9/12/07

Entrevista a José Luis Fiori: La estrategia imperial de Estados Unidos sigue en expansión

Claudia Antunes
..
A pesar del fracaso en Irak y de la pérdida de credibilidad, los Estados Unidos siguen adelante con un programa de “estrategia imperial” que es anterior a la elección de George W. Bush. Esa estrategia aparecen reiteradamente en los programas de todos los candidatos a la sucesión norteamericana, aseguró José Luis Fiori, politólogo, profesor de la Universidad Federal de Río de Janeiro y miembro del Consejo de Editorial de Sin Permiso, durante una entrevista realizada por Claudia Antunes, editora Internacional del diario La Folha de Sao Paulo. Fiori acaba de publicar Poder Global (Ed. Boitempo), su cuarto libro de una serie sobre el sistema mundial moderno.

Claudia Antunes. – Usted refutó en varios artículos la idea del fin de la hegemonía norteamericana tal como ha sido expuesta por los sociólogos Giovanni Arrighi e Immanuel Wallerstein. Sin embargo, usted también afirma que el mundo tiene o va hacia nuevos polos de poder. En el fondo ¿no habría más coincidencias que divergencias entre su análisis y el de ellos?

José Luis Fiori* – Mi divergencia con Arrighi y Wallerstein no es coyuntural, es teórica; no está en la caracterización que los dos hacen sobre la coyuntura inmediata, está en la teoría en que, los dos, sustentan sus proyecciones de largo plazo: la hipótesis de que el “sistema mundial moderno” requiere de “potencias hegemónicas” sucesivas para mantener el orden político y el buen funcionamiento de la economía internacional.

Dentro de esta teoría, el “líder” aparece en la historia como una especie de respuesta funcional al problema de la ingobernabilidad de un sistema que es anárquico porque es formado por Estados nacionales soberanos. En general, esa teoría destaca las contribuciones positivas del hegemon para la “gobernabilidad global” del sistema. Por eso, ella no consigue dar cuenta del movimiento continuo de competencia y expansión de los Estados y las economías nacionales que ya conquistaron la condición de “grandes potencias” y forman parte del “núcleo central” de todo el sistema, aunque siguen compitiendo entre sí, asimismo en los períodos en que aparentan una alta “tranquilidad sistémica”. Fue exactamente la crítica de esa teoría que me llevó al concepto de poder global expuesto en el libro.

CA- ¿Y qué es lo que ello significa?

Fiori - Cuando digo poder global, no me estoy refiriendo a una entidad o a una instancia mundial, particular. La expresión encubre un modo de analizar el funcionamiento y las tendencias de largo plazo del sistema mundial que se formó a partir de la expansión de algunos Estados europeos en el siglo XVI.

Ese análisis privilegia el movimiento y las contradicciones que mueven ese sistema, impidiendo una estabilización y cualquier tipo de gobernabilidad global estable o de paz perpetua. Él se parece a un universo en expansión continua, movido por la lucha de las grandes potencias por el poder global y que por eso están siempre creando, al mismo tiempo, orden y desorden, paz y guerra. Lo que ordena y estabiliza ese sistema, por más doloroso que sea reconocerlo, no son los hegemons, sino la existencia de “ejes conflictivos crónicos” y la posibilidad permanente de guerra. El sistema no acumula poder y riqueza sin la competencia de las naciones y no se estabiliza sin las guerras.

CA – ¿Pero usted no admite ni la existencia de una crisis de la hegemonía norteamericana – que estaría dada por el ultra esfuerzo militar en Irak, los déficit creciente, la burbuja inmobiliaria, la pérdida de credibilidad?

