ESCARBANDO en LQ Somos
La balcanización descubierta
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Las revelaciones, del periodista español Alonso (1), muestran la clase de oposición que enfrenta un proceso que, en democracia, se propone reparar siglos de opresión y exclusión. Lo que se pretende hacer de modo pacífico, es insensatamente resistido, socavando toda posibilidad de resolución democrática. La insensatez provoca lo que reprocha: la violencia que condena es la violencia que ella misma estimula; si se le cierra el camino a una revolución en democracia, lo que abre, la misma derecha, es la apuesta por la violencia. De ese modo regresa a su condición: no es demócrata, es fascista.
Su modo de constitución son las dictaduras, en ellas se imagina una cáscara democrática para su dictadura prolongada; por eso, inevitablemente, ensucia la política, porque la convierte en la pura legalización de sus crímenes. En su apuesta reedita su carácter antinacional: está dispuesta a descuartizar su propio país, si ello garantiza su poder. La historia lo confirma: el que está acá sólo por la riqueza no ama esta tierra, su propio país se convierte en un medio para sus fines, por eso vive mirando para otro lado.
Su desarraigo le condena a la dependencia: se hace subalterno de otro poder al cual se inclina; por eso amenaza todo intento de liberación, porque su sometimiento no sabe sino someter a todos para someterse mejor: el miserable hace más miserables a los demás, para hacerse menos miserable. Porque en su miseria no puede consentir que sus víctimas le enseñen a ser libre; su desprecio es el que le impide reconocer a quienes luchan, hasta por él mismo: siendo libre gana menos, cuantitativamente, pero gana cualitativamente, se hace más humano.
La guerra no es nunca solución sino la imposibilidad de toda solución; quien cree que sale ganando con ella, no es iluso, es cínico. Por eso no pelea él mismo sino contrata a otro; en su arrebato, no mide consecuencias: cría cuervos que le sacan los ojos. El terrorista Rosza no venía a inclinarse ante nadie. Él era una criatura del terrorismo global, de la lógica suicida del capitalismo salvaje: morir matando a todos. La fuerza del terrorismo actual consiste en su predisposición al suicidio; su amenaza señala: si no hay alternativa, la única alternativa es matar toda alternativa. Su oficio se exhibe de modo fervoroso; su culto hacia la muerte destruye todo propósito. No lucha por ideología; la razón de su lucha es la lucha misma. Su lucidez consiste en haber renunciado a todo potencial de razón; no le interesa justificarse, su acción se justifica por sí misma. La guerra suspende toda apelación a la razón: la guerra se convierte, para el terrorista, en un culto y matar, un acto de fe.
Los que le justifican son otros. Aquellos que ven en su imagen la medida de sus delirios. Por eso Alonso nos muestra, también, la calaña de prensa que padecemos a diario. Si el terrorismo es global, lo es también porque penetra en todos los ámbitos de la sociedad. El modo de penetrar todos esos ámbitos es, hoy en día, mediáticamente. La difusión del terror se estetiza, de modo que hasta el terror encanta; esto produce desequilibrio emocional, prototipo del individuo actual (el adicto no sabe por qué de su desequilibrio, porque pretende hallar la cura de su desequilibrio en aquello que le desequilibra). Prototipo del desequilibrio son los informativos de los medios privados; desde sus cortinas musicales hasta sus titulares, todo está diseñado para infundir pánico, sembrar incertidumbre en una población de fácil manipulación. Los conflictos se atizan en los medios y ayudan a producir individuos dispuestos a todo.
La prensa no es inocente; es, en gran medida, responsable de la violencia que retrata. Por eso no es casual su inclinación actual. La defensa que hacen de Rosza y la censura a Alonso retrata a quienes operan de ese modo. El terrorista parece poseer un sexto sentido que le permite reconocer a su semejante; si aquel dispara balas, estos lo hacen con mentiras, calumnias e infamias. El terror también se comunica: cuando se llena a la gente de mentiras, estos aprenden a escupir veneno. Defienden a Rosza porque defienden la garantía de la violencia que han ayudado a generar.
Los desastres que origina la guerra, son similares a los desastres que produce, en la conciencia, la mentira impune. Cuando desaparece el sentido de realidad, desaparece el sentido de vivir. La muerte impone el sinsentido. En tal caso, la política se vuelve guerra disfrazada y las oposiciones se hacen irreconciliables. Balcanizar se convierte en la salida: si ya no se puede recuperar el país, entonces hay que descuartizarlo. Si se pierde algo hay que hacer todo para que nadie gane nada. El país está de más. Así piensa la oposición: prefiere descuartizar su país, para no tener que compartirlo.
