20/5/10

ESCARBANDO en LQ Somos

El socialismo en América Latina



portada_0209_2009El socialismo aun esta muy distante de los gobiernos de América Latina, por lo menos es lo que han dicho algunos de los teóricos y investigadores que estuvieran en las Jornadas Bolivarianas de 2010, cuyo tema fue justamente ese. En el análisis de uno de los creadores del término “Socialismo del Siglo XXI”, esta es una forma de gobierno que no ha encontrado guarida en la vida de los países que están en la punta de lanza de los cambios estructurales. Según Heinz Dieterich, gobiernos como los de Venezuela, Bolivia e Ecuador, además de los avances en los procesos de transformación aún no crearan mecanismos de consolidación de lo que define como siendo el socialismo. “Es cierto que la discusión acerca del socialismo del siglo XXI empezó en Venezuela, hubo un gran debate pero no ha redundado en profundidad. Eso significa que allá no hay avances en la consciencia anticapitalista”. Heinz también dejó claro que es facto de que en Venezuela, con el comando de Chávez, el gobierno pasó adelante en los mecanismos de la democracia, garantizando más poder al pueblo, como es el caso de la posibilidad del referendo. “Hay elecciones limpias, hay mucha participación popular, pero la economía sigue siendo la del mercado. No hay, por lo tanto, socialismo, la empresa privada sigue siendo fundamental, los medios de comunicación son privados”.
Heinz dice que Venezuela sigue los preceptos del llamado nacional/desarrollismo, exactamente como lo hicieran Getúlio Vargas, en Brasil, Domingos Perón, en Argentina, Lázaro Cárdenas, en México, Salvador Allende, en Chile y hasta mismo Bolívar, logo después de la independencia. “Ellos seguían el modelo de la Gran Bretaña, de un capitalismo protegido por el Estado. Y para los ingleses fue muy bueno, les ha dado mucho poder. Ellos tenían el discurso del libre comercio, pero eso era para los otros, no para ellos”. El teórico alemán insiste que ese es el modelo también seguido por Brasil, Argentina, y otros llamados “progresistas”. “ Lula y los demás están ancorados en un modelo que fue extraordinario, y ese era también el debate entre los independentistas. Bolívar quería el sistema inglés y sus enemigos querían el libre comercio, eran los neoliberales en aquel entonces. Fueran los vencedores”. Según Heinz, los gobiernos latino-americanos que, al curso de la historia se decidirán por un nacionalismo/desarrollista fueran los que más se acercaran del pueblo, los que avanzaran, y por eso sufrirán las dictaduras.

Hoy se puede ver una nueva fase de desarrollo en América Latina que, sin lugar a dudas empieza con Hugo Chávez, en Venezuela y después se va a Bolivia y Ecuador. Es un desarrollo endógeno, una propuesta de valorización de las cosas nacionales, de investimentos en el mercado interno, seguido de transformaciones estructurales importantes en la salud, educación, en la organización popular comunitaria, en el propio poder. “La oligarquía no podía combatir a Chávez acusándole de desarrollista, no tendría eco, entonces se aprovechó del hecho del presidente empezar a hablar del socialismo. Acusar a Chávez de socialista les asustaría a los conservadores. Pero no hay socialismo en Venezuela. Lo que si, hay, es un nacional desarrollismo, que tiene sus avances es muy cierto, pero no es socialismo”.

¿Que es el socialismo?

La idea del socialismo es eminentemente europea y aparece, según Engels, por el siglo 15, tras las propuestas del los revoltosos campesinos de Inglaterra y de Alemana (como Thomas Münzer, por ejemplo). La sistematización del concepto, en su versión utópica, aparece en los siglos 16 e 17, como un sistema ideal para organizar la sociedad consolidada en la igualdad entre las personas, en la distribución de las riquezas y en la buena vida para todos. En el siglo 18, teóricos como Morely y Mably proponían una manera espartana de vivir, que garantizaba la libertad y la igualdad, pero quitaba el gozo de vivir. Un poco mas tarde llegaran los llamados “utopistas” como Saint-Simon, Fourier y Owen, que pleiteaban la abolición de las clases y vida plena para todos. Aun según Engels, el problema con los utopistas es que no pleiteaban los cambios desde una clase especifica – como el proletariado. Ellos reconocían la sociedad burguesa, del capitalismo emergente, como una cosa mala, injusta, pero creían que solo no salía todo bien porque aun no había nascido el “hombre genial”, gobernado únicamente por la razón. Con la llegada de ese hombre todo podría cambiar y seria instaurado el “Estado de la razón”. Sus limites, pondera Engels, estaban determinados por la aun incipiente producción capitalista. Creían ellos que bastaba difundir la idea de que el socialismo era la expresión de la verdad, de la razón y de la justicia para que ello se hiciera.