Fiori – Lo que estoy intentando decir es que no se consigue saber lo que significa exactamente crisis de la hegemonía norteamericana. ¿Cualquier dificultad política, burbuja económica o mismo una guerra, enfrentada o perdida por Estados Unidos? Si fuese así, afirmar que existe una crisis de la hegemonía es apenas una frase fácil, sin significado o consecuencia precisa. Pero si se trata de afirmar el fin de la hegemonía norteamericana, estoy totalmente en desacuerdo. Después del gobierno de Clinton, con la elección de George W. Bush y con los atentados de 2001, la política externa adoptó una nueva retórica, más belicista, y asumió la forma explícita de un proyecto imperial. Sin embargo, la estrategia del Estado norteamericano ya venía de antes, y se mantuvo desde el final de la Guerra Fría. Esa estrategia acumuló victorias, aunque también fue enfrentando problemas para seguir expandiéndose.

CA - ¿Y cuáles son los problemas principales que usted identifica?

Fiori – Desde un punto de vista vertical, es cada vez más difícil para Estados Unidos mantener el orden e imponer sus posiciones dentro de los territorios “periféricos”, que nacieron con el desmontaje del sistema colonial europeo. Del punto de vista horizontal, fue la estrategia expansiva de Estados Unidos la que incentivó en gran mediad la transformación asiática que hoy escapa a su control.

Los norteamericanos ya no tienen más cómo frenar la expansión económica de China, ni pueden más seguir adelante con su estrategia global sin contar, por lo menos, con una contraparte china. Pero además de eso, la victoria norteamericana en la Guerra Fría también puso a Alemania y a Rusia dentro del juego de poder europeo e internacional. Y hoy, estos dos países están reconstruyendo sus “zonas de influencia” en Europa y en Asia central, limitando las ambiciones norteamericanas en esas regiones.

CA - ¿Pero también no hay un cierto fatalismo en su previsión del retorno a la vieja disputa entre potencias, como al final del siglo XIX e inicios del XX?

Fiori – Puede ser, aunque lo que realmente está aconteciendo no es propiamente un retorno a la vieja disputa entre las grandes potencias, que es una frase de efecto y una forma de explicar el regreso en los noticieros de las disputas entre Estados Unidos, y Rusia, China y Japón, Alemania y Francia, etc. La disputa entre las grandes potencias nunca terminó, apenas se enfrió como es habitual después de una gran guerra o una victoria contundente como en el caso de la Guerra Fría.

CA - ¿Cómo se refleja ese cuadro internacional en las próximas elecciones de Estados Unidos?

Fiori – Esas presiones externas están aumentando las divisiones dentro de los Estados Unidos y es probable que, luego del fracaso en Irak, ocurra un realineamiento de fuerzas dentro del establishment norteamericano, como pasó después de la derrota en Vietnam. Son momentos en que se forman nuevas coaliciones de poder y pueden definirse nuevas estrategias internacionales. Sin embargo, estos procesos de realineamiento son lentos, y no es probable que el actual coincida con las próximas elecciones presidenciales norteamericanas. Los programas de los principales, candidatos demócratas y republicanos muestran que la vieja estrategia imperial se mantiene en pie.

Todos los candidatos se proponen reconstruir el liderazgo mundial de los Estados Unidos y todos defienden la necesidad de una diplomacia multilateralista. Aunque, al mismo tiempo, todos proponen aumentar los gastos militares, expandir la creación de brigadas o agencias civiles encargadas de reconstruir y administrar los territorios y los gobiernos incorporados o subordinados al poder norteamericano alrededor del mundo.
CA - Usted también dice que China, en la medida en que se torne en una superpotencia, se inclinará inevitablemente hacia el expansionismo militar ¿ Por qué ese cambio?

Fiori – Es verdad que hasta el momento China se ha mantenido fiel a su modelo original de expansión imperial, que fue diplomática y mercantil, diferente a la expansión bélica y luego capitalista de los europeos. Y considero que lo más probable es que China se restrinja en los próximos años a la lucha por la hegemonía en el sudeste asiático, sin provocar ni aceptar ningún tipo de confrontación fuera de su zona de influencia.

