Los límites de las palabras
29/06/2007
Opiníon
Por Jorge Rachid
Polí-tica y Desarrollo
(Comunicado de prensa)
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En épocas más oscuras y difíciles hombres y mujeres supieron poner de pié a la Patria con coraje y decisión, enfrentando situaciones mundiales conflictivas, en inferioridad de condiciones frente a batallas duras y sin embargo fueron capaces de construir argentinidad.
Así como los hermanos Lumiere transformaron la incipiente fotografía en una sucesión que daba movimiento al uno de los mayores procesos industriales de la historia como es la industria del cine, algunos creen que la sucesión de palabras, pueden cambiar la realidad de los hechos. Demás está decir que el cine siempre ya sea testimonial, argumental o documental forma parte del arte y de la ficción, mientras que las palabras expresan conceptos que son descriptivos a la realidad o distorsivos de la misma. Es decir palabras significantes si son coherentes con la realidad o insignificantes cuando no condicen con ella.
Eso sucede cuando la política se piensa desde lo fotográfico para seguir el ejemplo anterior, lo que sería la táctica, imaginando que una sucesión de tácticas brindan una estrategia, una política a largo plazo. Nada más alejado de la realidad. Las fotos son como una película sin guión, se hacen importantes si reflejan un hito histórico o una imagen que describe en si una epopeya. Que sería de la foto de Perón en el caballo pinto sin el 17 de octubre, o la foto del Che emblemática sin la epopeya de Sierra Maestra y su compromiso y entrega. Sin embargo a diferencia de las fotos las palabras, sin realidad ni contenido solo imprimen el diario de Irigoyen a los oídos susceptibles a esa música.
Ya escuchamos los cantos de sirenas de derrotas transformadas en victorias como las relaciones carnales o estamos entrando al primer mundo, en otros tiempos de euforia superficial. También escuchamos en su momento “ramal que para ramal que cierra” como quien escribe una legendaria batalla de los tiempos, escondiendo el mamarracho de la vergüenza nacional. Eran épocas del discurso único por “derecha”, claudicante y neoliberal. Ahora otro discurso, de otro signo supuestamente, pero del mismo tenor en cuanto a impedir el pensamiento crítico, aplicando cosméticamente, una nueva visión del mundo de la vida y de las cosas. Otra vez las palabras sin final, la táctica sin estrategia, otra vez el maniqueísmo del blanco y el negro que todo lo explica, menos el dolor, las frustraciones, los afectos además de los intereses permanentes del pueblo argentino.
Nadie duda que la situación nacional en términos macroeconómicos y en políticas de Derechos Humanos han sido mejorados con respecto a la catástrofe de la crisis, no hacerlo sería negar la realidad. Reafirmar que la nueva situación responde a una profunda paciencia, tolerancia y esfuerzo del pueblo argentino en su conjunto que supo postergar aspiraciones en función del bien común. No fue similar la actitud de los factores de poder, ni el financiero ni las empresas monopólicas privatizadas acompañaron solidariamente ejerciendo presión internacional de sus casas matrices y extorsiones a los consumidores. Esos factores de poder siguen vigente en la Argentina de hoy. El Gobierno planteó los ejes en cuanto a la historia, gritó su presencia a los lobys, negoció nuevas condiciones y mantuvo incólume la estructura de poder con retoques importantes en leyes laborales, provisionales y de apoyo a algunos sectores industriales nacionales, pero no cambió el modelo de distribución ni de construcción política, pese a su discurso agresivo, excluyente y mesiánico. Como dicen los paisanos: “ el criollo es agradecido pero no le gusta que lo empujen , vió?”
Algunos pensamos, desde posiciones ideales, que la mayoría de los argentinos estamos en condiciones de ponernos de acuerdo en un Proyecto Nacional. De puntualizar aquello que nos identifica como pueblo, con presencia cultural genuina en identidad nacional clara y con parámetros sencillos, con humildad, sin rencor y con alegría. ¿Porqué no lo hacemos es la pregunta del millón? Porque cada uno de nosotros, todos, aún quien esto escribe, estamos imbuidos de la cultura dominante individualista y mesiánica de los últimos treinta años. El poder se cree único e insustituible, poseedor del inicio de la historia, partero del comienzo de los tiempos, hacedor de la luz frente al oscurantismo y la ignorancia. Dueño de la historia y estigmatizador de Montescos y Capuletos, víctima de incomprensiones y mártir de agresiones, pese a lo magno de sus gestos y la presencia excluyente frente pueblo. Desde ahí se hace difícil construir y diseñar futuro nacional. Eso termina en confrontación, dolor y hermanos partidos por ejes falsos de la política, ejes generalmente impulsados por los verdaderos dueños del poder, aquellos que siempre están, con cualquier signo político. Son los que siguen armando la agenda presidencial, los que en las elecciones tienen fichas en todos los casilleros, los que aceptan la democracia siempre y cuando el triunfador, sea de derecha o izquierda firme el Mercado como ordenador social. De esos no nos ocupamos porque no es “políticamente correcto”. La Democracia es Mercadista, o no es, según los nuevos tiempos y el Grupo de los 8 a nivel internacional, nuevo Gobierno global aceptado pasivamente por gobernantes del mundo.
