Los europeos se ajustan el cinturón y cambian hábitos para pelear la crisis
Ahorran y buscan rebajas.
Surgen las ferias de fin de semana, la venta de oro y el trueque.
Crece la ansiedad y los casos de depresión.
Italianos más pobres y precarios, franceses "neoconsumistas" y españoles desocupados.
Italianos más pobres y precarios, franceses "neoconsumistas" y españoles desocupados.
La crisis económica mundial está imponiendo a la fuerza nuevos estilos de vida. Y las viejas costumbres se van derrumbando al paso de la recesión. Aquí, la mirada de los corresponsales de Clarín.
-ITALIA
Los italianos de todas las clases sociales están dominados por una percepción muy fuerte de que la crisis no sólo los hace más pobres y precarios, sino que están viviendo un duro cambio de época de contornos oscuros.
En Turín las señoras de los barrios altos bajan al tradicional barrio del Balún, que habían dejado de frecuentar hace décadas, para conseguir buenos productos a precios rebajados que ahora tienen en cuenta como nunca. Y en Milán y Roma han comenzado los golden party. Con una mediadora que convoca en su casa a las amigas, una experta pesa con una balancita las joyas que le llevan las señoras y anuncia un precio, pagando inmediatamente cash. Quieren oro -refugio muy buscado por la crisis-, no otra cosa.
También están de moda los mercatinos de fin de semana y los negocios de segunda mano para la gente acomodada. Las oportunidades son únicas en un país lleno de objetos antiguos y de pasadas épocas más florecientes. "La verdad es que en nuestras casas hemos acumulado de todo y es hora de darle prioridad a las necesidades que nos impone esta situación", explicó la anciana Marissa Pavanti, que tiene una buena jubilación y es propietaria de su casa, pero ahora tiene aprietos que nunca había pasado en su vida. "Hace poco llevé algunos muebles y objetos de familia, los entregué en consignación y los están vendiendo. También ropa. Pero el problema es que ha bajado el número de compradores y crece el de los vendedores".
Las clases medias de Roma, por ejemplo, están diciendo adiós al paseo de fin de semana por los alrededores. Los Castillos Romanos, al sur de la ciudad, tienen los restaurantes tradicionales semivacíos. Y en Castelgandolfo, la residencia estival del Papa, donde solía ser difícil estacionar y conseguir un lugar para comer entre rebosantes mercatinos, ahora "la concurrencia ha bajado a la mitad y en los días de semana no viene nadie".
Lo dice Antonio, dueño de una trattoria y aclara: "Estamos ofreciendo menúes especiales a 12 euros y no conseguimos llenar ni los domingos".
También floreció una nueva profesión: la de badante, italianos que ahora se ofrecen a atender a viejos y enfermos, un trabajo que antes recaía en europeos del Este asiáticos y latinoamericanos. Surgió además la ocupación de viviendas. Y hasta una nueva patología la "neurocrisis": ansiedad, miedo y neurosis. Sí, en Italia, explica la investigadora Lina Rossi, "la gente se enferma de recesión".
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FRANCIA
Los franceses no se contentan con sufrir en la crisis global sino que necesitan hacerlo filosóficamente. Más allá de los nuevos pobres y los desempleados, los pensadores y sociólogos ya han encasillado la tendencia bajo el rótulo de "neoconsumismo".
El perfil del neoconsumidor "a la francesa" es -por voluntad o por la fuerza- un nuevo ecologista, astuto a la hora de comprar, adicto a los foros anticonsumo de internet, lejos del "bling bling", el Rolex, y el champagne sarkozista, que ahorra hasta la hora de usar detergente y jabón, más humanista y defensor del trueque. Un sistema que se impone en Francia, no sólo como un hijo directo de la escasez, 2 millones de desempleados y la perdida del poder de compra, sino para reestablecer lazos comunitarios perdidos en el hiperconsumismo desenfrenado.
El gran boom es el alquiler de un terreno para huerta, por 50 euros al mes. Con él, una familia puede alimentarse por un mes sin dificultades, sin tener que recurrir al mercado.
Además, todo se troca: CDs, muebles, tortas, juegos de video, ayudas domésticas, plomeros, pintores, servicios de peluquería, autos, cochecitos de bebés, ropa, antigüedades y casas. Y todo se comparte, comenzando por el auto para ir a trabajar.
Los franceses compran menos y se organizan comunitariamente para hacerlo. Los supermercados de descuento -que eran la Meca de los pobres- fueron asaltados por la clase media porque sus mercaderías son un 50% más baratas.
La máquina de coser es otra vedette de ventas. Las madres de familias y las jóvenes han vuelto a la costura para hacerse su propia ropa. Otras tejen, fabrican su propio pan, reciclan los muebles y computadoras abandonadas en la calle o se inician en plomería o electricidad.
