Capitalismo y más
-
Sería importante recordar que el crack económico de 1929 que tuvo en EEUU su epicentro, fue superado porque en ese momento había un Estado poderoso capaz de financiar y reflotar al sector privado. Y añadiríamos, en estos días, la inyección de los Bancos Centrales (provenientes en buena medida de los depósitos particulares) a los mercados para paliar la crisis hipotecaria y así la posibilidad de una crisis total del sistema capitalista para ejemplo de quiénes nos gobiernan y quiénes tienen el poder. La contradicción parece evidente, los dueños del sistema quieren un Estado cada vez más pequeño en nombre de la “libertad” y la “economía libre” pero no dudan en acudir a él para que los salve. Que al frente de los gobiernos hayan personas afines que raudos acudan a salvar al capital, resulta fundamental para la pervivencia del sistema.
Si por izquierda entendemos la ideología que abraza los valores que posibilitan la transformación del capitalismo en una sociedad socialista, estarán de acuerdo conmigo que el concepto camina por el umbral de la crisis. No sólo me refiero a los que en su día hicieron suya la ideología, y hoy, ahogados en el pragmatismo y en las salidas individuales, recurren a la retórica de “renovar la izquierda” para salvarse ellos, y de paso nos explican desde su sillón que el socialismo es una entelequia y que los tiempos de las revoluciones pasaron, que ahora la izquierda debe ser “otra cosa” para así sobrevivir en un mundo cambiante; sino a los responsables políticos que llegados al puesto con votos de izquierda, al poco parecen deslumbrados por la excelencias del mercado y ven en las inversiones privadas la única forma de sobrevivir (ellos).
El capital gana, la izquierda pierde
Estos políticos con el rótulo de izquierda han pasado de criticar y combatir al capital a poner todos los medios para que el capital llegue a sus dominios. Da igual el ámbito, desde el alcalde que ve en los campos de golf, el hotel de cinco estrellas en el hoyo 16 y la urbanización lujosa junto al green como el único medio de inyectar riqueza y optimismo a su pueblo; al gobierno que restringe derechos a los trabajadores para poder ser competitivos, (en el lenguaje de ellos), y así lograr que la multinacional se instale y genere cientos de empleos precarios. En realidad, no es éste un hecho baladí, porque si lo que se pretende es que el capital aterrice y traiga lo que en lenguaje capitalista llamaríamos “riqueza”, no se le puede combatir y oponer el concepto de inversiones públicas y un Estado poderoso. Máxime, cuando lo de la economía mixta se convierte en un despropósito, donde las empresas públicas que generan riqueza se privatizan y a las que dan perdidas se reflotan con dinero público para que resulten atractivas a los compradores.
En esta carrera desenfrenada para que lleguen inversores-salvadores, pocos dirigentes “de izquierda” parece que hayan reflexionado que esta competición tiene tintes siniestros porque el capital irá donde más ventajas pueda obtener, esto es, donde el empleo sea más barato, los despidos una ganga y no haya control sindical ni nada que se le parezca. Pero, además, siempre tendrán como arma la amenaza de llevarse la inversión a otro lugar más prospero, esto es, con peores condiciones para los trabajadores. Y si esas prácticas las ejecutan gobiernos que se dicen de izquierdas para qué necesita el capital de las derechas de siempre.
Un diálogo posible
Todo indica que es una época donde los gestores de las multinacionales viven su particular gloria, ya que a sus pies aparecen casi todos, doblados de tanta genuflexión. Un diálogo posible para ilustrar esta situación sería:
-“Por favor, señor, inviertan aquí”
-“Pero, si tu eras de los que defendían consignas contra el capital y el imperialismo”
-“Sí, perdóname, era un error, un pecado de juventud”
-“Ah, entonces ahora crees en el mercado”
-“Oh, sí mi señor”
-“Pues muy bien, eso quería escuchar”
-“Oh, gracias”
-“Un favor final”
-“Dime señor”
-“Quiero que sigas siendo de izquierda. Te necesito así”
¿Una torta infinita?
