Prensa afín a Génova 13 opta por la táctica del avestruz
La ofensiva de Zapatero, implacable
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Opinaban en sus editoriales y en los artículos de sus periodistas de cámara que
Rajoy había estado bien, pero que muy bien, durante el debate sobre el estado de la nación. Sentenciaban que Zapatero había proyectado una vez más su abrumadora inconsistencia como político y le obsequiaban con algún que otro vituperio. No se quisieron enterar, ni en ABC ni en La Razón, afines a Génova 13, que pintaban bastos, de modo que el fiasco de Rajoy no podía ser disimulado ni con una sesión cosmética de urgencia.
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Opinaban en sus editoriales y en los artículos de sus periodistas de cámara que
Rajoy había estado bien, pero que muy bien, durante el debate sobre el estado de la nación. Sentenciaban que Zapatero había proyectado una vez más su abrumadora inconsistencia como político y le obsequiaban con algún que otro vituperio. No se quisieron enterar, ni en ABC ni en La Razón, afines a Génova 13, que pintaban bastos, de modo que el fiasco de Rajoy no podía ser disimulado ni con una sesión cosmética de urgencia.
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Y optaron, después de ver los resultados de las encuestas - encargadas a mayor honor y gloria del jefe de la derecha-, por la tan cómoda como estúpida táctica del avestruz. Decidieron echar los sondeos a la papelera. “Ojos que no ven, corazón que no llora”, debieron de pensar para justificar su apuesta por el silencio. En algunos sondeos anteriores ya habían hecho esfuerzos ímprobos por evitar que Rajoy enseñara sus vergüenzas. Fueron auténticas exhibiciones de maquillaje tratando de minimizar datos de interés, escasamente favorables para el presidente del PP.
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Como Oliveira Salazar
Cuando el dictador Oliveira Salazar, ya anciano, tuvo que ser sustituido como primer ministro de Portugal -tras casi cuatro décadas de régimen ominoso-, debido a una dolencia cerebral, reposaba en el hospital y, más o menos consciente, pedía a menudo repasar la prensa. Para que no se disgustara al saber que había sido depuesto de su cargo, le pasaban ediciones especiales de los principales periódicos lisboetas omitiendo cualquier alusión a su sucesor, Marcelo Caetano.
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El mal trago de la verdad
Algo similar han hecho los diarios madrileños mencionados. Le han aliviado a Rajoy el mal trago que significa que se difunda una verdad, cuando ésta resulta negativa o particularmente ingrata. Y han evitado a sus lectores el diagnóstico: el PP va de mal en peor. Que no se asusten, pobrecitos, habrán pensado los directivos de tales periódicos en un alarde de compasión. Pero el problema de fondo es que Rajoy se encuentra en caída libre y que, según todos los síntomas, no le será fácil enderezar el rumbo. Se trata, a estas alturas, de una misión casi imposible.
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Una ola imprevista
Los castillos de arena, aunque parezcan sólidos, terminan derrumbándose. El PP ha venido construyendo sin cesar toda suerte de castillos de este género. De pronto, sin embargo, una ola imprevista se los ha llevado a la nada. Los castillos de ficción se habían ido salvando de milagro, y hasta algunos creyeron que la farsa derrotaría a la realidad y que Rajoy estaba más cerca de la Moncloa que nunca. Ahora, por el contrario, Rajoy se halla más lejos que nunca de la presidencia del Gobierno.
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Implacable ZP
La ofensiva de Zapatero está siendo implacable. En menos de una semana, derrotó a su rival e incluso lo humilló en el debate sobre el estado de la nación. Horas más tarde lo dejó en fuera de juego moviendo con encomiable habilidad el banquillo. Y, de momento, ha rematado la operación recuperando a José Bono para la política. Es decir, que ha enviado un guiño inequívoco a los sectores más moderados del PSOE, reforzando así su flanco derecho, mientras trata de seducir a los segmentos centristas del PP, hartos de tantos excesos.