Mas tarde, Marx va proponer el que llamó de socialismo científico, calcado en la razón, es verdad, pero con historicidad, ya ancorado en el análisis de un capitalismo real, desarrollado, que había incorporado la gran industria y que mostrado los males de la división de clase. Observando las multitudes exploradas y sin nada que llenaban el siglo 19, las huelgas que crecían entre los trabajadores, las luchas operarias, Marx ha comprendido que el socialismo no era algo nacido apenas en el campo de la razón, pero producto necesario de las luchas entre las clases formadas históricamente en el modo de producción capitalista. Con eso ha pensado que había que constituir un sistema para explicar esa sociedad capitalista e entonces, sí, desde esta materialidad, plantear un nuevo modo de organizar la vida. Marx discordaba de los utopistas que únicamente criticaban el mundo burgués, sin, todavía explicarlo, para que, entendido, pudiese ser superado.

Así, en el desvelamiento del sistema de dominación capitalista, Marx muestra que el socialismo es una forma de vida que solamente puede ser planteada y construida por la clase dominada, que era en aquellos días el proletariado. De esa forma, la sociedad socialista seria entonces aquella que quitaría la propiedad privada, terminaría con la explotación, reconocería el carácter social de la producción, socializaría los medios de producción, extinguiría las clases. En la vida real, como lo esclarece Engels, seria una manera de organizar la vida en la cual, a través de un sistema de producción social, seria asegurado a todos los miembros de la sociedad, una existencia que, además de satisfacer sus necesidades materiales, aseguraría el libre y completo desarrollo de sus capacidades físicas u intelectuales.

El socialismo del siglo XXI

La idea del socialismo del siglo XXI empezó a caminar por América Latina desde la reflexión del profesor de la UNAM, Heinz Dieterich. Según el, los nuevos tiempos demandan reformulaciones en el concepto. “Con Marx aparece el socialismo científico, basado en el materialismo dialéctico, que en última instancia significa que todo está en movimiento. Materialismo significa que tú reconoces un mundo fuera de ti, objetivo, independiente del observador, y dialéctico se refiere al movimiento. El único que existe en el universo es la materia, ella tiene extensión física e ahí nace el espacio, tiene corporalidad y está en constante movimiento, lo que significa cambio. Por eso es ridícula la idea de Francis Fukuyama, porque está en contrario del axioma do cosmos. Conocer ese movimiento presupone que podemos prever los desastres económicos, así como podemos prever los huracanes. ¡Eso es ciencia!”.

El teórico alemán radicado en el México recordó que Lenin ha intentado implementar el socialismo, experimentar en la práctica, pero las condiciones no lo permitirán, apareciendo entonces el bolchevismo, la economía planeada. Eso ha colapsado y hoy ahí está otra concepción del socialismo, que llama de l siglo XXI. “Es una democracia participativa, con economía planeada en el valor del trabajo y no en el valor de mercado. Son cosas muy diferentes. Por ejemplo, en ninguna constitución del mundo es el pueblo quién decide si el país se va a la guerra. La decisión está en la mano de una pequeña elite. Es esa democracia burguesa el dinero tiene una influencia tremenda. Ejemplo: la tasa de millonarios en los Estados Unidos es de 1% de la populación, pero en el Congreso es de 60% a 90%, o sea, es una plutocracia. Mandan los ricos, que son la minoría”. Por cuenta de eso, un sistema de voto secreto y universal por si solo no significa democracia.

