Columna lítica
Ernesto Cortés
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I: BUENOS DÍAS
I: BUENOS DÍAS
A mí me encanta leer textos periodísticos y oficiales del siglo XIX, en particular los de Colima, porque me acercan a la historia de este lugar. Lo que me gusta mucho de estos escritos es el uso del idioma español, tan rico entonces, con expresiones floridas de un tiempo en que la lengua no estaba tan erosionada ni tan pervertida. Los primeros diputados que tuvo Colima no eran doctores en leyes por universidades extranjeras, es más, ni siquiera cobraban porque don Manuel Álvarez decretó que el honor de ser diputado era suficiente pago por los servicios al Estado. Sin embargo, esos señores se expresaban con una riqueza que ya quisiéramos en estos tiempos para nuestros legisladores. Las palabras misteriosas de hoy son: declaraciones, tapes y destapes.
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II: BLABLABLA
Lo que es abrir la boca sin pensar, y sin darse cuenta de la posición que se ocupa en el escenario político o social. Y no nomás eso, también abrirla sin tener mucha idea de la lógica de lo que se va a decir. Yo pensé que había leído mal la edición del pasado miércoles del Ecos de la Costa, pero después vi que no, que el diputado Reené Díaz Mendoza sí dijo lo que dijo. Comentando el caso con varios amigos, y viendo cómo otros compañeros comunicadores coinciden con mis apreciaciones, es que me decidí a tocar este tema el día de hoy. Vale, antes de seguir, una aclaración. Me voy a referir aquí solamente a la parte de la lógica de las declaraciones del diputado Díaz, y las interpretaciones graciosas que se desprenden de ellas. En ningún momento me interesa meterme con la sexualidad del señor diputado, ya que no es de mi incumbencia, ni tampoco ha sido mi estilo el criticar a alguien por sus preferencias en la cama. Lo que me incumbe es que, aunque no haya votado por él, Reené Díaz Mendoza a fin de cuentas me representa en la tribuna más importante del estado de Colima, y por ende, me importa lo que él diga en tanto actor político. Los párrafos que vienen, pues, tienen que ver solamente con la lógica de su discurso, algo en lo que, yo creería, nuestros políticos tendrían que estar un poquito más versados.
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III: EL CLÓSET
“No sabía que para pertenecer al PRD tenía que ser una especie de gay tapado”, dijo a media semana el diputado Reené Díaz Mendoza, en una entrevista que dio a mi compañero Édgar Badillo en el marco de la rebatinga por la suspensión de sus derechos en el partido del sol azteca. De esta afirmación se desprenden muchas implicaciones. De entrada, el diputado Díaz está aseverando que los demás miembros del PRD son “gays tapados”, lo cual no sé qué tan bien les caiga, pero no creo que les haga mucha gracia. Pero en segundo lugar, y aquí viene la parte chistosa al morderse la cola (lo digo como metáfora, nomás), el diputado, al decir que él no es un gay tapado, nos lleva a una pregunta: entonces, ¿él es un gay destapado? Ya que implica que él no es tapado, una de las posibilidades (hay más, claro, pero ésta es la chistosa) es que él esté afirmando no ser un gay tapado, sino uno destapado. Claro, él debe haberlo declarado pensando en afirmar “yo no soy gay”, pero no se le ocurrió pensar en las otras implicaciones de su dicho, incluso en las ridículas, como ésta que yo hago, pero que siguen estando ahí si desmenuzamos el discurso. Insisto, y me sigo curando en salud, esta es una interpretación del discurso, no es una acusación ni una burla. Sólo estoy escribiendo lo que muchos otros ya han pensado, a partir de una declaración no muy razonada, y más salida, me atrevo a pensar, de la entraña que del cerebro. Una diputación no es cualquier cosa, y hay que pensar tantito antes de hablar, porque no es lo mismo cotorrear con los compas y decir en la intimidad lo que uno quiera, a declararlo ante un periodista sabiendo que las palabras van a llegar a miles de personas a través de un periódico. Estoy dejando de lado, por el momento, las implicaciones a nivel social que tiene su aseveración, ya que se está llevando entre las patas no nada más a sus (ex) compañeros de partido, sino a la población homosexual, y a las propuestas políticas que, según su concepción de las cosas, tienen que ver con ser gay, tapado o destapado. Cada quien tiene su estilo para decir las cosas, y pone sus referencias de lo que es “bueno” o “malo” dentro de su marco de valores, y eso es respetable. En lo personal, a mí no me parece muy civilizado atacar a alguien por su preferencia sexual, ni usar la homosexualidad como elemento acusatorio o denigrante; antes bien, me parece que quien lo usa se denigra a sí mismo. La cosa es que en México no ha sido gratuita la herencia pedroinfantesca del machismo, que culturalmente está por todas partes, y la idea de una sociedad incluyente y tolerante todavía está bastante lejos de materializarse. Independientemente de esto, me parece que una persona que se encuentra en una posición política tan relevante como una diputación debería ser más cuidadosa con sus expresiones. Sí, son palabras a fin de cuentas, pero éstas son muy importantes a la hora de darle una imagen ante la población que lo eligió como representante, y son nuestras propias palabras las que nos pueden encumbrar o hundir.
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Ecos de la Costa-México/12/08/2007
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