Rusia abandona pacto europeo que limita armas convencionales
16/07/2007
En respuesta a los planes de EEUU de instalar un escudo antimisiles
Juan Pablo Duch
La Jornada
En respuesta a los planes de EEUU de instalar un escudo antimisiles
Juan Pablo Duch
La Jornada
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En respuesta a los planes de Estados Unidos de instalar componentes de su escudo antimisiles en Europa oriental, Rusia decidió este sábado suspender su participación en el Tratado sobre Fuerzas Convencionales en Europa (FACE), moratoria que tendrá vigencia "mientras los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) no ratifiquen el acuerdo de adaptación y no comiencen a aplicar de buena fe ese documento".
El presidente Vladimir Putin, quien en abril pasado advirtió por primera vez esa posibilidad, firmó hoy el respectivo decreto bajo el argumento de contrarrestar "las extraordinarias circunstancias que afectan la seguridad de la Federación Rusa, que exigen adoptar medidas inaplazables".
Sin embargo, la suspensión no es inmediata debido a que se deben cumplir varios requisitos legales. En principio, la moratoria podrá entrar en vigor sólo 150 días después de que la cancillería local comunique mediante nota diplomática la decisión rusa a los estados signatarios del tratado.
Tal notificación, con estricto apego a derecho -el FACE fue ratificado por los diputados de la Duma y los senadores del Consejo de la Federación-, no podría mandarse antes de que ambas cámaras del Parlamento introduzcan las enmiendas del caso en la correspondiente ley.
A la luz de la aplastante mayoría con que cuenta el Kremlin en ambas cámaras, y en el supuesto de que el trámite parlamentario tenga lugar la semana entrante -el Parlamento se encuentra actualmente en receso, hasta septiembre, aunque siempre es posible convocar a un periodo de sesiones extraordinario-, la moratoria se haría efectiva no antes de finales de diciembre.
Y en cinco meses pueden pasar muchas cosas. Así lo da a entender la cancillería local al precisar, en un boletín de prensa emitido esta tarde, que la suspensión "no significa que Rusia cierre la puerta a un ulterior diálogo", ya que "en caso de que se solucionen los temas planteados por Rusia se podrá garantizar con rapidez el cumplimiento colectivo de los postulados del tratado".
En la práctica, si es que llega a entrar en vigor la moratoria, Rusia "suspenderá provisionalmente el suministro de información (a los otros estados firmantes, sobre desplazamientos de tropas y grandes maniobras) y las inspecciones internacionales", especifica el Ministerio de Relaciones Exteriores ruso, y añade que tampoco se considerará obligado a "limitar su armamento convencional" en zonas fronterizas o de mayor inestabilidad.
Este último punto, en particular el incumplimiento del compromiso asumido en 1999 de retirar por completo las tropas rusas estacionadas en las regiones separatistas de Georgia y Moldavia, es utilizado como argumento por los países de la OTAN para no ratificar el acuerdo de adaptación de Estambul, negativa que ahora invoca Rusia para justificar su moratoria hasta que lo ratifiquen.
En ese círculo vicioso perfecto, la decisión de desligarse temporalmente de sus compromisos en materia de fuerzas convencionales -según admiten los propios expertos militares del Kremlin- en nada ayudaría a Rusia a neutralizar la amenaza que percibe en la intención estadunidense de emplazar una estación de radares en la República Checa y una decena de interceptores en Polonia.
Rechazada su oferta a Estados Unidos de compartir un escudo antimisiles en Europa, actitud que previsiblemente se mantendrá mientras Moscú no quiera compartir también el botón de los interceptores y Washington ponga en entredicho la prerrogativa rusa de lanzar misiles contra objetivos en Europa, Rusia quiere evitar el descomunal gasto que implica diseñar, probar y luego fabricar misiles de nueva generación, única respuesta potencialmente efectiva.
Por ello, la noticia de la moratoria rusa no pasa de ser un gesto hostil con clara dedicatoria a los aliados europeos de Estados Unidos, que difícilmente puede dividirlos o hacerlos cambiar de opinión por el papel de hipotéticos afectados que les acaba de asignar Rusia en un conflicto bélico por demás poco probable.
El FACE, en realidad, es un documento obsoleto que requiere una revisión a fondo, pues desde hace tiempo ya no es la "piedra angular" del equilibrio militar en el viejo continente, aspiración que motivó su firma.
Suscrito en París en noviembre de 1990, cuando todavía existía por inercia la contraposición de la OTAN y el Pacto de Varsovia, organización militar del antiguo campo socialista que sería disuelta ocho meses después, el tratado estableció los límites al número de tropas y tipos de armamento que ambos bloques podían emplazar en Europa.
Nueve años más tarde, en Estambul, acorde con las nuevas realidades geopolíticas derivadas del colapso de la Unión Soviética, los países signatarios del FACE aprobaron un acuerdo de adaptación que sustituyó el texto rebasado, pero -al cobijo de las interpretaciones divergentes- se ha cumplido sólo de modo parcial.
