15/3/07

EL CONCEPTO DE SALUD ATRASA EN EE.UU.

Los países de América latina que intentan copiar el modelo norteamericano de seguros médicos deberían tener en cuenta los perjuicios que conlleva.
La alta inflación médica de EE.UU. genera reacciones en el Congreso y deja lecciones para América latina.

Federico Tobar. Consultor Internacional en políticas de salud.
Clarin - Buenos Aires

En la historia de la protección social en salud hay dos hitos centrales. El primero fue, a fines del siglo XIX, la incorporación por parte del Estado prusiano de los seguros mutuales. Otto Von Bismarck decidió que empleadores y Estado también deberían participar en la financiación de los seguros gremiales.

El segundo hito fue casi medio siglo después, cuando Lord Beverigde persuadió al Parlamento británico que resultaría mejor utilizar esos recursos tripartitos (recursos de impuestos y contribuciones de empleadores y empleados) para alcanzar la universalidad de la cobertura.

Europa siguió más la vía de Beveridge mientras en América latina la cobertura de salud se extendió por el modelo bismarckiano. Aunque a diferente ritmo, por ambos caminos se consolidaba la ciudadanía y la protección en salud pasaba a ser concebida como un derecho del pueblo y un deber del Estado. El único país americano que no incluyó la salud como un derecho es Estados Unidos, donde en la actualidad hay 47 millones de personas sin cobertura de salud. Sus gobernantes asumieron, desde hace mucho tiempo, que los servicios de salud deben ser mercancías. La intervención del gobierno siempre fue considerada como distorsiva y los ciudadanos deben decidir o asumir de forma directa los riesgos financieros que implica la enfermedad u optar por contratar un seguro médico.

El modelo americano fue derivando hacia un esquema de seguros privados contratados en forma predominante por las empresas para sus trabajadores. Ese gasto es enteramente deducible de sus impuestos, aunque sí hay límites en las exenciones para los individuos.

En el modelo norteamericano de salud hay un multimillonario derroche de recursos, para comprar pocos resultados. Un estudio publicado en el último número de la revista americana Health Affairs consigna que el gasto per capita en salud ascenderá este año a 7.500 US$. Este valor equivale a 23 veces el gasto medio por habitante en Argentina.

Milton Friedman, padre de la escuela de Chicago, afirmaba que así como hay quien pudiendo comprar un auto compacto prefiere uno de lujo, lo mismo sucede con la salud. Pero el problema aparece cuando se considera la expansión de ese gasto que, de mantenerse el ritmo actual, se duplicaría en nueve años. Esto significaría que de cada cinco dólares que gastaran los norteamericanos uno lo harán en salud.

La amenaza de esa terrible inflación médica se extiende también a los países latinos que buscaron emular el modelo promoviendo seguros en salud que compitieran libremente.

El actual presidente de EE.UU. fue uno de los que se opusieron a la propuesta defendida en la década anterior por Hillary Clinton para implantar esquemas con mayor intervención pública. La propuesta oficial es aumentar las exenciones impositivas que son reconocidas a los individuos por sus gastos en salud.

La oposición argumenta que aun así persistiría la exclusión creciente de millones de individuos que no conseguirían sustentar su seguro. La propuesta de algunos parlamentarios norteamericanos y de grupos empresarios consistiría, entonces, en implementar un modelo con financiación tripartita.

En síntesis, la clase dirigente norteamericana comienza a discutir las mismas cuestiones que se planteara Bismarck. Sólo que ciento veinte años después. Cabe preguntarnos cuánto tiempo más les llevara para descubrir a Beveridge.

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