12/4/07

Sobre el papel de la prensa en Cuba

Defender la Revolución
Juan Marrero
Rebelión

Unas declaraciones que hice a corresponsal de la BBC en español en La Habana en ocasión del Día de la Prensa Cubana han tenido repercusión en medios de incomunicación de Madrid y Miami. Les ha molestado que hayamos dicho que la defensa de la Revolución es fundamental en el papel de la prensa y los periodistas cubanos.

Los que sustentamos y aplicamos que el periodismo es informar, decir la verdad, sembrar valores y educar, y todo hacerlo con un permanente compromiso como profesionales hacia los grandes intereses del pueblo y de la nación, no podemos aceptar impasibles que medios que tienen como práctica cotidiana la desinformación, la mentira, la calumnia y la manipulación pretendan erigirse como supremos jueces del ejercicio periodístico en Cuba.

Defender la Revolución, exactamente, es un papel esencial de la prensa cubana y de sus periodistas. Defenderla de los que quieren desde Miami y Washington, destruirla; defenderla de los anexionistas; defenderla de los que tratan de ahogarla y causarle sufrimientos con leyes para fortalecer el criminal bloqueo económico, comercial y financiero; defenderla del Plan Bush que obstaculiza las visitas familiares de los cubanos que viven en Estados Unidos y Cuba; defenderla del anexo secreto de ese Plan que huele a agresión militar.

Luchar por la unidad del pueblo en torno a la Revolución forma también parte del papel de la prensa cubana, que jamás ha ocultado que está en manos de revolucionarios y que, siguiendo la tradición iniciada por El Cubano Libre y seguida en Patria, trabaja para hacer avanzar las ideas justicia social, solidaridad, humanismo y dignidad que la han acompañado desde el comienzo de nuestros combates por la independencia y la libertad.

También la prensa cubana defiende a la Revolución cuando informa, expone y denuncia los errores, negligencias y tendencias negativas que afloran en su seno. Lo que se busca en Cuba con el ejercicio crítico no es destruir a personas e instituciones, sino perfeccionar el sistema político, económico y social. De este papel de inconformidad y actitud crítica de los periodistas y la prensa cubana, sobre lo que comenté bastante con el corresponsal de la BBC, no se hizo alusión en el reportaje y mucho menos en lo que han publicado El País, El Nuevo Herald y otros medios.

No queremos una prensa triunfalista y apologética, ni una prensa gris y tediosa, sino una prensa que con profesionalidad, teniendo en cuenta los códigos de comunicación, cumpla con su labor de informar verazmente y educar en principios y valores. Ahora bien, somos parciales, porque sería un crimen ser imparcial entre el bien y el mal, entre el patriotismo y el lacayismo, entre el explotado y el explotador, entre el oprimido y el opresor, entre el guerrerista y el pacifista.

Como cualquier otra prensa, la cubana no es perfecta. Hay insuficiencias y limitaciones de orden profesional, hay vacíos de información, hay problemas de accesos a las fuentes, hay carencias de recursos, que en una buena parte se deben a las condiciones de hostilidad y cerco impuestas al país y al pueblo cubano por el Imperio norteamericano.

Defender la Revolución es también para los periodistas cubanos defender el sistema de propiedad social y estatal de nuestra prensa. La Constitución de la República de Cuba en su artículo 53, además de reconocer a los ciudadanos libertad de prensa conforme a los fines de la sociedad socialista, establece que no habrá propiedad privada en los medios de comunicación masivos, lo que asegura su uso al servicio exclusivo del pueblo trabajador y del interés de la sociedad.

La prensa cubana tiene imperfecciones, pero tiene muchas virtudes. Felizmente tiene ausencia de la publicidad comercial que promueve el consumo desmedido de productos sin calidad y hasta perjudiciales para la salud humana o ambiental. No se hace como negocio y para ganar dinero, sino para ayudar a la espiritualidad y educación de sus lectores. No convierte a cualquier mediocre en una gran figura del mundo político, artístico o deportivo. No promueve la crónica social con todo lo que encierra de fastuosidades y la egolatría. No hace culto a la guerra, al terrorismo y a la violencia. No aboga por la discriminación racial, de la mujer o la religión. No da cabida, como regla, a la información superficial y que busca alejar a la gente de sus problemas y retos. La pornografía y la promoción de la prostitución tampoco reciben espacio en la prensa cubana. Todos esos temas si son tabúes.

Sacar la conclusión de que defender la Revolución “quizás sea la causa de que los medios de prensa cubanos silencian muchos de los problemas más acuciantes de la población como son los salarios y los precios o el déficit de la vivienda y en el transporte” o que el control que se ejerce en Cuba ha causado “un desgaste enorme” en sus medios de prensa, son afirmaciones festinadas y disparatadas según mi modesta opinión. La credibilidad de la prensa cubana no ha corrido ni corre ningún peligro. De esto también hablé a la BBC.

Es engañoso también lo que aconseja el columnista Alejandro Armengol, del Nuevo Herald, de que “un reportero debe dejar la agenda política fuera de su libreta de anotaciones”. Ni el mismo la abandona. Y si quiere comprobarlo basta como acceder a su blog.

Si se pretende dar una imagen auténtica y real de “Prensa, a lo cubana”, como publicó en un anuncio en su portada digital la BBC, o ¿Información a medias?, como tituló su reportaje el corresponsal Fernando Ravsberg, no pueden obviarse, desconocerse o silenciarse los elementos que hemos expuesto.

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