Aunque si China siguiera el camino transitado por todas las grandes potencias que existieron dentro del sistema mundial moderno, lo más probable es que, en algún momento, tenga que combinar su expansión económica con una expansión político-militar global. Sin embargo, no está excluida la posibilidad de que se repita lo que ya ocurrió , en el siglo XVII, con la fusión de los intereses económicos anglo-holandeses, y en el siglo XX, con la fusión de los intereses anglo-norteamericanos.

CA - ¿La relación entre China y Estados Unidos hoy puede ser caracterizada como complementaria, tal como la de norteamericanos y europeos occidentales en la post Segunda Guerra Mundial?

Fiori – La relación económica actual entre Estados Unidos y China es absolutamente complementaria, del punto de vista comercial y financiero. Como ocurre muchas veces con Estados o potencias con vocación global, la competencia implica la preparación permanente para la guerra, sin que desaparezca el efecto dinamizador de la complementariedad, igual para la carrera tecnológico-militar. Pero esta complementariedad actual entre China y Estados Unidos, no es igual a la que existió entre los Estados Unidos y los europeos occidentales. En aquel tiempo hubo esa relación entre una potencia victoriosa y poco alcanzada por los efectos destructivos de las guerras y sus aliados, que habían sido casi completamente destruidos y que los Estados Unidos necesitaban que estuviesen de pie. Por otro lado, también existió la relación de Estados Unidos con sus derrotados de la víspera: Alemania, Japón e Italia. Esos países fueron transformados en protectorados militares y , al mismo tiempo, en el caso de Alemania y Japón, en dínamos del crecimiento regional de Europa y Asia, respectivamente, especie de invitados al desarrollo global de la economía norteamericana, que trasnacionaliza su estructura productiva durante ese período, dos o tres décadas antes de su globalización financiera.

CA – Usted ha destacado el error de las interpretaciones de los años 90 que preveían el fin o una menor importancia de los Estados. Hoy, en parte por causa del llamado nacionalismo de recursos, ellos retomaron su protagonismo. Más eso también coincide con una crisis de los sistemas políticos y principalmente de los partidos. ¿Cuáles las causas y las posibles consecuencias de estas paradojas?

Fiori – Pienso que la creencia del fin de los Estados tuvo una fuerza particular en América Latina y en los países que nacieron de la antigua URSS, donde fueron aplicadas de manera más rigurosa y extensa las políticas neoliberales. Fuera de allí, nadie nunca tomó en serio estas previsiones. Así en el caso de los países latinoamericanos y de Europa del Este, que ya comenzaron a recuperarse de la devastación neoliberal del los años 90, el Estado ya retomó su papel en el comando estratégico de sus economías. Poco a poco va siendo archivada la ilusión del fin de las fronteras.
Y en relación a la llamada crisis de los sistemas y partidos en algunos países, y siempre en comparación con un modelo ideal que nunca existió en ningún lugar. En todas partes, los partidos conservadores siguen cumpliendo su papel de siempre. Los partidos de izquierda son los que tal vez estén pasando por una crisis de identidad y por un período de cambios. La vida política no siempre es heroica. A veces los conflictos pierden intensidad y la agenda de los debates se hace repetitiva y modorrienta. Es ahí cuando está más visible la dimensión bruta de la lucha por el poder, sin ingredientes ideológicos.

CA- Pero la falencia de los partidos tradicionales también trae riesgos de autoritarismo. ¿En qué medida un proyecto como el de (Hugo) Chávez, por ejemplo, que es tremendamente vertical, puede sobrevivir sin la presencia del propio Chávez?