Pues el socialismo del siglo XXI plantea otra forma de organizar la vida, democratizando no apenas la política – con otras formas de participación popular que no solamente la elección ritual – pero también la economía, la cultura y el poder militar. “El presupuesto debería ser decidido por la populación, otras cuestiones de la economía también. Con la televisión y la internet se podría informar y formar ciudadanos”.

Esa minoría que hoy manda en el mundo pretende seguir apostando en la economía de mercado, creyendo que el mercado tiene mas eficiencia para coordinar el proceso, que esa es una área compleja y no puede quedarse en las manos de un partido o de las gentes. En eso no se puede mas creer. “Hay que clarificar esa mentira. En la Unión Soviética el socialismo no ha naufragado por cuenta de la planificación. Toda la economía es planificada, incluso la del mercado. Hasta en el neolítico 10 personas tenían que planificar como cazar un animal. En el capitalismo también se planea. Pero tanto en el socialismo soviético como en el capitalismo era y es una minoría que hace eso. No había consulta al pueblo. En el socialismo del siglo XXI tiene de existir esa participación, esa planificación tiene de ser democrática”.

Heinz también avanza en la proposición de otra medida del trabajo. Hoy, el precio del de mercado es una expresión de poder, el aumento de sueldo solamente viene si existir un sindicato fuerte, luchas descomunales, competencias. Los empresarios tienen el poder, dirigen y controlan la economía. En el socialismo se puede tener otra medida de valor, la cantidad de energía, la cantidad de energía, la cantidad de información o valor del trabajo. “En el socialismo del pasado la propiedad privada era considerada algo muy malo, había que acabar con ella. Los sociales demócratas hallaran una manera de mantenerla. Decían: ellas siguen privadas pero pagan impuestos que serán distribuidos para toda la gente. No ha dado cierto. En el socialismo del siglo XXI, no importa quien tiene los medios si sacamos de los empresarios la facultad de explotar el trabajador. Cada trabajador tiene derecho al valor total de su trabajo. Si uno trabaja 40 horas, recibe productos y servicios iguales a los de 40 horas. Lo que no puede haber es la permisión para enriquecer”.

En el socialismo del siglo XXI, dice Heinz, también no puede haber un único partido, porque se trata de traer al pueblo más democracia. Hoy la conformación de clases es diferente de la del tiempo de Marx. “En esa fase de transición es necesario organizar las fuerzas en un centro común, un centro de gravitación común, pero no único, como es la Frente Amplia, en Uruguay. No es un partido único. No queremos monopolios ni en los partidos ni en la economía.

A América Latina

Ese espacio geográfico que hoy nominamos de “Américas” fue reconocido por los europeos en los estertores del siglo 15, cuando por aquellas tierras ya empezaba a declinar la llamada Edad Media. Los miles de reinos que luchaban entre si se iban juntando y prenunciando lo mas tarde serian las naciones. Era un tiempo de cambios y las tierras halladas en el camino para las Indias habrían de acelerar estos cambios, financiando, incluso, la revolución industrial inglesa que fue el detonador de la consolidación del modo capitalista de producción. Pero el desconocimiento de los europeos nunca ha significado que por acá, las gentes que habitaban ese territorio fuesen pueblos sin historia, como llegó a decir Marx. Grandes civilizaciones habían florecido, muchas de ellas hasta más avanzadas en la organización de la vida que la Europa de aquello entontes. Aún así los conquistadores no estaban dispuestos a cualquier “encuentro de culturas” y toda esa historia de las gentes originarias fue descartada como “barbarie”, “salvajería”, “ignorancia”. Los que invadirán las tierras de Abya Yala solo querían saquear las riquezas y nunca han reconocido como iguales los pueblos autóctonos. Cuando el sistema colonial se instaló, implantó igualmente el modo de vida de Europa, aplastando la cosmovisión autóctona, destruyendo los pueblos, sometiendo los sobrevivientes.

