31/10/07

Egipto: crecen las relaciones con Rusia

Desde los años 80 el Egipto de Mubarak, que cumple su quinto mandato consecutivo tras las elecciones de 2005, representa una influyente anomalía en el mundo árabe y, desde finales de los años 70, es uno de los principales aliados de Estados Unidos en la región. A partir de 2003, las relaciones de Egipto con Rusia se han intensificado de manera progresiva, tanto desde el punto de vista político como desde el económico-comercial. Los dos países refuerzan sus relaciones con visitas de los respectivos jefes de estado, acuerdos bilaterales para un área de libre comercio y continuos intercambios comerciales.
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Matteo Buffolo
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Rusia se está haciendo un hueco entre los Estados Unidos y uno de sus aliados más valiosos tanto desde el punto de vista militar (los soldados egipcios fueron uno de los primeros en llegar a Kuwait para ayudar a las tropas americanas), como diplomático (Mubarak jugó un papel fundamental en los acuerdos de Camp David) y comercial. Ambos con un pasado militar a sus espaldas y ambos virtualmente sin oposición de su propio país, el ex agente del KGB y el ex general, se han aproximado mucho en los últimos años, a sus dos países. Si en 2005 los intercambios comerciales entre Moscú y El Cairo alcanzaban sólo 1,6 millones de dólares, en los últimos dos años han crecido una media del 52%, superando la barrera de los 3 millones. Además, tras la última visita presidencial a Moscú, técnicos rusos partieron hacia Egipto para proyectar unas posibles plantas nucleares de uso civil, hablándose también de la posibilidad de adquirir algunos Mig29 y sistemas de defensa antiaérea a Rosoboronexport – empresa que coordina toda la exportación de armamento ruso –. La compra militar acabó en saco roto y Egipto hoy sigue comprando armas a EE. UU. (entre las últimas adquisiciones se encuentran algunos misiles Harpoon, bombas inteligentes que usan sistemas de localización por satélite).
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El objetivo ruso está claro. Para el Kremlin, Oriente Medio es uno de los escenarios donde compite con los Estados Unidos. Por ello, las ingentes inversiones y las renovadas relaciones con los países norteafricanos se realizan en esta dirección. Sin embargo, Moscú es consciente de que no puede combatir la superioridad de EE.UU. en la zona, y menos si mantiene relaciones muy estrechas con Siria e Irán. En este sentido, mejorar y aumentar las relaciones con Egipto sería para Putin un paso importante de cara a un cambio en el marco regional actual. Tras años de inactividad, la posibilidad de dotar a Egipto de centrales nucleares es un movimiento desestabilizador para la zona, ya que Israel no vería con buenos ojos un Egipto nuclearizado. Sin embargo, desde El Cairo se asegura que el uso de energía atómica sólo tendría carácter civil. Además, unos vínculos estables con todo el mundo musulmán ayudarían a Rusia a encontrar una solución más fácil a la cuestión chechena, en la que el ejército se encuentra encallado desde hace años.
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El punto de vista egipcio, por su parte, es más complejo de entender. Está claro que entre el 'rais' egipcio y el ex agente del KGB existe una alianza, hasta tal punto que Mubarak, en una entrevista a un periódico ruso, aconsejó a Putin que modificase la constitución de su país y se presentase para un tercer mandato. Parece complicado, sin embargo, pensar en Egipto como un aliado y socio en política exterior del Kremlin, por el simple hecho de que ésta es contraria a los objetivos de El Cairo, ya que Rusia se muestra demasiado favorable con Damasco y Teherán. Lo que realmente estaría en peligro es el papel de mediador que Egipto ha ido adquiriendo en los últimos años, que lo ha convertido en un interlocutor privilegiado en el marco de los enfrentamientos endémicos de Oriente Medio. Un papel que no es sólo prestigioso en el escenario internacional, sino que hasta ahora le ha servido para conseguir financiaciones y condiciones privilegiadas en las relaciones con Estados Unidos y la Unión Europea. Por otra parte, Rusia puede ofrecer capital fresco e inversiones al país de las pirámides, gracias a la liquidez obtenida con las exportaciones de petróleo y gas natural, además de las exportaciones de los mismos a bajo precio a Egipto, uno de los pocos países de la zona que no cuenta con grandes recursos energéticos en su subsuelo.
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El acuerdo para la construcción, por parte de mano de obra rusa, de algunas centrales nucleares en Egipto viene a dar respuesta a la necesidad de energía del mercado interno egipcio, con una economía en fuerte crecimiento. Como ya se ha comentado, este proyecto no se ve con buenos ojos desde Israel, que se ha mostrado dispuesta a impedir sistemáticamente cualquier desarrollo nuclear en Oriente Medio mediante bombardeos selectivos, tal y como ya ocurrió en Siria. Por un lado, como ya se ha señalado, Putin busca con este movimiento contribuir a una reorganización de posiciones en la zona, ocasionando fricciones y tensiones entre Israel y Egipto para debilitar el papel de éste último como mediador. Por otra parte, Mubarak está decidido a aprovechar el apoyo ruso para no perder peso en relación con Marruecos, Argelia y otros países vecinos, cuyas relaciones con Rusia se han intensificado hasta el punto de que Algeria podría convertirse en el primer país importador de armamento soviético gracias a un encargo de casi 7.000 millones de dólares. Como garante de la nuclearización egipcia también estaría Estados Unidos, interesado en mejorar las relaciones entre Egipto e Israel. Con esta actuación, los americanos tranquilizarían a Israel frente a la política egipcia, evitando así cualquier disputa entre los dos países que hasta ahora han apoyado su política en Oriente Medio.
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Egipto está jugando una partida delicada en el escenario internacional. Por un lado, a pesar de la adversa intervención en Irak, Mubarak mantiene estrechas relaciones con la administración americana, que lo apoya decididamente, tanto desde el punto de vista político como financiero. Por otro lado, precisamente a raíz de la intervención en Irak, las relaciones, intercambios y visitas entre Rusia y Egipto han aumentado de manera exponencial, con importantes ventajas para la economía egipcia en términos de inversión de capitales, comercio y mercados, tras la crisis económica de los años noventa. La consistencia de las relaciones entre los dos países se verá cuando los dos presidentes abandonen el poder: Putin el año próximo, Mubarak probablemente antes de que finalice su mandato, previsto para el año 2011, cuando podría ser sucedido por su hijo Jamal. Por su parte, Rusia parece estar interesada en mantener relaciones más profundas con Egipto, intentando recuperar una posición más fuerte frente a EE. UU. tras el deterioro de sus buenas relaciones establecidas tras el 11 de septiembre. El plan del Kremlin parece ser el de abrir el mayor número de frentes posibles, para obligar a Washington a implicarse cada vez en más escenarios. En este sentido leía que interpretar el intento de Putin de unir aún más a los países norteafricanos (especialmente Argelia y Egipto, y, en menor medida, también Marruecos), además de a los países árabes hostiles a Estados Unidos. Una mayor influencia en África aportaría a Rusia la posibilidad de ser competitiva en lo que tanto desde China como desde Estados Unidos se considera que será el marco de los próximos enfrentamientos políticos. Además de todo esto, Rusia busca nuevos mercados en los que invertir las riquezas financieras que obtiene de las exportaciones de petróleo y gas, y ha encontrado en Egipto y en el Norte de África – además de en Oriente Medio – a potenciales aliados para unas inversiones tanto económicas como de materias primas.
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Traducción de Diana Quintero
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Equilibri.net - Italy/31/10/2007

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