El gran traspié de Chiquita
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¿Qué tienen en común Osama bin Laden y las bananas de Chiquita? Ambos han utilizado sus fortunas millonarias para financiar actividades terroristas.
El Departamento de Justicia acaba de multar con 25 millones de dólares a “Chiquita Brands International” por financiar una organización terrorista...durante años. Chiquita deberá cooperar plenamente con las investigaciones en curso sobre sus pagos al grupo paramilitar y ultraderechista colombiano conocido como Autodefensas Unidas de Colombia. Chiquita realizó pagos casi todos los meses a las AUC desde 1997 hasta 2004, alcanzando una cifra de al menos 1,7 millones de dólares.
Las AUC son una organización paramilitar brutal integrada por alrededor de 15.000 a 20.000 hombres armados. Fue calificada de organización terrorista por Estados Unidos el 10 de septiembre de 2001. Entre sus tácticas habituales se destacan el secuestro, la tortura, la desaparición, las violaciones, el asesinato, las golpizas, la extorsión y el tráfico de drogas.
Chiquita declara que tenía que realizar dichos pagos en respuesta a las amenazas de las AUC y para proteger a sus empleados y propiedades. Los abogados de Chiquita suplicaron a la empresa que dejase de realizar aquellos pagos ilegales, aunque sin éxito. Los pagos se realizaron mediante cheques a través de su filial colombiana, Banadex. Cuando los ejecutivos de Chiquita descubrieron que los pagos eran ilegales, empezaron a enviar el dinero en efectivo. Chiquita vendió Banadex en junio de 2004 cuando las cosas empezaron a ponerse demasiado complicadas.
Mientras las AUC se dedicaban a recolectar los dólares estadounidenses de Chiquita, asesinaban a miles de personas inocentes en las zonas rurales del país. Chengue era una pequeña aldea dedicada a la agricultura en el departamento de Sucre. Cerca de 80 paramilitares de las AUC entraron en el poblado en la madrugada del 17 de enero de 2001. Acorralaron a los hombres en un lugar y les machacaron el cráneo con piedras y mazas, asesinando a 24. Uno de los paramilitares implicados en la matanza, un joven de 19 años, confesó y proporcionó los nombres de los cabecillas, entre quienes se incluían miembros del cuerpo de la policía y oficiales de la Marina. Hasta la fecha, es el único que ha sido castigado por los hechos. Esta es tan sólo una de las cientos de masacres perpetradas por las AUC.
Chiquita tiene un largo historial criminal en sus espaldas. The Cincinnati Enquirer, el principal periódico de la ciudad donde se ubica la sede de la empresa, destapó sus trapos sucios en 1998. El periódico descubrió que Chiquita expuso a comunidades enteras a pesticidas de alto riesgo prohibidos en EE.UU., desalojó a toda una aldea en Honduras a punta de pistola, procediendo luego a arrasar el lugar, suprimió sindicatos, sin darse cuenta permitió que los barcos de Chiquita transportaran cocaína a nivel internacional, y pagó fortunas a políticos estadounidenses con el objetivo de ejercer una influencia sobre las políticas comerciales. El periodista encargado de la investigación, Mike Gallagher, accedió de forma ilegal a más de 2.000 mensajes de voz de Chiquita. Los mensajes respaldaban su historia, pero los métodos que empleó para conseguirlo causaron su despido. The Enquirer publicó una disculpa en primera plana y se informó que pagó a Chiquita 14 millones de dólares. El escándalo de los mensajes de voz sacudió los cimientos del Enquirer, y se acabó por enterrar aquel escándalo.
Chiquita era antes conocida como United Fruit Co., que con la ayuda de su antiguo abogado, el Secretario de Estado John Foster Dulles, y de su hermano Allen Dulles, al mando de la CIA en ese momento, derrocaron al presidente democráticamente elegido en Guatemala, Jacobo Arbenz Guzmán, en 1954. Y podríamos seguir rastreando su historia. El colombiano premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, escribió en su ya clásico “Cien años de soledad” sobre la “masacre de las bananeras” perpetrada contra los trabajadores en huelga de la United Fruit en 1928 en Santa Marta: “Cuando la empresa bananera llegó... los antiguos policías fueron reemplazados por asesinos a sueldo”.
Mientras que Estados Unidos busca lograr la extradición de los ejecutivos de Chiquita en Colombia, el gobierno del presidente colombiano Álvaro Uribe, cuyos propios funcionarios fueron recientemente vinculados con los paramilitares de la derecha, ha contraatacado diciendo que intentará extraditar a su vez a los ejecutivos estadounidenses de Chiquita. Los fiscales colombianos también buscan información sobre el papel desempeñado por Chiquita en el contrabando de 3.000 rifles AK-47 y millones de cartuchos de munición enviados a los paramilitares en noviembre de 2001.
Una multa de 25 millones de dólares es sólo un tirón de orejas para una corporación multimillonaria como Chiquita, el precio que hay que pagar por hacer negocios. Presidentes como George W. Bush y Uribe, hombres de negocios ante todo, a pesar de encontrarse en un pleito por las extradiciones, nunca perderían de vista su objetivo común de mantener a toda costa el llamado régimen de libre comercio, estridentemente corporativo y respaldado militarmente. Mientras las cosas no cambien, líderes sindicales y agricultores como aquellos hombres de Chengue seguirán siendo víctimas mortales por parte de Chiquita o de cualquier otra empresa multinacional.
Ese próximo plátano orgánico y de comercio justo que compres bien podría salvar una vida.
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¿Qué tienen en común Osama bin Laden y las bananas de Chiquita? Ambos han utilizado sus fortunas millonarias para financiar actividades terroristas.
