a aceptarlo. Pero tan a regañadientes que en la enseñanza oficial o no se lo nombra o se lo hace de costado sin incorporar su contenido al conocimiento de los estudiantes. Al punto que los manuales de historia aun señalan que la pelea de Moreno contra Saavedra, el Deán Funes y Rivadavia se debía al carácter “apasionado” del Secretario de Guerra y no a los proyectos políticos absolutamente contrapuestos que poseían y que el Plano ponía blanco sobre negro.
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El Plan proponía desde el vamos la construcción de una gran nación –toda la América Española, desde el sur del río Mississippi hasta el Cabo de Hornos, (tomando la base real de los casi mil años del Incario, y la cultura común de la mayoría de los pueblos americanos) con la inclusión de Brasil, previa revolución por levantamiento de sus esclavos y sus revolucionarios americanistas- poderoso, moderno, industrial, con la tierra repartida democráticamente entre todos sus habitantes, con la explícita dignificación de las masas indias y negras. Especialmente propiciaba la eliminación de todas las formas de esclavización de los indígenas, tales como la Encomienda, la Mita y los Obrajes, devolviéndoles sus derechos y tierras. Incluía en su propuesta de nueva nación Americana Emancipada –sobre cuya ruptura con España no dejaba duda alguna a través de la invocación a “La máscara de Fernando”, como ardid para no enfrentar abiertamente al poder español- a negros, indios, mulatos, mestizos, gauchos y criollos por igual. Y en eso Moreno se instala en la vanguardia de su tiempo y del mundo de entonces, alejándose incluso de la designación de jacobino, que recibe de muchos de sus bien intencionados defensores. Moreno y nuestros revolucionarios de la Logia –Belgrano, Castelli, Monteagudo, Rodríguez Peña, French, Guido, Manuel Moreno- y también Artigas, proponían inspirados en Túpac Amaru la igualdad de todos, es decir verdadera.
Contemporáneamente, la Revolución norteamericana había suprimido de los goces de la libertad a los negros esclavos y a los indios americanos, quienes no poseían derechos. La Revolución Francesa obró de igual modo. Los derechos eran para los ciudadanos franceses –los patricios, los propietarios- no para los esclavos de las colonias o los pobres, dejando sembrada la semilla de las nuevas revoluciones que alumbrarían los siglos XIX y XX.
Moreno y nuestros próceres americanos proponían la igualdad total, partiendo de la base real material de dicha igualdad: en una sociedad agraria como era entonces Sur América, la única igualdad se basaba en el acceso democrático e igualitario en la distribución de la tierra para todos los ciudadanos. La burguesía comercial porteña, aliada con los ganaderos bonaerenses –en sus distintas variantes políticas de Pueyrredón, Martín Rodríguez, Rivadavia, Mitre, Sarmiento, Roca, Pinedo, Alsogaray, Martínez de Hoz o Cavallo- impediría una y otra vez a lo largo de nuestra historia toda distribución democrática del suelo. Se apropiaría ilegítimamente de la mayoría absoluta de las tierras de la nación, cerrando el camino al gran país pensado por Moreno. A 195 años del Plan, con el 50% de la tierra en manos de 6.900 familias-empresas y 20 millones de hectáreas en manos extranjeras, la Argentina sólo posee 37 millones de habitantes empobrecidos. Los EEUU, que distribuyeron de forma democrática la tierra –aunque sólo entre los blancos, robándosela a los indígenas; algunos negros accedieron a ella luego de la derrota del Sur esclavista- posee más de 300 millones de habitantes. Moreno sabía lo que decía.