Los que han encontrado en esta praxis la razón de ser, olvidan también el carácter finito del dinero. En el mundo no hay una fábrica haciendo billetes de un modo infinito para que los inversores coloquen el dinero acá o allá. Si la inversión se va a un determinado lugar es porque se fue de otro. Esta casi redundancia parece olvidarse en nombre del “sálvese quien pueda”. Para ello, han debido destruir antes la conciencia internacionalista de los trabajadores y sus sindicatos. Así, si la explotación salvaje que sucede en Rumanía, Togo o Indonesia no nos afecta, allá ellos. Lo importante es que la empresa se quede aquí, es un juego de seducción donde no se escatiman esfuerzos estatales, es decir, regalías, suelo gratuito, exoneración de impuestos... para que el patrono-inversor este contento. Nos dicen hasta la saciedad que el mundo no puede funcionar sin las inversiones privadas, dejando para los que manejan el Estado el triste papel de mamporreros. Sería importante recordar que el crack económico de 1929 que tuvo en EEUU su epicentro, fue superado porque en ese momento había un Estado poderoso capaz de financiar y reflotar al sector privado. Y añadiríamos, en estos días, la inyección de los Bancos Centrales (provenientes en buena medida de los depósitos particulares) a los mercados para paliar la crisis hipotecaria y así la posibilidad de una crisis total del sistema capitalista para ejemplo de quiénes nos gobiernan y quiénes tienen el poder. La contradicción parece evidente, los dueños del sistema quieren un Estado cada vez más pequeño en nombre de la “libertad” y la “economía libre” pero no dudan en acudir a él para que los salve. Que al frente de los gobiernos hayan personas afines que raudos acudan a salvar al capital, resulta fundamental para la pervivencia del sistema.
¿Qué hacer?
Ahora bien, si los que acceden a los gobiernos desde la izquierda no combaten al capital y la derecha es el capital, la pregunta es qué deberían hacer los hombres y mujeres que no fueron abducidos por el pragmatismo de la socialdemocracia. Descartado que sean vanguardia de nada los que hartos y descorazonados dejaron la militancia y se fueron a su casa a ser apenas votantes del menos malo, queda el cuestionamiento permanente y radical del engranaje capitalista vendido como salvoconducto único para alcanzar el paraíso. Romper la zona acotada que dice que más allá de esta realidad no hay nada, y difundir a los cuatro vientos que otro mundo no sólo es posible sino necesario y urgente para salvar el planeta del desastre del capitalismo, no parece poco reto.
Si por izquierda entendemos la ideología que abraza los valores que posibilitan la transformación del capitalismo en una sociedad socialista, estarán de acuerdo conmigo que el concepto camina por el umbral de la crisis. No sólo me refiero a los que en su día hicieron suya la ideología, y hoy, ahogados en el pragmatismo y en las salidas individuales, recurren a la retórica de “renovar la izquierda” para salvarse ellos, y de paso nos explican desde su sillón que el socialismo es una entelequia y que los tiempos de las revoluciones pasaron, que ahora la izquierda debe ser “otra cosa” para así sobrevivir en un mundo cambiante; sino a los responsables políticos que llegados al puesto con votos de izquierda, al poco parecen deslumbrados por la excelencias del mercado y ven en las inversiones privadas la única forma de sobrevivir (ellos).
El capital gana, la izquierda pierde
Estos políticos con el rótulo de izquierda han pasado de criticar y combatir al capital a poner todos los medios para que el capital llegue a sus dominios. Da igual el ámbito, desde el alcalde que ve en los campos de golf, el hotel de cinco estrellas en el hoyo 16 y la urbanización lujosa junto al green como el único medio de inyectar riqueza y optimismo a su pueblo; al gobierno que restringe derechos a los trabajadores para poder ser competitivos, (en el lenguaje de ellos), y así lograr que la multinacional se instale y genere cientos de empleos precarios. En realidad, no es éste un hecho baladí, porque si lo que se pretende es que el capital aterrice y traiga lo que en lenguaje capitalista llamaríamos “riqueza”, no se le puede combatir y oponer el concepto de inversiones públicas y un Estado poderoso. Máxime, cuando lo de la economía mixta se convierte en un despropósito, donde las empresas públicas que generan riqueza se privatizan y a las que dan perdidas se reflotan con dinero público para que resulten atractivas a los compradores.
