Público.es - CON DIGNIDAD
Sarkozy hace cambios en su equipo tras la derrota
La bofetada de las urnas impone al presidente francés un nuevo giro, con pocas bazas en la mano y una derecha dividida, mientras que la izquierda reclama un cambio en la política presidencial.
La bofetada de las urnas impone al presidente francés un nuevo giro, con pocas bazas en la mano y una derecha dividida, mientras que la izquierda reclama un cambio en la política presidencial.
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ANDRÉS PÉREZ
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París - Nicolas Sarkozy tuvo fácil atravesar la dura jornada de ayer gracias a la ceremonia militar fúnebre en memoria del último soldado de la Primera Guerra Mundial celebrada en el Palacio de Los Inválidos de París. Le permitió esquivar la obligación de comentar la dura bofetada que le enviaron las urnas el domingo.
Ese balón de oxígeno de ultratumba, que tendrá una prolongación hoy con otra escena mortuoria en Alta Saboya, no obstante, no soluciona el problema del presidente: ¿cómo rebotar tras el descrédito de la calle, de los sondeos y de las urnas, con su partido y sus equipos más divididos que nunca, un Gobierno frágil y una política económica que no da resultados?
Discreto ahora, el presidente otrora exhibicionista envió una señal de que "ha escuchado el mensaje" de las urnas, como prometió en su día. La presidencia de la República confirmó la remodelación general del inmenso aparato de comunicación creado hace diez meses y la supresión del puesto de portavoz, ocupado por el barroco David Martinon, ahora cesado.
Ese balón de oxígeno de ultratumba, que tendrá una prolongación hoy con otra escena mortuoria en Alta Saboya, no obstante, no soluciona el problema del presidente: ¿cómo rebotar tras el descrédito de la calle, de los sondeos y de las urnas, con su partido y sus equipos más divididos que nunca, un Gobierno frágil y una política económica que no da resultados?
Discreto ahora, el presidente otrora exhibicionista envió una señal de que "ha escuchado el mensaje" de las urnas, como prometió en su día. La presidencia de la República confirmó la remodelación general del inmenso aparato de comunicación creado hace diez meses y la supresión del puesto de portavoz, ocupado por el barroco David Martinon, ahora cesado.
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Menos voces
Sólo un puñado de estrechos colaboradores de Sarkozy tendrán ahora derecho a hablar en su nombre. Entre ellos se encuentran Frank Louvrier, artífice del aparato multimedia de Sarkolandia, Calude Guéant, secretario general del Elíseo, y el eficaz consejero diplomático Jean-David Lévitte.
A esa reforma, se sumó el anuncio de cambios en la dirección de la UMP. Cambios que salieron del sancta sanctorum de una reunión entre el propio Sarkozy y el secretario general de la UMP, Patrick Devedjian. En pocas horas, llegará el turno de lo que los hombres de Sarkozy, aviniéndose a las razones del primer ministro, François Fillon, llaman "reajuste técnico" del Gobierno.
Las quinielas más insistentes hablan de la entrada de varios nuevos secretarios de Estado, pero empiezan a citar mucho menos la creación de nuevos ministerios y la entrada en el Gabinete de grandes figuras procedentes de la izquierda, entre las que se contaba el peso pesado Claude Allègre hasta hace unos días. Sarkozy tiene un problema grave. Es enorme el malestar y la irritación en sus filas, divididas en dos campos: los partidarios de "acelerar la reforma" sin cambios y quienes prefieren un giro hacia una política paternalista en materia de empleo y ordenación territorial.
El senador y ex primer ministro Jean-Pierre Raffarin habló ayer de la necesidad de "cambiar los ejes de nuestra política". Renaud Dutreil, ex ministro y perdedor frente a la izquierda en Reims, acusó de su fracaso a las "reformitas y reformitas a trozos de este Gobierno". Por si fuera poco, la disputa escurre el bulto que lastra a Sarkozy y al Gobierno de derecha: su política, que se las prometía como garantía de un aumento del poder adquisitivo de los franceses, no da resultados y no reduce déficits.
Menos voces
Sólo un puñado de estrechos colaboradores de Sarkozy tendrán ahora derecho a hablar en su nombre. Entre ellos se encuentran Frank Louvrier, artífice del aparato multimedia de Sarkolandia, Calude Guéant, secretario general del Elíseo, y el eficaz consejero diplomático Jean-David Lévitte.
A esa reforma, se sumó el anuncio de cambios en la dirección de la UMP. Cambios que salieron del sancta sanctorum de una reunión entre el propio Sarkozy y el secretario general de la UMP, Patrick Devedjian. En pocas horas, llegará el turno de lo que los hombres de Sarkozy, aviniéndose a las razones del primer ministro, François Fillon, llaman "reajuste técnico" del Gobierno.