Estas situaciones de larga data llevan a que las caras del conflicto siempre sean dentro del Movimiento Nacional, entre argentinos que quizás no compartimos algunas cosas pero que si buscamos coincidencias en los ejes estratégicos de la Nación seguramente los encontraremos. Tenemos la historia para intentarlo. En épocas más oscuras y difíciles hombres y mujeres supieron poner de pié a la Patria con coraje y decisión, enfrentando situaciones mundiales conflictivas, en inferioridad de condiciones frente a batallas duras y sin embargo fueron capaces de construir argentinidad. Desde la época de la Colonia y la Emancipación Nacional conseguida con sangre y dolor, al Perón de la movilización popular con tiempo y sin sangre. Sólo los enemigos del pueblo arrasaron a sangre y fuego las expresiones populares y después ya vencidos pidieron tolerancia y consensos. No debe asustarnos ni debemos caer en le juego perverso de la dialéctica amigo-enemigo, mientras millones de compatriotas esperan, en éste tiempo, hoy, de nosotros quienes tenemos compromiso militante y sentimos dolor, respuestas, no sermones.
El pueblo argentino, como conciencia colectiva, está escribiendo los nuevos paradigmas que surgen de la caída del paradigma neoliberal. Es un tiempo de transición, un tiempo en el cual los factores de poder mantienen su hegemonía pese a la pérdida del poder político, es un tiempo donde la política navega en aguas duales entre las presiones internacionales y la necesidad de reencontrar el rumbo nacional soberano. Eso se expresa en las elecciones donde la búsqueda de lo nuevo es el rechazo a lo viejo camuflado y remendado de lo peor de las prácticas políticas, de la democracia limitada, corrupta y envejecida.
Democratizar el poder es una demanda de la hora. Crear instrumentos aptos para las respuestas a los reclamos populares debe ser el norte de la práctica de quienes nos decimos nacionales y populares o peronistas, recrear los mecanismos de movilización popular y de la Comunidad Organizada es un desafío abierto. Volver a ser el Yo en el Nosotros como pueblo es un objetivo. La fragmentación y el individualismo son la mejor expresión del triunfo neoliberal. La unidad nacional conceptual, profunda, compartida, latinoamericana, solidaria es un modelo a seguir.
Cuantos argentinos no estarían dispuestos a compartir un modelo industrial de desarrollo nacional, de mano de obra plena, con inversión en tecnologías de punta planteados desde un esquema soberano de decisión política, desde un Estado Presente.
Quien puede estar en contra de compartir un destino con Latinoamérica para ingresar en las discusiones globales desde una identidad compartida y desde posiciones de fortaleza política.
Cuantos pueden oponerse a la redistribución de la riqueza que implique Justicia Social frente a lo obsceno de la situación de acumulación actual. Porqué no nos planteamos modificar la base tributaria injusta que permite evadir a la banca financiera y castiga al consumidor obrero y trabajador.
Porqué no podemos decirle al mundo que protegeremos nuestro medio ambiente y nos oponemos a cualquier signo de violencia y de guerras como las que actualmente en nombre de la civilización avasallan pueblos enteros y desconocen culturas ajenas.
Como tolerar 8 millones de argentinos sin respuestas del Estado siendo marginados y desplazados de la pirámide social con 40 mil millones de reservas.
Como no reconstruir el Estado Solidario con Salud y Educación gratuita e igualitaria para todos los argentinos nazcan donde nazcan, vivan donde vivan, trabajen donde trabajen.
Quien puede oponerse a la movilidad social ascendente en un proceso educativo que tenga como primer objetivo “analfabetismo cero” como acaba de culminar Venezuela en sólo cinco años.
Con Fuerzas Armadas modernas con afán pionero de defensa del hombre argentino y del espacio vital, de las aguas dulces y de los recursos estratégicos.
Con un Movimiento Obrero como ordenador de la actividad digna del trabajo y armonizador de intereses frente a los necesarios conflictos entre el Capital y el Trabajo.
Con acuerdos permanentes y estratégicos en Derechos Humanos, Políticas Penales, Reforma Judicial, Independencia de los poderes, cumplimiento de la Constitución en especial el artículo 14 bis, Política Internacional Soberana, y Políticas Sociales que sean junto a la cultura del trabajo y la educación el nuevo eje ordenador de un país que tiene que recuperar su MODELO SOCIAL SOLIDARIO Y LA GRANDEZA DE LA NACION.