La nación de don Mariano: todo está allí
El Plano proponía un Estado Nacional poderoso que abarcara desde el Sur de los EEUU hasta la Tierra del Fuego –territorio que Francisco de Miranda llamara Colombiae-, proponía expropiar las 150 principales fortunas mineras –entre ellas las de ricos encomenderos y mineros como Cornelio de Saavedra- de Potosí y de todo el Virreynato para ‘industrializar la nación’. Proponía sublevar a los esclavos de Brasil, anexando su territorio casi en su totalidad. A esta nación republicana y libertaria y seguramente federal –si bien no hay esa expresión en el Plano- proponía Moreno sumar a Artigas y sus gauchos en plano de igualdad, encomendándole la sublevación de la Banda Oriental, por entonces en manos realistas. Cuestión ésta la de Artigas y sus gauchos a la que siempre se negaron los elitistas racistas porteños. De haberse llevado a cabo cuando Moreno lo propuso –agosto de 1810- hubiera ayudado a resolver seguramente en favor de las fuerzas patriotas la campaña militar de Castelli en el Alto Perú. El Plan proponía establecer una política proteccionista y de “vivir con lo nuestro” en el plano económico, llegando en noviembre de 1810 a prohibir la salida de oro y plata del Río de la Plata con destino a Londres. Esto, sumado a la expropiación de las grandes fortunas, permitía la creación de un Estado Nacional poderoso para desarrollar la economía. En palabras del prócer: ‘las medidas a adoptar consistían en expropiar quinientos o seiscientos millones de pesos en poder de cinco o seis mil individuos, expropiación que beneficiaría a ochenta o cien mil habitantes. Esa enorme suma de dinero en manos de una minoría, “no puede dar el fruto ni fomento de un estado, que darían puestos en diferentes giros en el medio de un centro facilitando fábricas, ingenios, aumento de la agricultura, etc. [...] En esta virtud, luego de hacerse entender más claramente mi proyecto, se verá que una cantidad de doscientos o trescientos millones de pesos, puestos en el centro del estado para la fomentación de las artes, agricultura, navegación, etc., permitirá un país victorioso, instruido y virtuoso, sin necesidad de buscar exteriormente nada de lo que necesite para la conservación de sus habitantes, no hablando de aquellas manufacturas que siendo como un vicio corrompido, son de un lujo excesivo e inútil, que deben evitarse principalmente porque son extranjeras y se venden a más oro de lo que pesan; pero como esta materia no sea de este tratado, paso a exponer los medios que deben adoptarse para el aumento de los fondos públicos’. [...] Moreno encara el problema básico de la Revolución: poner en movimiento y transformar en generadoras de trabajo, bienestar general y riqueza colectiva las cuantiosas fortunas atesoradas por la minoría de monopolistas y usureros. De este modo, la agricultura, la manufactura y la navegación podrían desarrollarse y el país se independizaría del comercio extranjero (5). Moreno fue derrocado apenas decretó la prohibición de salida de métalico con destino a Londres, por los intereses probritánicos expresados por saavedristas y rivadavianos.
Si bien alentaba buenas relaciones con Gran Bretaña –los revolucionarios estaban obligados a aceptar el dominio británico sobre los mares y el comercio mundial, y necesitaban su apoyo para enfrentar a España-, recomendaba especialmente cuidarse de la ambición inglesa y tomar en cuenta su apetencia de dominio. Con una claridad que aun sorprende, estampó en el Plan: “Para poder merecer la protección que necesitamos, principalmente de la Inglaterra, mediante a que conocemos en dicha nación, en primer lugar, ser una de las más intrigantes por los respetos del señorío de los mares, y lo segundo por dirigirse siempre todas sus relaciones bajo el principio de la extensión de miras mercantiles, cuya ambición no ha podido nunca disimular a su carácter, y bajo estos mismos principios han de ser los que dirijan nuestras empresas hacia sus consecuencias en aquella corte” (8). Ejemplifica los peligros de dichas relaciones con la situación de Portugal respecto de Inglaterra, la cual tiene a aquella “sometida a una vergonzosa e ignominiosa esclavitud [...] que sus fines no son sino chuparle la sangre de su estado, extenuándolo de tal suerte que tal vez sus colonias americanas se conviertan en inglesas algún día [...]. Portugal se desengañará a costa de su sangre y destruirá su despotismo, regenerando sus corrompidas costumbres y conocerá los derechos de la santa libertad de la naturaleza” (8). El Gobierno de Buenos Aires debía impedir que Portugal conquistara “la América del Brasil o la parte de ella que más convenga”, proponía la insurrección de esas regiones “antes de esas operaciones hemos de emprender la conquista de la campaña del Río Grande del Sur, por medio de la insurrección, y los intereses que sacrificaremos bajo el aspecto de proteger la independencia y los derechos de su libertad”(8).
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Castelli lleva adelante el Plan
El Plan es la base de la campaña militar de Juan José Castelli al Alto Perú y su increíble acción de gobierno desde La Paz y las provincias altoperuanas. Tal vez junto al de Artigas, los más avanzados que hubieran habido en América hasta la llegada de la Revolución Mexicana, el Peronismo, la Guatemala de Arbenz, la Revolución Cubana, el Chile de Allende o la Nicaragua Sandinista. La liberación de los indios; el reparto de tierras; el cierre de los obrajes; la eliminación de la mita y la encomienda; la ejecución de los contrarrevolucionarios y explotadores; la confiscación de los bienes de los ‘godos’; su rescate de las culturas indias. Su plan de derrotar a las fuerzas realistas en el Perú tomando Lima para llegar a Caracas, donde entonces luchaba Francisco de Miranda a la cabeza de la Revolución Venezolana, señalan fuera de toda duda cuál era el Plan Continental y maestro de la Emancipación Americana que sostenían Castelli, Belgrano –su primo- y Moreno.