Las quinielas más insistentes hablan de la entrada de varios nuevos secretarios de Estado, pero empiezan a citar mucho menos la creación de nuevos ministerios y la entrada en el Gabinete de grandes figuras procedentes de la izquierda, entre las que se contaba el peso pesado Claude Allègre hasta hace unos días. Sarkozy tiene un problema grave. Es enorme el malestar y la irritación en sus filas, divididas en dos campos: los partidarios de "acelerar la reforma" sin cambios y quienes prefieren un giro hacia una política paternalista en materia de empleo y ordenación territorial.
El senador y ex primer ministro Jean-Pierre Raffarin habló ayer de la necesidad de "cambiar los ejes de nuestra política". Renaud Dutreil, ex ministro y perdedor frente a la izquierda en Reims, acusó de su fracaso a las "reformitas y reformitas a trozos de este Gobierno". Por si fuera poco, la disputa escurre el bulto que lastra a Sarkozy y al Gobierno de derecha: su política, que se las prometía como garantía de un aumento del poder adquisitivo de los franceses, no da resultados y no reduce déficits.
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La oposición presiona
El primer secretario del PS, François Hollande, demostró ayer la voluntad de la izquierda de no soltar a Sarkozy ahora que le han hincado el diente. Exigió, tras la sanción de las urnas, "una remodelación del propio presidente y de su política", señalando que debe concretarse con una primera medida: "Una revalorización inmediata de las pensiones y los salarios más modestos".
Las posibilidades de que se tome esta medida son prácticamente nulas, porque van a contracorriente de la orientación de la Sarkonomics, "remodelada" o no. El talón de Aquiles de la derecha es el poder adquisitivo de las clases más modestas. Durante largos meses, ese tema iba por detrás de la seguridad ciudadana y la inmigración en la lista de principales preocupaciones de los franceses. Pienso, luego existo. Una operación policial masiva en una barriada del sur de París, organizada por el Ministerio de Interior ayer cuando las urnas todavía estaban calientes, no despertó mayor interés de televisiones y espectadores.
Los datos definitivos de la segunda vuelta de los comicios locales anunciados ayer por el Ministerio de Interior confirmaron la peor pesadilla de la Unión para un Movimiento Popular (UMP) de Sarkozy, y la de sus aliados.La izquierda recibió la confianza de la mayoría de los votantes que se movilizaron. Buena parte del electorado de derecha, de ultraderecha y de centro prefirieron quedarse en casa, antes que renovar su masivo voto sarkozysta de las presidenciales de hace diez meses. Sarkozysta ayer, dudo hoy. Pienso, luego existo.
La izquierda se alzó con un 51% de los votos en las elecciones cantonales, cosa que se traducirá en 59 ó 60 departamentos controlados por los rosa, rojo y verde. Sólo unos 40 departamentos seguirán a la derecha.En las municipales, el tortazo de la UMP es mayúsculo. Con un 48,9% de los votos, la izquierda conquista 37 ciudades de más de 30.000 habitantes que todavía no controlaba. La derecha sólo podía agarrarse al clavo ardiendo de una gran ciudad conservada, Marsella, para oponer algún éxito simbólico a la avalancha rosa-roja y verde.
La oposición presiona
El primer secretario del PS, François Hollande, demostró ayer la voluntad de la izquierda de no soltar a Sarkozy ahora que le han hincado el diente. Exigió, tras la sanción de las urnas, "una remodelación del propio presidente y de su política", señalando que debe concretarse con una primera medida: "Una revalorización inmediata de las pensiones y los salarios más modestos".
Las posibilidades de que se tome esta medida son prácticamente nulas, porque van a contracorriente de la orientación de la Sarkonomics, "remodelada" o no. El talón de Aquiles de la derecha es el poder adquisitivo de las clases más modestas. Durante largos meses, ese tema iba por detrás de la seguridad ciudadana y la inmigración en la lista de principales preocupaciones de los franceses. Pienso, luego existo. Una operación policial masiva en una barriada del sur de París, organizada por el Ministerio de Interior ayer cuando las urnas todavía estaban calientes, no despertó mayor interés de televisiones y espectadores.
Los datos definitivos de la segunda vuelta de los comicios locales anunciados ayer por el Ministerio de Interior confirmaron la peor pesadilla de la Unión para un Movimiento Popular (UMP) de Sarkozy, y la de sus aliados.La izquierda recibió la confianza de la mayoría de los votantes que se movilizaron. Buena parte del electorado de derecha, de ultraderecha y de centro prefirieron quedarse en casa, antes que renovar su masivo voto sarkozysta de las presidenciales de hace diez meses. Sarkozysta ayer, dudo hoy. Pienso, luego existo.
