15/12/07

La africanización de la política

Veleidades de los presidentes de izquierda
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Alfonso Gumucio D.
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"Está sucediendo algo curioso en América Latina: varios presidentes de izquierda llegados al poder por la vía electoral, están cambiando leyes y constituciones a su medida, para eternizarse en el poder, como si ellos encarnaran la única garantía de que se mantengan los procesos revolucionarios. En eso se parecen mucho a ciertos dirigentes históricos africanos, con la honrosa excepción de Mandela, que fueron respetados líderes de las luchas de liberación e independencia, y luego se convirtieron en sabandijas ávidas de poder y de riqueza."
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Uno de los ejemplos es sin duda el Presidente de Burkina Faso, Blaise Campaore, que ya lleva 20 años en el poder, en el mejor estilo dictatorial. Yo trabajaba en Burkina Faso cuando este señor dió un golpe de Estado en contra del verdadero líder de la revolución, Thomas Sankara. No fue un golpe de Estado cualquiera, sino una de las traiciones más viles. Campaore era el brazo derecho de Sankara, su amigo “de cama y rancho”, como se suele decir. Pero eso no impidió que hiciera asesinar a Sankara para ocupar el poder y enriquecerse mientras su país sigue tan pobre como siempre.
En Mozambique, donde también trabajé varias veces, el genuino líder de la independencia, Samora Machel, murió el 19 de octubre de 1986 en un sospechoso accidente de aviación. Lo sucedió Joaquim Chissano, que se las arregló para permanecer en el poder durante 19 años.
Uno de los casos más patéticos es el de Robert Mugabe (reconocible por el bigotito hitleariano), presidente de Zimbabwe desde 1980, es decir, hace 28 años. Fue un importante líder revolucionario que luchó contra el régimen racista de Rhodesia, y logró la independencia de Zimbabwe junto a Joshua Nkomo. Sin embargo, en su afán de acaparar el poder indefinidamente, eliminó a todos los dirigentes de la oposición y llevó el país a la ruina económica. Su gobierno es uno de los más corruptos de África.
Otro caso similar es el de Sam Nujoma, líder histórico de SWAPO, el movimiento guerrillero que logró la independencia de Namibia luego de varias décadas de lucha contra el régimen racista del Apartheid. En 1990 asumió como presidente de su país y permaneció en el puesto durante 14 años, mediante un cambio en la Constitución Política del Estado. Quiso ser nuevamente presidente por cuarta vez en 2005, pero la propia Constitución que había cambiado se lo impedía. Durante la sequía y hambruna de 2002, fue acusado de pedir ayuda internacional mientras al mismo tiempo gastaba enormes sumas en la adquisición de un jet presidencial de lujo y dos helicópteros.
Podríamos seguir citando otros ejemplos africanos, pero con esto me parece más que suficiente. Lo importante para recordar es que los líderes genuinos de la liberación y de la independencia de África, como Samora Machel, Thomas Sankara, Nelson Mandela, Steve Biko o Patrice Lumumba, fueron asesinados, encarcelados durante muchos años o murieron en sospechosos accidentes, mientras que los que llegaron al poder se transformaron –salvo honrosas excepciones- en arrogantes dictadores y grandes pillos, mientras sus países colapsaban y sus pueblos seguían con hambre.
En América Latina vemos ese mismo riesgo de caudillos de izquierda, significativos por su lucha contra gobiernos neoliberales, pero cuando llegan finalmente al poder quieren quedarse indefinidamente, convencidos de que ellos son la única garantía del cambio.
El Presidente Chávez tuvo oportunidad de saborear la reacción de los venezolanos en el reciente referendo sobre los cambios constitucionales. Quiso que el resultado del referendo fuera una especie de prueba de respaldo a su gestión y pocos días antes anunció que se quedaría “cincuenta años” en el poder si el pueblo se lo pedía, pero parece que una mayoría de los venezolanos prefirió votar en contra o no votar. El tema en disputa, según me cuentan amigos venezolanos, era su intento de prorrogarse indefinidamente en el poder. Todos los demás cambios en la nueva constitución propuesta, fueron opacados por ese tema. Chávez no podrá presentar nuevamente una propuesta de cambios constitucionales, porque la propia Constitución lo impide.
Daniel Ortega fue reelecto como presidente de Nicaragua luego de haber permanecido en la oposición durante 17 años. Estuvo en la oposición pero mantuvo cierto poder mediante sus alianzas con la derecha corrupta de Arnoldo Alemán. Ahora hay muchas expectativas por los cambios que puede hacer en la economía y la calidad de vida de los nicaragüenses, pero ya empieza a gestionar cambios a través de los cuales quiere asegurarse una permanencia indefinida en el poder, lo cual ha desatado las críticas de sectores de izquierda, incluso sandinistas.
Finalmente el caso de Bolivia, donde Evo Morales se empeña en desmoronar un proceso democrático que debía consolidarse a través de una nueva Constitución Política del Estado nacida del consenso de todos los bolivianos con una mayoría de 2/3 que le diera legitimidad. La constitución propuesta por el MAS, el partido de gobierno, puede tener cosas muy buenas, pero adolece de la misma enfermedad que la venezolana: el intento de prorrogarse en la presidencia indefinidamente. Cada vez que los analistas recuerdan a Evo Morales que hay leyes (que él mismo propició) que deben respetarse, él patea el tablero de juego y se saca de la manga otra carta escondida. Si un referéndum aprueba por una ligera mayoría una constitución que debería aprobarse por 2/3, la constitución no tendría mucha legitimidad, porque apenas representaría a un poco más de la mitad de los bolivianos.
La reflexión que cabe hacer aquí es la siguiente: ¿cómo es posible que los procesos de cambio social no tengan líderes de recambio, capaces de continuar las reformas con alternancia en el poder? ¿Por qué se personaliza de una manera casi enfermiza el liderazgo de manera que margina a quienes apoyan los procesos y no las personas? Por lo visto, el caudillismo que se ha criticado muchas veces, es “bueno” cuando conviene a los caudillos.
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BolPress - Bolivia/15/12/2007

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