Castelli y Moreno habían sido compañeros en Chuquisaca cuando juntos defendían indios pobres y esclavizados en el estudio jurídico de otro gran americano, don Esteban Gascón. Juntos visitaban en dicha ciudad a otros dos próceres americanos: Manuel Ascencio Padilla y su mujer Juana Azurduy. El hecho que fuera don Manuel Belgrano quien solicitara el Plan que Moreno elaborara y que fuera Castelli, -”el más peligroso tupamaro independentista” según decía la policía secreta española ya en 1803 (4)- quien estuviera más cerca de su conclusión y jugara en ello su vida misma, muestra el carácter colectivo del Plan. Castelli mostró una ejemplar tenacidad para enfrentar a los enemigos internos de la revolución -Saavedra, el Deán Funes y los rivadavianos- una astucia política que le faltó a Moreno para sumarse al Ejército del Norte de Castelli cuando su derrocamiento, para juntos desde allí destruir el poder contrarrevolucionario instalado en Buenos Aires. El hecho de la tenacidad e insistencia de Castelli, así como la acción política militar del general Belgrano a posteriori del Congreso de Tucumán- señala que el Plan era el proyecto de la Nación Americana explicitado por la Logia de Buenos Aires pero inspirada en la línea mirandiana. Tal cual lo explicitara Castelli en el Alto Perú a su colaborador Monteagudo y que luego éste comentara al general San Martín. Decía entonces Castelli al mando del ejército que estaba pronto a marchar sobre Lima en cumplimiento de las órdenes de Moreno y pese a la oposición de Saavedra: “Toda la América española no formará en adelante sino una numerosa familia que por medios de la fraternidad pueda igualar a las respetadas naciones del mundo antiguo [...]. Preveo que allanado el camino de Lima, no hay motivo para que todo el Santa Fe de Bogotá no se una y pretenda que con los tres y Chile, formen una asociación y cortes generales para forjar las normas de su gobierno” (6).
Luego de los asesinatos de Moreno y la detención y trágica muerte de Castelli, el Plan sería abandonado. Sería retomado luego por la Logia Lautaro a partir de octubre de 1812, luego de la llegada del Libertador a nuestras playas y la revolución que derrocara a Rivadavia. Tomás Guido y Manuel Moreno recibirían a San Martín en Londres a su arribo de España en la casa de Francisco de Miranda, donde se hospedaban luego de la muerte de Mariano.
Mientras tanto, el gran Miranda estaba dirigiendo la revolución en Caracas a los sesenta años de edad. Derrocado Moreno y con Castelli vencido en Huaqui, gracias al desvergonzado boicot de Saavedra y Viamonte –que mantenían correspondencia con los jefes realistas denunciando los planes de Castelli-, con Belgrano de campaña en el Paraguay –en el mayor error de Moreno, que envió al principal cuadro político-militar fuera de Buenos Aires a enfrentar los justos reclamos localistas de Asunción-, en Buenos Aires gobierna la contrarrevolución: primero saavedrista y luego rivadaviana. A poco estará la revolución de no ser destruida totalmente, de no ser por la desobediencia de Belgrano a las órdenes liquidacionistas de Rivadavia, quien lo intima a bajar hasta Córdoba –dejando libre el Norte a las tropas de Abascal-, que era exactamente lo que el Virrey del Perú reclamaba. Planes que había conocido Belgrano en documentos secretos capturados al enemigo y que lo hacen dar batalla en Tucumán y Salta desobedeciendo los gritos histéricos de Rivadavia, salvando la Revolución. El general Guido, por su parte, será la mano derecha de San Martín a lo largo de toda la Guerra de la Independencia. El otro gran continuador del Plan a través de la Logia Lautaro –el mismo nombre que Miranda había dado a su grupo en muchos lugares- sería Bernardo de Monteagudo, mano derecha de Castelli en el Alto Perú hasta su detención por la contrarrevolución saavedrista.
Castelli será hasta hoy junto a Moreno y Belgrano, nuestro mayor artífice e ideólogo revolucionario. Tan ocultado en su esencia revolucionaria central como lo ha sido Moreno. Monteagudo, que fuera liberado de la cárcel realista por el ejército libertador de Castelli en Chuquisaca luego de la revolución de 1809, sería el colaborador político más estrecho de San Martín primero y de Bolívar después en el Perú. Sería Monteagudo el redactor de la Asamblea del año XIII y del Congreso de Tucumán. De su puño y letra se escribirá que nuestra Declaración de la Independencia es a nombre de las Provincias Unidas en Sud América y no del Río de La Plata como la tergiversará el mitrismo. De la misma manera Monteagudo, San Martín, Belgrano, Bolívar -desde Jamaica- Guido, Manuel Moreno y Martín de Güemes –también Pueyrredón por entonces- serán quienes exijan que los Directores Supremos elegidos desde 1816, se denominen Directores de las Provincias Unidas en Sud América y no del Río de la Plata como esgrimen Mitre, Paul Groussac, Vicente Fidel López y Sarmiento. Monteagudo será asesinado en una calle de Lima por los intereses oligárquicos que se oponían al Plan continental de Bolívar, San Martín y Moreno.