En esta carrera desenfrenada para que lleguen inversores-salvadores, pocos dirigentes “de izquierda” parece que hayan reflexionado que esta competición tiene tintes siniestros porque el capital irá donde más ventajas pueda obtener, esto es, donde el empleo sea más barato, los despidos una ganga y no haya control sindical ni nada que se le parezca. Pero, además, siempre tendrán como arma la amenaza de llevarse la inversión a otro lugar más prospero, esto es, con peores condiciones para los trabajadores. Y si esas prácticas las ejecutan gobiernos que se dicen de izquierdas para qué necesita el capital de las derechas de siempre.
Un diálogo posible
Todo indica que es una época donde los gestores de las multinacionales viven su particular gloria, ya que a sus pies aparecen casi todos, doblados de tanta genuflexión. Un diálogo posible para ilustrar esta situación sería:
-“Por favor, señor, inviertan aquí”
-“Pero, si tu eras de los que defendían consignas contra el capital y el imperialismo”
-“Sí, perdóname, era un error, un pecado de juventud”
-“Ah, entonces ahora crees en el mercado”
-“Oh, sí mi señor”
-“Pues muy bien, eso quería escuchar”
-“Oh, gracias”
-“Un favor final”
-“Dime señor”
-“Quiero que sigas siendo de izquierda. Te necesito así”
¿Una torta infinita?
Los que han encontrado en esta praxis la razón de ser, olvidan también el carácter finito del dinero. En el mundo no hay una fábrica haciendo billetes de un modo infinito para que los inversores coloquen el dinero acá o allá. Si la inversión se va a un determinado lugar es porque se fue de otro. Esta casi redundancia parece olvidarse en nombre del “sálvese quien pueda”. Para ello, han debido destruir antes la conciencia internacionalista de los trabajadores y sus sindicatos. Así, si la explotación salvaje que sucede en Rumanía, Togo o Indonesia no nos afecta, allá ellos. Lo importante es que la empresa se quede aquí, es un juego de seducción donde no se escatiman esfuerzos estatales, es decir, regalías, suelo gratuito, exoneración de impuestos... para que el patrono-inversor este contento. Nos dicen hasta la saciedad que el mundo no puede funcionar sin las inversiones privadas, dejando para los que manejan el Estado el triste papel de mamporreros. Sería importante recordar que el crack económico de 1929 que tuvo en EEUU su epicentro, fue superado porque en ese momento había un Estado poderoso capaz de financiar y reflotar al sector privado. Y añadiríamos, en estos días, la inyección de los Bancos Centrales (provenientes en buena medida de los depósitos particulares) a los mercados para paliar la crisis hipotecaria y así la posibilidad de una crisis total del sistema capitalista para ejemplo de quiénes nos gobiernan y quiénes tienen el poder. La contradicción parece evidente, los dueños del sistema quieren un Estado cada vez más pequeño en nombre de la “libertad” y la “economía libre” pero no dudan en acudir a él para que los salve. Que al frente de los gobiernos hayan personas afines que raudos acudan a salvar al capital, resulta fundamental para la pervivencia del sistema.
¿Qué hacer?
Ahora bien, si los que acceden a los gobiernos desde la izquierda no combaten al capital y la derecha es el capital, la pregunta es qué deberían hacer los hombres y mujeres que no fueron abducidos por el pragmatismo de la socialdemocracia. Descartado que sean vanguardia de nada los que hartos y descorazonados dejaron la militancia y se fueron a su casa a ser apenas votantes del menos malo, queda el cuestionamiento permanente y radical del engranaje capitalista vendido como salvoconducto único para alcanzar el paraíso. Romper la zona acotada que dice que más allá de esta realidad no hay nada, y difundir a los cuatro vientos que otro mundo no sólo es posible sino necesario y urgente para salvar el planeta del desastre del capitalismo, no parece poco reto.
-
inSurGente/J.L./16/08/2007
No hay comentarios:
Publicar un comentario