Ese dominio se ha consolidado, pero tuvo muchas luchas. Desde la invasión numerosos pueblos se han rebelado, en la resistencia, en la tentativa de recuperar sus territorios, su manera de vida. Ellos acabaran vencidos, pero en cuanto toda la gente pensaba que estaban derrotados, ellos iban constituyendo, en el silencio de la opresión, sus estrategias de sobre-vivencia. Y, cuando nadie lo esperaba, en el contexto de lo que llamaran los entreguistas y Europa de “celebración de los 500 años”, surge, de las profundizas de esa Abya Yala, el grito de las gentes originarias. “Nada hay para celebrar si no la retomada de un nuevo ciclo. El pachakuti esperado”, decían las gentes autóctonas.

Según Pablo Dávalos, profesor de la Universidad Católica de Ecuador y asesor en la CONAIE (Confederación Nacional de los Indígenas de Ecuador), los anos 90 traen demandas de los pueblos originarios que no son incorporadas por la izquierda y por eso hay una cierta desconfianza con relación al llamado “socialismo del siglo XXI”, porque nadie ha visto contempladas esas reivindicaciones que extrapolan as ya conocidas luchas contra la destrucción de su gente y de su cultura. “La propuesta de plurinacionalidad, por ejemplo, pasó incólume en los programas de la izquierda. Y esa propuesta es la que convierte el indio en un sujeto político que disputa en el neoliberalismo”. Los pueblos originarios ultrapasan el tiempo del reivindicativo, ahora están planteando nuevas formas de organizar la vida, que ofrecen desde su ancestralita. Y ahí hay que puntualizar muy bien: no es un retorno al pasado, pero una retomada desde el pasado, de elementos que, dialécticamente, pueden ser incorporados a la vida actual, tales como la solidaridad, la cooperación, la distribución colectiva de riquezas (elementos que, en verdad, se encuentran con la idea del socialismo). “El sistema político desconoce el indio como un sujeto y para la izquierda el indio se ha convertido en campesino. No hay una discusión seria acerca de lo que significa territorio. El pueblo de la derecha habla de modernización en el campo, la izquierda habla en reforma agraria. Los indígenas hablan de territorio, que es mucho más do que simplemente tener tierra para plantar, es espacio de vivencia, de representación cultural y religiosa”.

Pablo Dávalos habla de una ontología política del movimiento indígena que actúa en la radicalidad, opuesta al ser moderno, que propone la alteridad, o sea, la capacidad de las personas vivieren juntas, respetando, de verdad, el otro. “En la sociedad burguesa, y mismo en la izquierda, no se concibe el indio con vida y deseos propios. Parece que siempre hay que tener una mano, controlando. Pero la historia está ahí para probar que los grandes movimientos políticos de los anos 90 y de esa primera década del tercer milenio tiene una asignatura indígena. La izquierda no lo ve, porque los indios no están en sus manuales de desarrollo”.

Esa declaración aporta otro nudo, que en esa parte del planeta, hay que desatar. Con una población indígena bastante expresiva, la América Latina está proponiendo otras formas de organización de la vida que no aparecen en los textos de los grandes pensadores socialistas. Porque, al final, raros tienen llevado en cuenta esas propuestas teóricas que nacen de la vivencia originaria. Mismo en las experiencias transformadoras como la de Venezuela, Bolivia y un poco de Ecuador, poco espacio se ha dado a la cosmovisión de los pueblos autóctonos. “En nuestra Constitución (de Ecuador) logramos muchas victorias, como establecer los derechos de la naturaleza y colocar nuestro concepto político de organización que es el Sumak Kawsai, pero, el, en realidad, no es de hecho comprendido. Basta ver como el gobierno de Rafael Correa está tratando la cuestión de el agua hoy, sin respetar la decisión de los pueblos originarios”, dice Pablo.

Es importante tener en cuenta que entre las comunidades originarias que florecen en la región que toma desde Venezuela hasta Patagonia, siguiendo la columna vertebral latinoamericana, que son los Andes, las palabras que designan la organización de la vida son otras. No se habla de socialismo o desarrollo (palabras e conceptos nacidos en Europa). Hablase de “sumak kawsai”, que en la lengua quichua significa “régimen de buen vivir” y expresa una propuesta complexa de organización.

