Europa es ciencia
MIGUEL ÁNGEL QUINTANILLA*
Lo decía Ortega y Gasset hace casi cien años, cuando polemizaba con otros intelectuales de la época acerca de la identidad nacional de España y la naturaleza de Europa: España es el problema, Europa la solución y “Europa es ciencia”, que para Ortega era lo mismo que decir tecnología (“tecnicismo”, decía él), industria, educación y modernización.
Décadas después estamos a punto de renovar la institución más representativa de Europa, su Parlamento, y apenas escuchamos, en el fragor de la campaña electoral, ni una palabra sobre lo que Ortega decía ser la esencia de Europa. Y no es que la ocasión no sea propicia: Europa debe ser la única organización política en cuya constitución figura la promoción de la ciencia y la tecnológica como una de sus funciones esenciales.
Es posible que la falta de interés por la ciencia en estas elecciones se deba a que los españoles pensamos que, a estas alturas, ya hemos hecho los deberes con Europa en este campo. No nos faltarían razones para pensar así, si el término de comparación es la España de hace un siglo. De hecho los ideales de los regeneracionistas y reformadores que crearon la Junta para ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas en gran parte ya están realizados. Los científicos españoles están plenamente integrados en la ciencia europea, nuestras instituciones científicas son homologables y nuestros estudiantes se pasean por los campus europeos con igual intensidad que el resto de los europeos lo hacen por los campus españoles. En términos generales, el problema que tenemos ahora no es ya integrarnos en Europa, sino destacar dentro de ella y contribuir a su gobierno y orientación.
Mucho camino nos queda por recorrer. En primer lugar, la Unión Europea debería promover y apoyar más efectivamente la internacionalización de las actividades científicas y tecnológicas, y los españoles deberíamos subirnos con entusiasmo a ese tren y aprovecharlo para dar un impulso definitivo a las políticas de calidad en la selección de personal científico en nuestras universidades e instituciones científicas.
En segundo lugar, deberíamos apoyar decididamente la política de creación de infraestructuras científicas en Europa aportando, desde la Unión, más fondos específicamente destinados a ese programa y distribuidos con criterios tanto de idoneidad científica como de cohesión territorial. El mapa de infraestructuras científicas de España podría verse muy beneficiado si se insertara en un escenario presupuestario europeo más comprometido. Por último, estaría bien que los partidos políticos, con ocasión de estas elecciones, renovaran más claramente su compromiso con la construcción del Espacio Europeo de Educación Superior, Investigación e Innovación, contribuyendo así a disipar algunos nubarrones que amenazan tormenta en los próximos meses.
Europa tiene un reto de mejora de su competitividad, ligado a su capacidad científica, que seguirá estando ahí cuando salga de la actual crisis financiera mundial.Y España tiene un reto: escalar, dentro de Europa, a los primeros puestos en ciencia y tecnología. Europa debe ser más ciencia que nunca y España más Europa.
*Miguel Ángel Quintanilla es catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia.
Lo decía Ortega y Gasset hace casi cien años, cuando polemizaba con otros intelectuales de la época acerca de la identidad nacional de España y la naturaleza de Europa: España es el problema, Europa la solución y “Europa es ciencia”, que para Ortega era lo mismo que decir tecnología (“tecnicismo”, decía él), industria, educación y modernización.
Décadas después estamos a punto de renovar la institución más representativa de Europa, su Parlamento, y apenas escuchamos, en el fragor de la campaña electoral, ni una palabra sobre lo que Ortega decía ser la esencia de Europa. Y no es que la ocasión no sea propicia: Europa debe ser la única organización política en cuya constitución figura la promoción de la ciencia y la tecnológica como una de sus funciones esenciales.
Es posible que la falta de interés por la ciencia en estas elecciones se deba a que los españoles pensamos que, a estas alturas, ya hemos hecho los deberes con Europa en este campo. No nos faltarían razones para pensar así, si el término de comparación es la España de hace un siglo. De hecho los ideales de los regeneracionistas y reformadores que crearon la Junta para ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas en gran parte ya están realizados. Los científicos españoles están plenamente integrados en la ciencia europea, nuestras instituciones científicas son homologables y nuestros estudiantes se pasean por los campus europeos con igual intensidad que el resto de los europeos lo hacen por los campus españoles. En términos generales, el problema que tenemos ahora no es ya integrarnos en Europa, sino destacar dentro de ella y contribuir a su gobierno y orientación.
Mucho camino nos queda por recorrer. En primer lugar, la Unión Europea debería promover y apoyar más efectivamente la internacionalización de las actividades científicas y tecnológicas, y los españoles deberíamos subirnos con entusiasmo a ese tren y aprovecharlo para dar un impulso definitivo a las políticas de calidad en la selección de personal científico en nuestras universidades e instituciones científicas.
En segundo lugar, deberíamos apoyar decididamente la política de creación de infraestructuras científicas en Europa aportando, desde la Unión, más fondos específicamente destinados a ese programa y distribuidos con criterios tanto de idoneidad científica como de cohesión territorial. El mapa de infraestructuras científicas de España podría verse muy beneficiado si se insertara en un escenario presupuestario europeo más comprometido. Por último, estaría bien que los partidos políticos, con ocasión de estas elecciones, renovaran más claramente su compromiso con la construcción del Espacio Europeo de Educación Superior, Investigación e Innovación, contribuyendo así a disipar algunos nubarrones que amenazan tormenta en los próximos meses.
Europa tiene un reto de mejora de su competitividad, ligado a su capacidad científica, que seguirá estando ahí cuando salga de la actual crisis financiera mundial.Y España tiene un reto: escalar, dentro de Europa, a los primeros puestos en ciencia y tecnología. Europa debe ser más ciencia que nunca y España más Europa.
*Miguel Ángel Quintanilla es catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia.
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Público - España/06/06/2009
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