ESPAÑA. El rey erró
15/11/2007
Opinión
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Por: Manuel E. Yepe
argenpress.info
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Hispanoamérica tiene razones históricas sobradas para repudiar a las monarquías desde que, en el siglo XIX, debió librar cruentas guerras contra la Corona española para lograr su independencia. El odio al rey de España fue durante muchos años expresión de las ansias de autodeterminación, en aras de la libertad y la justicia que la corona negaba. Hay que reconocer que, al ser reinstaurada la monarquía en España tras la feroz tiranía franquista, primaron en los pueblos de la América de raíces hispanas los sentimientos de solidaridad con los pueblos tiranizados en España por el franquismo, y el monarca Juan Carlos de Borbón logró proyectar, al menos hacia el exterior, una imagen amable, distinta a la repudiada arrogancia que caracterizaba a otros reyes anteriores en sus vínculos con los pueblos de sus colonias o sus antiguas colonias. Incluso, durante el periodo en que la política exterior del Estado español pareció secuestrada por el presidente José María Aznar, que actuaba cual marioneta del mandatario estadounidense George W. Bush, la figura del Rey parecía desmarcada de la de aquel y a muchos apenaba, en esta parte del mundo, la situación del monarca. En la XVII Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile que concluyó el 11 de noviembre de 2007, Su Majestad perdió una excelente oportunidad para haber fortalecido la consideración de los latinoamericanos. Pero optó por lo contrario. Insultó a Chávez. Hirió a América Latina. Cuando el Presidente actual del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, intervino para convocar a los hispanoamericanos a despreocuparse de los factores externos y concentrar sus defensas en las limitaciones propias, era inevitable que de los líderes allí reunidos alguien recordara las circunstancias verdaderas de la batalla en el presente. La propuesta de una política de avestruces frente a la violencia con que Estados Unidos defiende sus intereses hegemónicos en la región -que Europa parece reconocerle como legítimos en función de una alianza estratégica a nivel global- no debía quedar sin respuesta. ¿Y quién mejor que Chávez para darla?El líder venezolano, cortésmente, evitó involucrar de manera directa al Rey, o al gobierno actual de España, en el juego sucio de la traición a los vínculos históricos y étnicos en beneficio de la causa de un 'nuevo siglo americano' desarrollada por un grupo de ambiciosos fanáticos de la dominación global de los Estados Unidos representada por un inepto presidente cuyas acciones han costado a la Humanidad centenares de miles de vidas de civiles y algunos miles más de jóvenes soldados propios y de los países atacados.Pero, ¿cómo ignorar que España, con Aznar como Presidente de su gobierno, fue el primer país en reconocer al gobierno espurio que pretendía encumbrar el golpe de Estado de abril de 2002 organizado por Estados Unidos contra el presidente constitucional de Venezuela? Siendo España la matriz histórica del hispanoamericanismo, me parece un grave error del monarca salir en defensa del responsable –al menos formalmente- de tan lamentable actuación de la política exterior hispana. ¿Qué sentido tiene la solidaridad hispanoamericana si no se opone a que Estados Unidos siga considerando a los países de habla hispana de esta parte del mundo 'su traspatio' y actúa impunemente como su amo? El señor Aznar ha servido de agente del gobierno de George W. Bush en Latinoamérica y en el mundo, no solo durante el ejercicio de las funciones presidenciales del gobierno en España, sino también ahora. Hoy lo utilizan como promotor de acciones contra la corriente independentista y progresista que comienza a ser la dominante en América Latina, aunque su enorme desprestigio en Latinoamérica no le ha permitido hacer aporte alguno a la indecorosa causa que sirve. A Aznar se le identifica con los grupos cubanos de derecha extrema vinculados a los peores escándalos de corrupción política en los Estados Unidos, incluyendo el magnicidio John F. Kennedy, el caso Watergate, el fraude electoral del 2000 que llevó a Geoge W. Bush a la Casa Blanca, además de un extenso protocolo de actos terroristas contra Cuba. Por encargo de Washington, Aznar convirtió a España en caballo de Troya contra las relaciones cubano europeas, tan profundamente enrarecidas por su efecto que ni siquiera un cambio de gobierno en España -castigo del electorado español por su papel en la inclusión de España en la guerra contra Irak- ha sido capaz de enmendarlas. Su Majestad Juan Carlos de Borbón perdió en Santiago de Chile una excelente oportunidad de recuperar para España algo de la autoridad y el prestigio que le hizo perder en América Latina el gobierno de José María Aznar con una actuación identificada hasta los extremos más bochornosos con los intereses de Washington. Tuvo la posibilidad de excusarse con Latinoamérica por la actuación de un Jefe de Gobierno que no respondía ni a su Rey ni a los españoles. Pero, lastimosamente, erró.