Pablo dice que en el sistema capitalista, y en la era moderna, de concepción europea, la idea de progreso está vinculada a la noción de “ir adelante”, ya que el tiempo se expresa de forma linear: pasado (ayer), presente (hoy) e futuro (mañana). Así, las gentes, para pensar que son modernas, necesitan avanzar para el futuro. Ya en la comprensión de tiempo de los originarios el tiempo se curva. La misma palabra que designa pasado es utilizada para decir futuro, la vida se expresa en ciclos. También en la cosmovisión de gran parte de los pueblos andinos no existe la posibilidad de la acumulación, tanto que si alguien tiene algún lucro, siéntese obligado a destruir eso lucro, haciendo una gran fiesta colectiva. Todo lo que sobra precisa ser compartido comunitariamente. Y, en el cerne de todo eso está la capacidad del hombre de vivir en armonía con la naturaleza. Eso es una manera de vivir que se confronta directamente con el sistema capitalista. Y es la manera originaria, consubstanciada en el sumak kawsai, originaria de Abya Yala . “¿Y los marxistas, las gentes de la izquierda, pueden entender eso?, ¿Pueden respetar esa forma de mirar el mundo? ¿Pueden incluir ese modo de ser en sus manuales?

El pachakuti

Para los incas, cuando llegaran acá los conquistadores, fue inaugurado un ciclo del pachakuti, que significa “el mundo al revés, el mundo en el caos”. Hoy, con las transformaciones que toman forma en América Latina, los levantamientos de los pueblos originarios y la percepción de que la preservación de la naturaleza es también una cuestión de sobrevivencia de la especie, se esta viviendo el inicio de un nuevo pachacuti, “el mundo al revés”, de nuevo, pero de esa vez con las gentes organizando la vida. Y no solamente los indigenas, pero también los empobrecidos de todos los colores. Es la idea del tiempo que se curva, otro empezar, la salida de un tiempo de caos para el tiempo de armonía. Por cuenta de esa creencia, las comunidades fortalecen las luchas en defensa de la Pacha Mama, que és, en ultimo análisis, la defensa de la vida misma.

En lo que toca al mundo no-indio, los intelectuales de izquierda tendrían que enfrentar ellos mismos un “pachakuti”, un desordenamiento mental que fuese capaz de comprender esa forma de mirar el mundo. Cuando acá llegaran los invasores, con sed de oro, hasta había un motivo para no respetaren las culturas locales. Pero hoy, y desde la izquierda, eso no puede pasar. Y se el socialismo es el que ordena y define las reivindicaciones de la mayoría, como ya dice José Carlos Mariategui, esta más que en la hora de incorporar aquello que es esencial para las gentes originarias como el establecimiento del Estado Plurinacional, estatuto jurídico que reconoce las comunidades tradicionales originarias como sujeto histórico y político real. Eso implica en un cambio radical de perspectiva, principalmente en un país como Brasil, donde las comunidades autóctonas fueran prácticamente, las que sobreviven viven tuteladas por el Estado como si fueran incapaces de organizar sus vidas de forma autónoma.

Al fin, lo que quedó de los debates de cuatro días en Florianópolis, Brasil, fue ese desafío. La capacidad de la izquierda revolucionaria de Abya Yala de desvendar las fuerzas y los sujetos que actúan en el mundo de hoy, y la necesidad de colorir el concepto de socialismo, pero no con las facetas alegres de la pos-modernidad que usa o multicultural como aceptación acrítica de lo que ahí está. Pero el colorido de la “wiphala”, la bandera del movimiento originario, incorporando en eso concepto las demandas de estos pueblos que no quieren más ser vistos como “actores sociales”, los que hablan un texto escrito por otra persona, pero sí “autores sociales” de su propia historia, escribiendo ellos mismos sus falas. Puede ser que así, quien sabe, esto espacio geográfico pueda constituirse, con el aporte de todos los que acá viven, y que suenan y luchan por cambios, el socialismo indo-americano, como quería Mariategui, o, en fin, el sumak kawsai (el buen vivir).
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LQSomos. Elaine Tavares*. Mayo de 2010.
* Elaine Tavares es periodista.
www.eteia.blogspot.com
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Imagen: cuadro de Antonio Berni “Manifestación-hambre”
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LQSomos/20/05/2010

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