IBAPE-CESS-MNyP
Así como los hermanos Lumiere transformaron la incipiente fotografía en una sucesión que daba movimiento al uno de los mayores procesos industriales de la historia como es la industria del cine, algunos creen que la sucesión de palabras, pueden cambiar la realidad de los hechos. Demás está decir que el cine siempre ya sea testimonial, argumental o documental forma parte del arte y de la ficción, mientras que las palabras expresan conceptos que son descriptivos a la realidad o distorsivos de la misma. Es decir palabras significantes si son coherentes con la realidad o insignificantes cuando no condicen con ella.
Eso sucede cuando la política se piensa desde lo fotográfico para seguir el ejemplo anterior, lo que sería la táctica, imaginando que una sucesión de tácticas brindan una estrategia, una política a largo plazo. Nada más alejado de la realidad. Las fotos son como una película sin guión, se hacen importantes si reflejan un hito histórico o una imagen que describe en si una epopeya. Que sería de la foto de Perón en el caballo pinto sin el 17 de octubre, o la foto del Che emblemática sin la epopeya de Sierra Maestra y su compromiso y entrega. Sin embargo a diferencia de las fotos las palabras, sin realidad ni contenido solo imprimen el diario de Irigoyen a los oídos susceptibles a esa música.
Ya escuchamos los cantos de sirenas de derrotas transformadas en victorias como las relaciones carnales o estamos entrando al primer mundo, en otros tiempos de euforia superficial. También escuchamos en su momento “ramal que para ramal que cierra” como quien escribe una legendaria batalla de los tiempos, escondiendo el mamarracho de la vergüenza nacional. Eran épocas del discurso único por “derecha”, claudicante y neoliberal. Ahora otro discurso, de otro signo supuestamente, pero del mismo tenor en cuanto a impedir el pensamiento crítico, aplicando cosméticamente, una nueva visión del mundo de la vida y de las cosas. Otra vez las palabras sin final, la táctica sin estrategia, otra vez el maniqueísmo del blanco y el negro que todo lo explica, menos el dolor, las frustraciones, los afectos además de los intereses permanentes del pueblo argentino.
Nadie duda que la situación nacional en términos macroeconómicos y en políticas de Derechos Humanos han sido mejorados con respecto a la catástrofe de la crisis, no hacerlo sería negar la realidad. Reafirmar que la nueva situación responde a una profunda paciencia, tolerancia y esfuerzo del pueblo argentino en su conjunto que supo postergar aspiraciones en función del bien común. No fue similar la actitud de los factores de poder, ni el financiero ni las empresas monopólicas privatizadas acompañaron solidariamente ejerciendo presión internacional de sus casas matrices y extorsiones a los consumidores. Esos factores de poder siguen vigente en la Argentina de hoy. El Gobierno planteó los ejes en cuanto a la historia, gritó su presencia a los lobys, negoció nuevas condiciones y mantuvo incólume la estructura de poder con retoques importantes en leyes laborales, provisionales y de apoyo a algunos sectores industriales nacionales, pero no cambió el modelo de distribución ni de construcción política, pese a su discurso agresivo, excluyente y mesiánico. Como dicen los paisanos: “ el criollo es agradecido pero no le gusta que lo empujen , vió?”
Algunos pensamos, desde posiciones ideales, que la mayoría de los argentinos estamos en condiciones de ponernos de acuerdo en un Proyecto Nacional. De puntualizar aquello que nos identifica como pueblo, con presencia cultural genuina en identidad nacional clara y con parámetros sencillos, con humildad, sin rencor y con alegría. ¿Porqué no lo hacemos es la pregunta del millón? Porque cada uno de nosotros, todos, aún quien esto escribe, estamos imbuidos de la cultura dominante individualista y mesiánica de los últimos treinta años. El poder se cree único e insustituible, poseedor del inicio de la historia, partero del comienzo de los tiempos, hacedor de la luz frente al oscurantismo y la ignorancia. Dueño de la historia y estigmatizador de Montescos y Capuletos, víctima de incomprensiones y mártir de agresiones, pese a lo magno de sus gestos y la presencia excluyente frente pueblo. Desde ahí se hace difícil construir y diseñar futuro nacional. Eso termina en confrontación, dolor y hermanos partidos por ejes falsos de la política, ejes generalmente impulsados por los verdaderos dueños del poder, aquellos que siempre están, con cualquier signo político. Son los que siguen armando la agenda presidencial, los que en las elecciones tienen fichas en todos los casilleros, los que aceptan la democracia siempre y cuando el triunfador, sea de derecha o izquierda firme el Mercado como ordenador social. De esos no nos ocupamos porque no es “políticamente correcto”. La Democracia es Mercadista, o no es, según los nuevos tiempos y el Grupo de los 8 a nivel internacional, nuevo Gobierno global aceptado pasivamente por gobernantes del mundo.
