5/9/07

Los gobiernos libanés y americano... ¿aliados en secreto?

Walid Phares y Robert Rabil
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Culpar a Estados Unidos de todo lo que sale mal bajo el sol de Oriente Medio se ha convertido en la moda del momento. Llamativamente, los críticos no se limitan a una ubicación geográfica concreta. Un académico visitante del Centro de Oriente Próximo del Carnegie Endowment de Beirut escribía que la manipulación de la política en el Líbano por parte de Washington ha sido fatal. En apoyo a su tesis de que los aliados de respaldo americano perdieron en las elecciones libres (en referencia a las elecciones locales de Metn en las que un expresidente y miembro clave de las Fuerzas del 14 de Marzo respaldadas por Estados Unidos fue derrotado por una figura política relativamente desconocida aliada de la oposición encabezada por Hezbolá), un reportero del New York Times citaba al experto, que afirmaba que "en el momento en que se te cuenta entre, o eres respaldado por, los americanos, despídete, nunca ganarás".

Irónicamente, nada se decía del hecho de que de no haber sido por él rápido apoyo militar y logístico norteamericano al ejército libanés, el grupo fundamentalista Fatah al-Islam habría creado, como se ha afirmado, un Emirato Jihadista en el norte del Líbano. El ejército libanés derrotaba hoy a las fuerzas de Fatah al Islam en su fortín de Nahr al Bared al norte del Líbano. La reducida fuerza, respaldada por la sociedad civil del país y la Revolución de los Cedros, lograba en una pequeña zona lo que importantes ejércitos esperan lograr en todo el mundo: la derrota de Al Qaeda. Inmediatamente después, las poblaciones civiles del norte del Líbano, desde el Trípoli sunita hasta el Zghortan maronita pasando por el multiétnico Akkar, expresaban su alegría al ver que expulsados a los jihadistas.Ha sido su Faluya y la han liberado por sus propios medios.


Estas críticas se han convertido en bálsamo a la directiva de Hezbolá, que recientemente afirmaba que Washington es el partido en contra de constituir un gobierno de unidad nacional, y que por tanto está en contra de un acuerdo político para zanjar la presente crisis en el Líbano. Destacando esta acusación aparece la noción de que Estados Unidos es la verdadera fuerza motriz del gobierno Siniora. El corolario de esta línea de pensamiento es que el gobierno Siniora no es nacionalista, sino que es el único instrumento para ayudar a crear la política imperialista de Washington de un nuevo Oriente Medio que Hezbolá se dedica a frustrar.

Esta guerra psicológica, que Hezbolá ha perfeccionado, ha tenido un efecto impactante sobre las Fuerzas del 14 de Marzo en general y el gobierno Siniora en particular. En la práctica, el gobierno Siniora ha actuado de un modo que confirma indirectamente la afirmación de Hezbolá. Al hacer frente a la oposición, el gobierno intentaba justificar sus acciones como el producto de la presión americana e internacional. En este sentido, reza la idea, el gobierno, actuando según la creencia de estar protegiendo la unidad nacional, no provocaría ni sería responsable de ningún roce potencial nacional provocado por sus acciones. No obstante, esto ha confirmado inadvertida e incorrectamente los análisis de los críticos mencionados arriba, sólo que reforzando la imagen fabricada engañosamente por Hezbolá de que Estados Unidos dicta las políticas del gobierno.

Esto quedaba en evidencia con respecto a la creación del tribunal internacional para procesar a aquellos que asesinaron al ex primer ministro libanés Rafik Hariri. El gobierno Siniora se empleó a fondo para persuadir a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU de crear el tribunal internacional sin petición formal por parte del gabinete libanés. Un caso similar tenía lugar cuando el gobierno Siniora, a pesar de las objeciones de algunos miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, convencía con éxito a la organización internacional de incrementar los efectivos de UNIFIL en el sur del Líbano sin el amparo del Capítulo Séptimo, tras la deflagración Hezbolá-Israel del verano de 2006.