El Departamento de Justicia acaba de multar con 25 millones de dólares a “Chiquita Brands International” por financiar una organización terrorista...durante años. Chiquita deberá cooperar plenamente con las investigaciones en curso sobre sus pagos al grupo paramilitar y ultraderechista colombiano conocido como Autodefensas Unidas de Colombia. Chiquita realizó pagos casi todos los meses a las AUC desde 1997 hasta 2004, alcanzando una cifra de al menos 1,7 millones de dólares.
Las AUC son una organización paramilitar brutal integrada por alrededor de 15.000 a 20.000 hombres armados. Fue calificada de organización terrorista por Estados Unidos el 10 de septiembre de 2001. Entre sus tácticas habituales se destacan el secuestro, la tortura, la desaparición, las violaciones, el asesinato, las golpizas, la extorsión y el tráfico de drogas.
Chiquita declara que tenía que realizar dichos pagos en respuesta a las amenazas de las AUC y para proteger a sus empleados y propiedades. Los abogados de Chiquita suplicaron a la empresa que dejase de realizar aquellos pagos ilegales, aunque sin éxito. Los pagos se realizaron mediante cheques a través de su filial colombiana, Banadex. Cuando los ejecutivos de Chiquita descubrieron que los pagos eran ilegales, empezaron a enviar el dinero en efectivo. Chiquita vendió Banadex en junio de 2004 cuando las cosas empezaron a ponerse demasiado complicadas.
Mientras las AUC se dedicaban a recolectar los dólares estadounidenses de Chiquita, asesinaban a miles de personas inocentes en las zonas rurales del país. Chengue era una pequeña aldea dedicada a la agricultura en el departamento de Sucre. Cerca de 80 paramilitares de las AUC entraron en el poblado en la madrugada del 17 de enero de 2001. Acorralaron a los hombres en un lugar y les machacaron el cráneo con piedras y mazas, asesinando a 24. Uno de los paramilitares implicados en la matanza, un joven de 19 años, confesó y proporcionó los nombres de los cabecillas, entre quienes se incluían miembros del cuerpo de la policía y oficiales de la Marina. Hasta la fecha, es el único que ha sido castigado por los hechos. Esta es tan sólo una de las cientos de masacres perpetradas por las AUC.
Chiquita tiene un largo historial criminal en sus espaldas. The Cincinnati Enquirer, el principal periódico de la ciudad donde se ubica la sede de la empresa, destapó sus trapos sucios en 1998. El periódico descubrió que Chiquita expuso a comunidades enteras a pesticidas de alto riesgo prohibidos en EE.UU., desalojó a toda una aldea en Honduras a punta de pistola, procediendo luego a arrasar el lugar, suprimió sindicatos, sin darse cuenta permitió que los barcos de Chiquita transportaran cocaína a nivel internacional, y pagó fortunas a políticos estadounidenses con el objetivo de ejercer una influencia sobre las políticas comerciales. El periodista encargado de la investigación, Mike Gallagher, accedió de forma ilegal a más de 2.000 mensajes de voz de Chiquita. Los mensajes respaldaban su historia, pero los métodos que empleó para conseguirlo causaron su despido. The Enquirer publicó una disculpa en primera plana y se informó que pagó a Chiquita 14 millones de dólares. El escándalo de los mensajes de voz sacudió los cimientos del Enquirer, y se acabó por enterrar aquel escándalo.
Chiquita era antes conocida como United Fruit Co., que con la ayuda de su antiguo abogado, el Secretario de Estado John Foster Dulles, y de su hermano Allen Dulles, al mando de la CIA en ese momento, derrocaron al presidente democráticamente elegido en Guatemala, Jacobo Arbenz Guzmán, en 1954. Y podríamos seguir rastreando su historia. El colombiano premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, escribió en su ya clásico “Cien años de soledad” sobre la “masacre de las bananeras” perpetrada contra los trabajadores en huelga de la United Fruit en 1928 en Santa Marta: “Cuando la empresa bananera llegó... los antiguos policías fueron reemplazados por asesinos a sueldo”.
Mientras que Estados Unidos busca lograr la extradición de los ejecutivos de Chiquita en Colombia, el gobierno del presidente colombiano Álvaro Uribe, cuyos propios funcionarios fueron recientemente vinculados con los paramilitares de la derecha, ha contraatacado diciendo que intentará extraditar a su vez a los ejecutivos estadounidenses de Chiquita. Los fiscales colombianos también buscan información sobre el papel desempeñado por Chiquita en el contrabando de 3.000 rifles AK-47 y millones de cartuchos de munición enviados a los paramilitares en noviembre de 2001.
Una multa de 25 millones de dólares es sólo un tirón de orejas para una corporación multimillonaria como Chiquita, el precio que hay que pagar por hacer negocios. Presidentes como George W. Bush y Uribe, hombres de negocios ante todo, a pesar de encontrarse en un pleito por las extradiciones, nunca perderían de vista su objetivo común de mantener a toda costa el llamado régimen de libre comercio, estridentemente corporativo y respaldado militarmente. Mientras las cosas no cambien, líderes sindicales y agricultores como aquellos hombres de Chengue seguirán siendo víctimas mortales por parte de Chiquita o de cualquier otra empresa multinacional.
Ese próximo plátano orgánico y de comercio justo que compres bien podría salvar una vida.
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*Amy Goodman es la presentadora y productora ejecutiva de Democracy Now!, noticias diarias de televisión y radio transmitidas en 500 estaciones en Norteamérica y el mundo. © 2007 Amy Goodman
Versión en inglés:
traducido por: Democracy Now! en español, spanish@democracynow.org
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