Estas situaciones de larga data llevan a que las caras del conflicto siempre sean dentro del Movimiento Nacional, entre argentinos que quizás no compartimos algunas cosas pero que si buscamos coincidencias en los ejes estratégicos de la Nación seguramente los encontraremos. Tenemos la historia para intentarlo. En épocas más oscuras y difíciles hombres y mujeres supieron poner de pié a la Patria con coraje y decisión, enfrentando situaciones mundiales conflictivas, en inferioridad de condiciones frente a batallas duras y sin embargo fueron capaces de construir argentinidad. Desde la época de la Colonia y la Emancipación Nacional conseguida con sangre y dolor, al Perón de la movilización popular con tiempo y sin sangre. Sólo los enemigos del pueblo arrasaron a sangre y fuego las expresiones populares y después ya vencidos pidieron tolerancia y consensos. No debe asustarnos ni debemos caer en le juego perverso de la dialéctica amigo-enemigo, mientras millones de compatriotas esperan, en éste tiempo, hoy, de nosotros quienes tenemos compromiso militante y sentimos dolor, respuestas, no sermones.
El pueblo argentino, como conciencia colectiva, está escribiendo los nuevos paradigmas que surgen de la caída del paradigma neoliberal. Es un tiempo de transición, un tiempo en el cual los factores de poder mantienen su hegemonía pese a la pérdida del poder político, es un tiempo donde la política navega en aguas duales entre las presiones internacionales y la necesidad de reencontrar el rumbo nacional soberano. Eso se expresa en las elecciones donde la búsqueda de lo nuevo es el rechazo a lo viejo camuflado y remendado de lo peor de las prácticas políticas, de la democracia limitada, corrupta y envejecida.
Democratizar el poder es una demanda de la hora. Crear instrumentos aptos para las respuestas a los reclamos populares debe ser el norte de la práctica de quienes nos decimos nacionales y populares o peronistas, recrear los mecanismos de movilización popular y de la Comunidad Organizada es un desafío abierto. Volver a ser el Yo en el Nosotros como pueblo es un objetivo. La fragmentación y el individualismo son la mejor expresión del triunfo neoliberal. La unidad nacional conceptual, profunda, compartida, latinoamericana, solidaria es un modelo a seguir.
Cuantos argentinos no estarían dispuestos a compartir un modelo industrial de desarrollo nacional, de mano de obra plena, con inversión en tecnologías de punta planteados desde un esquema soberano de decisión política, desde un Estado Presente.
Quien puede estar en contra de compartir un destino con Latinoamérica para ingresar en las discusiones globales desde una identidad compartida y desde posiciones de fortaleza política.
Cuantos pueden oponerse a la redistribución de la riqueza que implique Justicia Social frente a lo obsceno de la situación de acumulación actual. Porqué no nos planteamos modificar la base tributaria injusta que permite evadir a la banca financiera y castiga al consumidor obrero y trabajador.
Porqué no podemos decirle al mundo que protegeremos nuestro medio ambiente y nos oponemos a cualquier signo de violencia y de guerras como las que actualmente en nombre de la civilización avasallan pueblos enteros y desconocen culturas ajenas.
Como tolerar 8 millones de argentinos sin respuestas del Estado siendo marginados y desplazados de la pirámide social con 40 mil millones de reservas.
Como no reconstruir el Estado Solidario con Salud y Educación gratuita e igualitaria para todos los argentinos nazcan donde nazcan, vivan donde vivan, trabajen donde trabajen.
Quien puede oponerse a la movilidad social ascendente en un proceso educativo que tenga como primer objetivo “analfabetismo cero” como acaba de culminar Venezuela en sólo cinco años.
Con Fuerzas Armadas modernas con afán pionero de defensa del hombre argentino y del espacio vital, de las aguas dulces y de los recursos estratégicos.
Con un Movimiento Obrero como ordenador de la actividad digna del trabajo y armonizador de intereses frente a los necesarios conflictos entre el Capital y el Trabajo.
Con acuerdos permanentes y estratégicos en Derechos Humanos, Políticas Penales, Reforma Judicial, Independencia de los poderes, cumplimiento de la Constitución en especial el artículo 14 bis, Política Internacional Soberana, y Políticas Sociales que sean junto a la cultura del trabajo y la educación el nuevo eje ordenador de un país que tiene que recuperar su MODELO SOCIAL SOLIDARIO Y LA GRANDEZA DE LA NACION.
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Más información en http://www.politicaydesarrollo.com.ar/
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