Fiori – América latina es un buen ejemplo de lo que decía sobre la supuesta crisis de los partidos, porque se habla de eso exactamente en los países donde se registraron victoria de fuerzas progresistas y donde las fuerzas políticas tradicionales sufrieron derrotas. Son, en general, países que vivieron largos períodos dictatoriales o bajo el control de fuerzas políticas conservadoras, que se alternaban en el poder, descalificando el procesos de alternancia democrática. Pero en esos países hay ahora elecciones y plebiscitos repetidos. Son sistemas en proceso de reestructuración, que llevará algún tiempo. En estos momentos de cambios profundos tal vez se pueda retomar la vieja tesis del sociólogo alemán Max Weber sobre el papel del carisma o de los liderazgos carismáticos, como casi el único camino posible para reformar estructuras e instituciones políticas tradicionales, patriarcales o patrimoniales, esclerosadas pero con enorme capacidad de preservación. Hoy es posible identificar en América Latina varios casos de liderazgos carismáticos, cuya fuerza política trasciende sus organizaciones partidarias. En todos esos casos, como decía el propio Weber, la sucesión será un problema difícil porque el carisma es intransferible.

CA - ¿Qué ejemplos históricos tiene en mente?

Fiori – Cuando hablo de la fuerza de los liderazgos carismáticos, y de su papel transformador en la historia, gracias a la capacidad de movilización de los pueblos y de cambios en los hábitos e instituciones consolidadas, para mirar fuera de América Latina y arriba del Ecuador, pienso en los nombre de (Charles) De Gaulle, (Winston) Churchill y (Franklin) Roosevelt.

CA – Aquí en la región, Morales o tal vez Lula ¿también serían líderes carismáticos?

Fiori – Creo que (Evo) Morales y Lula son también personajes carismáticos, que trascienden en mucho a sus organizaciones partidarias de apoyo. Pero pienso que es imposible llegar a un acuerdo preciso sobre ese asunto y por eso considero que la provocación intelectual está en la idea de Weber y no en los ejemplos o casos que caben más o menos dentro del concepto.

CA – ¿El ruso Vladimir Putin sería otro caso actual?

Fiori – El caso de Rusia es completamente diferente del de Venezuela. Putin ya fue electo como parte de un movimiento de recomposición del poder de la burocracia del Estado ruso destruido por la descomposición de la URSS y por el efecto de las políticas del período Yeltsin. Putin no es un líder carismático. Es un servidor del Estado y un funcionario de su núcleo duro ligado a la seguridad, una especie de última línea de resistencia de cualquier Estado que ocupa una posición de gran potencia. La sucesión de Putin no será una cuestión simple, sobretodo dentro de la burocracia de Estado rusa, aunque el proyecto en curso de reconstitución del poder en Rusia trasciende al actual presidente y pienso que seguirá adelante.
CA – Su análisis sobre la situación de América Latina es optimista, al diagnosticar que la región está viviendo “tal vez una ruptura revolucionaria”. ¿Existe diferencia entre la llamada onda roja de hoy y el viejo antiimperialismo? ¿Por qué los Estados Unidos no podrían retomar el protagonismo de décadas en la región?

Fiori – Pienso que existen por lo menos dos diferencias fundamentales entre este viraje progresista contemporáneo y los tiempos que usted llama del viejo antiimperialismo. La primera es que hoy ya no existe más la misma identidad entre competencia geopolítica y bipolarización ideológica, que marcó la segunda mitad del siglo XX. Y la segunda, es que el liderazgo progresista en América Latina actual no responde más al mismo nombre y no defiende ni está implementando el mismo proyecto de gobierno. Hoy América Latina es un campo mucho más abierto de lo que conocimos en el pasado para la innovación social y política, sin dogmatismos y sin fórmulas acabadas. Los Estados Unidos mantienen su poder y pueden siempre reafirmar su protagonismo en el continente. Pero la novedad tal vez esté del otro lado del balcón, los nuevos gobernantes que han mostrado la voluntad de cambiar el tipo de relación secular que mantienen con Estados Unidos y que vienen contando con el apoyo de sus sociedades. En este cuadro, el grado de libertad de los Estados Unidos se achica en relación al pasado, cuando contaba con el apoyo casi incondicional de las elites empresariales y de los gobiernos del continente.

CA - ¿Cómo ve la alianza estratégica propuesta por Estados Unidos al Brasil en torno al alcohol?

