27/4/07

El Cardenal Bergoglio interviene en elecciones porteñas: Vuelve la disputa política entre Kirchner y obispo que parece dirigente partidario

Se avecina un mes de nuevas andanadas dialécticas entre el jefe de la iglesia católica y el presidente. Las críticas que se dispensaron, sin nombrarse, tuvieron que ver con el rol de armador opositor de Jorge Bergoglio en la elección de Capital.
ARGENPRESS.info/26/04/2007
Emilio Marín (LA ARENA)

No es un secreto que el cardenal primado de la Argentina y el jefe de Estado se detestan política y quizás personalmente. Las líneas marcadas por cada uno de ellos han divergido públicamente y así se plasmaron en hechos a la vista de todos, como cuando el gobierno trasladó a Santiago del Estero el tédeum del 25 de mayo de 2005. Néstor Kirchner no quería levantarle tribuna a su crítico terrenal en la catedral de Buenos Aires.

El origen partidario de los dos personajes influye en la actual falta de sintonía. En los ´70 Bergoglio simpatizaba con la derecha peronista de “Guardia de Hierro” y Kirchner con la Juventud Universitaria Peronista de La Plata.

Se dirá que muchos líderes vienen de lugares contrapuestos y pudieron confluir en otra etapa histórica. No es el caso, evidentemente.

Es que el presidente, asumido en mayo de 2003, retomó la bandera de los derechos humanos y cuestionó la represión ilegal, mencionando varias veces el rol cómplice de la cúpula eclesial de entonces.

Y el astuto cardenal, que arrastra cuestionamientos por su relación con el almirante Emilio E. Massera y la derecha peronista mencionada, es un adalid de la “reconciliación”, aún a costa de la justicia. El habló por primera vez de “Memoria Completa”, eslogan tan caro a los defensores de los genocidas. Los derechos humanos no resaltan entre los temas más meneados en sus homilías.

Es probable que ese desapego por la cuestión humanitaria avasallada por la dictadura militar se la haya transmitido su mentor Antonio Quarracino, quien en 1992 lo ubicó como obispo auxiliar de Buenos Aires y posteriormente como su sucesor. Quarracino abogaba por ghettos para gays y lesbianas, extremando los puntos de vista episcopales más reaccionarios.

En 2004 Bergoglio aún no era el presidente de la Conferencia Episcopal, cargo al que accedería en noviembre del año siguiente. Pero ya disparaba con munición gruesa desde el púlpito capitalino y denostaba a los políticos que actuaban como “progresistas adolescentes”. El gobierno había hecho el acto del 24 de marzo en la ESMA y decidido su transferencia a Museo de la Memoria.

K recogió el guante y dijo que prefería ser adolescente antes que cambiar sus convicciones. La polémica quedó instalada inicialmente en el tema de los derechos humanos. Huelga decir quién era el progresista y quién el retrógrado.

El “Guardián” se sintió reforzado cuando la 90º Asamblea de la Conferencia del Episcopado lo eligió titular en reemplazo de Eduardo Mirás. Fue una democracia restringida pues solamente podían votar 72 obispos; otros 33, beneméritos o retirados, tenían voz pero no voto.

El estallido

Si 2004 fue un round de “estudio”, como dicen los relatores de boxeo, 2005 fue piñas entre los dos pesos pesados. A las diferencias planteadas con antelación se sumó el desacuerdo institucional disparado por el obispo castrense. En febrero de ese año Antonio Baseotto escribió una carta al ministro de Salud, Ginés González García, con una parábola bíblica que le deseaba una muerte horrible. Fue una forma de expresar el dogma religioso contra el uso de preservativos y la interrupción de embarazos no deseados que GGG había defendido en los medios.

Como el gobierno bien interpretó que se había hecho una alusión a los “vuelos de la muerte” utilizados por la aviación naval durante la dictadura, pidió la remoción del obispo en marzo de 2005. El secretario del Vaticano Angelo Sodano rechazó tal pedido y apoyó al cuestionado obispo.

Esa última postura fue avalada por Bergoglio, quien declaró que “el único que designa obispos es el Papa”. Lo dijo al regreso de Roma, donde había intervenido en el Sínodo de obispos que nombró a Benedicto XVI. Venía agrandadísimo porque -según versiones no confirmadas-, en la tercera votación había colectado 40 votos, diez o quince menos que el cardenal Joseph Ratzinger, finalmente triunfador. Dicho sea de paso, esas magnitudes fueron otra prueba de la democracia vaticana, restringida y machista.