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Demócratas advenedizos
La derecha está de los nervios. Políticos y periodistas genoveses no salen de su asombro. Algunos de ellos empiezan a culpar a los españoles. Se preguntaba ayer Carlos Dávila: “¿Es que se puede seguir queriendo tanto a unos españoles que soportan y hasta aplauden a un individuo así (alude a Zapatero)?” Estos demócratas advenedizos se quitan en su desesperación la careta. Les gustaría una España sin más españoles que los suyos. Ya la tuvieron en los tiempos de Franco, cuando en Portugal mandaba Oliveira Salazar y periodistas como el Pereira de Tabucchi se jugaban su carrera y su vida por la libertad.
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E.S.
Y optaron, después de ver los resultados de las encuestas - encargadas a mayor honor y gloria del jefe de la derecha-, por la tan cómoda como estúpida táctica del avestruz. Decidieron echar los sondeos a la papelera. “Ojos que no ven, corazón que no llora”, debieron de pensar para justificar su apuesta por el silencio. En algunos sondeos anteriores ya habían hecho esfuerzos ímprobos por evitar que Rajoy enseñara sus vergüenzas. Fueron auténticas exhibiciones de maquillaje tratando de minimizar datos de interés, escasamente favorables para el presidente del PP.
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Como Oliveira Salazar
Cuando el dictador Oliveira Salazar, ya anciano, tuvo que ser sustituido como primer ministro de Portugal -tras casi cuatro décadas de régimen ominoso-, debido a una dolencia cerebral, reposaba en el hospital y, más o menos consciente, pedía a menudo repasar la prensa. Para que no se disgustara al saber que había sido depuesto de su cargo, le pasaban ediciones especiales de los principales periódicos lisboetas omitiendo cualquier alusión a su sucesor, Marcelo Caetano.
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El mal trago de la verdad
Algo similar han hecho los diarios madrileños mencionados. Le han aliviado a Rajoy el mal trago que significa que se difunda una verdad, cuando ésta resulta negativa o particularmente ingrata. Y han evitado a sus lectores el diagnóstico: el PP va de mal en peor. Que no se asusten, pobrecitos, habrán pensado los directivos de tales periódicos en un alarde de compasión. Pero el problema de fondo es que Rajoy se encuentra en caída libre y que, según todos los síntomas, no le será fácil enderezar el rumbo. Se trata, a estas alturas, de una misión casi imposible.
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Una ola imprevista
Los castillos de arena, aunque parezcan sólidos, terminan derrumbándose. El PP ha venido construyendo sin cesar toda suerte de castillos de este género. De pronto, sin embargo, una ola imprevista se los ha llevado a la nada. Los castillos de ficción se habían ido salvando de milagro, y hasta algunos creyeron que la farsa derrotaría a la realidad y que Rajoy estaba más cerca de la Moncloa que nunca. Ahora, por el contrario, Rajoy se halla más lejos que nunca de la presidencia del Gobierno.
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Implacable ZP
La ofensiva de Zapatero está siendo implacable. En menos de una semana, derrotó a su rival e incluso lo humilló en el debate sobre el estado de la nación. Horas más tarde lo dejó en fuera de juego moviendo con encomiable habilidad el banquillo. Y, de momento, ha rematado la operación recuperando a José Bono para la política. Es decir, que ha enviado un guiño inequívoco a los sectores más moderados del PSOE, reforzando así su flanco derecho, mientras trata de seducir a los segmentos centristas del PP, hartos de tantos excesos.
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Demócratas advenedizos
La derecha está de los nervios. Políticos y periodistas genoveses no salen de su asombro. Algunos de ellos empiezan a culpar a los españoles. Se preguntaba ayer Carlos Dávila: “¿Es que se puede seguir queriendo tanto a unos españoles que soportan y hasta aplauden a un individuo así (alude a Zapatero)?” Estos demócratas advenedizos se quitan en su desesperación la careta. Les gustaría una España sin más españoles que los suyos. Ya la tuvieron en los tiempos de Franco, cuando en Portugal mandaba Oliveira Salazar y periodistas como el Pereira de Tabucchi se jugaban su carrera y su vida por la libertad.
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E.S.
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elplural.com-España/10/07/2007
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