4/8/07

El parto de la verdad

Líbano, en la ruta del Imperio, un artículo de Eduardo Montes de Oca

“La convención del tiempo nos convida al recuento. ¿Qué sucede en el Líbano poco más de un año después de que los sionistas se encargaran de desempeñar la más inhumana de las tareas: la de segar miles de vidas de civiles, bajo el siempre esgrimido argumento –sofisma, como veremos- de que se respondía a una agresión de cierta “banda de forajidos fundamentalistas” nombrada Hizbolá? (…)”Claro, no basta esta premisa para la recapitulación. Un fenómeno siempre se habrá de analizar multilateralmente, ¿no? Preguntémonos también qué pasa en Israel después de que sus ponderadas tropas no consiguieran el objetivo supremo de poner de rodillas al Partido de Dios, que demostró con creces la eficacia de una guerra de guerrillas bien llevada –el famoso “muerde y huye”- contra las más formidables fuerzas militares del Oriente Medio, sus alrededores… y cuidado: muchos aseguran que ocupan el quinto lugar en importancia en todo el orbe.Como indican atentos analistas, el Líbano vive una crisis política general, auspiciada por Occidente, que, al decir de David Lazkanoiturburo, “se suma a los estragos humanos y económicos provocados por los bombardeos israelíes de hace un año. Israel sigue lamiéndose sus heridas tras el fiasco de su ofensiva terrestre en tanto Hizbolá se prepara para un nuevo y seguro embate. Mientras tanto, el islamismo sunita armado (¿Al Qaeda?) ha irrumpido en el frágil escenario del País de los Cedros”.Pero primero adentrémonos en los antecedentes, a la más ortodoxa manera de narrar. El 12 de julio de 2006 las primeras bombas hebreas alcanzan sus blancos, en respuesta del Tsahal (Ejército) a la muerte de varios soldados judíos y a la captura de dos –todos habían penetrado en suelo libanés- por combatientes de la arriba mencionada agrupación, de confesión chiita (junto con el sunismo, el chiísmo constituye una de las dos más nutridas ramas del islam).“Las imágenes de pueblos enteros y barrios de Beirut totalmente destruidos por la aviación y la artillería israelíes sobrecogerán al mundo. El paisaje de destrucción hace evocar al que dejó entre 1975 y 1990 la llamada guerra civil libanesa”. Así describe la citada fuente, de pluma presta en la denuncia. “Los efectos fueron desoladores: 1.200 civiles muertos y cinco mil heridos. 800.000 personas huyeron de sus casas (107.000 resultaron destruidas, además de un millar de escuelas) y 250.000 hicieron lo propio, pero a otros países”.En resumidas cuentas, la pólvora invasora retrotrajo al Líbano veinte años; no en vano destruyó 32 puntos vitales y cientos de puentes y carreteras. Sólo que los “guerreros de Dios” respondieron como nadie lo esperaba: lanzando centenares de cohetes sobre el norte del país atacante, donde se complacieron en sembrar el pánico, y, paralelamente, alcanzaron a frenar con sus tácticas una incursión liderada por “imbatibles” tanques Merkawa, que pretendían reocupar la franja del sur libanés hasta el río Litani. Tel Aviv se vio obligada a reconocer 163 muertos, entre soldados y civiles, antes de poner fin al ataque, el 14 de agosto.El parto de la verdadHablábamos de sofismas hebreos porque querría pasar por tonto, o por ciego, o por ambas cosas, quien, conociendo el paño, no estimara que la captura de los soldados Ehud Goldwasser y Eldad Regev –retenidos hasta el sol de hoy-, ejecutada como vía de intercambio por prisioneros libaneses en Israel, no fue más que un pretexto para desencadenar sin demora una guerra devastadora, sin el menor respeto por vidas inocentes. Es esta una verdad aceptada por los entendidos y la opinión pública internacional.Por otra parte, con palabras del colega Jürgen Cain Külbel, poco antes de la guerra la situación de Israel se parecía a la de un boxeador noqueado que yace en el cuadrilátero. Los libaneses contaban con pruebas de que los servicios secretos del Estado hebreo estaban implicados activamente en actividades terroristas como atentados con coches-bomba y asesinatos de dirigentes palestinos y de diputados miembros de Hizbolá. Algo de suma significación: había aparecido una larga serie de indicios de que no era Siria, sino Israel, el instigador de la violenta muerte del ex primer ministro Rafiq Hariri. Hagamos un aparte aquí, para mayor aclaración. Con menos de cinco millones de habitantes, el Líbano tiene una deuda externa de 41.000 millones de dólares, consecuencia de una política económica especuladora que impulsara en su momento Hariri, desde el fin de la conflagración de 1990. El premier (acusado de corrupto por más de uno) reconstruyó la capital, Beirut, a expensas del resto del país y se centró en los sectores de lujo, en las actividades financieras y bancarias, en lugar de modernizar sectores vitales como el agrícola y la pequeña industria.De acuerdo con el articulista Alberto Cruz, el hombre anhelaba volver a la situación de antaño, cuando la nación era considerada, de manera cursi, por cierto, la Suiza del Oriente Medio, con el fin de hacer de ese territorio el centro del tránsito para el dinero del petróleo de sus poderosos vecinos, en especial Arabia Saudita.El neoliberal programa, al frente del cual estaba el actual presidente, Fouad Siniora, y que fue expuesto en París, en 2002, incluía la promesa de reforma del sector público –sin una completa privatización, por temor a la reacción popular-, el pago de la deuda exterior, el recorte de los gastos públicos y el aumento de los ingresos fiscales. Entonces, como ahora, Siniora