¿Jaque y gambito?
Uribe y las FARC
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por Miguel Guaglianone*
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El presidente Uribe, que se sabe en franco retroceso en la consideración internacional al hacerse evidente su doble discurso respecto al conflicto armado en su país -a partir de haberse concretado la liberación de las dos prisioneras en poder de las FARC- ha emprendido una rápida gira por Europa en un intento de equilibrar una situación política que lo desfavorece a nivel nacional e internacional
El presidente Uribe, que se sabe en franco retroceso en la consideración internacional al hacerse evidente su doble discurso respecto al conflicto armado en su país -a partir de haberse concretado la liberación de las dos prisioneras en poder de las FARC- ha emprendido una rápida gira por Europa en un intento de equilibrar una situación política que lo desfavorece a nivel nacional e internacional
Ambas se encuentran hoy sanas y salvas en Colombia a pesar de todos los esfuerzos realizados por la derecha colombiana (y los EE.UU.) para abortar el proceso de liberación durante la época de fin de año en que se intentaba concretar la entrega, a través de la brusca irrupción de Uribe en Villavicencio llevando la hipótesis que el niño Emmanuel no estaba en poder de la guerrilla y simultáneamente con un ejército colombiano que en ningún momento cesó sus acciones militares a pesar de que el gobierno afirmaba su colaboración para lograr la libertad de ambas mujeres (situación que fue expuesta por las dos ex-prisioneras y confirmada por recientes declaraciones de Uribe en Europa).
Con su característico empuje constante, el presidente Chávez propuso inmediatamente que se levantara a las FARC la calificación de “terroristas” y que se reconociera su condición de fuerza beligerante en un conflicto armado que tiene ya medio siglo de antigüedad, como una forma de poder seguir adelante en un proceso de paz.
La indiscutible y exitosa muestra de buena voluntad por parte de la guerrilla y la propuesta de Chávez, desataron una reacción inmediata a través de las grandes cadenas de medios de comunicación, tanto de parte de los Estados Unidos como del resto de la derecha internacional, satanizando todo posible cambio en el status quo establecido respecto a los insurgentes.
La presencia de Uribe en varios países europeos está acompañada con un discurso mucho más suave respecto a algunas de las posiciones de su gobierno. En Colombia declaró que estaría dispuesto a levantar la calificación de terroristas, si la guerrilla cambiara sus métodos de lucha, en Europa se ha declarado dispuesto a sentarse a negociar con las FARC en un territorio despoblado, con la presencia de observadores internacionales (proponiendo una salida intermedia a la intransigencia de ambos bandos respecto a un territorio despejado militarmente en dos municipios colombianos). Igualmente ha propuesto reflotar una mediación que estaría conducida por la Iglesia Católica y acompañada por los tres países europeos (Francia, España y Suiza) cuya intervención ya fracasara anteriormente.
Pero el objetivo más importante de la gira ha sido confirmar que los europeos no estén dispuestos a levantar la calificación de terroristas a las FARC. Su argumento principal es que los grupos insurgentes (parece que los que estuvieran permitidos) se levantan en armas contra dictaduras, que en el caso de Colombia se trata de una democracia y todo alzamiento en armas contra una democracia es terrorismo. Curiosamente, basta dar una ojeada a la historia contemporánea de la “democracia” colombiana, para ver como la derecha no ha tenido históricamente ningún problema para eliminar físicamente a todos aquellos que han abandonado la lucha armada y han intentado la lucha política dentro de el “estado de derecho” vigente en la tierra neogranadina.
Igualmente, ha calificado a las FARC de narcotraficantes, lo cual impediría ser considerados un bando beligerante. Por supuesto no ha hecho ninguna mención a los paramilitares, que están acusados con pruebas evidentes, tanto de ser los principales narcotraficantes de Colombia, como de realizar masacres sistemáticas entre el campesinado colombiano. Claro está que no mencionará la soga en casa del ahorcado, ya que el propio Uribe ha sido acusado en su país de ser uno de los promotores y creadores del movimiento paramilitar, y varios de los congresistas que lo apoyan están hoy frente a la propia justicia colombiana acusados de promover y alentar ese movimiento.
