El entonces vicepresidente Gore se negó a que su país firmase el Protocolo de Kioto para preservar la contaminación de la Tierra
OPINIÓN
Una «verdad incómoda»: hipótesis político-económica
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Ante un acontecimiento inesperado los latinos se preguntan, «¿qui prodest?», es decir, «¿a quién aprovecha?»; los franceses, siempre picarones, «cherchez la femme»; los norteamericanos, «¿cuántos dólares ganamos con esto?»; los anglosajones, lo mismo pero en fino, «¿qué intereses políticos esconde?».
Ante un acontecimiento inesperado los latinos se preguntan, «¿qui prodest?», es decir, «¿a quién aprovecha?»; los franceses, siempre picarones, «cherchez la femme»; los norteamericanos, «¿cuántos dólares ganamos con esto?»; los anglosajones, lo mismo pero en fino, «¿qué intereses políticos esconde?».
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Quede previamente claro que nunca he padecido fobia antiyanqui; antes bien, he mantenido excelentes relaciones con los norteamericanos.
Durante mi actividad como senador en la tercera legislatura de las Cortes, asistí en la Embajada USA, dirigida entonces por Reginald Bartholomew, a la fiesta del Día de Acción de Gracias, en un momento especialmente delicado para este ilustre diplomático, tras el derribo en el mar del Japón de un avión civil coreano por un misil procedente de un destructor USA: trágico error.
En la mañana de esa conmemoración se había localizado una bomba, en un contenedor de la calle Serrano, y había cierta crispación, de modo que la Embajada estuvo luego continuamente sobrevolada por helicópteros de la Policía, visibles desde el «picnic» celebrado en torno a los jardines que rodean la piscina.
Digo todo esto sin desconocer ni olvidar los turbios manejos del presidente Mckinley en los tristes sucesos de 1898 por los que la explosión interna en las carboneras del «Maine», falsamente atribuida a un supuesto sabotaje español sobre el casco del buque, sirvió de pretexto para la guerra de Cuba y Filipinas, en la que murieron heroicamente, entre otros ilustres marinos españoles, el almirante Cervera y el contraalmirante Villamil.
La realidad de los hechos fue rigurosamente establecida -tal como he dicho- por un informe técnico, muy posterior, propiciado por el almirante Rickover, uno de los hombres más cultos y brillantes de la US Navy, en un meritorio ejercicio de honradez, y una auténtica verdad incómoda, sin comillas.
Sentadas estas premisas, vayamos a la otra «verdad incómoda», de Al Gore, sobre el cambio climático. Mr. Gore fue vicepresidente USA con Clinton; ambos del Partido Demócrata, que, contra lo que pueden pensar muchos españoles ingenuos, no significa «progre».
El entonces vicepresidente Gore se negó a que su país firmase el Protocolo de Kioto para preservar la contaminación de la Tierra.
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La factura del consumo eléctrico de su residencia es varias veces superior a la del americano medio. Sus minas no se distinguen por el rigor de las medidas medioambientales. Ha ganado una fortuna con su alarmante reportaje sobre el cambio climático, y, según se informó en la prensa española, cobraría encantado 600.000 dólares USA -unos 75 millones de pesetas- por un coloquio posprandial en España. Durante cuarenta y siete años he enseñado a mis alumnos universitarios que las ideas se destilan en palabras, y que las palabras cristalizan en hechos; pero son los hechos los que revelan la sinceridad de las palabras y la realidad de las ideas.
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Los acuerdos de Kioto, y el fantasma del cambio climático, son en realidad el freno que Japón, USA y Europa ponen a las economías emergentes de China, India y Rusia -media Humanidad- para tratar de retrasar su alarmante desarrollo energético, industrial y comercial.
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En este asunto, como en cualquier otro, Fray Ejemplo es el único predicador que merece credibilidad.
lne.es/Portada /16/06/2007
lne.es/Portada /16/06/2007
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