La izquierda se alzó con un 51% de los votos en las elecciones cantonales, cosa que se traducirá en 59 ó 60 departamentos controlados por los rosa, rojo y verde. Sólo unos 40 departamentos seguirán a la derecha.En las municipales, el tortazo de la UMP es mayúsculo. Con un 48,9% de los votos, la izquierda conquista 37 ciudades de más de 30.000 habitantes que todavía no controlaba. La derecha sólo podía agarrarse al clavo ardiendo de una gran ciudad conservada, Marsella, para oponer algún éxito simbólico a la avalancha rosa-roja y verde.
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La izquierda francesa sale de la mala racha
Todavía no estamos en la tesitura de 1997, cuando el socialista Lionel Jospin logró reunir un equipo que ganó en las urnas el Gobierno central y obtuvo de la prensa el elogioso seudónimo de Dream Team. Pero el tono de las declaraciones de los líderes de la izquierda tras la victoria del domingo permite pensar que están dejando de lado tanto los enfrentamientos personales como su tendencia al triunfalismo fácil.
La primera en abrir fuego fue el domingo por la noche la ex candidata socialista a la presidencia, Ségolène Royal, que valoró la confianza de los electores no como un cheque en blanco sino como la expresión de "una profunda inquietud de los franceses".
Royal, que es manifiestamente candidata a liderar el Partido Socialista a partir del congreso de otoño próximo, afirmó que ahora desde el poder local la izquierda tiene mandato para "reparar todo lo que la política de este Gobierno destruye". Por destrucción, la líder socialista entendía "las desigualdades cada vez más insolentes".
El alcalde de París, Bertrand Delanoë, desde lo alto de una victoria en la que no necesitó los sufragios del centro, fue más explícito al subrayar que su "mayoría absoluta de votos" del 57,7% no dejaba "ningún lugar para la autosatisfacción y mucho menos para ralentizar nuestra acción".
Antes al contrario, subrayó que ahora su equipo "debe hacerlo mejor y más deprisa" que en el mandato precedente. Se fijó dos tareas nuevas que torpedean bajo la línea de flotación a Nicolas Sarkozy: "la creación de empleo", "una verdadera solidaridad de París con los municipios vecinos" y "la innovación y el desarrollo sostenible".
El empuje de los socialistas, en detrimento del Partido Comunista, los coloca ahora en una posición hegemónica local desde la que van a tener que demostrar su eficacia de gestión y la diferencia de su política respecto a la derecha.
A la cabeza de 20 de las 22 regiones, de unos 60 del centenar de departamentos y de la mayoría de las grandes ciudades, disponen de un mandato confortable para experimentar y probar. Algo que les da una oportunidad de salir del descrédito de 2002, cuando Lionel Jospin, roto el Dream Team, no consiguió pasar a la segunda vuelta presidencial frente a Jacques Chirac.
La izquierda francesa sale de la mala racha
Todavía no estamos en la tesitura de 1997, cuando el socialista Lionel Jospin logró reunir un equipo que ganó en las urnas el Gobierno central y obtuvo de la prensa el elogioso seudónimo de Dream Team. Pero el tono de las declaraciones de los líderes de la izquierda tras la victoria del domingo permite pensar que están dejando de lado tanto los enfrentamientos personales como su tendencia al triunfalismo fácil.
La primera en abrir fuego fue el domingo por la noche la ex candidata socialista a la presidencia, Ségolène Royal, que valoró la confianza de los electores no como un cheque en blanco sino como la expresión de "una profunda inquietud de los franceses".
Royal, que es manifiestamente candidata a liderar el Partido Socialista a partir del congreso de otoño próximo, afirmó que ahora desde el poder local la izquierda tiene mandato para "reparar todo lo que la política de este Gobierno destruye". Por destrucción, la líder socialista entendía "las desigualdades cada vez más insolentes".
El alcalde de París, Bertrand Delanoë, desde lo alto de una victoria en la que no necesitó los sufragios del centro, fue más explícito al subrayar que su "mayoría absoluta de votos" del 57,7% no dejaba "ningún lugar para la autosatisfacción y mucho menos para ralentizar nuestra acción".
Antes al contrario, subrayó que ahora su equipo "debe hacerlo mejor y más deprisa" que en el mandato precedente. Se fijó dos tareas nuevas que torpedean bajo la línea de flotación a Nicolas Sarkozy: "la creación de empleo", "una verdadera solidaridad de París con los municipios vecinos" y "la innovación y el desarrollo sostenible".
El empuje de los socialistas, en detrimento del Partido Comunista, los coloca ahora en una posición hegemónica local desde la que van a tener que demostrar su eficacia de gestión y la diferencia de su política respecto a la derecha.
A la cabeza de 20 de las 22 regiones, de unos 60 del centenar de departamentos y de la mayoría de las grandes ciudades, disponen de un mandato confortable para experimentar y probar. Algo que les da una oportunidad de salir del descrédito de 2002, cuando Lionel Jospin, roto el Dream Team, no consiguió pasar a la segunda vuelta presidencial frente a Jacques Chirac.
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Público.es - España/18/03/2008
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