Baseotto, que cobraba sueldo de secretario de Estado pagado por el erario público, está alineado con la ultraderecha expresada por el obispo de La Plata, Héctor Aguer. Supuestamente Bergoglio está ubicado más al centro. Sin embargo, en la práctica el caso Baseotto los encontró a casi todos unidos en respaldar al apologista de la violencia.

Un obispo también del “centro”, Carmelo Giachinta, de Resistencia, propuso que se leyera en todas las iglesias del país el párrafo más cuestionado de la misiva, donde se le espetaba al ministro de Salud: “es inevitable que haya escándalos, pero ¡ay de aquel que los ocasione! Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de moler y lo precipitaran al mar antes que escandalizar a uno de estos pequeños”.

En parte por las vacilaciones de Kirchner y la cancillería, y en parte por la oposición de Bergoglio, lo cierto es que el obispo castrense se salió con la suya. Siguió en el cargo hasta hoy, habiendo renunciado el 4 de abril de 2007, “ni un día antes ni un día después”, al cumplir 75 años de edad y luego de recibir felicitaciones en una carta personal del Papa.

Al defender a Baseotto, la cúpula de obispos no solamente quiso impedir una decisión soberana del Estado –mucho más lo haría ante cualquier intento de separación de Estado e Iglesia- sino también rechazar otras políticas. Por caso, las campañas oficiales por la procreación responsable, la planificación familiar, la educación sexual, el uso de forros, etc. La jerarquía instruyó a sus laicos sin sotana para accionar contra el derecho de mujeres violadas a interrumpir sus embarazos, pese a asistirles derechos legales.

¿Es un partido?

A Bergoglio le molestó que el gobierno siguiera aceptando las demandas de los organismos de derechos humanos y que esté por ir a juicio el ex capellán de la policía bonaerense, cura Christian Von Wernich, un secuaz de Ramón Camps. Este juicio va a impactar en la iglesia, de un modo u otro.

Creció el resentimiento eclesial ante la ley que permite a los médicos hacer ligaduras de trompas y vasectomías sin autorización judicial. Otro tanto con el impulso de Daniel Filmus a la ley de educación que prevé impartir educación sexual como contenido de la escuela primaria. Y con la la ratificación parlamentaria del Protocolo Facultativo de la Convención para la Eliminación de toda forma de Discriminación contra la Mujer (Cedaw), considerando que en la misma hay resquicios para la legalización del aborto.

Con estas facturas en su portafolio, Bergoglio no sólo criticó abiertamente al gobierno en junio de 2005, leyendo el discurso de 28 páginas que tenía previsto para el tedeum frustado del mes anterior. Juzgó que “las pugnas políticas son la gran enfermedad de los argentinos” y llamó a oponerse al pensamiento único, lo que fue interpretado por Elisa Carrió como un aval a su caracterización del gobierno como “fascista”.

Otras frases que sonaron como disparadas al plexo del oficialismo fueron: “no buscar el aplauso de las masas” y no quedarse con “el relativo juicio de las encuestas”.

El martes de esta semana el “Guardián” volvió a pontificar desde la 93º Asamblea del Episcopado, donde dijo que la Iglesia siempre es perseguida y difamada. Otra vez fue aplaudido por Carrió, quien expresó que se siente “maravillosamente representada por Bergoglio”.

Se sabe que el PEN ha decidido mover la sede del tedeum del 25 de mayo a Mendoza, para inmovilizar la lengua viperina del cardenal. Pero no hay escapatorias geográficas a un conflicto político: Bergoglio hallará otro lugar y momento de decir lo suyo, que tendrá un eco amplificado. Sobre todo luego de haber intervenido como armador electoral de la oposición. Lo hizo primero en Misiones y es vox populi que fue el consejero de Carrió para que pactara una lista común con Jorge Telerman. Del otro lado, excomulgados, quedaron Filmus, su candidato a legislador Ginés González García y el que va en el mismo sitio, pero en otra lista kirchnerista, Aníbal Ibarra.

Después de esta jugada, los que sostengan que la Iglesia Católica no es un partido político tendrán que buscar buenos argumentos para probarlo. Es que éste tiene doctrina, programa, consignas, plata, medios, locales, estatutos, asambleas, internas, actos y candidatos, además de alianzas para apuntar al poder político.

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