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Hispanoamérica tiene razones históricas sobradas para repudiar a las monarquías desde que, en el siglo XIX, debió librar cruentas guerras contra la Corona española para lograr su independencia. El odio al rey de España fue durante muchos años expresión de las ansias de autodeterminación, en aras de la libertad y la justicia que la corona negaba. Hay que reconocer que, al ser reinstaurada la monarquía en España tras la feroz tiranía franquista, primaron en los pueblos de la América de raíces hispanas los sentimientos de solidaridad con los pueblos tiranizados en España por el franquismo, y el monarca Juan Carlos de Borbón logró proyectar, al menos hacia el exterior, una imagen amable, distinta a la repudiada arrogancia que caracterizaba a otros reyes anteriores en sus vínculos con los pueblos de sus colonias o sus antiguas colonias. Incluso, durante el periodo en que la política exterior del Estado español pareció secuestrada por el presidente José María Aznar, que actuaba cual marioneta del mandatario estadounidense George W. Bush, la figura del Rey parecía desmarcada de la de aquel y a muchos apenaba, en esta parte del mundo, la situación del monarca. En la XVII Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile que concluyó el 11 de noviembre de 2007, Su Majestad perdió una excelente oportunidad para haber fortalecido la consideración de los latinoamericanos. Pero optó por lo contrario. Insultó a Chávez. Hirió a América Latina. Cuando el Presidente actual del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, intervino para convocar a los hispanoamericanos a despreocuparse de los factores externos y concentrar sus defensas en las limitaciones propias, era inevitable que de los líderes allí reunidos alguien recordara las circunstancias verdaderas de la batalla en el presente. La propuesta de una política de avestruces frente a la violencia con que Estados Unidos defiende sus intereses hegemónicos en la región -que Europa parece reconocerle como legítimos en función de una alianza estratégica a nivel global- no debía quedar sin respuesta. ¿Y quién mejor que Chávez para darla?El líder venezolano, cortésmente, evitó involucrar de manera directa al Rey, o al gobierno actual de España, en el juego sucio de la traición a los vínculos históricos y étnicos en beneficio de la causa de un 'nuevo siglo americano' desarrollada por un grupo de ambiciosos fanáticos de la dominación global de los Estados Unidos representada por un inepto presidente cuyas acciones han costado a la Humanidad centenares de miles de vidas de civiles y algunos miles más de jóvenes soldados propios y de los países atacados.Pero, ¿cómo ignorar que España, con Aznar como Presidente de su gobierno, fue el primer país en reconocer al gobierno espurio que pretendía encumbrar el golpe de Estado de abril de 2002 organizado por Estados Unidos contra el presidente constitucional de Venezuela? Siendo España la matriz histórica del hispanoamericanismo, me parece un grave error del monarca salir en defensa del responsable –al menos formalmente- de tan lamentable actuación de la política exterior hispana. ¿Qué sentido tiene la solidaridad hispanoamericana si no se opone a que Estados Unidos siga considerando a los países de habla hispana de esta parte del mundo 'su traspatio' y actúa impunemente como su amo? El señor Aznar ha servido de agente del gobierno de George W. Bush en Latinoamérica y en el mundo, no solo durante el ejercicio de las funciones presidenciales del gobierno en España, sino también ahora. Hoy lo utilizan como promotor de acciones contra la corriente independentista y progresista que comienza a ser la dominante en América Latina, aunque su enorme desprestigio en Latinoamérica no le ha permitido hacer aporte alguno a la indecorosa causa que sirve. A Aznar se le identifica con los grupos cubanos de derecha extrema vinculados a los peores escándalos de corrupción política en los Estados Unidos, incluyendo el magnicidio John F. Kennedy, el caso Watergate, el fraude electoral del 2000 que llevó a Geoge W. Bush a la Casa Blanca, además de un extenso protocolo de actos terroristas contra Cuba. Por encargo de Washington, Aznar convirtió a España en caballo de Troya contra las relaciones cubano europeas, tan profundamente enrarecidas por su efecto que ni siquiera un cambio de gobierno en España -castigo del electorado español por su papel en la inclusión de España en la guerra contra Irak- ha sido capaz de enmendarlas. Su Majestad Juan Carlos de Borbón perdió en Santiago de Chile una excelente oportunidad de recuperar para España algo de la autoridad y el prestigio que le hizo perder en América Latina el gobierno de José María Aznar con una actuación identificada hasta los extremos más bochornosos con los intereses de Washington. Tuvo la posibilidad de excusarse con Latinoamérica por la actuación de un Jefe de Gobierno que no respondía ni a su Rey ni a los españoles. Pero, lastimosamente, erró.
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