El resto de sus argumentos giran sobre la calificación de los métodos de lucha de la guerrilla. Según él el secuestro no es una forma válida de lucha (¿Cuál es la condición de los prisioneros de los EE.UU. en Guantánamo? Casualmente en estos días la televisión española logro introducir allí una cámara, y mostró que los métodos usados por las fuerzas armadas norteamericanas dejan como muy “Light” el trato recibido por Clara Rojas y Consuelo González en manos de las FARC). De la misma manera condenó el plantar minas antipersonales (¿No han sido los ejércitos regulares quienes han plantado los millones de minas desperdigados por el mundo y que constituyen hoy un problema muy difícil de resolver?) y el realizar atentados con bombas en zonas civiles (¿Eran terroristas los fundadores del estado de Israel cuando colocaban bombas en los hoteles con civiles ingleses?). Queda claro que no estamos aprobando los métodos de matanza (que siempre son despreciables) sino que, como decimos en Venezuela, “lo que es bueno para el pavo es bueno también para la pava”. No es posible descalificar al enemigo por utilizar los mismos métodos que nosotros utilizamos.
Pero puede quedarse tranquilo el presidente Uribe, los gobiernos europeos no levantarán fácilmente la calificación de terroristas de las FARC, ella es parte del compromiso que tienen con el gobierno norteamericano, que de buen o mal grado los ha hecho partícipes de la visión global de los neocom y de su guerra indefinida contra el terrorismo, concretada a partir del atentado a las torres gemelas.
El gobierno español, a pesar de ser el más de centro de los europeos, necesita apoyar esa política antiterrorista para a su vez recibir el apoyo en su guerra interna con la ETA, el gobierno francés de Sarkosy es de franca derecha y comparte con el de Bush varias posiciones “duras”, los de Alemania e Inglaterra siguen más o menos a regañadientes los lineamientos de Washington (hay demasiados compromisos acumulados).
Respecto a la guerra antiterrorista promovida por la Casa Blanca, basta recordar que es una propuesta que responde directamente a los intereses de la derecha norteamericana, pero que es conveniente para todos los sistemas establecidos, ya que permite descalificar a todo movimiento de resistencia ante los grandes intereses. Esta no es una política original, en toda la historia esa descalificación ha sido parte de la guerra de propaganda de los poderes dominantes. Los nazis calificaban de terroristas a la resistencia francesa en la Francia ocupada. El gobierno norteamericano calificaba igualmente al Vietcong en la guerra de Vietnam (aunque debió reconocerlos como parte beligerante, cuando debió sentarse a negociar en París).
Finalmente, la jugada política de la gira de Uribe parece asemejarse a la oferta de un gambito (ofrecer una pieza para ganar posición estratégica) en el ajedrez internacional, ante el aparente jaque producido por la liberación de las prisioneras, la reacción interna en Colombia y el debilitamiento de su posición política en el ámbito internacional.
Con su característico empuje constante, el presidente Chávez propuso inmediatamente que se levantara a las FARC la calificación de “terroristas” y que se reconociera su condición de fuerza beligerante en un conflicto armado que tiene ya medio siglo de antigüedad, como una forma de poder seguir adelante en un proceso de paz.
La indiscutible y exitosa muestra de buena voluntad por parte de la guerrilla y la propuesta de Chávez, desataron una reacción inmediata a través de las grandes cadenas de medios de comunicación, tanto de parte de los Estados Unidos como del resto de la derecha internacional, satanizando todo posible cambio en el status quo establecido respecto a los insurgentes.
La presencia de Uribe en varios países europeos está acompañada con un discurso mucho más suave respecto a algunas de las posiciones de su gobierno. En Colombia declaró que estaría dispuesto a levantar la calificación de terroristas, si la guerrilla cambiara sus métodos de lucha, en Europa se ha declarado dispuesto a sentarse a negociar con las FARC en un territorio despoblado, con la presencia de observadores internacionales (proponiendo una salida intermedia a la intransigencia de ambos bandos respecto a un territorio despejado militarmente en dos municipios colombianos). Igualmente ha propuesto reflotar una mediación que estaría conducida por la Iglesia Católica y acompañada por los tres países europeos (Francia, España y Suiza) cuya intervención ya fracasara anteriormente.