Los franceses son gourmets. No dejan de ir al restaurante. Pero algunos lugares promocionan un "menú de crisis", que incluye un plato y postre por 9 euros. Claro, después hay que visitar al nutricionista porque son hipercalóricos.
Restaurantes en la Costa Azul han inventado otra salida original: no cobran. El cliente paga lo que cree que vale su plato y salvo en raros casos, la gente paga realmente lo que cuesta, sin trampas.
Y hay otro dato interesante: la suba de venta de lingerie. No es cuestión que la crisis anule la libido o el placer.
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ESPAÑA
La devastadora crisis económica y social cala hondo en la sociedad española y está afectando seriamente las costumbres y las vidas de la inmensa mayoría de la población. El miedo clausura herméticamente el bolsillo de todos y gastar se ha convertido en una actividad desatinada. Restaurantes con mesas vacías, viandas para comer en la oficina o en algún parque. Amigos que ahora se reúnen en sus casas: el ahorro está a la orden del día. "Se acabaron los taxis, ir a tomar copas con los amigos, comprarse ropa y gastar en discos", explica Miguel, todavía adolescente.
Otro fenómeno es la caída del uso de teléfonos móviles y el aumento del uso de Internet. Los inmigrantes, principales víctimas de la crisis, comenzaron su ahorro forzoso devolviendo los celulares.
En comercios, bares, kioscos y grandes tiendas han aumentado los pequeños robos.
Las parejas jóvenes ven alejarse en alas del desbarajuste económico sus posibilidades de casarse. Algunos que lo hicieron contratando hipotecas -a veces- a 50 años, no las han podido pagar y regresaron al nido materno. La edad de los jóvenes que siguen viviendo con sus padres aumenta considerablemente.
Otro fenómeno fascinante y doloroso, es que las ciudades pierden ritmo, hay momentos en que aumentan las zonas vacías en algunas calles. La venta de automóviles, uno de los grandes caballitos de batalla de la economía española, se ha desmoronado pese a las grandes ofertas.
Los precios bajan en cines, teatros y lugares de diversión pero la clientela va desapareciendo. La venta de libros cae, y cada vez son menos los conciertos de música popular. Los empresarios quiebran generando legiones de desocupados. Y una de las consecuencias más dramáticas y previsibles ha sido el aumento de las depresiones. Los psiquiatras no dan abasto recetando tranquilizantes y ansiolíticos.Los tratamientos privados son caros y hay una tendencia creciente en los sectores más afectados de la clase media de darse de baja en las prepagas y acudir al sistema público. Pero un turno en el servicio gratuito de psicólogos, en gran demanda, puede tardar más de un mes.
Textos de: Julio Algañaraz, corresponsal en Roma; María Laura Avignolo, corresponsal en París; y Juan Carlos Algañaraz, corresponsal en Madrid.
Los italianos de todas las clases sociales están dominados por una percepción muy fuerte de que la crisis no sólo los hace más pobres y precarios, sino que están viviendo un duro cambio de época de contornos oscuros.
En Turín las señoras de los barrios altos bajan al tradicional barrio del Balún, que habían dejado de frecuentar hace décadas, para conseguir buenos productos a precios rebajados que ahora tienen en cuenta como nunca. Y en Milán y Roma han comenzado los golden party. Con una mediadora que convoca en su casa a las amigas, una experta pesa con una balancita las joyas que le llevan las señoras y anuncia un precio, pagando inmediatamente cash. Quieren oro -refugio muy buscado por la crisis-, no otra cosa.
También están de moda los mercatinos de fin de semana y los negocios de segunda mano para la gente acomodada. Las oportunidades son únicas en un país lleno de objetos antiguos y de pasadas épocas más florecientes. "La verdad es que en nuestras casas hemos acumulado de todo y es hora de darle prioridad a las necesidades que nos impone esta situación", explicó la anciana Marissa Pavanti, que tiene una buena jubilación y es propietaria de su casa, pero ahora tiene aprietos que nunca había pasado en su vida. "Hace poco llevé algunos muebles y objetos de familia, los entregué en consignación y los están vendiendo. También ropa. Pero el problema es que ha bajado el número de compradores y crece el de los vendedores".
Las clases medias de Roma, por ejemplo, están diciendo adiós al paseo de fin de semana por los alrededores. Los Castillos Romanos, al sur de la ciudad, tienen los restaurantes tradicionales semivacíos. Y en Castelgandolfo, la residencia estival del Papa, donde solía ser difícil estacionar y conseguir un lugar para comer entre rebosantes mercatinos, ahora "la concurrencia ha bajado a la mitad y en los días de semana no viene nadie".
Lo dice Antonio, dueño de una trattoria y aclara: "Estamos ofreciendo menúes especiales a 12 euros y no conseguimos llenar ni los domingos".
