20/8/07

EEUU maquilla su imagen

Washington ha aumentado sus inversiones en ‘soft power’, medidas destinadas a promover los valores estadounidenses y mejorar su prestigio internacional de forma duradera

Estados Unidos continúa invirtiendo en el despliegue de medidas de soft power frente a los estados hostiles. Este instrumento característico de la Guerra Fría se ha convertido en un elemento clave en la estrategia estadounidense en Oriente Medio, concretamente en lo que respecta a las relaciones con Irán.
Soft power es lo contrario de hard power (poder militar y otras formas de poder coactivo como las sanciones económicas o comerciales), ya que no es coactivo y está orientado a aumentar el prestigio de aquellos que lo aplican respecto a aquellos que lo reciben. Dentro del abanico de formas de defensa modernas estadounidenses, las medidas relativas al soft power son relativamente pequeñas —si se mide en términos de gasto o personal— pero ideológicamente son de suma importancia. Estas estrategias tienen el objetivo de hacer del prestigio de EEUU y de los valores que este país personifica la base para vencer a sus adversarios, especialmente los ciudadanos de los estados hostiles.
Es difícil valorar la efectividad a largo plazo del despliegue del soft power frente a los estados hostiles. Sin embargo, el aumento sustancial del presupuesto el año pasado para medidas de soft power contra Irán —desde menos de 10 millones de dólares hasta 75 millones de dólares— muestra un importante compromiso con esta propuesta. En general, Washington destina anualmente alrededor de 1.500 millones de dólares a este tipo de diplomacia pública.
Históricamente, el Gobierno de EEUU ha intentado sacar provecho del soft power a través de la propaganda y la promoción cultural. El sistema de propaganda se estableció durante la Primera Guerra Mundial y fue personificado por antiguos publicistas y profesores universitarios cuyo trabajo consistía en persuadir a los demás de que la política de EEUU era la correcta. Este sistema evolucionó hasta convertirse en la sofisticada mezcla existente de agencias gubernamentales secretas y abiertas.
Por otra parte, Washington también se dedicó a promover los valores culturales estadounidenses y otros valores entre los pueblos oprimidos durante las décadas de la Guerra Fría . Esto a menudo implicaba la proyección de las virtudes del materialismo americano, en un esfuerzo por exaltar el atractivo de la vida occidental, basado en las instituciones libres. La antigua Agencia de Información estadounidense, que fue cerrada diez años tras el final de la Guerra Fría, en 1999, jugó un papel crucial fundando bibliotecas, exposiciones, programas de intercambio y programas de conferencias.

■ Puesta en marcha. La mayoría de potencias importantes han buscado difundir aquellos valores que ellos creían que llevarían a otros pueblos y gentes a acceder a aceptar la autoridad. Los imperios austrohúngaro y otomano eran conocidos por tolerar una considerable diversidad étnica y religiosa dentro de su ámbito, como apoyo a su influencia cultural y presencia entre estos grupos.
Hay diversos instrumentos tradicionales de soft power. Los valores culturales pueden resultar frecuentemente poderosos instrumentos políticos cuando van unidos con la reivindicación de principios de aceptación universal. Puesto que la globalización está íntimamente unida a la americanización, EEUU ha estado en una posición única para sacar provecho a nivel global de este activo.
Estar abierto a las influencias externas, especialmente a la “opinion mundial”, es otra manera de ejercer el soft power, ya que demuestra la necesidad de ser influenciado y la voluntad de serlo, simultáneamente. La sensibilidad de EEUU hacia las acusaciones por no defender los derechos civiles nacionales es un buen ejemplo. De la misma manera, el hecho de no responder a las exhortaciones externas puede perjudicar al soft power.

■ Diplomacia oficial moderna. En el habla moderna, Washington intenta desplegar el soft power a través de la diplomacia oficial, con el objetivo de: inculcar una visión positiva de los Estados Unidos y de los valores que representa; y contrarrestar las imágenes negativas de su país que han proliferado y se han intensificado durante los últimos tres años.
La administración del presidente George Bush ha aumentado progresivamente la importancia que se da a la diplomacia oficial.
Su política tiene diversos elementos, entre ellos, la difusión de reportajes “objetivos” por radio y televisión en países cuyos ciudadanos padecen unos medios de información controlados por el estado. La facilitación de visados para estudiantes extranjeros, que tras los ataques del 11-S de 2001, sufrieron una caída significativa; o el aumento de los fondos para los estudiantes estadounidenses que desean estudiar lenguas en el extranjero como el farsi, el árabe y el chino.
Otras medidas que ha establecido Washington son la creación de una unidad del Departamento de Estado, responsable del seguimiento, los análisis y las percepciones que se hacen desde el exterior sobre EEUU y sus políticas; o la existencia de una oficina estatal encargada de la web en seis idiomas diferentes, destinada a contrarrestar la desinformación y la caracterización negativa que se hace de EEUU y sus políticas.

■ Midiendo los efectos. La 9-11 Commission recomendó una ampliación del uso de la diplomacia oficial y propuso que se realizaran emisiones destinadas a las poblaciones árabe y musulmana. Sin embargo, es conocido que la eficacia de estos programas sólo tendrá resultados a largo plazo. Contrarrestar la propaganda antiamericana de las emisoras nacionales extranjeras es difícil, como indica el esfuerzo vacilante para estimular la democracia y a los activistas de la sociedad civil en Irán. La mayor parte del público extranjero tiene acceso a diversos medios de información y se inclinan a creer a aquellos que les son afines. Y respecto a los programas de intercambio, aunque incluyen a un número de personas relativamente pequeño, han resultado ejercer un efecto positivo en la actitud de la mayoría de los participantes.

La lucha por la paz es un elemento crucial de los esfuerzos de los norteamericanos por lograr una seguridad duradera, y creen que la estrategia de soft power puede ayudar a ello. Argumentan que esta estrategia es fundamental para la autoconfianza en los valores occidentales y su justificación intrínseca. Estos principios básicos son el pilar sobre el que se sustentan instituciones internacionales, como la Declaración Universal de los Derechos del Hombre de ONU.

Washington intenta actualmente exponer a los ciudadanos occidentales por qué es importante defender estos valores por medio del ejercicio del soft power, especialmente cuando los costes de aplicar el hard power aumentan.

Además promover el soft power constituye una piedra de toque, para las sociedades occidentales, con la que poder decidir lo que es y no es permisible en esta promoción; ya que hacer proselitismo en pro de un estado occidental libre requiere demostrar que tales estados son capaces de vigilar y corregir los abusos contra las libertades perpetrados por sus propios gobiernos.

En conclusión, sacar provecho del soft power por medio de la diplomacia es fundamental para mejorar de forma duradera el prestigio internacional y la seguridad de EEUU. Asimismo, promover los valores estadounidenses en el exterior es un modo de reforzar aquellos valores que pueden derrocar a los sistemas totalitaristas.
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La Gaceta de los Negocios - España/20/08/2007

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