Pero el objetivo más importante de la gira ha sido confirmar que los europeos no estén dispuestos a levantar la calificación de terroristas a las FARC. Su argumento principal es que los grupos insurgentes (parece que los que estuvieran permitidos) se levantan en armas contra dictaduras, que en el caso de Colombia se trata de una democracia y todo alzamiento en armas contra una democracia es terrorismo. Curiosamente, basta dar una ojeada a la historia contemporánea de la “democracia” colombiana, para ver como la derecha no ha tenido históricamente ningún problema para eliminar físicamente a todos aquellos que han abandonado la lucha armada y han intentado la lucha política dentro de el “estado de derecho” vigente en la tierra neogranadina.
Igualmente, ha calificado a las FARC de narcotraficantes, lo cual impediría ser considerados un bando beligerante. Por supuesto no ha hecho ninguna mención a los paramilitares, que están acusados con pruebas evidentes, tanto de ser los principales narcotraficantes de Colombia, como de realizar masacres sistemáticas entre el campesinado colombiano. Claro está que no mencionará la soga en casa del ahorcado, ya que el propio Uribe ha sido acusado en su país de ser uno de los promotores y creadores del movimiento paramilitar, y varios de los congresistas que lo apoyan están hoy frente a la propia justicia colombiana acusados de promover y alentar ese movimiento.
El resto de sus argumentos giran sobre la calificación de los métodos de lucha de la guerrilla. Según él el secuestro no es una forma válida de lucha (¿Cuál es la condición de los prisioneros de los EE.UU. en Guantánamo? Casualmente en estos días la televisión española logro introducir allí una cámara, y mostró que los métodos usados por las fuerzas armadas norteamericanas dejan como muy “Light” el trato recibido por Clara Rojas y Consuelo González en manos de las FARC). De la misma manera condenó el plantar minas antipersonales (¿No han sido los ejércitos regulares quienes han plantado los millones de minas desperdigados por el mundo y que constituyen hoy un problema muy difícil de resolver?) y el realizar atentados con bombas en zonas civiles (¿Eran terroristas los fundadores del estado de Israel cuando colocaban bombas en los hoteles con civiles ingleses?). Queda claro que no estamos aprobando los métodos de matanza (que siempre son despreciables) sino que, como decimos en Venezuela, “lo que es bueno para el pavo es bueno también para la pava”. No es posible descalificar al enemigo por utilizar los mismos métodos que nosotros utilizamos.
Pero puede quedarse tranquilo el presidente Uribe, los gobiernos europeos no levantarán fácilmente la calificación de terroristas de las FARC, ella es parte del compromiso que tienen con el gobierno norteamericano, que de buen o mal grado los ha hecho partícipes de la visión global de los neocom y de su guerra indefinida contra el terrorismo, concretada a partir del atentado a las torres gemelas.
El gobierno español, a pesar de ser el más de centro de los europeos, necesita apoyar esa política antiterrorista para a su vez recibir el apoyo en su guerra interna con la ETA, el gobierno francés de Sarkosy es de franca derecha y comparte con el de Bush varias posiciones “duras”, los de Alemania e Inglaterra siguen más o menos a regañadientes los lineamientos de Washington (hay demasiados compromisos acumulados).
Respecto a la guerra antiterrorista promovida por la Casa Blanca, basta recordar que es una propuesta que responde directamente a los intereses de la derecha norteamericana, pero que es conveniente para todos los sistemas establecidos, ya que permite descalificar a todo movimiento de resistencia ante los grandes intereses. Esta no es una política original, en toda la historia esa descalificación ha sido parte de la guerra de propaganda de los poderes dominantes. Los nazis calificaban de terroristas a la resistencia francesa en la Francia ocupada. El gobierno norteamericano calificaba igualmente al Vietcong en la guerra de Vietnam (aunque debió reconocerlos como parte beligerante, cuando debió sentarse a negociar en París).
Finalmente, la jugada política de la gira de Uribe parece asemejarse a la oferta de un gambito (ofrecer una pieza para ganar posición estratégica) en el ajedrez internacional, ante el aparente jaque producido por la liberación de las prisioneras, la reacción interna en Colombia y el debilitamiento de su posición política en el ámbito internacional.
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Escritor uruguayo-venezolano radicado en Caracas, investigador independiente.
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Red Voltaire - France/27/01/2008
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