Fiori – La alianza propuesta por el gobierno de Bush ya fue formulada y reiterada varias veces en nuestra historia, con o sin alcohol, y con el mismo resultado. Brasil fue durante casi todo el siglo XX el socio menor de la coordinación hegemónica de estados Unidos en América del Sur. Ahora el alcohol entra como Pilatos en el Templo, porque lo que está siendo propuesto es otra vez una sociedad con el Brasil para el control de algunos gobierno regionales. Más la verdad, es que casi todos los gobiernos actuales de América del Sur están proponiendo una rediscusión de la propia forma del ejercicio de la hegemonía hemisférica de Estados Unidos. El resultado de esas negociaciones no será inmediato, pero no hay dudas de que dependerá muchísimo de la forma en que Brasil se comporte en esas negociaciones, sustentando con firmeza su reivindicación de una nueva posición dentro del contexto americano y mundial. En relación a la idea de los biocombustibles en sí, es preciso tener en claro que son necesarias muchas décadas para cambiar una matriz energética. Y por lo que yo se, eso nunca se hizo por medio de alianzas estratégicas de apenas dos países, por más importantes que ellos puedan ser. Además de eso, se trata de un propuesta hecha por un gobierno norteamericano en fase terminal y sin capacidad de iniciativa.

CA – Analistas como el ex ministro de Hacienda, Rubens Ricúpero, han expresado el temor de que Estados Unidos traslade el costo del reajuste de su economía a otros países como hicieran con el Japón (tipo de cambio) y con América Latina (intereses) al final de los años 70 y comienzo de los 80 ¿Usted ve movimientos en ese sentido?

Fiori – Pienso que no se trata de un temor en relación al futuro, sino de un dato de la historia capitalista. Así fue con el Reino Unido y sigue siendo así con los Estados Unidos: la ventaja de ser una gran potencia que ocupa una posición de centralidad económica global, gracias al control que detenta sobre el sistema monetario y financiero internacional. En el caso norteamericano, esa capacidad aumentó mucho después del fin del Sistema de Bretton Woods, con el nuevo sistema monetario dólar flexible, que se consolidó en las décadas del 80 y 90. Un nuevo sistema en que la moneda dominante sigue siendo la norteamericana, y su única base de sustentación o referencia es el propio poder de Estados Unidos.

CA – Sin embargo, muchos analistas han señalado una descentralización del poder mundial, por lo menos del punto de vista económico, que estaría dada por el hecho de que el estallido de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos no contaminó a los emergentes, principalmente a China. ¿ Ese poder de transferencias de las crisis norteamericanas para terceros no sería menor ahora?

Fiori- Es verdad que las principales economías emergentes disponen hoy de reservas significativas y por lo tanto tienen una capacidad mucho mayor de la que poseían en los años 90 para resistir el impacto inmediato de crisis financieras localizadas. Pero en el caso del estallido de la burbuja inmobiliaria no llega a ser un buen ejemplo, porque el Banco Central norteamericano decidió proteger los mercados y mantener el ritmo inmediato de la actividad económica. En efecto, nadie sabe calcular exactamente lo que habría ocurrido si los Estados Unidos hubiesen tomado una decisión contraria, ni asimismo, cuál sería el efecto a mediano plazo de la decisión que la FED tomó. ¿Cuál impacto, por ejemplo, de la desvalorización del dólar sobre las exportaciones de todas las economías vinculadas al euro? En realidad, hoy sólo es posible especular sobre las consecuencia de una desaceleración de la economía norteamericana o de una recuperación acelerada de las exportaciones de Estados Unidos, con la disminución de su déficit comercial. Aunque, en cualquier caso, siempre habrá transferencia de costos para otros países.

CA – Es habitual que la Unión Europea esté ausente en la mayoría de las proyecciones geopolíticas, y continúe siendo vista como un apéndice de Estados Unidos ¿Los europeos viven definitivamente en una eurolandia, despegados del mundo bajo la protección norteamericana?