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El Paraguay y el Plan de Moreno
El Plan será aplicado rigurosamente en el Paraguay de Gaspar R. de Francia y luego por los López y será la razón por la que el Paraguay fuera, en la segunda mitad del siglo XIX, el país más desarrollado e independiente de la América Española. Con ferrocarriles, industrias, manufacturas, producciones y acerías propias y estatales. Con la tierra en manos del Estado y repartida a todos sus habitantes. Trágicamente su independencia y modelo autónomo tal cual proponía el plan de Moreno, -inspirado tanto en la tradición española, en la rebelión de Túpac Amaru, la cultura socialista estatal de los Incas, como en la revolución francesa, según se observa en la labor del doctor en teología Gaspar Rodríguez de Francia- también será la razón de su destrucción por los intereses imperialistas británicos apoyados por Mitre y el Brasil. El Plan será el organigrama secreto del gobierno de Rosas y motivo de su enorme prestigio continental al derrotar las sucesivas invasiones inglesas, francesas y brasileñas apoyadas por la gusanería unitaria siempre dispuesta a entregar su país al extranjero antes que permitir que la plebe, los gauchos, los negros, los indios, la chusma, los descamisados, los piqueteros, los negros de mierda, la mayoría la gobiernen. La política de Rosas de no ceder ante Brasil y por el contrario preparar las condiciones para la rebelión de sus Estados sureños está directamente vinculada a las ideas esbozadas por Moreno. Derrotado Rosas y el proyecto de nación independiente concebido en el Plan, la potencia suramericana será Brasil y no la Patria Grande nuestra. La “República” Argentina que sucederá a la Confederación Argentina será parte integrante del Imperio Británico hasta 1943. Como acertadamente señalara Jorge Abelardo Ramos: ‘Fuimos un país porque no pudimos ser una nación’ (9). El Plan sería retomado a fines del siglo XIX por el emergente radicalismo de Alem e Yrigoyen, sin éxito por la incomprensión de don Hipólito de las razones económicas del coloniaje. A la tarea inconclusa del Plan y no a otra cosa se refiere la Reforma Universitaria de 1918, al decir que ‘había que borrar para siempre el recuerdo de los contrarrevolucionarios de mayo’ (7). Finalmente será un militar nacionalista, hijo de una india Mapuche, que se definirá siempre como ‘morenista’, quien lleve adelante gran parte del Plan Revolucionario de Moreno 133 años más tarde. Será el general Perón a partir de 1943 quien intente a través de una patria justa, libre y soberana y del planteo de la Unión Americana –el ABC, ahora con el Brasil- llevar a la práctica el Plan Revolucionario de Moreno. La contrarrevolución atacará nuevamente y destruirá en 1955, 1976 y 1990 la obra realizada, devolviéndonos al estado colonial y obligándonos a retomar una vez más las ideas de nuestro Padre fundante, el gran Mariano Moreno. Tal vez el héroe mayor de nuestra revolución americana, asesinado en alta mar en marzo de 1811 por el capitán de un barco británico, por encargo de sus enemigos en la Junta. Pero también porque Gran Bretaña –y luego los EEUU- siempre eliminó a sus enemigos. En un terrible anticipo de nuestra historia, su cadáver fue arrojado al mar. Su Plan sigue inconcluso esperando por los patriotas que lo concluyan y cierren la construcción de la nación americana, nacional, popular, indígena, mestiza y soberana.
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(1) Moreno Mariano, El Plan Revolucionario de Operaciones. Editorial Plus Ultra. BA 1993
(2) Mitre Bartolomé, Historia de San Martín y la Emancipación Americana, 1887, cap. I, XI.
(3) Citado Por Shumway Nicolas, La Invención de la Argentina. Emecé. 1993
(4) Pigna Felipe, Los mitos de la Historia argentina. Norma 2004
(5) Chumbita Hugo, Curso de Historia Argentina Univ. Nac. de la Matanza. 2004. Pag 36
(6) Pigna Felipe, op. citada. pag 297
(7) Roca Deodoro, Manifiesto Liminar de la reforma Universitaria. Córdoba 1918
(8) Chumbita Hugo, op. cit. pag 37
(9) Ramos Jorge Abelardo, Las Masas y las Lanzas. Hyspamérica 1986.
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*Por Alberto Jorge Lapolla agrolapolla@yahoo.com.ar
[Autor de Kronos, Una Historia de las Luchas y las Organizaciones Revolucionarias de los años ’70. Tomo I. 1966-1972: El Cielo por Asalto. Tomo II. 1972-1974: La Esperanza Rota. Tomo III. 1974-1976: La Derrota]
Agenda de Reflexión - Argentina/12/03/2009
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