11/11/07

El caso Uruguay: un test para saber el nuevo rol de Néstor

El de Kirchner y Vázquez fue casi un duelo de malevos de cuño rioplatense. Los dos presidentes se comportaron más como hombres de la política que como estadistas.
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Por Hugo E. Grimaldi
Columnista de la agencia DyN.
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BUENOS AIRES.- La pendencia no es buena consejera. Una larga serie de cuchilladas por la espalda y mojadas de oreja mutuas entre Néstor Kirchner y Tabaré Vázquez que vienen sucediéndose desde bastante tiempo, acaba de terminar con la más que centenaria vocación de hermandad entre la Argentina y Uruguay despatarrada y por el suelo.
Fue casi un duelo de malevos de cuño rioplatense, que esta vez no se dirimió en las orillas del Maldonado sino casi en el baño de un lujoso hotel de Santiago de Chile, el que terminó por rebasar la diplomacia. La situación se tiñó, además, de calenturas personales, ambas partes se declararon ofendidas e incomprendidas y hasta tiraron a rodar por la escalera al mediador oficioso, nada menos que al rey de España.
Todo siguió a una escalada de dimes, diretes, gestos y sobreactuaciones de ambos presidentes, con un rodaje que cobró cada vez una mayor y peligrosa dinámica:
• Kirchner saludó a los ambientalistas de Gualeguaychú y les dijo: “esta también es mi causa”.
• Cuando se enteró de los detalles, Vázquez, que había impulsado un abrazo en público con el presidente argentino, rojo de furia declaró que Uruguay no negociaba con los puentes cortados y autorizó el funcionamiento de Botnia de inmediato, sin avisarle tampoco a los españoles.
• Al respecto, Kirchner le pidió perdón al rey Juan Carlos, trató de traidor a Vázquez y expresó las quejas de la Argentina por la puesta en marcha de la pastera finlandesa.
• Vázquez cerró la frontera y el espacio aéreo sobre Fray Bentos, dijo que la autorización surgió de las negativas argentinas al diálogo y, para salvar las papas, añadió que España fue comprensiva.
• Por último, Alberto Fernández atizó algo más la situación, mientras los ambientalistas argentinos se disponían a hacerse escuchar, furiosos porque Botnia había dejado de ser una postal: el humo de su chimenea le daba vida, algo que ellos interpretan como un cierto pasaporte a la muerte.
Para explicar todo este gran desaguisado, los interrogantes se suceden. ¿Por qué Uruguay fue siempre tan sinuoso y jugó con la política de los hechos consumados para defender una importantísima inversión externa que bien querría tener la Argentina, hasta que los cortes de puentes y las pérdidas por turismo recién lo hicieron reaccionar? ¿Por qué desde la Argentina, lo que en un tiempo fue luna de miel y apoyo irrestricto al compañero Tabaré, se ha transformado por estas horas en duros epítetos que han escalado hasta llegar a hablar de país agresor?
Estas preguntas y varias más del mismo tenor tienen una sola respuesta: los dos presidentes se han comportado más como hombres de la política que como estadistas, y se ocuparon primordialmente de atender a las presiones de sus respectivos frentes internos, antes que de llegar a un arreglo que potenciara la grandeza de la región. Vázquez no lo hizo porque nunca pudo superar que la oposición y aún miembros de su propio Frente lo pusieran contra la pared exigiéndole mayor dureza, debido a la pasividad manifiesta del Gobierno argentino ante el bloqueo. En el caso de Kirchner, porque mientras hizo la denuncia ante la Corte de La Haya quedó entrampado en el no a las papeleras que propusieron los ambientalistas, a quienes nunca pudo dominar.
¿Hasta dónde tenían derecho ambos jefes de Estado, estando de paso como están, a jugar tan a fondo y casi sin punto de retorno, en una materia donde la política de los dos países se coló por la ventana, cuando ésta debió dejarle lugar hace mucho tiempo a neutrales fundamentos técnicos? Esta es la pregunta central, la que quedó flotando tras la refriega que, hasta ahora, no registró episodios de sangre, aunque con las pasiones desatadas, nunca se sabe.
En el caso del presidente Kirchner hay un elemento adicional que sirve, además, para teorizar sobre el futuro del gobierno de su esposa y sucesora, la presidente electa, Cristina Fernández. Ella había dicho la semana anterior que había que esperar el fallo de La Haya y, con todo realismo, añadió: “Botnia va a empezar a funcionar, antes o después”. Bien pragmática, Cristina afirmó luego: “habrá que comprobar si contamina o no”. “Si no lo hace las protestas no tendrán más razón y, si contamina, se deberán hacer los reclamos necesarios”.
Si bien estas declaraciones armaron un gran revuelo entre los ambientalistas, lo que más llamó la atención fue que se le atribuyera a la actual primera dama una referencia nunca desmentida que, palabras más, palabras menos, señalaba que una empresa que invierte U$S 1.000 millones no puede darse el lujo de contaminar.