logró el apoyo económico de un grupo de países, Francia entre ellos, ascendente a 4.400 millones de dólares, monto del cual el Líbano solo ha recibido 2.500.Thierry Meysann, destacado politólogo, no duda en aseverar que al día siguiente de la invasión de Iraq los estados Unidos ya habían designado su próximo blanco. Al adoptar la Syrian Accountability Act, el Congreso autorizaba al presidente Bush a hacerle la guerra al Líbano y a Siria cuando le pareciera necesario. En aquel entonces, Francia protegió al País de los Cedros, negociando la resolución 1559, pero se peleó con Siria, de quien exigió el despliegue del Líbano, donde esta tenía acantonadas tropas, que garantizaban la estabilidad política luego de la guerra civil de diez años, y solicitadas en su momento por los propios libaneses.Ante la 1559, Washington se vio obligado a subcontratar a Israel para llevar a cabo las operaciones militares. Los partidarios del enfrentamiento eliminaron a Rafiq Hariri (2005), con la estratagema de acusar del asesinato a Damasco, manipulando a las multitudes en ese sentido, ya que la víctima había devenido enemigo declarado de sus antiguos amigos, los sirios; y con la esperanza de una explosión generalizada, sacar a Francia del juego geopolítico. Pero el chasco gringo-sionista resultó espectacular: Siria se retiró espontáneamente, y fue necesario, entonces, el inconsistente pretexto de los dos soldados capturados.La mano gringa No en vano la invasión se efectuó el mismo día en que se produjo la aprehensión de los dos soldados. La rápida movilización de los reservistas y la amplitud de las operaciones prueban que Israel había planeado la arremetida con mucha antelación. Además de los bombardeos contra puntos extremadamente determinados, el ejército sionista disponía de la ubicación detallada de cada restaurante, cada fábrica de jabón, cada escuela; todo señalado con mucha anterioridad con vistas a esta guerra, conforme a la observación de conocedores como el aquí citado Jürgen Cain.¿Beneficiados con el perseguido éxito del ataque? Simple, la respuesta. El presidente George W. Bush acezaba atrapado en el tremedal iraquí, y le urgía un triunfo en el Oriente Medio. El ejército israelí le iba a destruir a Hizbolá, delegado del “Eje del Mal”, y propiciaría al Gobierno cipayo, proestadounidense, de Fouad Siniora tomar el control de todo el Líbano, puesto que nadie dudaba de la clara superioridad del Tsahal sobre una pequeña banda de “facinerosos”. Luego el victorioso ejército invasor provocaría al sirio y, tras una guerra relámpago al modo hitleriano, el régimen de Bashar al Assad se derrumbaría. El Eje habría sido quebrado y la opinión pública norteamericana se convencería de que la democracia a lo Bush había triunfado en la zona y de que el fisco de Iraq era irrelevante.Mas Hizbolá se mantuvo inconmovible, y para algunos “moderados” en el juzgar la guerra terminó en empate. Otros estiman que, dados los fines de ocupación y la superioridad en armas, logísticas, hombres, tecnología, de los invasores ganaron los “guerreros de Dios”, considerados restauradores de la dignidad del mundo islámico por los propios árabes.Sin embargo, lo señero aquí es que Hizbolá conjuró la guerra planificada contra Siria, que ha ganado tiempo también gracias a una alianza estratégica con el igualmente demonizado Irán, para beneplácito de las personas conscientes en un planeta que parecía bailaría siempre al son de la orquesta radicada a orillas del Potomac. En Washington.Ahora, en el panorama libanés queda la sombra de la muerte en atentados de importantes políticos de la gubernamental alianza contra Siria -¿otra vez la mano de la inteligencia sionista, para un pretexto plausible de guerra?-; el pulso político entre esos elementos y la oposición, liderada por Hizbolá; las embestidas contra las fuerzas internacionales asentadas en el Sur del Líbano, que, a despecho de Israel, impiden un vendaval contra el Partido de Dios; la aparición en escena de grupos fundamentalistas, aparición que muchos intuyen propiciada por quienes desean el enfrentamiento de los integristas sunitas (yijadistas) con los chiitas, representados por aquellos que resistieron, y derrotaron, a los legionarios israelíes… Y, de acuerdo con el analista vasco Txente Rekondo, la posibilidad latente de que Tel Aviv vuelta a atacar, con la consiguiente réplica de un Hizbolá al parecer presto a inmolarse en la defensa del país.Un país que, en 2006, presentó un crecimiento negativo (-5%), y cuyo decisivo sector de los servicios sigue estancado, al compás del éxodo del turismo. Un país donde, más allá de la capital, la agricultura, con la que subsiste la mayoría de la población, continúa sin recibir atención oficial. Un país en que se discrimina a los chiitas, asentados en el extrarradio de Beirut y en el sufrido sur. Un país cuyos damnificados solo disponen de la ayuda de Hizbolá y de la que arriba, sin intermediación del Gobierno, procedente de vecinos como Qatar.En fin, un territorio para su desgracia situado en el mismo medio del itinerario del Imperio, que acaba de decidir armar con más ímpetu -en el caso de Israel, por 30.000 millones de dólares en diez años- a todo el que pueda cerrar filas frente al “Eje del Mal”. Eje que por aquellos andurriales integran, sin duda alguna, Siria, Irán y un Líbano erguido por obra y gracia de “aguafiestas” como Hizbolá.
Y que la siga aguando.
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inSurGente/04/08/2007

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