4/9/08

EL TIFA, EEUU Y AMERICA LATINA

Por Alberto Couriel *
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El Senado de la República aprobó el acuerdo con EEUU denominado TIFA que, en esencia, inicia un proceso de negociaciones comerciales que se irán concretando en la medida en que las partes se pongan de acuerdo. No se trata de una imposición de los EEUU que en 2006 nos exigía que firmáramos un TLC similar al que este país había firmado con Perú y que fue rechazado por el presidente Vázquez. Esta es una nueva etapa de inicio de negociaciones. EEUU sigue siendo el mercado mundial más apetecible por su tamaño, su nivel de ingreso e inclusive su dinamismo, afectado en la actualidad por una profunda crisis financiera. Todos los países desean colocar sus productos en el mercado norteamericano y Uruguay no puede ni debe ser la excepción. Pero una cosa es negociar con EEUU y analizar las ventajas y desventajas de los acuerdos que se puedan alcanzar y otra cosa era un TLC, que de acuerdo con las normas de la Organización Mundial de Comercio debe abarcar por lo menos el 90% del intercambio comercial entre ambos países. Nos opusimos a aquel TLC en el año 2006 atendiendo a nuestras convicciones, a nuestro pensamiento, porque sosteníamos que eran muchos más los elementos negativos que los positivos que se podrían lograr. Para dicho acuerdo quedaban afuera de la negociación los subsidios que otorga el gobierno de los EEUU a sus exportaciones de productos agrícolas y las ayudas internas a los productores agrícolas, porque EEUU consideraba que deberían ser objeto de negociaciones multilaterales y no bilaterales. Tampoco se aceptaba la eliminación de distintas formas de protección paraarancelaria como la existencia de cuotas. EEUU las puede usar pero los países de América Latina seguramente serían sancionados si utilizara este tipo de mecanismos. En general, no tendríamos ventajas e iríamos a la negociación a la defensiva en temas que impone EEUU como las compras gubernamentales, las normas de competencia y lo relativo a la propiedad intelectual. Se liberalizarían los servicios sin un estudio exhaustivo de las normas que definen su funcionamiento. En materia de bienes, podríamos haber mejorado la cuota de carne pero tendríamos que liberalizar rubros sin los estudios profundos correspondientes. En esencia, aquel TLC estaría afectando en el futuro una estructura productiva que necesitamos definir en función de criterios centrales como el de la competitividad y el empleo, con mayor valor agregado, más contenido tecnológico y mayor integración y complementariedad productiva nacional y regional. Pero además, los acuerdos del Mercosur nos obligaban a pedir autorización que no hubiéramos obtenido y nos hubiera generado potenciales conflictos con nuestros vecinos.
En la actualidad, la carne, que le íbamos a vender a EEUU, la estamos colocando a precios muy buenos en Rusia y la Unión Europea y solamente exportamos a EEUU el 7% del total de nuestras exportaciones. No perdimos ningún tren excepcional. Probablemente los trenes del futuro pasen más por el continente asiático que por los tradicionales mercados europeos y estadounidense, que también debemos mantener. En 2008 ya no se plantean TLC con los EEUU porque en este país los demócratas tienen mayoría en el Parlamento y porque están en plena campaña electoral.
Por esta serie de fundamentos, no nos parece adecuado que el Frente Amplio se enfrasque en su próximo congreso en una discusión de regionalismo abierto que incluya tratados de libre comercio bilaterales con EEUU y otros países. En la actualidad, Uruguay presenta muy buena imagen en el concierto internacional sin necesidad de tratados de esta naturaleza. La actual realidad muestra a EEUU esencialmente preocupado por los problemas de terrorismo que en América Latina no existen, salvo el caso particular de Colombia y casos aislados en Argentina contra la comunidad judía. EEUU está preocupado por Irak, por Irán, por Afganistán, por el conflicto árabe-israelí y ahora por Georgia. No está preocupado por América Latina. Todo parece indicar que pasadas las elecciones en EEUU, ganen los republicanos o los demócratas, no se sucederán cambios con respecto a la política vinculada a nuestra región. Con la política internacional de Bush quedaron relativamente aislados, inclusive en América Latina. En la reunión de la OEA --donde se analizó el conflicto entre Colombia y Ecuador-- EEUU, acostumbrado a tener amplio predominio en la región, quedó aislado y solo junto a Colombia y enfrentado a todo el resto de países latinoamericanos integrantes de la OEA. Por otro lado, surgen cambios en las relaciones de poder en el plano internacional. La Ronda de Doha termina fracasando por diferencias entre China e India por un lado y los EEUU por el otro, lo que marca la fuerte presencia de nuevas potencias emergentes en el concierto internacional.
El menor interés de los EEUU por los problemas de América Latina abre nuevas perspectivas a procesos de avances en la integración regional en los más diversos planos. La firma de un TLC con EEUU nos hubiera dejado relativamente aislados, dada nuestra posición geográfica y tal vez con mayor cercanía a países del Pacífico con los que no tenemos vínculos tradicionales. Vale la pena analizar el caso de Chile, con múltiples TLC y variados destinos. Actualmente Uruguay sin TLC también tiene destinos de sus exportaciones bastante diferenciados. Pero estamos en el mundo del conocimiento donde son relevantes las innovaciones y el contenido tecnológico de los rubros exportables. Chile vende muchos minerales pero su industria manufacturera sólo coloca el 6% de sus exportaciones en productos con media y alta tecnología. Más que mirar a Chile hay que mirar a Corea del Sur, a Finlandia y a Irlanda. Y para incorporar tecnología en el sector agropecuario hay que mirar a Nueva Zelanda y a Australia.
La realidad de América Latina muestra a Brasil jugando más como potencia mundial que como líder regional. Tenemos una controversia con los dos últimos presidentes de Argentina. Tenemos que entender que los procesos de cambio en países como Bolivia y Ecuador significan modificar la histórica discriminación étnica contra los pueblos indígenas y por ello los cambios resultan más difíciles de concretar. En el caso de Bolivia, el gobierno de Evo Morales puede haber cometido errores, pero no puede soslayarse que obtuvo el 68% de los votos en el referéndum revocatorio. No podemos cerrar los ojos a esta realidad. Por ello se requiere una política inteligente del gobierno del Frente Amplio para multiplicar los esfuerzos de acuerdos regionales y no de discursos tirabombas contra nuestros vecinos, como nos tienen acostumbrados integrantes de la oposición, y en algún momento, miembros del equipo económico. Nuestros adversarios no están en la región. Aprovechemos este período de bonanza en América del Sur derivado de los altos precios internacionales de los alimentos para avanzar sustantivamente en acuerdos regionales e intentemos aprovechar las potencialidades del propio Mercosur.
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* Senador por la 609-FA, economista
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La República - Uruguay/04/09/2008

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