Fiori - Es muy difícil que la UE pueda tener una voz activa en el juego de poder internacional en cuanto siga bajo la protección atómica y convencional de la OTAN, bajo comando norteamericano, y con una moneda semi-estatal como es el caso del euro. Sin armas y sin moneda, usted será siempre un poder menor en el juego de las grandes potencias. Sin embargo, pienso que, además de eso, Europa está enfrentando un nuevo problema que fue creado por la reunificación de Alemania y por el retorno de Rusia al sistema de poder europeo.

CA – Usted ya había mencionado la nueva dinámica de la relación entre Alemania y Rusia ¿Cómo puede ella amenazar a la unidad europea?

Fiori – Es bueno recordar que el proyecto de unificación de Europa sólo pudo ser llevado adelante gracias al desastre de la Segunda Guerra Mundial y solamente consiguió mantener su identidad y unidad durante cuatro décadas gracias a la Guerra Fría. En un primer momento, luego de la 2da. Guerra, Francia, Gran Bretaña, Bélgica, Luxemburgo y Holanda se unificaron para crear la Unión Occidental de defensa colectiva, dirigida contra Alemania. Sólo después de 1950 es cuando esos países abdicaron de su posición revanchista y transfirieron a los Estados Unidos y a la OTAN la función de domesticación de Alemania. Por eso, en 1955 los alemanes fueron admitidos en la OTAN y transformados inmediatamente en un protectorado militar de Estados Unidos. Gracias a esa división de funciones, Alemania Federal pudo firmar el Tratado de Roma y ser incorporada al proyecto de construcción de la Comunidad Económica Europea.

La Guerra Fría consiguió mantener cohesionada a la Unión Europea bajo la égida militar de la OTAN. Pero recientemente, Vladimir Putin dice en una entrevista que “el mayor desastre geopolítico del siglo XX fue la desintegración de la Unión Soviética”. Y es muy probable que él tenga razón. Más le faltó decir que esa “victoria aliada” fue responsable también por el resurgimiento de Rusia y de Alemania. Lo cierto es que la unificación alemana representó una transformación cualitativa en el proceso de unificación de Europa. No solamente porque Alemania se transformó en la mayor potencia demográfica y económica de la Unión, sino también porque pasó a operar una política externa más autónoma. Después de su expansión económico financiera en dirección a Europa Central y a Rusia, durante la década de 1990, Alemania reapareció aún más fuerte, como un centro de poder con posibilidad real de hegemonizar la economía del continente europeo. Al mismo tiempo, en la década del 90, los Estados Unidos colaboraron decisivamente para desplumar a la URSS de 15 Estados y aceleraron el paso para la extensión de la OTAN y de sus bases militares en dirección a la Europa del Este, ocupando posiciones en Asia Central y cercando a Rusia.

No es de extrañar que Rusia haya terminado reaccionando a ese cerco y hoy aparezca cada vez más agresiva, justamente en su frontera geopolítica con Alemania, con quien mantiene relaciones económicas cada vez más estrechas. Pienso que esa tensión geopolítica y esa aproximación económica entre alemanes y rusos está pesando decisivamente en la división cada vez más profunda entre los europeos, un motivo fundamental de ausencia de Europa en el juego de poder internacional. En este sentido, además, Europa no está paralizada, ella está retomando sus raíces.

*José Luis Fiori, profesor de economía y ciencia política en la Universidad pública de Río de Janeiro, es miembro del Consejo Editorial de
SINPERMISO.

Tradución para www.sinpermiso.info: Carlos Abel Suárez
-
kaosenlared.net - España/09/12/2007

1 comentario:

Anónimo dijo...

1+2+3

Estos son los tipicos cometarios de politilogos que pretenden hablar desde leyes universales del desarrollo social, sin ninguna prueba empírica. El caso Colombia Venezuela, en plena crisis economica miestra como los estados nacionales y las ideologías sucumben ante la fuerza del capitalismo transnacional. Es decir, para el billete venezuela y colombia no tienen ninguna fractura...

Locations of visitors to this page