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Las revelaciones, del periodista español Alonso (1), muestran la clase de oposición que enfrenta un proceso que, en democracia, se propone reparar siglos de opresión y exclusión. Lo que se pretende hacer de modo pacífico, es insensatamente resistido, socavando toda posibilidad de resolución democrática. La insensatez provoca lo que reprocha: la violencia que condena es la violencia que ella misma estimula; si se le cierra el camino a una revolución en democracia, lo que abre, la misma derecha, es la apuesta por la violencia. De ese modo regresa a su condición: no es demócrata, es fascista.
Su modo de constitución son las dictaduras, en ellas se imagina una cáscara democrática para su dictadura prolongada; por eso, inevitablemente, ensucia la política, porque la convierte en la pura legalización de sus crímenes. En su apuesta reedita su carácter antinacional: está dispuesta a descuartizar su propio país, si ello garantiza su poder. La historia lo confirma: el que está acá sólo por la riqueza no ama esta tierra, su propio país se convierte en un medio para sus fines, por eso vive mirando para otro lado.
Su desarraigo le condena a la dependencia: se hace subalterno de otro poder al cual se inclina; por eso amenaza todo intento de liberación, porque su sometimiento no sabe sino someter a todos para someterse mejor: el miserable hace más miserables a los demás, para hacerse menos miserable. Porque en su miseria no puede consentir que sus víctimas le enseñen a ser libre; su desprecio es el que le impide reconocer a quienes luchan, hasta por él mismo: siendo libre gana menos, cuantitativamente, pero gana cualitativamente, se hace más humano.
La guerra no es nunca solución sino la imposibilidad de toda solución; quien cree que sale ganando con ella, no es iluso, es cínico. Por eso no pelea él mismo sino contrata a otro; en su arrebato, no mide consecuencias: cría cuervos que le sacan los ojos. El terrorista Rosza no venía a inclinarse ante nadie. Él era una criatura del terrorismo global, de la lógica suicida del capitalismo salvaje: morir matando a todos. La fuerza del terrorismo actual consiste en su predisposición al suicidio; su amenaza señala: si no hay alternativa, la única alternativa es matar toda alternativa. Su oficio se exhibe de modo fervoroso; su culto hacia la muerte destruye todo propósito. No lucha por ideología; la razón de su lucha es la lucha misma. Su lucidez consiste en haber renunciado a todo potencial de razón; no le interesa justificarse, su acción se justifica por sí misma. La guerra suspende toda apelación a la razón: la guerra se convierte, para el terrorista, en un culto y matar, un acto de fe.
Los que le justifican son otros. Aquellos que ven en su imagen la medida de sus delirios. Por eso Alonso nos muestra, también, la calaña de prensa que padecemos a diario. Si el terrorismo es global, lo es también porque penetra en todos los ámbitos de la sociedad. El modo de penetrar todos esos ámbitos es, hoy en día, mediáticamente. La difusión del terror se estetiza, de modo que hasta el terror encanta; esto produce desequilibrio emocional, prototipo del individuo actual (el adicto no sabe por qué de su desequilibrio, porque pretende hallar la cura de su desequilibrio en aquello que le desequilibra). Prototipo del desequilibrio son los informativos de los medios privados; desde sus cortinas musicales hasta sus titulares, todo está diseñado para infundir pánico, sembrar incertidumbre en una población de fácil manipulación. Los conflictos se atizan en los medios y ayudan a producir individuos dispuestos a todo.
La prensa no es inocente; es, en gran medida, responsable de la violencia que retrata. Por eso no es casual su inclinación actual. La defensa que hacen de Rosza y la censura a Alonso retrata a quienes operan de ese modo. El terrorista parece poseer un sexto sentido que le permite reconocer a su semejante; si aquel dispara balas, estos lo hacen con mentiras, calumnias e infamias. El terror también se comunica: cuando se llena a la gente de mentiras, estos aprenden a escupir veneno. Defienden a Rosza porque defienden la garantía de la violencia que han ayudado a generar.
Los desastres que origina la guerra, son similares a los desastres que produce, en la conciencia, la mentira impune. Cuando desaparece el sentido de realidad, desaparece el sentido de vivir. La muerte impone el sinsentido. En tal caso, la política se vuelve guerra disfrazada y las oposiciones se hacen irreconciliables. Balcanizar se convierte en la salida: si ya no se puede recuperar el país, entonces hay que descuartizarlo. Si se pierde algo hay que hacer todo para que nadie gane nada. El país está de más. Así piensa la oposición: prefiere descuartizar su país, para no tener que compartirlo.
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LQSomos. Rafael Bautista S*. Julio de 2009.
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*La Paz, Bolivia. Rafael Bautista S. es Autor de “OCTUBRE: EL LADO OSCURO DE LA LUNA” y “LA MEMORIA OBSTINADA”
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LQSomos/28/07/2009
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