26/6/07

El Gobierno Zapatero no es un “accidente”, como dice el PP

En democracia no hay “accidentes”; hay elecciones
Se ha dicho recientemente, y con machacona insistencia por parte del PP, y algunos que otros medios periodísticos, más que afines, sustitutivos de lo que debería ser la impronta propia del político, que esta legislatura, refiriéndose al Gobierno Zapatero, ha sido un "accidente". Qué cosas.
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En democracia no hay accidentes. En democracia lo que hay son elecciones. Se puede criticar la acción del Gobierno. Es una de las tareas principales de la oposición. Pero lo que no puede hacerse nunca es hacer como si el Gobierno lo fuera por la imposición externa de algo o alguien distinto de la voluntad popular. Expresiones nefastas, como que a Zapatero lo tenía "ETA cogido por los vagones ", etc., se han escuchado demasiadas veces, como para poder ser olvidadas y trasladadas donde debían haber estado siempre: en el silencio del sepulcro blanqueado. No se pueden predicar semejantes dislates de un presidente democrático. Y los españoles, cuando lo consideren oportuno, deberán valorarlo electoralmente. No todo es válido para ganar elecciones. Lo es la política; no lo es la premeditada y permanente animadversión hacia elementos esenciales del propio sistema.

Momento de tregua
Bien claro que ahora estamos en un momento de tregua anterior al debate del Estado de la Nación, donde si nadie lo impide, estoy convencido, por desgracia, que se volverán a oír palabras de más. De más, digo, para la nación que, sin duda, está demostrando una templanza y buen hacer democrático mucho más allá que las paranoias desempolvadas por una superada retórica en lo tocante al quicio de la legislatura.

El eje franco-alemán
Los españoles merecen otra derecha. Merecen una derecha democrática que se parezca ciertamente a la europea y a sus actuales modelos centrales; es decir, Sarkozy (que en sus primeras medidas como presidente de Francia ha querido , y contribuido, a integrar a todos los sectores de la nación), o a Merkel (que está haciendo esfuerzos ímprobos para sacar adelante un nuevo Tratado europeo, apoyada ciertamente por Sarkozy y por el presidente de España, Zapatero, que ha hecho bueno su deseo de volver al lado del eje franco-alemán, del que, dicho sea de paso, nunca debió salir España en la órbita europea) o el caso, distinto pero no por lo distante, de Cameron, líder del conservadurismo británico. Rajoy está muy lejos de todo ello. Y esto es lamentable para el país. No sólo para el Gobierno. Porque España es un gran país europeo que merece, sí, merece, la normalidad de la modorra democrática; es decir, que los sobresaltos, solo vengan indicados por los resultados electorales, la polémica civilizada y el buen decir de unos y otros. Todo lo demás sobra.

No es normal
Aquí hacemos batalla campal de la Ley de la Memoria Histórica (que, en su actual redacción, es perfectamente asumible por todas las fuerzas políticas parlamentarias, mucho más en este momento en el que está en comisión y en período de enmiendas). Algunos llevan a cabo una nueva guerra civil contra la asignatura de Educación para la Ciudadanía, que con ese nombre o con otros, está presente en la práctica totalidad de los países de la Unión Europea, por no hablar del terrorismo, respecto del cual hay que esperar que el Partido Popular, y su líder, Rajoy, mantengan en todo tiempo y lugar el espacio del diálogo y el acuerdo fructífero con el Gobierno y con el resto de fuerzas democráticas. No es normal este comportamiento en democracia. Y no lo es, sobre todo, en nuestro país, aquí y ahora.

La riqueza de los matices
¿Se imaginan ustedes a Rajoy, y yo estaría encantado, depositando una corona de flores en el cementerio a las Trece rosas de nuestra bárbara guerra civil? Sin embargo, su homólogo frances, Sarkozy, no tiene inconveniente en depositar una corona de flores en la tumba conmemorativa de la resistencia antifascista comunista francesa? Ya sé que los orígenes históricos de las formaciones políticas son distintos; pero también pueden evolucionar y singularizarse en la riqueza de matices que componen los respectivos troncos comunes; en el caso de la derecha democrática europea: la democracia cristiana alemana, el gaullismo francés y el conservadurismo británico, principalmente. No la opción "neocon republicana" de aguerrido acento norteamericano, tan querida entre algunos de los máximos dirigentes de nuestra actual derecha.

González y el marxismo
Del mismo modo que en el socialismo democrático español, y gracias a Felipe González, se enterró hace tiempo aquel marxismo anterior a la transición cuando el ex presidente del Gobierno mencionado , aclaró aquel famoso " hay que ser socialistas antes que marxistas" que abrió el PSOE en España hacia el centro político, el atlantismo moderado y el europeismo convencido. Esas transiciones son las que alimentan lo mejor del tronco democrático español.

Espectro político centrado
Hoy, después de treinta años de democracia y transición política, merecemos un espectro político centrado en todos sus extremos, y unas fuerzas políticas (especialmente nuestra derecha democrática) que pueda, sin extremismo, ni alharacas impropias de la propia tradición europea en la que debería, por fin inscribirse, apoyar la memoria histórica de todos los españoles, el civismo y la educación en los derechos humanos y constitucionales de todos nuestros alumnos y alumnas y apoyar cuantas iniciativas moderadas y con sentido común contribuyeran a engrandecer las libertades y la democracia española. Cuánto mejor sería todavía si alguna de esas propuestas partieran de las filas del centro derecha.
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Joaquín Calomarde (Diputado al Congreso por Valencia, adscrito al Grupo Mixto)
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elplural.es/26/06/2007

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