En respuesta a los planes de Estados Unidos de instalar componentes de su escudo antimisiles en Europa oriental, Rusia decidió este sábado suspender su participación en el Tratado sobre Fuerzas Convencionales en Europa (FACE), moratoria que tendrá vigencia "mientras los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) no ratifiquen el acuerdo de adaptación y no comiencen a aplicar de buena fe ese documento".
El presidente Vladimir Putin, quien en abril pasado advirtió por primera vez esa posibilidad, firmó hoy el respectivo decreto bajo el argumento de contrarrestar "las extraordinarias circunstancias que afectan la seguridad de la Federación Rusa, que exigen adoptar medidas inaplazables".
Sin embargo, la suspensión no es inmediata debido a que se deben cumplir varios requisitos legales. En principio, la moratoria podrá entrar en vigor sólo 150 días después de que la cancillería local comunique mediante nota diplomática la decisión rusa a los estados signatarios del tratado.
Tal notificación, con estricto apego a derecho -el FACE fue ratificado por los diputados de la Duma y los senadores del Consejo de la Federación-, no podría mandarse antes de que ambas cámaras del Parlamento introduzcan las enmiendas del caso en la correspondiente ley.
A la luz de la aplastante mayoría con que cuenta el Kremlin en ambas cámaras, y en el supuesto de que el trámite parlamentario tenga lugar la semana entrante -el Parlamento se encuentra actualmente en receso, hasta septiembre, aunque siempre es posible convocar a un periodo de sesiones extraordinario-, la moratoria se haría efectiva no antes de finales de diciembre.
Y en cinco meses pueden pasar muchas cosas. Así lo da a entender la cancillería local al precisar, en un boletín de prensa emitido esta tarde, que la suspensión "no significa que Rusia cierre la puerta a un ulterior diálogo", ya que "en caso de que se solucionen los temas planteados por Rusia se podrá garantizar con rapidez el cumplimiento colectivo de los postulados del tratado".
En la práctica, si es que llega a entrar en vigor la moratoria, Rusia "suspenderá provisionalmente el suministro de información (a los otros estados firmantes, sobre desplazamientos de tropas y grandes maniobras) y las inspecciones internacionales", especifica el Ministerio de Relaciones Exteriores ruso, y añade que tampoco se considerará obligado a "limitar su armamento convencional" en zonas fronterizas o de mayor inestabilidad.
Este último punto, en particular el incumplimiento del compromiso asumido en 1999 de retirar por completo las tropas rusas estacionadas en las regiones separatistas de Georgia y Moldavia, es utilizado como argumento por los países de la OTAN para no ratificar el acuerdo de adaptación de Estambul, negativa que ahora invoca Rusia para justificar su moratoria hasta que lo ratifiquen.
En ese círculo vicioso perfecto, la decisión de desligarse temporalmente de sus compromisos en materia de fuerzas convencionales -según admiten los propios expertos militares del Kremlin- en nada ayudaría a Rusia a neutralizar la amenaza que percibe en la intención estadunidense de emplazar una estación de radares en la República Checa y una decena de interceptores en Polonia.
Rechazada su oferta a Estados Unidos de compartir un escudo antimisiles en Europa, actitud que previsiblemente se mantendrá mientras Moscú no quiera compartir también el botón de los interceptores y Washington ponga en entredicho la prerrogativa rusa de lanzar misiles contra objetivos en Europa, Rusia quiere evitar el descomunal gasto que implica diseñar, probar y luego fabricar misiles de nueva generación, única respuesta potencialmente efectiva.
Por ello, la noticia de la moratoria rusa no pasa de ser un gesto hostil con clara dedicatoria a los aliados europeos de Estados Unidos, que difícilmente puede dividirlos o hacerlos cambiar de opinión por el papel de hipotéticos afectados que les acaba de asignar Rusia en un conflicto bélico por demás poco probable.
El FACE, en realidad, es un documento obsoleto que requiere una revisión a fondo, pues desde hace tiempo ya no es la "piedra angular" del equilibrio militar en el viejo continente, aspiración que motivó su firma.
Suscrito en París en noviembre de 1990, cuando todavía existía por inercia la contraposición de la OTAN y el Pacto de Varsovia, organización militar del antiguo campo socialista que sería disuelta ocho meses después, el tratado estableció los límites al número de tropas y tipos de armamento que ambos bloques podían emplazar en Europa.
Nueve años más tarde, en Estambul, acorde con las nuevas realidades geopolíticas derivadas del colapso de la Unión Soviética, los países signatarios del FACE aprobaron un acuerdo de adaptación que sustituyó el texto rebasado, pero -al cobijo de las interpretaciones divergentes- se ha cumplido sólo de modo parcial.
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