Obviamente, las acciones del gobierno vienen sorprendiendo a los miembros permanentes del Consejo de Seguridad. En la práctica, el reciente escrito del 25 de junio del primer ministro Fouad Siniora al Consejo de Seguridad solicitando la prolongación del mandato de la Fuerza Interina de Naciones Unidas en el Líbano durante "un período adicional de un año a finalizar el 31 de agosto de 2008, en conformidad con las actividades de UNIFIL estipuladas en el undécimo párrafo de la resolución 1701 (2006), y sin enmienda”, ha dejado perplejos a los miembros del Consejo de Seguridad.

Teniendo en cuenta que la propia ONU viene manifestando su preocupación por el tráfico de armas al Líbano procedente de Siria en violación de la resolución 1701 del Consejo de Seguridad, y que 6 efectivos de UNIFIL eran asesinados recientemente en su zona de operaciones en el sur del Líbano, algunos miembros del Consejo encontraron problemático que el gobierno Siniora no incluyera una enmienda al mandato de la resolución en su petición de una extensión del mandato de UNIFIL. Con aún más motivo dado que la propia resolución (párrafo 16) "expresa su intención de considerar ampliar el mandato en una resolución posterior”.

Significativamente, el reciente informe de la misión exploratoria del Comité Internacional Libanés para la Resolución 1559 (el cual tiene carácter consultivo con respecto a la ONU) revelaba que Siria ocupa aún 458 km² de territorio libanés repartidos en distintas zonas adyacentes a la frontera, y que ha alterado la topografía del territorio con el fin de facilitar el tráfico de armamento con destino al Líbano. El régimen sirio, lejos de retirarse del Líbano (técnicamente siquiera) ha creado "nuevos hechos sobre el terreno" que han convertido al sistema internacional en el hazmerreír de su cumplimiento de un aluvión de resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU - en especial la resolución 1680 (mayo de 2006) y la resolución 1559 (septiembre 2004).

Todo esto plantea la cuestión de porqué el gobierno Siniora no ha solicitado una fuerza internacional para ayudar al ejército libanés a monitorizar la frontera con Siria. No es en absoluto posible que el gobierno, o cualquier gobierno a esos efectos, pueda extender su autoridad por los territorios libaneses mientras los grupos extremistas palestinos, como el Frente para la Liberación de Palestina o Fatah-Intifada, y Hezbolá están siendo armados hasta los dientes por Irán y Siria. No es ninguna especulación aventurada decir que el gobierno pudiera estar en la práctica esperando a que la comunidad internacional llegue en su ayuda tomando la iniciativa y presentando una nueva resolución. Francia ha difundido ya a los restantes miembros permanentes del Consejo de Seguridad un borrador que amplía el mandato de la resolución inicial. Desafortunadamente, la semana pasada, el Consejo de Seguridad votaba a favor de la renovación de la resolución tal cual está, sin modificaciones. Lo cual significa la neutralización de un papel adicional para la ONU en vísperas de las cruciales elecciones presidenciales en el Líbano. Un error que saldrá aún más caro a los libaneses y a sus aliados y amigos en todo el mundo.

Sin ningún pretexto, el gobierno Siniora debería buscar abiertamente el respaldo de la comunidad internacional, de Estados Unidos en especial, y evidenciar las violaciones sin contemplaciones de las consideraciones nacionales y regionales por parte de Siria y Hezbolá. En este sentido, el gobierno, que hasta la fecha ha encabezado la batalla por la democracia en el Líbano, exigiría una iniciativa clara para defender la soberanía libanesa. No menos significativo sería enviar una señal al mundo de que el gobierno es quien lleva las riendas, y que gracias al cielo permanece junto a Estados Unidos; se pondría fin así al alud de análisis distorsionados y especulaciones sobre la política norteamericana en el Líbano.

El Dr. Robert Rabil es profesor de estudios de Oriente Medio de la Universidad de Florida y autor de Siria, los Estados Unidos y la guerra contra el terror en Oriente Próximo.

El Dr. Walid Phares es miembro permanente de la Fundación para la Defensa de las Democracias y autor de La guerra de ideas: jihadismo contra democracia.
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El Reloj - Israel/05/09/2007

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