¿Habrá salido el Presidente a la puerta de la embajada argentina en Santiago de Chile para decirles lo que les dijo a los ambientalistas para defender a su esposa o para enmendarle la plana a su sucesora? ¿Este será el rasgo que caracterice a la futura gestión de Cristina como presidenta de la Nación, que tome decisiones que luego serán barridas de un plumazo desde Olivos? Esta es la segunda vez que le pasa algo similar a la sucesora de Kirchner, cuando referencias de tono mesurado y sobre todo lógicas -la primera fue aquel recordado discurso plural de la noche del 28 de octubre- terminan siendo desvirtuadas por miembros del Gobierno actual, que las convierten en letra muerta, antes de que causen algún efecto balsámico.
Sin embargo, quienes conocen la divisoria de aguas que se impondrá desde el 10 de diciembre comentan que los roles estarán bien definidos, ya que Cristina tendrá la última palabra en cuestiones de Estado y Néstor en materia de armado político, aunque nunca se sabe dónde está la frontera, sobre todo en una persona tan visceral como es el actual Presidente, acostumbrado a ejercer la autoridad a pleno.
Esta teoría de un eventual poder bicéfalo fue uno de los temas que se debatieron con mayor claridad en el último Coloquio de IDEA, que terminó el viernes en Mar del Plata, ya que ese interrogante de manejo político es uno de los que más desvela a los empresarios que buscan decodificar el estilo de lo que será el gobierno CFK. Pero además hubo otras cuestiones más económicas y sociales donde escasearon las referencias directas a los problemas que sufre la Argentina en materia de inserción internacional, financiamiento y llegada de inversiones, aunque invariablemente en todas las alusiones se optó por una misma estrategia: mostrar lo bien que les va a otros países y dejar implícita la pregunta sobre por qué será que la Argentina no logra alcanzar, al menos, una performance parecida.
Así, el punto en común de varios disertantes para escaparle a una eventual irritación del Gobierno -incluido el ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso- fue destacar por omisión los problemas que hoy tiene la Argentina y el uso que hace de herramientas poco heterodoxas o aún peligrosas para superarlos.
La manera de atacar el problema inflacionario, el probable despilfarro político de armar un acuerdo social para discutir únicamente precios y salarios, el avasallamiento del Estado por sobre los privados y del Ejecutivo por sobre el Legislativo, las carencias en cuestiones educativas, la falta de reglas claras y persistentes, sobre todo en materia impositiva, algunas cuestiones sobre la corrupción en general y hasta la estructura de la empresa estatal Enarsa fueron puestos en la picota, casi con el mismo esquema de decir sin decir.
“Si nos va de esta forma es porque cada uno recoge lo que siembra”. “Si se puede copiar lo bueno, ¿por qué inventamos?” “No hay ninguna otra Enarsa en el mundo”, se comentó sin pelos en la lengua, pero en charlas privadas, una oscura modalidad de comunicación de la que no logran zafar los empresarios a la hora de mostrar alguna divergencia con las políticas gubernamentales.
La excepción del coloquio estuvo en un panel en el que se pusieron los puntos sobre las íes en materia de déficit energético y el mérito de haberlo hecho surge de un condicionamiento previo al que fue sometido uno de sus oradores originales, ya que el mismísimo secretario de Comercio Interior de la Nación, Guillermo Moreno, le habría pedido a la empresa para la cual trabaja ahora dicho experto, que no lo deje exponer. Y así ocurrió, lo que debió ser cubierto de apuro por los organizadores con un reemplazo, poniéndole un manto de piedad a la censura gubernamental.
¿Qué dijeron allí, sin pelos en la lengua, los expertos Carlos Pierro y Francisco Mezzadri? Que faltará gas; que habrá que invertir en energía unos U$S 4.500 millones anuales; que hay una crisis de suministro, pero que no se piensa en un colapso inmediato; que tiene que crecer la generación eléctrica y que el Estado falló en la gestión. ¿Qué faltó? La voz oficial para explicar lo que los empresarios necesitan saber a la hora de decidir inversiones.
Y este será otro tema en el que habrá que ver cómo se desenvuelve la gestión de Cristina Fernández. Si con mayor participación de sus ministros o con autoritarismo y cerrazón informativa, tal como lo ha hecho su esposo durante cuatro años y medio, o por fin con este como escudero, con su saber o con su estómago, tal como ha procedido Néstor Kirchner en este último tramo del caso Uruguay.
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La Gaceta Tucumán - Argentina/11/11/2007

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