25/9/08

ESCARBANDO...LQ somos.

Ellos, los diferentes
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Puede saber a gloria sentirse diferente. Con la certeza de saberse distinto cada día cualquiera ha de amanecer victorioso y entero. Sin apremios en decir ‘soy de otra clase’ ni presumir de lo bueno que existan diferencias, la expresión de esa gente no es la nuestra. Acaso por pisar un escalón más alto; eso suelen callarlo pero sentir lo sienten; demuestran ser distintos. Y no vale despreciar, ellos tienen su estilo. Sin pensar en azarosos engendros de galaxias lejanas o exóticas venidos de ultratumba, hay un gentío natural y común, -esta no es la palabra- que habita en otro barrio más seguro y lujoso que nos mira sin vernos. O más bien, ni nos mira. Aunque claro, alguien que entiende asuntos de la ciencia nos advierte que ellos, los diferentes, son iguales en todo y no hay genética que analice títulos ni riquezas, por ejemplo. Y por decirlo de una vez, esos tipos son similares al Papa, al Rabino Supremo y al mismísimo Rey del Oro en barras; iguales a la gente que si no come ha de morirse de hambre y también perpetúa la especie del modo más a mano y placentero al engendrar un hijo.
Ellos, los diferentes, son apenas iguales si al fin y sin saberlo son esclavos del hambre. Y no del deseo social de comer un bocado al decaer la tarde, sino del hambre de verdad, profundo y serio. Son mortales que ignoran estar esclavizados por no comer lo imprescindible, ese mínimo para supervivir que además de las tripas demuele la ética y las morales de cualquiera. Sí, los diferentes opinan sobre todo por desconocer ese hambre terminal que no respeta iglesias, sinagogas y mezquitas; reductos donde se la pasan ponderando palabras y milagros sobre este asunto concreto de la hambruna. ‘Mi reino por un caballo’ imploró aquel aterrado Rey al presentir el aletazo del final, porque nada vale en la vida más que la vida misma’, le escuchamos a cierto filósofo de trasnoche en un bar de Buenos Aires. Que además, solía imaginar a los hombres y mujeres más afortunados del planeta reunidos en un palacio inigualable, quienes de pronto quedaran aislados del resto y sin nada de alimento. ‘Entonces al cuarto día, sin prejuicios ni pudores, todos daban todo pero todo por apenas un cachito de pan’. Aunque claro, tal vez aquello fuera pura imaginación de un trasnochado que nos cruzamos por ahí… Igual y de cualquier manera, no hay mortal que ande exento de alguna herencia de hambre. ‘La evolución humana’ se explica por sus continuas migraciones persiguiendo comida. Familias, gentíos y multitudes caminaron desiertos y atravesaron mares corridos por esta implacable realidad que a nadie espera. Esta infamia que acaso se muera con nosotros pero lejos de esa gente, tan diferente que ni siquiera mira.
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LQSomos. Eduardo Pérsico. Septiembre de 2008
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LQSomos/25/09/2008

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