También floreció una nueva profesión: la de badante, italianos que ahora se ofrecen a atender a viejos y enfermos, un trabajo que antes recaía en europeos del Este asiáticos y latinoamericanos. Surgió además la ocupación de viviendas. Y hasta una nueva patología la "neurocrisis": ansiedad, miedo y neurosis. Sí, en Italia, explica la investigadora Lina Rossi, "la gente se enferma de recesión".
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FRANCIA
Los franceses no se contentan con sufrir en la crisis global sino que necesitan hacerlo filosóficamente. Más allá de los nuevos pobres y los desempleados, los pensadores y sociólogos ya han encasillado la tendencia bajo el rótulo de "neoconsumismo".
El perfil del neoconsumidor "a la francesa" es -por voluntad o por la fuerza- un nuevo ecologista, astuto a la hora de comprar, adicto a los foros anticonsumo de internet, lejos del "bling bling", el Rolex, y el champagne sarkozista, que ahorra hasta la hora de usar detergente y jabón, más humanista y defensor del trueque. Un sistema que se impone en Francia, no sólo como un hijo directo de la escasez, 2 millones de desempleados y la perdida del poder de compra, sino para reestablecer lazos comunitarios perdidos en el hiperconsumismo desenfrenado.
El gran boom es el alquiler de un terreno para huerta, por 50 euros al mes. Con él, una familia puede alimentarse por un mes sin dificultades, sin tener que recurrir al mercado.
Además, todo se troca: CDs, muebles, tortas, juegos de video, ayudas domésticas, plomeros, pintores, servicios de peluquería, autos, cochecitos de bebés, ropa, antigüedades y casas. Y todo se comparte, comenzando por el auto para ir a trabajar.
Los franceses compran menos y se organizan comunitariamente para hacerlo. Los supermercados de descuento -que eran la Meca de los pobres- fueron asaltados por la clase media porque sus mercaderías son un 50% más baratas.
La máquina de coser es otra vedette de ventas. Las madres de familias y las jóvenes han vuelto a la costura para hacerse su propia ropa. Otras tejen, fabrican su propio pan, reciclan los muebles y computadoras abandonadas en la calle o se inician en plomería o electricidad.
Los franceses son gourmets. No dejan de ir al restaurante. Pero algunos lugares promocionan un "menú de crisis", que incluye un plato y postre por 9 euros. Claro, después hay que visitar al nutricionista porque son hipercalóricos.
Restaurantes en la Costa Azul han inventado otra salida original: no cobran. El cliente paga lo que cree que vale su plato y salvo en raros casos, la gente paga realmente lo que cuesta, sin trampas.
Y hay otro dato interesante: la suba de venta de lingerie. No es cuestión que la crisis anule la libido o el placer.
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ESPAÑA
La devastadora crisis económica y social cala hondo en la sociedad española y está afectando seriamente las costumbres y las vidas de la inmensa mayoría de la población. El miedo clausura herméticamente el bolsillo de todos y gastar se ha convertido en una actividad desatinada. Restaurantes con mesas vacías, viandas para comer en la oficina o en algún parque. Amigos que ahora se reúnen en sus casas: el ahorro está a la orden del día. "Se acabaron los taxis, ir a tomar copas con los amigos, comprarse ropa y gastar en discos", explica Miguel, todavía adolescente.
Otro fenómeno es la caída del uso de teléfonos móviles y el aumento del uso de Internet. Los inmigrantes, principales víctimas de la crisis, comenzaron su ahorro forzoso devolviendo los celulares.
En comercios, bares, kioscos y grandes tiendas han aumentado los pequeños robos.
Las parejas jóvenes ven alejarse en alas del desbarajuste económico sus posibilidades de casarse. Algunos que lo hicieron contratando hipotecas -a veces- a 50 años, no las han podido pagar y regresaron al nido materno. La edad de los jóvenes que siguen viviendo con sus padres aumenta considerablemente.
Otro fenómeno fascinante y doloroso, es que las ciudades pierden ritmo, hay momentos en que aumentan las zonas vacías en algunas calles. La venta de automóviles, uno de los grandes caballitos de batalla de la economía española, se ha desmoronado pese a las grandes ofertas.
Los precios bajan en cines, teatros y lugares de diversión pero la clientela va desapareciendo. La venta de libros cae, y cada vez son menos los conciertos de música popular. Los empresarios quiebran generando legiones de desocupados. Y una de las consecuencias más dramáticas y previsibles ha sido el aumento de las depresiones. Los psiquiatras no dan abasto recetando tranquilizantes y ansiolíticos.Los tratamientos privados son caros y hay una tendencia creciente en los sectores más afectados de la clase media de darse de baja en las prepagas y acudir al sistema público. Pero un turno en el servicio gratuito de psicólogos, en gran demanda, puede tardar más de un mes.
Textos de: Julio Algañaraz, corresponsal en Roma; María Laura Avignolo, corresponsal en París; y Juan Carlos Algañaraz, corresponsal en Madrid.
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Clarin - Argentina/15/04/2009
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