23/2/08

Cinco preguntas comprometidas para McCain

Primarias en EEUU
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"La guerra", escribió en 1918 Randolph Bourne, "es la salud del Estado".
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George Will
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La política exterior ha decaído a la periferia de la política presidencial, desplazada como preocupación de los electores por una recesión económica inexistente. Sin embargo, cuando llegue el otoño Irak e Irán podrían ser asuntos centrales, el primero como un problema más grave para el candidato demócrata que para McCain, y el segundo como una complicación para el republicano. La presidencia podría ser ganada por el candidato que posea el concepto más humilde de este cargo.
Con respecto a Irak, los demócratas han ganado un debate retroactivo: la mayor parte de los norteamericanos lamenta ahora la invasión y aborrece la chapuza posterior. Pero eso no le permitirá al demócrata finalmente escogido argumentar que lo logrado mediante el sacrificio de Estados Unidos deba ser puesto en riesgo por esa retirada prácticamente incondicional que prometen ambos candidatos.
Nancy Pelosi afirma que el incremento de tropas "no ha producido el efecto deseado". ¿"El" efecto? El aumento de soldados ha causado muchos efectos deseados, incluyendo la pacificación, que es el prerrequisito para ese efecto –la reconciliación política– al que se refiere Pelosi.
El candidato demócrata intentará hacer una montaña del grano de arena de la afirmación de McCain de que para él estaría "bien" si parte de las fuerzas norteamericanas permanecen en Irak durante "tal vez 100 años", con tal de que los estadounidenses no salgan perjudicados. Los votantes no se sienten inquietos, ni siquiera intranquilos, porque las fuerzas norteamericanas lleven 63 años en Japón y Alemania y 58 en Corea del Sur. Las verdaderas debilidades de McCain están relacionadas con cuatro preguntas sobre Irán y una acerca de Irak. Sus respuestas a todas ellas nos revelarán qué límites constitucionales, si es que para él hay alguno, acepta aplicar a las prerrogativas presidenciales en política exterior y de defensa.
En primer lugar, McCain dice que la guerra contra Irán sería menos terrible que un Irán con armas nucleares. ¿Por qué piensa, como da a entender su comentario, que un Irán nuclear sería, al contrario que la Unión Soviética, indisuadible y no susceptible a la contención a largo plazo hasta que la dinámica interna cambie el sistema político?
En segundo lugar, serían necesarios muchos cientos de misiones de bombardeo –una guerra de verdad, vamos–para que tuviera alguna base la confianza en que el programa nuclear de Irán ha quedado inutilizado para el futuro próximo. ¿Cree McCain que un presidente está dotado constitucionalmente de poder para lanzar una guerra preventiva tan prolongada sin autorización del Congreso?
Tercera pregunta: ¿por qué querría cualquier presidente que no está repeliendo un ataque repentino embarcarse en las turbias aguas de una guerra sin el concurso del otro poder del Estado?
En cuarto lugar, el presidente Bush ha hablado de la importancia de evitar que Irán "posea el conocimiento necesario para fabricar una bomba nuclear". ¿Piensa McCain que es factible e imperativo evitar, o destruir, tal "conocimiento"?
La quinta pregunta se refiere a Irak y al papel constitucional del Congreso en la dirección de la política exterior. El 26 de noviembre de 2007, Bush y el primer ministro iraquí Nouri al-Maliki publicaron una "Declaración de Principios para una Relación de Cooperación y Amistad a largo plazo". Según lo pactado, antes del 31 de julio debería haber un acuerdo –algo mucho más general de lo que suelen estipular estos convenios– sobre las fuerzas militares americanas destacadas en el país. La declaración reza que el pacto incluirá "garantías y compromisos de seguridad" y exige que Estados Unidos defienda Irak "contra las amenazas internas y externas" y "apoye" los esfuerzos de Irak por "derrotar y expulsar" a "todos los grupos terroristas", incluyendo a "al-Qaeda, los saddamistas, y al resto de grupos proscritos", y a "destruir sus redes logísticas y sus fuentes de financiación".
En una carta fechada el 19 de diciembre y dirigida al presidente, el senador Joe Biden, presidente del Comité de Relaciones Exteriores, decía que el derecho constitucional y "más de 200 años de praxis" establecen que tal acuerdo exige autorización del Congreso en forma de un tratado, estatuto o resolución conjunta de ambas cámaras. La senadora Hillary Clinton ha presentado, y el senador Barack Obama secundado, una ley que niega los fondos necesarios para llevar a la práctica cualquier acuerdo internacional que no sea ratificado por el Congreso. Centenares de pactos de este tipo, sean importantes (léase OTAN) o menores (el compromiso de la administración Reagan con la seguridad de las Malvinas y Micronesia), han sido sometidos al Congreso. ¿Está McCain de acuerdo con Clinton y Obama?
"La guerra", escribió en 1918 Randolph Bourne, "es la salud del Estado". La guerra aumenta especialmente el poder presidencial, lo cual probablemente sea un motivo por el que Theodore Roosevelt, contemporáneo de Bourne y uno de los héroes de McCain, disfrutara con ella. "Ningún triunfo de la paz", decía Roosevelt, "es mayor que los supremos triunfos de la guerra". Roosevelt, que también dijo no creer "que haya nada malo en la concentración de poderes en manos de un hombre", fue el arquetipo del frenesí presidencial de nuestros tiempos.
McCain, que en ocasiones parece considerar sus entusiasmos y manías como base para la acción gubernamental, probablemente sería un presidente del tipo de Roosevelt. El candidato demócrata explorará las consecuencias de esa posibilidad, y los electores tendrán nueve meses para reflexionar sobre ello.
© Washington Post Writers Group
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Libertad Digital - España/23/02/2008

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